Economía, inflación y empleo, con el cristal con que se miren

    Por Rubén Chorny

    La presidenta Cristina Fernández de Kirchner regresó de la convalecencia tomando nota de explícitos mensajes políticos electorales e inocultables complicaciones objetivas en la economía.
    Pero también verificó, en las últimas encuestas, que su Gobierno cuenta con un margen de adhesión ciudadana que habilita la renovación del contrato de gobernabilidad por los dos años que faltan para terminar el mandato.
    Las urnas, en todo caso, ratificaron la percepción que tiene la gente sobre la inflación y los temores que ha estado despertando en los hogares la desaceleración de la actividad económica y sus consecuentes riesgos para el empleo.
    Como prólogo, antes de las primarias, habían aterrizado en los comandos de campaña diversas advertencias “de campo” provenientes de estudios sociales de distinta índole. Una de ellas, contextualizada en toda la región, es la de Latinobarómetro, con sede en Chile, que repitió en junio, como viene haciendo desde 1995, un análisis pormenorizado de la opinión pública de América latina, que abarca desde la situación económica y las relaciones internacionales, hasta la confianza en las instituciones y la democracia.
    La compulsa indaga en una muestra de 20.000 latinoamericanos, que representarían a 600 millones de habitantes de norte a sur, a través de la cual queda en claro que el apego en la región a la estabilidad política se encuentra cada vez menos subordinado a los vaivenes de las economías.
    Así, Venezuela es por lejos el país latinoamericano que más aumentó su apoyo a la democracia respecto de las dos décadas precedentes, a contramano de lo que trasuntarían sus indicadores. Le sigue Ecuador y bastante más atrás, Chile.
    La Argentina cumplió los 30 años ininterrumpidos de democracia con apenas 5% más de adhesión al sistema respecto del promedio 1995-2013. En el mismo rango se encuentran Bolivia, Brasil, Paraguay y Dominicana.

    Sistema cuestionado
    Las crisis económicas argentinas entre 1995 y 2013 no afectaron ese nivel de apoyo. El informe lo atribuye a que “un par de años de educación superior bastan para transformar la manera como se piensa de la democracia”.
    Sin embargo, en las respuestas, son más los que cuestionan el sistema (59%) que los que lo ponderan (39%).
    La divisoria es tan subjetiva, que pasa precisamente por los que aprueban la gestión de Cristina Fernández de Kirchner y los que no. Es inversa y simétricamente proporcional la problemática que se ve en la democracia, según sea uno u otro caso. Lo mismo sucede con el grado de satisfacción.
    Ante la pregunta sobre la proximidad partidaria, entre los que están a favor de la Presidenta, 39% lo admiten, al contrario de lo que ocurre con los que están en contra: 77% estarían atomizados.
    En general, la última década estuvo signada en todo el continente por un nuevo paradigma: disminuyó la pobreza de 44% a 28%, aumentó la participación en el mundo de menos de 5% a 8%, se ha vivido una década sin parangón. Cerca de 50 millones de latinoamericanos pasaron a ser parte de la clase media, eso es aproximadamente 8% de la población total de la región.
    Y dentro del arco ideológico, campea la moderación, con una suave inclinación a la izquierda, que se acentúa aunque casi imperceptiblemente si se trata de sexo masculino, jóvenes de 18 a 39 años, prokirchneristas y estudios superiores entre más o menos y completos.
    “Tenemos dos América latinas, la que disfruta de los beneficios del crecimiento y la que mira cómo disfrutan los otros. Veremos más y más las protestas como manifestación de una ciudadanía consciente de las deficiencias del sistema económico, político y social. Hay demanda por más democracia”, concluye el informe sobre el contexto regional.
    El secretario general de la OEA ensayó en octubre último un buen resumen de las debilidades del Estado y de las demandas y expectativas que tiene América latina: “Mucha democracia y poca institución”.

    Inseguridades
    El capítulo argentino de Latinobarómetro identifica la inseguridad como el principal problema para todos los estratos de la población y en todos los rincones del país. Solo desciende de 35 a 28 puntos entre los que tienen educación superior completa.
    Entre las libertades y derechos públicos que se sienten más amenazados, prevalece la seguridad física y protección contra el crimen, más para los que desaprueban la gestión presidencial que para quienes sí. Le siguen, aunque a mitad de camino, los derechos de los indígenas y mucho más atrás, la libertad de expresión y de prensa.
    La inflación asoma como primera preocupación en 11% de las respuestas, que se estira a 18% en las ciudades de menos de 50.000 habitantes y 17% en la Patagonia. La desocupación también varía de 9% general a 18% en ciudades de menos de 20.000 pobladores y 16% en los patagónicos.
    En ninguno de estos rubros la mayoría de los encuestados (en torno de 60%) cree que estarían las soluciones en manos del Gobierno actual para los próximos cinco años. Y de 2011 en adelante, aumentan los que desaprueban la gestión y disminuyen los que la aprueban. Antes de la elección estaban 43 a 51%, lo cual se tradujo en pérdida de votos en las urnas. Las opiniones sobre si el país está estancado o no: 43% dice que sí y 33% al revés, que está progresando. La particularidad ha sido el crecimiento del escepticismo entre los más jóvenes: 10 puntos arriba de la media.
    Para 50% de los que están a favor de Cristina Fernández de Kirchner, la situación económica es buena y para 40% regular. Para 41% que están en contra, es regular y para 37% es mala.
    71% de los encuestados se mostró insatisfecho con la situación económica, contra el 28% de satisfechos. Lo llamativo es que la mitad de los que aprueban el Gobierno kirchnerista no está satisfecho con la economía.
    Ya antes del comicio empezaba a advertirse una visión entre estancada y negativa para el país en el último año, aunque con una leve mejoría proyectándola a los próximos tres años, sobre todo refiriéndola a la situación familiar.
    Al autoubicarse en la escala social, el argentino siente que va progresando: hoy se ve a mitad de camino entre los más ricos y los más pobres, algo por encima de cómo situarían a la generación anterior pero apostando a la suba de un peldaño para el futuro de los hijos.
    Están repartidas las opiniones en torno de si el bienestar personal depende de uno mismo o del Gobierno, con leve inclinación hacia este último.
    En la comparación con los otros países, el argentino es de los que menos se reconocen como clase alta y sí como media, solo superado en este último caso por Bolivia y Ecuador.
    Tampoco es de los que se considera entre los más pobres. Está debajo en ese sentido de Chile, Brasil, México, Colombia, Venezuela, Paraguay y Perú.

    Relaciones laborales
    Casi la mitad de los argentinos preferiría disponer del capital para ponerse su propio negocio antes que trabajar bajo relación de dependencia, y en esta variante no diferencia demasiado entre empleos privados y públicos.
    Del total de los entrevistados, un tercio no tiene ocupación fija y la cuarta parte no se muestra preocupada por perder el empleo. Los muy, normal y poco inquietos suman 42%.
    Pero entre los que tienen trabajo, 38% no están preocupados por perderlo, 21% un poco y 41% entre normal y muy.
    A seis de cada 10 que cobran sueldo, el total del ingreso familiar les alcanza para cubrir satisfactoriamente las necesidades, y casi uno más hasta podría ahorrar. En cambio, tres de cada 10 declara grandes dificultades presupuestarias.
    Después de Uruguay, la mayoría de los argentinos y panameños son los que se sienten en mejores condiciones de afrontar los gastos, por sobre Venezuela, Brasil y Ecuador, y muy por encima del promedio latinoamericano.
    Sin embargo, la propensión a protestar por aumentos o mejores condiciones de trabajo es mucho menor en la Argentina que en otros países de la región, como Paraguay, que encabeza la lista, Dominicana, Colombia, México, Panamá, Nicaragua, Honduras, Bolivia, Perú o Guatemala.
    La creencia de que los precios seguirán subiendo en el próximo año es abrumadora: 87% entre mucho y bastante. Poco 10%. Nada 1%.
    Pero en los últimos 12 meses son más los que reconocen no haberse quedado sin dinero para afrontar los gastos en comida y tampoco haber tenido dificultades para pagar la cuenta de los servicios públicos. En cuanto a estos últimos, el optimismo en la visión global del país incide en la sensación.
    Contrario sensu, declaran más problemas para pagar agua, luz y electricidad que el término medio los encuestados que viven en el NOA y en ciudades de menos de 20.000 habitantes, donde también casi se duplican los que no alcanzan a cubrir los gastos en alimentación. Las cuitas se atenuan a medida que sube el nivel de educación.

    Movilidad educacional
    En ese aspecto hubo movilidad educacional en la región, según la cual los hijos reciben casi el doble de instrucción media que los padres y el triple de educación superior.
    En el momento que se definió esta edición de Latinobarómetro, la Argentina revista por sobre la media latinoamericana que conjuga la sensación de residir en un país que progresa y una satisfacción personal con la vida. Costa Rica tiene una imagen muy pobre de sí misma como país y un alto porcentaje de reconocimiento de logros individuales. De los más grandes del continente, México marcha con un fuerte grado de apertura, mientras que la Argentina y Venezuela comparten un tercio de opinión favorable en cuanto a país y alrededor de 80% de grado de satisfacción de la gente. Bolivia es el único caso en que el pueblo se manifiesta más pobre que la nación, y en Uruguay la mitad considera que el país progresa y 81% de los ciudadanos están conformes con su estándar de vida.
    Paraguay, en mayor medida, Brasil, la Argentina y Uruguay, Chile y Venezuela, atribuyen al Estado un rol fundamental en la resolución de los problemas de pobreza. Bolivia, México y Perú están entre los que menos creen.
    Finalmente, la percepción que existe sobre la justicia en la distribución de la riqueza, en su última versión, ubica a los argentinos por debajo de la línea de América latina, pero un poco mejor que Brasil, Perú, México, Chile y Paraguay. La superan Uruguay, Venezuela, Ecuador y hasta Nicaragua.
    Los mayores avances entre 2011 y 2013 se dieron en Dominicana, Nicaragua, Ecuador, Bolivia y Venezuela. Solo en Paraguay y Costa Rica disminuye la percepción de justicia en la distribución del ingreso en los dos últimos años.
    Aun en pleno ciclo de crecimiento, en promedio, siete cada 10 latinoamericanos se manifiestan insatisfechos con el funcionamiento actual de la economía y consideran injusta la distribución del ingreso. Son estas mismas personas las que perciben un estancamiento y retroceso en la economía, a pesar de lo cual la democracia sigue siendo el valor más preciado para la convivencia.

    Por cada sensación, un dato duro

    Datos PIB: Entre 2000 y 2012, América latina y Caribe crecieron a 3,2% anual promedio, detrás de Asia Pacífico (4,1%), Medio Oriente y Norte de África (4,5%), África Subsahariana (4,7%) y Asia del Sur (6,5%). Fuente Banco Mundial. AL aumentó participación en la economía mundial de 4 a 8%.
    PIB per cápita (en US$): la Argentina de 7.674 en 1999-2003 a 11.452 en 2009-2013; Brasil de 8.373 a 11.340; Bolivia de 1.735 a 2.576; Chile de 10.107 a 15.356; Colombia de 5.105 a 7.752; México de 7.591 a 9.747. Fuente: Cepal.
    Pobreza América latina: 2002, 43,8%, de los que 19,3% eran indigentes; 2009, 32,8% de los que 13% eran indigentes y 2012, 28,8% de los que 11,4% son indigentes. La proporción se mantuvo desde 2009. Fuente: Cepal.
    Educación terciaria: 11,4% en 2000 a 21,4% en 2010. Fuente: Unesco.
    Indicadores demográficos: población total 581,4 millones, 79% urbana. Crecimiento anual 1,1%.