Por Rubén Chorny
Transcurrieron justo 500 años desde este 1º de setiembre pasado, cuando el diplomático mercantil brasileño, Roberto Azevêdo, empuñaba el timón de la hoy aletargada Organización Mundial del Comercio, en el centro William Rappard de Ginebra, y aquella fresca mañana en que el extremeño Vasco Núñez de Balboa ponía proa desde el puerto de Cádiz rumbo a los confines del océano Atlántico, a partir de donde se acabaría el mundo de Copérnico.
Dos exploradores, una misma fecha y una forma de globalización a resolver. La de la Europa que emergía de los 1.000 años de oscuridad y salía a buscar a China por rutas alternativas a la de la seda, interrumpida por enclaves bárbaros, como se denominaban a los pueblos turcos y árabes diseminados por la parte oriental del mar Negro y de la árida costa austral del Mediterráneo hasta el golfo Pérsico.
Precisamente, en una de las márgenes de esa barrera con la que tropezaban las travesías españolas renacentistas que anhelaban dominar el comercio con las Indias y China y que el siglo pasado se convirtió en el epicentro de la rebelión petrolera, se halla la capital de Qatar, Doha, que saludó al nuevo milenio con la histórica despedida de los 170 miembros de la OMC de la Ronda que las potencias occidentales querían imponerles a las mayorías emergentes, muchas de origen asiático, africano y latinoamericano.
Testigo privilegiado desde las oficinas que ocupara en Bruselas durante nueve años como embajador ante la Unión Europea, Jorge Remes Lenicov interpretó que desde Doha en adelante, y antes también, “los tratados que hicieron los grandes países desarrollados entre ellos y también con países en desarrollo fueron de alguna manera para aislar a los más conflictivos: China, India, Brasil, y también para poder mantener su política agrícola.
Así como en el siglo 15, desde la vecindad del océano Atlántico con el Pacífico se atisbaban los tesoros del Nuevo y del Lejano Mundo, en el 21 se invirtió el giro de las agujas del reloj y desde el mirador del que antaño llamaban lago de España, se ven ahora destellar las luminarias de la capital de la Unión Europea, Bruselas, el próximo objetivo comercial estratégico.
Entre todos los que tienen la lapicera presta para firmar un tratado con los europeos, además de EE.UU. y China, está Brasil, que por integrar la unión aduanera regional depende primordialmente del interés real que demuestre el sub-bloque que lidera en acompañarlo, en especial su principal socio, la Argentina.
Pero el Mercosur está estancado. Lo demuestran las dificultades entre sus integrantes actuales para debatir un esquema de desarrollo regional equilibrado y armonioso. Tampoco ayudan los números, ya que cayeron las exportaciones en contraste con la mejor performance paralela del eje de países del Pacífico (México, Venezuela, Centroamérica, Bolivia, Ecuador y Perú).
Clima de negocios en Brasil
La percepción del director de abeceb.com, Dante Sica, luego de recorrer el país vecino unos días, es que allí se respira un clima de negociaciones internacionales, aunque con dudas sobre qué va a hacer la Argentina con la oferta, qué están pensando los sectores económicos y si los privados quieren el éxito de la negociación.
“La posibilidad de un acuerdo regional con la Unión Europea es una especie de trampolín que está necesitando la industria brasileña para poder incorporarse a los mercados de Europa, en un mundo en el que el comercio multilateral está siendo afectado y la Ronda Doha ha quedado un poco desplazada”, resumió Sica.
Es que a fin de año vence el mandato de la Unión Europea para negociar con el Mercosur, “por lo cual Brasil está haciendo desde la diplomacia y en conjunto con el sector privado un esfuerzo para hacer una oferta y tratar de avanzar”, agrega.
Por eso está convencido de que, ante la necesidad, Brasil seguramente va a presionar para flexibilizar una negociación en bloque o la alianza para alcanzar un acuerdo, en cuyo caso la duda es si Europa aceptará negociar en forma distinta según los países.
Necesidades competitivas
El vicepresidente emérito del Centro Brasileño de Relaciones Internacionales (CEBRI), ex embajador en la Argentina y ministro de Industria y Comercio, José Botafogo Goncalves, casi que le estaría impartiendo la extremaunción al sub-bloque austral: recuerda que empezó con la Argentina en 1988 y se amplió a Paraguay y Uruguay al fundarse el bloque en 1991, lo que fue un paso importante para la industria y la agricultura brasileñas, que ganaron competitividad. Pero advierte que su industria ya la perdió ante la evolución económica del mundo y el mercado del bloque es insuficiente para recuperarla.
Así, resume la posición del empresariado paulista, aunque de modo más perentorio: “El club comercial que crearán Estados Unidos y la Unión Europea para hacer frente a China tendrá un impacto tremendo en el mundo entero, en momentos en que el Mercosur tiene casi paralizadas sus negociaciones externas”, previene.
El ex canciller Jorge Taiana propugna la búsqueda de un relacionamiento más amplio, que evite dar contenidos ideológicos a las diferentes opciones. “Las dificultades de la integración deben solucionarse con más integración, y si estamos transitando un período difícil hay que tener la valentía de avanzar más y no frenarse o tener la tentación de retroceder, lo cual implica ir hacia un acuerdo con un mercado como el de la Unión Europea, que es el más grande hoy”.
Más allá de interpretaciones sobre avances y retrocesos en el Mercosur, recién en octubre empieza “la hora de la verdad” en cuanto a la agenda acordada con la Unión Europea y los países sudamericanos, ya que debería intercambiarse el listado de ofertas de bienes y servicios susceptibles de reducción de barreras no arancelarias, retenciones y liberación de tasas.
La propuesta argentina a sus socios o está demorada o guardada en el más absoluto hermetismo. Mercado intentó infructuosamente obtener una respuesta oficial del Palacio San Martín.
Pero nada de esto aflora, para bien ni para mal, en la agenda de prioridades nacionales. Doha, Bruselas y hasta la misma Brasilia se recortan hoy como puntos distantes, ignotos, en las encuestas preelectorales y en el día a día de la caja de divisas del comercio exterior.
La Alianza del Pacífico obtura la unión sudamericana
Diputado por la Unidad Popular y director del Instituto de Estudios y Formación (IEF-Central de Trabajadores Argentinos, CTA), Claudio Lozano, advierte que “la Alianza del Pacífico tiende a obturar el proceso de integración sudamericana, lo cual, de prosperar, pondría límites a una palanca muy importante para el desarrollo argentino en el actual contexto mundial”.
Analiza las “tendencias estructurales en Chile, tanto con gobiernos que supuestamente tienen orientaciones distintas (centroizquierda o centroderecha), para aseverar que no han revisado tanto el modo de inserción en el mundo como las alianzas comerciales y políticas en el plano regional y mundial, lo cual implica que, muy probablemente, aun con el futuro advenimiento de Bachelet al gobierno, difícilmente sea revisado el tipo de regionalismo abierto que ha guiado sus patrones de acumulación y comercio en las últimas décadas”.
Para el candidato a senador por Camino Popular, la asociación entre Perú, Colombia, Chile y México plantea un enorme desafío tanto a la consolidación del Mercosur como al proceso de progresiva unión sudamericana a través de Unasur, plasmados en una agenda concreta en materia de programas macroeconómicos comunes, inversiones en infraestructura y energía, intercambio comercial y comercio compensado, de cara a responder a los actuales desafíos del mundo”.
Lozano avizora que “si no se sale de inmediato del estancamiento o si en Brasil hubiera un traspié del gobierno del PT podrían reforzarse las presiones de amplios sectores del establishment en pos de una mayor apertura y negociación con Estados Unidos y los países del Pacífico”.