Por Florencia Pulla
La frase es un cliché pero ilustra la felicidad que deben sentir inversionistas iniciales y colaboradores tempranos de la red social Twitter: la Navidad, para ellos, va a llegar temprano este año. Es que, como es de conocimiento público desde principios de octubre, la red social del pajarito se prepara para lanzarse de lleno al mercado de capitales antes de fin de año.
Los trámites para que esto ocurra con éxito ya fueron presentados ante la famosa Securities and Exchange Comission estadounidense que revelan, por primera vez, algunos detalles interesantes sobre el modelo de negocios de la red social. Se sabe, porque así lo declaró la empresa –¿dónde más?–, en Twitter que esperan reunir US$ 1.000 millones al momento de hacerse pública a través de la venta de acciones. El valor total de la compañía se desprende, entonces, de un cálculo sencillo: su valoración sería de US$ 10.000 millones.
Nada mal para una empresa que, a pesar de haber generado ingresos 198% más altos en 2012 que en 2011, sigue perdiendo dinero. El año pasado, por ejemplo, esa pérdida fue de US$ 74,3 millones. El razonamiento de quienes están a la cabeza de la empresa –Dick Costolo, su CEO, pero también su chairman y fundador, Jack Dorsey– es que para ganar dinero se debe, primero, gastar dinero. Las inversiones que han hecho recientemente prueban esto: quieren expandir sus servicios de manera tal de generar más y mejores retornos para sus inversionistas. Esta idea los llevó a hacerse de US$ 350 millones en acciones de la empresa MoPub, compañía especializada en publicidad móvil, un punto clave si quieren monetizar en serio su modelo de negocios.
Bottom line: para crecer Twitter necesita capitalizarse y hacerlo exitosamente. Pero, ¿qué lleva a una compañía a dar el gran salto? ¿Cuánto arriesga de su negocio para no quedarse dormida, como dice el refrán, en sus laureles?
Alejandro Gorodetzky
Sopesar beneficios y riesgos
“Las razones que movilizan a una empresa a acceder al mercado de capitales pueden ser varias. Pero la principal es la búsqueda de financiamiento para expandir el negocio, aunque hay otras que también pueden ser importantes como la necesidad de proveer liquidez para los accionistas o mejorar la reputación o valor de la compañía”, dice Martín Barbafina, socio a cargo de la práctica de Mercado de Capitales de PwC Argentina.
En el caso de Twitter es claramente la primera: una start-up que creció y llegó a un nivel de madurez tal que comienza a necesitar mucho más dinero para probar que su modelo de negocios funciona. Pero, como explica Barbafina, presentar los papeles con información financiera, legal y del negocio ante organismos de control es solo el primer paso. “Después hay que hacer presentaciones a inversores y público en general para generar interés en las inversiones. Este proceso puede durar hasta seis meses, dependiendo del mercado al que se pretenda acceder”, afirma.
Alejandro Gorodetzky, Senior Manager y responsable de la práctica de Estrategia de Management Consulting de Accenture Argentina, estima que todo el proceso es complejo y que deben contemplarse ciertos factores claves. “Primero, no hay que subestimar el esfuerzo requerido para hacer una OPI. Es un proyecto a tiempo completo para un equipo extendido del top management, accionistas y asesores externos. En este sentido, hay que elegir un equipo de calidad que cuente con credibilidad ante posibles inversores”.
“Es importante empezar con el proceso temprano en la vida de la compañía e involucrar a asesores legales con experiencia en la materia y al banco que va a liderar el proceso. Segundo, creo que es una cuestión de ser preciso: tanto en el precio de la oferta, valuando bien a la empresa –ni subestimando ni sobreestimando el precio de las acciones– como en la elección de un buen contexto de mercado para salir con la OPI”.
Como confirma Diego Berardo, vicepresidente de la Cámara de Empresas de Software y Servicios Informáticos (Cessi), es también una cuestión mental cara adentro de la empresa. De alguna manera: responde a una necesidad puntual pero no es algo para tomarse a la ligera. Algunos se juegan todo a la hora de hacerse públicos y no es una decisión fácil, especialmente en mercados competitivos como el de IT. “Tienen que estar el convencimiento y la base de estrategia y procesos necesaria para dar el paso porque implica un cambio en la gestión y en la visión global del negocio. Toda apertura trae un riesgo pero la clave está en el asesoramiento legal, fiscal y del negocio. En algunos mercados la subsistencia depende de abrirse a tiempo al mercado de capitales”.
Entre los posibles riesgos, Barbafina destaca el cambio organizacional que implica pasar de ser una empresa cerrada a hacerse pública. “Es una decisión trascendental porque implica una obligación a compartir información en forma periódica con sus inversores. Se pierde privacidad. Es un cambio cultural importante pero que, bien entendido, contribuye a la creación de valor”.
Gorodetzky nombra, con el valor de su experiencia a cuestas, otros factores que pueden destruir la empresa en vez de potenciarla en su camino a cotizar en bolsa. “El proceso de OPI puede ser costoso y desenfocar al top manangement durante un largo periodo lo que impide el desarrollo orgánico del negocio. Además, al ser pública, se asumen nuevas regulaciones y responsabilidades legales de informar sobre condiciones financieras, contables y operacionales. Una empresa pública está expuesta a un nivel de escrutinio muy superior al de una empresa privada, por parte del mercado, analistas y los medios”.
“En las empresas de tecnología implica, además de una perdida de privacidad, un costo: cumplir con regulaciones como Sarbanes-Oxley puede valerle varios millones. Para cumplir con todas estas cuestiones, las empresas ponen su foco en acciones cortoplacistas y pueden perder cierta flexibilidad en desarrollar planes a largo plazo. Si además el fundador tiene un cargo ejecutivo el riesgo para él puede ser doble: puede sucederle, como le pasó en su tiempo a Steve Jobs, en Apple, perder el control de la compañía ante nuevos accionistas”.
Bastante intimidante para quienes decidan encarar el proceso. Por suerte para Twitter, se puede aprender de la experiencia de otras redes sociales que han vivido para contarla.
Martín Barbafina
Con ayuda de mis amigos
En el caso de Twitter dos antecedentes, uno exitoso y el otro no tanto, pueden ayudarla a prepararse mejor para comenzar a cotizar en bolsa. Aunque existen casos trascendentales como el de Apple y Google, le será mejor aprender de empresas de su propio sector: las redes sociales.
El año pasado Facebook, con casi 900 millones de usuarios, decidió dar el gran paso. Y le fue fatal, al menos en un principio. Por problemas técnicos de Nasdaq y luego por falta de confianza en el valor real de las acciones, los papeles pasaron de valer US$ 38 en su debut a US$ 18 en noviembre. Aunque pudo recuperar su valor en 90%, alcanzando el precio récord de US$ 50 por acción, gracias, fundamentalmente, a un proverbial volantazo en su estrategia de negocios –fortalecer su estructura de avisos en plataformas móviles, su talón de Aquiles, fue clave– el fracaso inicial de la red social que tenía todo para ganar dejó un sabor amargo en analistas de tecnología y ejecutivos de otras redes sociales.
No inflar el precio de las acciones es fundamental a la hora de manejar las expectativas. “El precio va surgiendo de un proceso complejo de valuación donde participan la empresa, los analistas de los bancos, los inversores iniciales y el mercado. El problema con las empresas de tecnología, como las redes sociales, es que muchas veces no son todavía rentables cuando salen a la bolsa. Las herramientas de valuación normales, como proyección de flujos de caja, no funcionan acá. Lo que termina pasando es que se buscan valuaciones de empresas comparables o se confía en proyecciones del management de la compañía sobre su propia estrategia de rentabilización, lo cual es riesgoso. El caso de Facebook lo prueba: comenzó su vida pública en 2012 con grandes expectativas y una valuación que superó los US$ 100.000 millones solo para caer estrepitosamente cuando se observó que los usuarios migraban rápidamente a interfases móviles y la empresa no tenía forma efectiva de rentabilizarlos”, estima Gorodetzky.
En el caso de Twitter, mobile no es un problema: la mayoría de sus ingresos provienen de avisos en esa plataforma. El “timing” es bueno: se prepara para salir a la bolsa justo un año después del fracaso de Facebook, cuando el recuerdo de su hermano mayor comienza a borrarse en la mente de los inversionistas.
Además, Twitter cuenta con otro aval: el caso de éxito de una red social más pequeña que Facebook como LinkedIn. A la red social de los recursos humanos le ha ido muy bien, alcanzando una cotización de US$ 100 la acción, con un crecimiento de 137% con respecto a su precio inicial (US$ 32). Su fundador Reid Hoffman argumenta que una de las razones por las que le fue bien es su foco largoplacista. Su CEO actual Jeff Weiner completa con una metáfora: “Las personas tienden a recordar si llovió o no el día de su casamiento pero esa no es señal alguna de un matrimonio feliz”. Y sí.
Otras razones, menos poéticas, sobre su éxito, incluyen: ser, como Facebook, popular, pero con avisos que se venden a buen precio dentro del sector que importa, las grandes empresas; haber desarrollado un modelo de negocios que se vale de las suscripciones pagas de potenciales empleados y empleadores; tener un top management adecuado con experiencia probada como son el dúo Hoffman-Weiner.
Pero incluso si a Twitter le va mal en su primer día, como dice Weiner, conviene mirar al largo plazo. Facebook terminó dando vuelta el partido y hoy sus accionistas no se arrepienten de haber desembolsado US$ 38 la acción. “IT es una industria en donde hay mucha especulación y mucho en juego. Lo racional es mirar al mediano plazo pero los intereses a veces tienen otros tiempos; depende del mercado y del inversor. No por nada IT es el oro negro de nuestro siglo…”, concluye Berardo.
El Senior Manager de Accenture coincide y ofrece una reflexión final sobre la valoración inicial en las llamadas “start-ups”. “A pesar de la presión por el corto plazo es necesario analizar la estrategia, ventajas competitivas y sustentabilidad del modelo de rentabilización de cada compañía. En los casos de empresas donde inicialmente no hay historia financiera, ni rentabilidad, y las variables de valuación crecen rápidamente es más difícil, claro. Para soportar esta valuación es útil analizar la forma en la cual la empresa apalanca algunas de las grandes tendencias tecnológicas y sociales que hoy están impactando al consumidor y al mercado.
¿Tiene la empresa un elemento social distintivo que genere engagement de su base de clientes? ¿Considera el modelo de negocios que la mayor parte de los clientes hoy se relacionan con el contenido y los servicios por plataformas mobile? ¿Utiliza la empresa la información generada por las interacciones de sus clientes con herramientas de analytics que le permitan ajustar y personalizar su propuesta de valor? ¿Se apoya la empresa en una infraestructura tecnológica escalable, apalancando las capacidades que brinda hoy el cloud computing y Software as a Service, para controlar las inversiones necesarias por el crecimiento? Todos estos factores hacen que el análisis de una nueva empresa que cotice en bolsa hoy sea una tarea extremadamente compleja, y más aún en empresas de tecnología donde la propia dinámica de innovación puede cambiar las bases de competencia de la actividad”.
Diego Berardo
Made in Argentina
Aunque con dificultad para acceder a los mercados internacionales de capitales, las empresas argentinas hoy pueden tener su momento bajo el sol analizando una salida al mercado público de capitales. El caso de MercadoLibre es el más resonante.
Marcos Galperín es CEO y fundador del mercado de compra, ventas y subastas online y explicó, en una carta pública a seis años de su salida a la bolsa, por qué no se arrepiente de haber tomado esa decisión. “En estos momentos parece que la mayoría de las compañías de IT exitosas quieren atrasar sus OPI los más posible. De hecho, algunas la retrasaron hasta que la presión de sus públicos de interés hizo imposible evadirla, como en el caso de Facebook, y otras que todavía se niegan a tomar ese riesgo, como Twitter. Yo creo que habernos convertido en una empresa pública fue la mejor decisión que podíamos haber tomado para el crecimiento de la empresa; nos hizo una mejor compañía”. Vale un dato: el valor que se transa en Mercadolibre es tres veces todo el Merval porteño junto y es, a la fecha, la única empresa de tecnología local que cotiza en Nasdaq.
Aunque quizás no por mucho tiempo. La empresa exportadora de software Globant podría estar siguiendo sus pasos. En agosto de este año hizo lo suyo presentando papeles ante la Comisión de Seguros e Intercambios con planes de levantar hasta US$ 86,2 millones en su OPI. Según informa Nasdaq “J.P. Morgan, Citi and Credit Suisse” serán las entidades colocadoras. En la empresa, sin embargo, el hermetismo es total: consultados por Mercado se negaron a hacer comentarios sobre el asunto. De lograrlo, sería la segunda empresa latinoamericana en capitalizarse en Nasdaq, ambas producto de la innovación y tenacidad argentina en el mundo.
Lo que hay que saber sobre Twitter
S-11 es el documento que presentan las compañías que quieren iniciar el proceso de cotizar en bolsa ante la Securities and Exchange Comission estadounidense. Allí salieron a la luz varios datos sobre el modelo de negocios de Twitter que podrían resultar claves a la hora de juzgar el valor de sus acciones. Sus fortalezas y debilidades se resumen en este top10.
1. Twitter planea vender US$ 1.000 millones en acciones en su OPI. De ser exitosos la compañía pasaría a tener un valor de mercado de US$ 10.000 millones.
2. Para entender lo que esto significa hay que mirarlo en perspectiva: Facebook hoy vale US$ 123.000 millones, Google, US$ 290.000 millones y LinkedIn, más modestamente, US$ 23.000 millones.
3. 73% de los usuarios más activos de Twitter utilizan el servicio a través de su teléfono inteligente o tableta. Este es un punto a favor para la red social del pajarito que, en contraste con Facebook, tiene bien desarrollado su modelo de negocios móvil.
4. De hecho, 65% de la rentabilidad de Twitter tiene que ver con plataformas móviles.
5. ¿Quién gana y quién pierde cuando Twitter se haga pública? El que más dinero se llevará a casa es Eric Williams, antiguo CEO, con US$ 1.200 millones. Jack Dorsey, fundador y chairman, US$ 470 millones. Aunque no se lo puede considerar un perdedor, el que menos dinero verá es el actual CEO, Dick Costolo: ingresará solo US$ 160 millones.
6. El verdadero capital de Twitter son sus twitts, considerados la columna vertebral de la información en Internet, por la velocidad en la que circulan. Tienen 49,2 millones de usuarios activos en Estados Unidos solamente y otros 169 millones en el resto del mundo. Y los usuarios crecen a un ritmo de 35%-50% cada año.
7. Esos usuarios twittearon más de 170.000 millones de veces en los primeros meses del año solamente.
8. Los twitts de usuarios estadounidenses importan más porque los ingresos por publicidad son más importantes en su mercado natural que en el exterior.
9. Se espera un récord en los ingresos para 2013: US$ 600 millones.
10.Tanto optimismo hay que tomarlo con pinzas: la empresa sigue perdiendo dinero. Se estima que perderá US$ 140 millones este año, a causa de sus inversiones para expandir el negocio.
Algo más: la Argentina –junto con Francia, Japón, Rusia, Arabia Saudita y Sudáfrica– es unos de los mercados más importantes para la empresa, que desembarcó en el país el año pasado. Un dato ayuda a ilustrar la cuestión: la cuenta de Cristina Fernández de Kichner es la décima con más seguidores del mundo.