Por Rubén Chorny
Jorge Taiana
Actualmente director general del Centro Internacional de Estudios Políticos de la Universidad de San Martín, el ex ministro de Relaciones Exteriores desde fines de 2005 hasta mediados de 2010 describe el escenario global del comercio a partir del fracaso de la Ronda Doha, la estrategia de EE.UU. de conformar una red de tratados de libre comercio que se oponga a China, por el Pacífico, y un acuerdo transatlántico con Europa que neutralice el avance asiático desde el este.
Taiana ve en estos movimientos una gran oportunidad de insertar al Mercosur a partir de lograr un acuerdo con Europa.
–¿Tiene posibilidades de reflotarse Doha?
–Acaba de asumir un director (el brasileño Roberto Azevedo) que reconoce que se encuentra en una situación muy delicada, pero de acá a fin de año se verá qué posibilidades tiene de reactivar algo. La Ronda está totalmente paralizada desde 2008. Se había lanzado en 2001 y se suponía que luego de 60 años de reducción de los aranceles industriales se iba a dar un período en el que los países desarrollados, sobre todo Europa y Estados Unidos, disminuirían la protección y las distorsiones al comercio mundial que ocasionaban los subsidios a la producción y la exportación agrícola, así como los aranceles de los europeos y los estadounidenses. Y que esa reducción daría un enorme impulso a los productores agrícolas de los países en desarrollo. Fue una promesa incumplida.
–¿Por qué esta parálisis?
–La negociación se estancó porque los desarrollados, en realidad, querían seguir obteniendo ventajas sobre los países en desarrollo, cediendo prácticamente nada, apenas unos pequeños cupos. Querían seguir avanzando con los aranceles industriales, en propiedad intelectual, compras gubernamentales, servicios financieros, etc. La Ronda ya se había estancado en el 2003 en Cancún y se logró reflotar en el 2005 en Hong Kong, con una participación argentina importante, sobre todo en la cláusula del artículo 24, que establece que el grado de cambios tiene que ser proporcional en las distintas áreas, y que se mantiene en 2006, en Nebraska, hasta que en verano de 2008 se cae la negociación.
Fuerza emergente
–¿Qué cambió desde entonces en el comercio multipolar?
–Doha fracasó porque se propuso un tipo de arreglo muy favorable a los países desarrollados en una correlación de fuerzas mundial en el plano económico que ya estaba variando y donde el conjunto de los países emergentes estaban convencidos de que no tenían que aceptar imposiciones. En ese momento, Rusia aún no estaba en la OMC.
Después de esa parálisis comienza a haber más acuerdos bilaterales y subregionales. Se fue haciendo una trama, a veces muy compleja de distintos acuerdos, porque no está clara exactamente la norma que se puede aplicar en determinada situación. Los países desarrollados intentan lograr los mismos objetivos que tenían en la estrategia multilateral global.
Por ejemplo en tecnología, están los trips (trade related aspects of intellectual property rights) que se aprueban en Marrakesh, pero en varios acuerdos bilaterales que se van dando, sobre todo entre Estados Unidos y la región, se exigen niveles más altos en derechos de propiedad intelectual, que los de Marrakesh. Lo mismo se repite en otras áreas de servicios financieros, de los movimientos de capital.
–Sin Doha, el comercio global creció después más que el PIB…
–Pero fue por el dinamismo de los países emergentes. Se ha ido configurando un escenario distinto. Hay países que hicieron acuerdos bilaterales con Estados Unidos, algunos como Chile o México, ya los tenían. Pero otros, como los de Caricom (Comunidad del Caribe), Centroamérica, República Dominicana, más Colombia y Perú, lo hicieron más recientemente.
Fracasado el Alca, en 2005, Estados Unidos comienza esta estrategia de hacer acuerdos bilaterales, que se refuerzan probablemente al estancarse completamente la Ronda Doha. De todos modos, esos acuerdos, si bien son importantes, en buena medida lo que hacen es transformarse con las concesiones recibidas por Estados Unidos a cambio de lo que ofrecía en el sistema general de preferencias. Se declaró con relación a Perú y en parte también a Colombia.
Amenaza china
–¿China ha sido una referencia ineludible en la estrategia estadounidense de formar e interrelacionar bloques comerciales?
–Estados Unidos anuncia dos negociaciones importantes: por un lado, la que ya hacía con Australia, Chile, y otros que es el TPP (Trans Pacific Partnership), que involucra al Pacífico pero sin China; es decir versus China. Se trata de algo distinto a todo lo que conocíamos como el foro de APEC (Cooperación Económica del Pacífico), pero que tiene un objetivo político y económico claro, que es aislar a China junto con lo que está consolidando en el Este asiático como su zona de influencia natural, donde el comercio crece enormemente, con Corea, con Taiwán, Malasia, e inclusive con Japón.
De modo que tampoco va a estar tan sencillo en término de alguno de los socios del Pacífico, que sí tienen muchísimo interés de intercambio con China y no pueden integrarse bajo un enfrentamiento como el que está planteado.
Pero por otro lado está el anuncio de la disposición a negociar un acuerdo transatlántico: Estados Unidos-Europa. Sin duda es importante e implica una renovación, una vuelta de tuerca, porque el mensaje básico era que el dinamismo del comercio se desplaza para Asia y el mar interior del Pacífico, es el intercambio del siglo 21.
Lo que plantea esta disposición de Estados Unidos y Europa a encarar una negociación de libre comercio es una especie de revitalización del comercio del Atlántico Norte. Ese tema es de enorme importancia sobre todo para los países del Mercosur.
–¿Cuán lejos está hoy el Mercosur de todas estas construcciones?
–Nuestro subbloque está negociando desde hace mucho tiempo y ahora está en plena ronda interna: su oferta tiene que hacerse en las próximas semanas con la Unión Europea. Estamos un poco demorados con la confección de las listas pese a que la negociación ya se había reflotado en 2010, cuando España y la Argentina encabezaron los bloques. El relanzamiento se hizo con cierto impulso y hoy da la impresión que lo hubiera perdido. Sigo creyendo en un acuerdo Mercosur-Unión Europea y que debería hacerse un esfuerzo muy importante para que se pueda alcanzar, por más que haya temas conflictivos, más difíciles, como el de las autopartes.