El sector industrial está resurgiendo en Estados Unidos. Crece la producción, se construyen fábricas, aumentan las exportaciones y se crean empleos bien remunerados que requieren habilidades concretas. Todo eso junto está sacando al país se la profunda recesión que siguió a la grave crisis financiera de 2007. Economistas, políticos y empresarios ya hablan de un “renacimiento de la manufactura”, capaz de revertir el persistente déficit comercial y de conducir hacia una nueva era de crecimiento y prosperidad.
En un ensayo para Strategy & Business que titulan “Americas Real Manufacturing Advantage”, Helmuth Ludwig (CEO de Siemens Industry USA) y Eric Spiegel (presidente y CEO de Siemens Corporation) dicen que el planteo es bueno pero incompleto porque muchos de esos optimistas basan sus pronósticos en cambios transitorios en oferta energética y en costos laborales relativos que no van a resultar en mejoras de largo plazo como creen.
Ludwig y Spiegel creen en el futuro de la manufactura estadounidense porque la economía está mejor posicionada para aprovechar los profundos cambios que pueden conducir a un verdadero renacimiento sostenible que se basa en la tecnología del software y el profundo efecto en toda la cadena de valor de la manufactura.
Creen que la manufactura en gran escala está entrando en una nueva era de capacidad que no se caracteriza por la mejora de procesos conocidos sino por una serie de nuevos sistemas de producción alimentados por software que son cualitativamente diferentes de los anteriores. Todos los aspectos de la manufactura van a ser afectados, desde la forma en que las empresas atienden las necesidades y deseos de sus clientes, hasta la forma de realizar investigación y desarrollo, o desarrollo de producto y proceso de producción.
Los cambios van a aumentar productividad, eficiencia en innovación, velocidad al mercado y flexibilidad, que a su vez conducirán a un ciclo más poderoso de crecimiento y creación de valor: será una era de manufactura virtual-a-real. Y como resultado de todo eso la disyuntiva entre eficiencia o customización que limitó a la manufactura desde que comenzó la Revolución Industrial ya no será tan importante, y los fabricantes adquirirán nuevas habilidades para crear y mantener productos que se adapten más específicamente a lo que la gente quiere y necesita.
Las fábricas de hoy y de mañana son limpias y están repletas de robots, computadoras, rayos láser y máquinas ultramodernas. La herramienta más común que lleva consigo el empleado de una planta automotriz no es una llave inglesa ni un destornillador: es un iPad. La ventaja competitiva la tendrán, por lo tanto, quienes se adapten más rápidamente a este entorno cambiante.
Entonces, con su larga trayectoria en innovación, desarrollo de software y educación universitaria, Estados Unidos está listo para reafirmar el liderazgo en manufactura que en las últimas décadas fue cediendo a otros países. Si aprovecha la oportunidad podrá brindar mucho empleo calificado y bien pago a la clase media del siglo 21. Pero además de la creación de empleo, las fábricas juegan un papel central en promover innovación y competitividad de largo plazo.
Pero los autores no están seguros de que Estados Unidos aproveche la oportunidad. La ventaja competitiva en el siglo 21, dicen, estará influenciada por factores tales como energía barata y sueldos, pero el factor decisivo será la habilidad de los países y regiones para permitir diseño y manufactura avanzados. Es preciso reforzar la cultura de innovación en Estados Unidos, apoyar las instituciones que pueden sostener una industria vibrante y crear nuevos tipos de soporte educacional, como programas basados en la experiencia que ayuden a la fuerza laboral del país.
Los elementos del renacimiento
Algunos aspectos de este renacimiento que se vienen desarrollando desde hace años comienzan recién ahora a manifestar su impacto. Entre los principales, volvió la inversión en fábricas y equipos y se relocalizan en el país empleos que estaban en Asia. Pero la renovada ventaja competitiva que genera esta actividad podría no seguir aumentando al ritmo actual si las tendencias cambiaran.
La más visible de esas tendencias es la disponibilidad en Estados Unidos de shale gas y shale oil (de esquistos), ambos baratos. Esto baja el precio de la energía, facilita el acceso al gas y crea ventaja competitiva para el país como lugar de manufactura. También aumenta el atractivo para los fabricantes de productos químicos, fertilizantes, acero, aluminio y plásticos, todas industrias que requieren gran cantidad de energía. Durante los últimos 10 años hubo muy poca inversión en estos sectores, que ya amenazaban con retirarse del país. Ahora, vistas las nuevas posibilidades energéticas, llegan inversiones por un valor de US$ 100.000 millones a las industrias manufactureras de energía intensiva y se proyecta la construcción de 100 nuevas fábricas.
El paisaje competitivo también se modificó por los recientes cambios en los costos laborales. Para 2015 se estima que el costo de llevar la manufactura a China será equivalente al costo de fabricar en Estados Unidos. La gran ventaja en costo laboral que los competidores asiáticos gozaban en los 90 y principios de los 2000 se redujo en los últimos 10 años. Si a eso se suma la mayor productividad de los trabajadores estadounidenses frente a competidores de sueldos más bajos (3 a 1) y la menor incidencia del costo laboral en el costo total, resulta que la ventaja de los menores sueldos es insignificante.
Esas dos fuerzas –bajo costo de la energía y equivalencia laboral– mejoraron notablemente la competitividad de Estados Unidos. Pero la ventaja no será duradera. Otros países explotarán nuevos recursos de gas y aumentarán también su productividad limitando las mejoras futuras en ventaja competitiva para Estados Unidos.
Hay otra tendencia que aporta al resurgimiento de la manufactura de Estados Unidos, y esta sí es menos probable que sea compartida por otros países: rápido acceso al mercado. Cuando los empresarios deciden dónde ubicar una planta, uno de los riesgos que corren es la incertidumbre sobre el crecimiento futuro de la demanda. Una forma de reducir ese riesgo es ubicar la fábrica lo más cerca posible de los mercados para aumentar la capacidad de entender los requisitos de los consumidores y reaccionar rápidamente en toda la cadena de valor cuando esos requisitos cambian. Así, Estados Unidos se verá favorecido para la producción orientada al consumo nacional.
Eficiencia, innovación y flexibilidad
Desde sus comienzos en el siglo 18, la Revolución Industrial buscó eficiencia y precios razonables. Antes, todos los productos eran elaborados de principio a fin por artesanos, que elaboraban sus objetos según los requerimientos y circunstancias de cada cliente. Hacer las cosas de esta forma era caro y lento. Solo los ricos podían darse el lujo de poseer algo más que los simples objetos cotidianos y herramientas rudimentarias.
Luego, a medida que la industrialización avanzaba desde fines del siglo 18 al 19, las eficiencias permitidas por la máquina de vapor y la producción masiva llevaron los precios de las manufacturas a niveles lo suficientemente bajos como para quedar al alcance del mercado masivo. La eficiencia dio otro salto adelante en el siglo 20 con el advenimiento de la línea de ensamblaje móvil, métodos más sistemáticos para las operaciones y avances en tecnología.
Lo que se perdió en el camino hacia la producción en masa fue la capacidad para cambiar rápidamente la producción hacia nuevos productos, para incorporar nuevas características y para ofrecer variedad en las líneas de producción.
El próximo ciclo de avances, actualmente en sus primeras etapas, reduce la necesidad de sacrificar esas cosas gracias a la combinación de software cada vez más poderoso con enormes saltos en el desempeño del hardware.
Desde comienzos del siglo 21, los software de automatización y de diseño comenzaron a combinarse y el software de manufactura en general se volvió mucho más sofisticado. El resultado es una integración de los mundos virtual y físico. Antes de construir cualquier cosa se la puede simular, modelar y testear rápidamente y sin grandes costos. El diseño virtual, la planificación, el desarrollo de productos, el proceso de producción y el control optimizado están teniendo un poderoso efecto, especialmente en sistemas altamente complejos de manufactura, como el ensamblado de autos. Esto ha generado tres importantes beneficios: más progresos en eficiencia, más mejoras en innovación para la producción y velocidad al mercado además de capacidad para incorporar flexibilidad a la producción masiva.
Un renacimiento sustentable
¿Qué pueden hacer los empresarios y políticos para asegurar que el renacimiento se solidifique, gane fuerza en todas las industrias y haga realidad sus posibilidades de fomentar el crecimiento económico en los años venideros?
Los autores de este ensayo creen que habría que mantener la cultura de innovación apoyando a las instituciones que hicieron de Estados Unidos un líder en software y elevando la calidad de la educación y capacitación, especialmente en lo que se refiere a manufactura.
Una de las cosas más importantes que buscarán los industriales será el acceso a los centros de investigación y desarrollo de tecnologías que fluye de las grandes universidades. Otro imperativo será preservar y fortalecer las instituciones que hicieron crecer los sectores de tecnología y software en Estados Unidos.
Además, para permitir un verdadero crecimiento del empleo en la próxima era de fabricación avanzada y virtual a real, Estados Unidos tendrá que aumentar sus fortalezas en educación y llenar los baches que aparecieron en los últimos años. Hay muchas deficiencias en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (las llamadas materias STEM).
Lo más importante, los sectores tanto público como privado deben cerrar la brecha de capacitación. Estados Unidos nunca hará frente a sus desafíos futuros hasta que empresarios y políticos no pongan el acento en los que capacitan en lugar de en los que necesitan ser capacitados.
Para triunfar en lugares de manufactura avanzada los trabajadores necesitan tener las habilidades de producción para montar, monitorear y controlar esos procesos y las habilidades en diseño y desarrollo que los mejore continuamente. Necesitarán habilidades más sólidas en computación, la capacidad para entender complejos procesos de producción y el conocimiento de cómo trabajar eficientemente en equipos.
No obstante el actual debate que reclama mayor apoyo del público, la manufactura sigue teniendo un problema de “branding”. Al ignorar cómo será la manufactura avanzada del futuro, muchos estudiantes, padres, educadores y políticos la asocian todavía con fábricas arcaicas y bajos salarios. Esto sugiere una necesidad de incrementar la educación sobre las oportunidades de buena paga y empleos de alta tecnología.
La próxima era en este terreno reordenará el paisaje empresarial global. Los principales factores de éxito para empresas, naciones y regiones serán la innovación, el software y la educación. Los fabricantes deberían examinar sus operaciones, buscar oportunidades donde software y tecnología avanzada puedan generar mejoras. Aquellos que aprovechen esos cambios en todo su proceso de desarrollo y producción fijarán las reglas que los demás deberán seguir para mantenerse competitivos. Estados Unidos, dada su histórica fortaleza en innovación, su fuerte posición como líder mundial en desarrollo de software y su sólida infraestructura educativa, está bien posicionado para liderar en este ciclo. Para aprovechar la oportunidad, las comunidades empresaria y política deberán trabajar juntas para aumentar las fortalezas. Si lo hacen, las condiciones estarán dadas para un nuevo enfoque de la manufactura, asegurando que la inversión y la expansión sigan creciendo y conduzcan a una era de iluminismo donde la manufactura avanzada se convierta en un pilar central de la economía norteamericana y de una clase media fuerte en el siglo 21.