Cambiar la mentalidad de los argentinos
La cultura democrática
Iván Cherjovsky (*)
Me preocupa especialmente la falta de cultura democrática. En un país que cuenta con importantes recursos naturales y culturales, inserto en una región que parece transitar exitosamente el camino hacia el desarrollo y acomodarse definitivamente en el tablero de la sociedad global, los problemas económicos actuales resultan coyunturales, antes que estructurales. La falta de cultura democrática, en cambio, es estructural, y llevará muchísimo esfuerzo y más de una generación cambiar la mentalidad de los argentinos respecto de este tema tan delicado. Entre otras tantas virtudes, la cultura democrática favorece el funcionamiento de las instituciones, garantiza el respeto a los derechos de las minorías y brinda mayor transparencia a la gestión pública, permitiendo un mejor monitoreo de la corrupción. También fomenta el espíritu colaborativo y fortalece la paz social. Seguramente, una historia nacional cargada de golpes de Estado y de guerras civiles (sea manifiestas o latentes), y signada por el populismo, impuso la idea de que, si las elecciones son transparentes, las mayorías tienen el derecho de gobernar de modo inconsulto y unilateral, transgrediendo incluso los acuerdos establecidos en el contrato social.
Para fomentar la cultura democrática se pueden diseñar diversas estrategias y convocar a múltiples actores sociales (los medios de comunicación, los intelectuales, los empresarios, los artistas, el sistema educativo), pero sin un ejemplo claro e inequívoco, que baje desde las alturas del poder del Estado e inunde el cuerpo social, la tarea es imposible.
(*) Doctor en Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Profesor en la Universidad Abierta Interamericana. Centro de Estudios de Historia, Cultura y Memoria. Universidad Nacional de Quilmes.
Dar transparencia y profundidad al debate
Impunidad intelectual
Laura Zommer (*)
Los políticos son unos mentirosos. Ah! Y los sindicalistas, ni hablar. Y los empresarios y economistas –que siempre tienen numeritos y gráficos para explicar todo–, para qué contarles. ¿No dijeron o escucharon nunca estas afirmaciones categóricas?
Para colmo, desde hace ya un lustro, los argentinos “descubrimos” (gracias a la ayuda del Gobierno kirchnerista, claro) que “Clarín miente” y los periodistas también.
¿Entonces? ¿Qué hacemos argentino/a? ¿Cómo salimos de acá?
¿No están hartos de escuchar que la gente se queja de los mentirosos, pero a la vez los acepta… y, a veces, los premia? ¿Qué pueden hacer o hacen los funcionarios, docentes o cualquier otro preocupado por empezar a cambiar este mal nacional?
Me obsesiona la impunidad intelectual. Que la mentira y el engaño no tengan castigo ni condena social. Que el estereotipo del argentino canchero sea el del que miente o guitarrea. Que no se premie al que dice la verdad. Por más dura, injusta, desigual o amarga que sea a veces.
Los que dicen afirmaciones contrarias a los hechos engañan y confunden. Muchas veces lo hacen por descuidados, pero otras, lo hacen intencionalmente. Y eso supone un desprecio por el otro.
Quiero y trabajo para ayudar a reducir el margen de impunidad intelectual de lo que se dice, se escribe, se promete, se critica o se oculta.
Sueño con que llegue el día en el que los hechos y los datos le importen e interesen a muchísima más gente. Y se impongan frente a los engaños. Y la mirada crítica de millones supere los sesgos y los prejuicios.
Si cientos de ciudadanos contrastamos y verificamos las afirmaciones de nuestros líderes y ponemos más datos en circulación en el debate público (político y mediático) mejorará nuestro nivel de conocimiento y comprensión de los acontecimientos públicos y aumentará la transparencia y profundidad del debate.
Impulsar leyes de acceso a la información pública e implementar políticas de gobierno abierto, para que la información no sea un bien de pocos y los datos estén abiertos y a la mano de cualquier interesado es una pequeña gran arma contra la mentira que nos debemos.
(*) Directora ejecutiva de Chequeado.com.
La preocupación
Apatía e indiferencia
Matías Kelly (*)
“Los hechos no dejan de existir porque se les ignore”. Aldous Huxley.
Pobreza, desempleo, inseguridad, corrupción. Hay muchísimas problemáticas complejas, dolorosas y con graves consecuencias. Sin duda, lo que más me cuesta a mí es la indiferencia: la facilidad con la que algunos pasan por al lado de alguien sin hogar, la terquedad con la que nos negarnos a separar los residuos porque implica un esfuerzo más, lo rápido que desechamos la posibilidad de emplear a alguien por donde vive.
Esta apatía agrava a todos los problemas. Primero porque significa no querer cambiar uno para intentar cambiar esa realidad. Es elegir no ver, no darle importancia, quedarse en la queja, buscar culpables. Denota la falta de esperanza de que un cambio es posible, y por lo tanto, contribuye a que ese cambio sea muchísimo más improbable. En segundo lugar, la indiferencia hace que quién está viviendo una injustica o problemática concreta, se le sume la angustia de tener que vivirlo solo, sin una sociedad que lo entienda, ni mucho menos le pueda dar las herramientas para ayudarlo.
La Argentina es un país al que le gusta considerarse solidario y siempre está listo para ayudar frente a las emergencias, como quedó demostrado de manera impresionante frente a las inundaciones en La Plata. Es hora de convertir esa capacidad de respuesta en una actitud del día a día y empezar a preocuparnos en serio. Eso es lo que debería preocuparnos. “Preocupación” viene del latín praeccupatio, que significa ocuparse antes de tiempo. No es pensar, lamentarse, quejarse, resignarse, gastar energía estando mal. Sino que implica el ocuparse, la acción, el hacer, el transformar.
(*) Director de Ashoka Cono Sur.
Amplios consensos
Mediano y largo plazo
Carlos Gabriel Pallotti (*)
Seguramente otros “pensadores invitados” estarán abordando temas como educación, crecimiento, inclusión, y otros tantos que sin dudas son los que deberían preocuparnos como sociedad. Sin embargo hay uno sobre el que poco se hace hincapié, y que me preocupa particularmente, que es la necesidad de definir planes, políticas y acciones de mediano y largo plazo, que tengan continuidad más allá de las administraciones o funcionarios de turno.
Debemos reconocer que –los argentinos–muchas veces somos bastante buenos teniendo ideas y encontrando soluciones creativas, repentinas y que nos diferencian como sociedad ante otras más estructuradas. Pero es una materia pendiente que aprendamos a convertir esas ideas o soluciones, en planes de mediano o largo plazo. Y que el resultado final sea por la suma de acciones de muchos actores que lo vayan debatiendo, mejorando, consensuando y ejecutando.
Hay muchas buenas iniciativas o políticas que han dejado de serlo en el mismo momento que el funcionario o el principal impulsor cambia. Y ni decir los rumbos sinuosos que suelen tener algunas decisiones claves para el país, por diferentes administraciones, aún dentro de un mismo concepto político. La puesta en debate y la búsqueda de mejores ideas y consensos, mejora el plan y sobretodo lo consolida y lo hace realizable.
¿Quién puede dudar que temas como educación, salud, integración, infraestructura, seguridad, y tantos otros, necesitan de amplios consensos y de acciones de largo plazo? No tenemos como sociedad tantos recursos económicos disponibles, como para trabajar en esa suerte de “prueba y error”, y menos aún para desandar proyectos anteriores y crear nuevos.
(*) Director ejecutivo de Argencon (entidad de promoción de las exportaciones de servicios de la Argentina).
Info-ricos e info-pobres
Futuromiopía, o falta de horizonte
Alejandro Piscitelli (*)
Durante siglos vivimos bajo el Paréntesis de Gutenberg. La invención genial realizada por el imprentero de Maguncia que nos convirtió en lo que somos, nos llevó a reproducirnos hasta llegar a la imponente cifra de 7.200 millones de habitantes del planeta.
Gracias a la imprenta creada apenas 500 años atrás, y que ocupa tan solo 0,5% de nuestra historia como homo sapiens, invadimos el planeta, exterminamos especies, homogeneizamos culturas, generamos las mayores bellezas y la más grande acumulación de riqueza, junto a los peores genocidios que recuerde el género humano. Pero esas consecuencias culturales de la imprenta, las buenas y las malas, están por cesar.
El subproducto más significativo de la imprenta fue la escasez de información. Hace un cuarto de siglo nacía Internet y cambiarían todas las reglas de juego. Lo abundante se volvió lo escaso, supusimos que la cornucopia sin fin de la comunicación y la conexión resolverían todos nuestros problemas generados por un acceso desigual a la información.
Tal panacea no ha ocurrido y lo que antes era una división entre Norte/Sur, Oeste/Este se ha convertido en una nueva división entre info-ricos e info-pobres, pero sobretodo futuro-imaginantes o pasado-nostálgicos. Y que el caso de algunos países del sur por impotencia se ha traducido en fantasías de excepcionalidad y de cambio del rumbo de la historia por mero voluntarismo.
Porque esto es lo de adolecemos por estos lares, de una falta de horizonte de futuro. Antes cuando no teníamos información y ahora que sobra. A los argentinos nos faltan futuros y nuestro principal déficit es la miopía de futuros ligados a un conocimiento, valoración, rescate y apreciación de lo que se juega en ese pasaje de Gutenberg a Internet, donde todo es distinto pero los valores de la eficacia, la sustentabilidad, la cooperación y el diseño participativo siguen tan vigentes como siempre, aunque nosotros nos esmeremos en ignorarlo.
(*) Profesor de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad Tadeo Lozano de Bogotá.
Movilidad social
ascendente
Restablecer el pacto tácito
Gabriel Puricelli (*)
Aunque es imposible identificar un único problema como aquel cuya resolución sería la llave para resolver todos los que nos aquejan como sociedad, hay uno que, si se va resolviendo, le da sentido y sustentabilidad a la solución de todos los demás.
La cuestión que creo debe preocuparnos prioritariamente es restablecer el pacto tácito que fundó la Argentina contemporánea, donde la contribución que cada uno hace a la sociedad según su capacidad es el camino por el cual se accede a un nivel de vida digno, donde la necesidad de cada uno está colmada.
Durante el “largo siglo 20” que va entre la llegada de la mayoría de nuestros antepasados al Hotel de Inmigrantes a fines del siglo 19, hasta el Rodrigazo, ese pacto se materializó como un proceso de movilidad social ascendente. Ese fue, a lo largo de esos 100 años, el “efecto demostración” que produjo una sociedad integrada, donde la desigualdad tendía a disminuir, aunque no fuera ese el objetivo de todos los variados gobiernos y regímenes que elegimos o nos tocaron en desgracia.
Agotado ese proceso, la vocación de vivir juntos se ha debilitado. Restablecer un horizonte donde se proyecte una mejor calidad de vida para los que la perdieron o nunca la tuvieron, y esté garantizada la de quienes ya alcanzaron un nivel digno, es precondición para el éxito de cualquier proyecto democrático de sociedad. El pacto es tanto entre quienes formamos parte de la sociedad hoy, como con nuestros descendientes. El aspecto intergeneracional es decisivo, ya que el país posee recursos no renovables que producen beneficios a los que también tienen derecho quienes vendrán después de nosotros.
(*) Lic. en Sociología (UBA). Vicepresidente del Laboratorio de Políticas Públicas.
Salto cualitativo en los valores
Actuar sobre los cuatro niveles
Marcelo Elizondo (*)
Dice el filósofo francés André Comte-Sponville que en la sociedad hay cuatro órdenes (o niveles): el técnico científico, (donde opera la economía), el legal (donde operan las leyes que permiten o prohíben), el moral (donde operan las normas no escritas que llevan a sentir en el fuero íntimo e individual lo que se debe y lo que no se debe) y el ético (el que prevé, desde lo colectivo, la búsqueda del bien del otro). Es posible que en el futuro, en la Argentina debamos actuar sobre los cuatro niveles.
Tenemos el desafío de superar un período crítico que sufrimos desde el comienzo del siglo 21. Y corregir problemas que han convertido a la Argentina en algo que no es precisamente un éxito colectivo. Las políticas, pero también las prácticas de buena parte de la ciudadanía, los modos de ejercer el poder, pero no sólo el poder público, las prácticas que derivan del comportamiento de las autoridades, pero también las de otros referentes de la sociedad civil, deberán ser mejorados.
Para eso, por un lado, el próximo gobierno deberá tener prácticas más respetuosas de la legalidad y el equilibrio, pero en materia de agenda pública deberá también tener un programa preciso, equipos profesionales con capacidad de gestión y un holgado capital político (que deberá arriesgar tomando decisiones que a algunos no agradarán). Deberá hacer como recomienda Mario Bunge: primero conocer, luego programar y finalmente actuar.
(*) Director de la consultora DNI, profesor universitario y asesor de empresas.
Lograr crecimiento y desarrollo
Fuente segura de igualdad social
José Luis Roces (*)
Los que ya vivimos muchos años estamos en condiciones de tener algunas ideas sobre las preocupaciones del futuro de la Argentina; las mías giran alrededor de la educación.
En todos los estudios de competitividad y desarrollo social comparados entre países, la coincidencia de todos los analistas es que la variable educación es la clave para lograr la consistencia entre crecimiento y desarrollo, por ende es una variable estratégica para el país.
¿Cuáles son los factores que originan mi preocupación y a la vez creo que son la fuente de la transformación positiva del sistema educativo?
Los docentes y su formación. La jerarquización de los institutos y profesorados debería ser un tema estratégico y relevante en el país. La selección y promoción para los cargos docentes debe ser una condición de exigencia. No es un tema solo presupuestario, debemos pagar bien, pero además asegurarnos que los docentes están capacitados para ejercer su rol.
El diseño pedagógico, debe asegurar una educación básica que desarrolle equilibradamente las capacidades para la vida personal, la vida comunitaria y la vida laboral. El desequilibrio en alguno de estos focos es fuente de problemas de adaptación a los desafíos del mundo actual.
El sistema educativo debe ser “integral” para ser efectivo. Por lo tanto, no debe estar diseñado sólo para aquellos que cumplan con los años de escolaridad previstos, sino también deben existir subsistemas de formación profesional que den solución a las demandas de los que no pueden cumplir con éxito el ciclo obligatorio.
La “articulación con el nivel superior universitario” es un tema trascendente, si queremos dar respuesta a las demandas de crecimiento de la sociedad. Las debilidades formativas del nivel medio son la precondición para la efectividad del nivel superior.
(*) Rector del ITBA, Instituto Tecnológico de Buenos Aires.
Estrategia de reforma
Desafíos del desarrollo
Lucio Castro (*)
La Argentina probablemente está a la vuelta de una reactivación económica. Un nuevo gobierno en 2016 con un plan decidido de estabilización de precios podría generar una mejora sustancial de expectativas que incentive el consumo y la inversión privados. El riesgo es confundir otra reactivación cíclica con un cambio de tendencia en el crecimiento de la economía.
Los desafíos del desarrollo persistirán aún en una economía en reactivación. Un capital humano depreciado con un sistema educativo de baja calidad. Un stock de infraestructura física deteriorado, con un déficit energético continuado por al menos una década. Una estructura productiva concentrada, con bajos niveles de innovación y débilmente integrada a las cadenas globales de valor. Niveles de productividad latinoamericanos, con un mercado laboral que genera empleos de baja calidad. Un Estado con capacidades institucionales débiles con dificultades para regular en forma eficaz la actividad privada.
Enfrentar estos desafíos implica encarar una decidida estrategia de reforma que demandará enfrentar costos políticos en el corto plazo para el nuevo gobierno.
(*) Director del Área de Desarrollo Económico de CIPPEC (Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento).
Sector público y privado, juntos
Cuatro pilares fundamentales
José María Louzao (*)
En los últimos años, el sector de Software y Servicios Informáticos (SSI) ha tenido un fuerte crecimiento acompañado por políticas de Estado que se vienen generando desde el año 2003 y que, a su vez, posibilitaron la creación de nuevos puestos de trabajo y un aumento significativo en las exportaciones. Pensando en el futuro, debemos preocuparnos aún más y enfocar nuestros esfuerzos en impulsar el crecimiento y posicionamiento de la industria SSI Argentina en el país y en el resto del mundo, procurando generar valor agregado y reducir la brecha digital, aportando al desarrollo del país en su conjunto.
Creemos que el eje debe estar en trabajar junto con el sector público y privado basándonos en cuatro pilares fundamentales: inclusión, innovación, transversalidad y consolidación de mercados externos. Es por esto que la Cámara de Empresas de Software y Servicios Informáticos (CESSI) funciona de manera horizontal a través de comisiones que abordan lo estratégico para el sector.
La industria tecnológica es clave para continuar avanzando hacia la innovación, desde la infraestructura y las comunicaciones, hasta las aplicaciones, procesos y contenidos que puedan dar una respuesta a la demanda de otras industrias y numerosos sectores que componen nuestro país.
(*) Presidente de CESSI.
Educación de alta calidad
La mujer como factor de desarrollo social
Jorge Colina (*)
La fuente primaria del desarrollo económico son los recursos humanos. Un país puede tener infinitos recursos naturales y energéticos, pero si no tiene una fuerza laboral bien preparada va a ser siempre un país con “potencialidades”, pero sin realizar. El ejemplo más a mano son los países de África. Por el contrario, hay países que sufren la escasez de tamaño, de recursos naturales y energéticos, pero tienen recursos humanos muy preparados, lo que los convierte en países avanzados. Los ejemplos más a mano están en Asia con Japón, Corea, Hong Kong y Singapur. Luego, el desarrollo económico se transforma en desarrollo social cuando los altos niveles de educación y preparación de la fuerza laboral están homogéneamente distribuidos entre la población ya que, así, los frutos del crecimiento se distribuyen igualitariamente.
Poner en el centro de la educación al rol de la familia está lejos de ser un mandato moral o religioso. Lo que se quiere resaltar es que la buena calidad de la educación comienza desde el nacimiento, y los primeros años de vida son estratégicos para la formación futura de un ser humano, por eso los cuidados que brinda una familia son esenciales. Esto es lo que las evidencias científicas alertan cuando señalan que la capacidad de aprendizaje de los niños depende mucho más de la educación de la madre que de la del padre.
Una madre educada, además de brindar calidad a la crianza de los hijos, recibe oportunidades del mercado laboral, lo que le permite generar ingresos para el hogar (mitigando los riesgos de pobreza) y enriquecer su propia visión del mundo y su formación, lo que vuelve a alimentar la buena educación de los hijos. Así, se forma un círculo virtuoso donde los niños y jóvenes crecen estimulados para ir forjando su propia formación, que de adultos transmitirán a las nuevas generaciones. En esta dinámica es como los países pasar a tener fuerzas laborales altamente calificadas.
De aquí la importancia de ser muy críticos con el asistencialismo, tal como está concebido en la Argentina. Los programas asistenciales se han convertido en un factor de inducción a la deserción escolar y la inactividad laboral de las mujeres. Actualmente, 1 de cada 4 jóvenes menores de 24 años no estudia, ni trabaja; de éstos, dos tercios son mujeres; y de estas mujeres, casi la mitad ya experimentó un evento de maternidad sin haber terminado la secundaria.
(*) Economista de IDESA.