¿Qué es lo que debería preocuparnos? – parte 1

    Empresas de base tecnológica
    Economía del conocimiento

    Lino Barañao (*)

    Es momento de reflexionar en torno a algunas asignaturas pendientes. En el “Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva Argentina Innovadora 2020” formulamos como meta prioritaria lograr una mayor inversión en investigación y desarrollo en cuanto al porcentaje del Producto Bruto Interno (PBI). Esto significaría al menos pasar del 0,65% actual al 1% del PBI. Existe un de­se­quilibrio en la distribución porcentual entre el sector público con 75% de la inversión y el privado con tan solo 25%. Esto obedece a la distinta composición de la matriz productiva que en nuestro país todavía se centra fundamentalmente en industrias extractivas. Para apuntar a este objetivo, estamos apoyando fuertemente la creación de empresas de base tecnológica de manera que aquellos investigadores que hacen un hallazgo potencialmente aplicable puedan desarrollarlo y constituir un nuevo emprendimiento.
    También debemos promover de forma más activa la innovación inclusiva. Lograr que el desarrollo científico tecnológico llegue a aquellos ciudadanos que pertenecen a grupos históricamente relegados. En este sentido estamos trabajando de forma conjunta con los Gobiernos provinciales para impulsar distintas iniciativas tendientes a lograr desarrollos regionales con particular atención a favorecer a cooperativas, asociaciones de productores y comunitarias.
    Asimismo, encaramos el desafío de fomentar vocaciones en carreras científico tecnológicas. Por eso iniciamos diversas actividades de divulgación que apuntan a interesar a los jóvenes por estas carreras. Hoy en día, las posibilidades de ascender socialmente están asociadas a las carreras científico técnicas y no a las carreras tradicionales. El éxito en estas tareas de divulgación es clave para que la Argentina cuente en el futuro con los miles de ingenieros, programadores, químicos, físicos y matemáticos que necesita para lograr el objetivo de diversificar su matriz productiva.
    Creemos que la Argentina puede y debe entrar en una economía basada en el conocimiento porque los países que cimentan y sostienen su economía de esa forma son los que tienen sociedades más justas y con mejor distribución del ingreso.

    (*) Ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva

    Oportunidad que ofrece el mundo
    Seguridad energética y también alimentaria

    Daniel Gustavo Montamat (*)

    El cambio del orden global ofrece a la Argentina una nueva oportunidad de reinserción estratégica en las relaciones internacionales. La onda larga que favorece los precios de los alimentos y la revolución energética generada por la explotación de los recursos fósiles no convencionales nos habilita, en conjunto con nuestros socios de la región, a negociar con otras regiones del mundo dos temas prioritarios de la agenda global: seguridad energética y seguridad alimentaria.
    Estados Unidos busca en la región el reaseguro de su independencia energética. La revolución del shale oil & gas le va a asegurar autoabastecimiento de gas, pero tendrá que seguir importando petróleo y lo quiere conseguir en las Américas (Canadá y Latinoamérica). Esta región necesita capitales y tecnología para desarrollar su potencial de hidrocarburos (aguas profundas, crudos pesados, no convencional) y los norteamericanos pueden proveerlos.
    Hoy varios países de la región venden a China y otros países emergentes, soja, aceites y otros granos. Mientras nuevas poblaciones accedan a niveles de consumo de clase media la demanda de materias primas y alimentos se mantendrá firme. La región en conjunto puede ofrecer seguridad alimentaria a esos mercados negociando con esas nuevas potencias económicas acuerdos de largo plazo que le permitan transformar la proteína vegetal en proteína animal y biocombustibles (agrega entre cinco y 10 veces más valor). El objetivo es alcanzar en una segunda etapa con productos alimentarios regionales y diferenciados las góndolas de esos nuevos destinos comerciales.
    Me desvela ver a la Argentina varada en el presente, sin hoja de ruta definida para aprovechar el reacomodamiento del poder mundial. Corremos el riesgo de perder el tren. Debemos construir un proyecto alternativo que nos permita recuperar la capacidad de transacción entre las urgencias del presente y las oportunidades de un futuro posible. De la viabilidad política de ese proyecto dependerá la continuidad o no del ciclo populista y posmoderno que nos tiene esclavizados al corto plazo y que nos ha vuelto irrelevantes en el concierto de las naciones.

    (*) Ex secretario de Energía y ex presidente de YPF

    Inquietudes dispares
    No caer en el pasado

    Mario Rapoport (*)

    Como sabemos la sociedad argentina está fragmentada en intereses sociales, económicos y políticos diversos y opuestos. Es preciso delimitar los diferentes sectores sociales y poder señalar lo que le preocupa a cada uno de ellos. La inflación, la pobreza, el empleo, los índices de rentabilidad empresarios, etc. no inquietan del mismo modo a uno u otros.
    En verdad, la característica de un pequeño círculo privilegiado de argentinos fue por mucho tiempo la de no preocuparse demasiado del porvenir. En los festejos de primer centenario de la revolución de mayo, un portavoz de la vieja oligarquía decía que el mejor ministro de Hacienda que tenía el Gobierno era el suelo fértil y el cielo azul preñado de lluvias oportunas. Se refería a la Pampa Húmeda y al imperio británico de cuyo mercado y capitales dependía. Pero el modelo agroexportador se agotó, junto con la relación privilegiada con Gran Bretaña, surgió la industrialización y con ella nuevos actores sociales y políticos, como la clase obrera y el peronismo.
    En años recientes la más feroz dictadura militar procuró acabar, entre otras cosas, con las industrias existentes sobre cuya base se forjaron alianzas políticas indeseables. Esto permitió el retorno a las viejas modalidades del siglo 19: vivir del endeudamiento externo, abrirse totalmente al capital extranjero, vender el patrimonio nacional y vivir una ficción monetaria. Y la Argentina se acopló al mundo de la peor manera. Mientras unos pocos se enriquecían la desocupación, la pobreza y la indigencia alcanzaron cifras espeluznantes: vino la crisis de 2001 y, para colmo luego la crisis mundial de 2007-2008.
    En los últimos años, el país comenzó a de­sendeudarse, aumentó el PBI y mejoró la distribución del ingreso, disminuyeron la pobreza y la desocupación, y se frenó la otrora la acuciante necesidad de recurrir al financiamiento externo. Hubo, es cierto, errores. Sin embargo, la mayor virtud para un país soberano, desarrollarse principalmente con sus propios recursos, resultó su principal pecado. En este mundo la economía financiera que lo domina no vive sobre todo de la producción sino de la especulación y de la renta de sus acreencias sin importarle la soberanía de las naciones. No interesa ningún tipo de desendeudamiento. A la mayoría de nuestra población (aunque sus opciones políticas sean diferentes) les preocupa principalmente evitar caer en políticas que llevaron a las crisis del pasado. Antes nos tenían sujetos con la política del “gran garrote”, ahora con la cara arrugada de un juez cuyo hobby es dar de comer a sus buitres.

    (*) Profesor emérito de la Universidad de Buenos Aires

    Evitar la frustración de largo plazo
    Trabajo de calidad y que sea satisfactorio

    Alejandro Melamed (*)

    Si bien hay múltiples tópicos en los que considero pasa el eje fundamental del futuro del país (en el que están incluidos entre muchos otros la justicia justa, la educación de excelencia, la salud de calidad, la vivienda digna y vivible, la seguridad con derechos y garantías, la economía sólida y sostenible, y la cultura democrática y abarcativa), desde mi punto de vista y experiencia hay un aspecto crítico a tener en cuenta: el trabajo de calidad.
    Para cualquier persona adulta y en condiciones físicas e intelectuales de hacerlo, trabajar es muy importante y necesario. El trabajo nos dignifica y nos posiciona en la sociedad.
    Pero trabajar no implica hacerlo de cualquier cosa y a cualquier precio, ello puede ser una solución para sobrevivir en el corto plazo, pero es un camino hacia la frustración en el largo.
    Lo que importa, para mí, es lograr trabajar de aquello que nos gusta, nos apasiona y para lo que, además, estamos capacitados. Asimismo, la compensación que recibamos debe ser acorde con la contribución realizada. Esta es una de las claves para tener una vida feliz, familias con proyección y sociedades con oportunidades. Las personas deben comprender dónde pueden brindarse al máximo, en qué áreas y actividades pueden desplegar todo su potencial y realizar la máximo aporte a la comunidad a la que pertenecen.
    Del mismo modo, desde las organizaciones, hay que tener en cuenta que aún tenemos un largo camino por recorrer para que la actividad laboral brinde las condiciones óptimas a fin de maximizar los resultados y podamos alcanzar los más altos estándares, competitivos y que puedan sostenerse a través del tiempo.
    Debemos comenzar por la sustentabilidad de las personas, eliminando todo vestigio de discriminación (en cualquiera de sus formas), trabajo de menores o forzado, cuidando la salud –física, mental, emocional y espiritual–, evitando y penalizando todo tipo de acoso. También las empresas deberían preocuparse por impulsar y asegurarse la equidad en las compensaciones y que sus integrantes tengan vidas integralmente equilibradas, logrando su bienestar –en el más amplio sentido de la palabra–.
    Un aspecto no menor es el de la ética, que debería fomentarse y asegurarse, eliminando –sin que nos tiemble el pulso– la corrupción de la vida cotidiana y experimentando la transparencia en su más amplio sentido.
    En la misma línea, deberíamos saldar la deuda que tenemos en materia de diversidad –generaciones, género, estado civil, orientación sexual, ideas políticas, discapacidades, orígenes, etc.– pasando de la tolerancia a la valoración, dándonos cuenta de que su presencia se convierte en una ventaja comparativa.
    Sintetizando, el generar fuentes de trabajo saludables, en organizaciones más humanas, será para cada persona, cada familia y la sociedad en general una gran oportunidad de desarrollo sustentable y una fuente inagotable de energía renovable del activo más importante que tienen tanto los empresas como un país: su gente.

    (*) VP de Recursos Humanos de Coca-Cola/Latinoamérica Sur. Doctor en Ciencias Económicas – Autor de Empresas (+) Humanas y ¿Por qué no?

    Ventajas competitivas que se diluyen
    Agenda de innovación

    Gerry Garbulsky (*)

    En un mundo que está cambiando cada vez más rápidamente tenemos dos opciones como país. Podemos tomar la iniciativa e impulsar una agenda de innovación que genere oportunidades para todos y que nos haga, como sociedad, protagonistas de nuestro futuro. O podemos tirar la tolla y ser víctimas de un futuro importado de otras latitudes.
    Las reglas de juego en muchas de las áreas en las que nos destacamos históricamente están siendo redefinidas. La agricultura y la ganadería ya no son de los que tienen tierras más fértiles, sino de los que pueden agregar mayor valor a través de la tecnología y la innovación. La educación está en los albores de una transformación histórica para adaptar un sistema construido para la Revolución Industrial en otro que celebra la diversidad, la flexibilidad y el desarrollo de habilidades y competencias para un mundo cambiante. Nuestras fuentes de ventajas competitivas se están diluyendo.
    ¿Y qué hacemos frente a este escenario? Seguimos enfocados en las conversaciones de la coyuntura. Del cortísimo plazo. Desde el deporte hasta la farándula, pasando por el último escándalo político, todo esto domina nuestros temas de conversación.
    Por eso, siento que lo que debería preocuparnos son nuestros temas de conversación. Si queremos aprovechar el cambio que está sucediendo en el mundo, tenemos que hablar también de lo que se viene, la tecnología, la innovación, la redefinición de los mapas conceptuales con los que entendemos al mundo que nos rodea.
    Por eso, en los últimos cinco años nos dedicamos con un grupo grande de voluntarios a sembrar temas de conversación con TEDxRíodelaPlata (www.tedxriodelaplata.org), una iniciativa sin fines de lucro cuya misión es esparcir ideas transformadoras. Obviamente, enriquecer los temas de conversación no es suficiente para lograr más desarrollo y equidad. Pero si no empezamos a conversar sobre el futuro, no tendremos la oportunidad histórica de dejarle a nuestros hijos un país (y un mundo) más justo y con oportunidades para todos.

    (*) Organizador de TEDxRíodelaPlata. Embajador TEDx en América del Sur. Fundador de El Mundo de las Ideas. Columnista de Basta de Todo en Radio Metro 95.1