El desafío de fuste propuesto por Mercado –indagar en torno a la “reinvención” de la Argentina– fue contestado por destacados intelectuales en diversos campos. Pero hacía falta algo más: el aporte de una generación todavía joven, que está en sus primeros años de carrera profesional y que realiza su contribución desde los temas con los que están más familiarizados o donde se sienten más cómodos. Sin necesidad, obviamente de formular ninguna teoría general.
Este es el desarrollo –condensado– de ese debate protagonizado por 10 jóvenes profesionales, todos con distintas experiencias y actividades.
David Seltzer. Cuando reparé en el título pensado –la reinvención de la Argentina–, una de las cosas que primero me vino a la cabeza fue la palabra reinventar, que presume de alguna forma que hay algo que no está bien y que hay que repensarlo, rediseñarlo, recrearlo de alguna manera. Como economista, se me vinieron millones de cosas a la cabeza, pero cuando uno plantea algún problema, como el tema de la posibilidad de ahorro a largo plazo, o de la infraestructura, innegablemente uno siempre va incursionando en otras áreas, en lo que es salud, en lo que es educación.
En particular, por ejemplo, pensar en el tema de la inversión a largo plazo, para lo que es infraestructura, para lo que es salud, para lo que es educación. Desde allí, mi visión de economista: la imposibilidad que tenemos hoy de cómo canalizar ahorro en pesos a ese tipo de inversiones a largo plazo, y si bien podemos pensar en esa dirección, innegablemente hay que partir de la coyuntura.
Un punto de partida es el tema del dólar, las dificultades de ahorro con otros instrumentos y su vinculación con ahorro a más largo plazo. En verdad, el problema no es el dólar; no es la imposibilidad que tenemos de ahorrar en dólares o atesorar en dólares. Es la incapacidad de tener instrumentos en moneda local, que nos permitan ahorrar en nuestra moneda, sin que la inflación se coma el poder de compra de esos pesos.
Fiebre y enfermedad
Entonces, la inflación es solamente la fiebre, pero la enfermedad detrás, como yo lo veo, es la imposibilidad que tenemos de ahorrar en pesos, en nuestra moneda y eso coarta la posibilidad de canalizar el ahorro de muchos argentinos, que pueda destinarse a crédito a largo plazo, que viabilice otras áreas, como infraestructura, energía, crédito hipotecario.
Cuando avanza hacia otras áreas, inversión a largo plazo e inversión en educación, uno empieza a tocar y a ver otros campos que tal vez escapan de lo qué se entiende por economía, pero que tienen que ver con el proyecto de país que uno imagina.
¿Cuál es el modelo educativo que uno ve en la Argentina? Comparado con la época en que yo me formé, advierto que se está formando más gente vinculada a actividades de ingeniería que van a generar valor agregado, actividades vinculadas a la creación de ideas, y eso es muy importante porque ese modelo educativo que tiene un país va a condicionar a la generación venidera. Pienso que la riqueza de esta mesa es que cada uno desde su mirada pueda aportar una parte de la visión totalizadora.
Pero hay que solucionar el problema de la inflación porque afecta a la inversión a largo plazo. Lo que ha hecho es destruir el concepto del dinero como resguardo de valor y al hacer eso imposibilita el ahorro a largo plazo y esa masa de recursos se está yendo a consumo de bienes durables o al dólar.
Además hay grandes debates inconclusos. Como todo lo que tiene que ver con la coparticipación federal de ingresos y cómo se distribuye ese dinero, discusiones externas que continúan no solamente sobre el tema del gasto, sino sobre la calidad del que se hace.
Federico Wilensky. Coincido con lo que mencionaba David en cuanto a la relación síntoma-enfermedad, la inflación como síntoma y no como la raíz del problema sino una manifestación de otra cosa. Todo lo que estamos diciendo ahora tiene que ver con algo más profundo, que yo lo aprecio desde mi formación profesional y que lo advierto en el día a día de trabajo en un estudio jurídico: es la falta de seguridad jurídica y la falta de confiabilidad en las instituciones de un país que no le da al inversor –grande, chico, o multinacional, y también a la persona que quiere poner un kiosco– las condiciones y los incentivos adecuados para generar riqueza y para propender al ahorro a largo plazo.
Si hoy hay un régimen jurídico en el país, y mañana no sabés si lo vas a volver a tener, y pasado lo dejás de tener, es muy difícil que se pueda planear con anticipación las decisiones. Por eso el peso no tiene la confiabilidad de otras monedas. No porque otros países sean mejores que este, porque tengan mejores condiciones climáticas o mejor mano de obra, sino porque han mantenido o intentan mantener cierta racionalidad en la toma de decisiones y cierta previsibilidad de lo que puede hacer un Gobierno, más allá de que uno esté a favor o en contra de ese Gobierno.
Aquí tradicionalmente se ha variado mucho: se estatizó, se privatizó, después se volvió a estatizar y eso es un ejemplo más de la falta de previsibilidad que da un país a quienes son los actores económicos.
Entonces hoy es el dólar, después habrá 10 años en que no va a ser un problema, después volverá a serlo, porque lo que falta es un acuerdo al que es muy difícil de arribar, mantener ciertos patrones de conducta a largo plazo.
Entonces si estamos discutiendo todo el tiempo, si estás cambiando las reglas del juego constantemente, entonces ya no se sabe a lo que estás jugando. Para algo existen las normas, para algo existen las constituciones, los acuerdos que convierten a un grupo de personas en una nación o yendo más a lo pequeño en una provincia o en una empresa, o en una organización de personas.
Erosión del poder estatal
Eliana Dam. Veo como las crisis cíclicas de la economía van provocando la erosión del poder del Estado. Se toca la debilidad institucional que vemos no solamente en la Argentina, sino en América latina. Hay un ex canciller chileno que habla de los ciclos populistas –no significa que esté de acuerdo– y básicamente describe ese mecanismo desde un primer periodo de expansión fiscal, un segundo periodo de inflación, después viene un segundo ciclo de crisis económica y después el impacto en lo político. Eso se viene repitiendo cíclicamente durante los últimos 50 años en la Argentina.
Hemos pasado de un modelo agroexportador a un modelo de industrialización, de importaciones, y de ida y vuelta. Me parece que el sector agroexportador es un buen sector para refaccionar el desarrollo industrial. Lo que hace falta es un desarrollo a largo plazo, para que estas crisis cíclicas no terminen erosionando sin consenso, y volviendo para atrás. El Estado, a medida que va atravesando estas crisis pierde instrumentos en la economía. Los actores se van acostumbrando a que cada 10 años más o menos, viene la inflación, viene la corrida, viene el dólar, el cepo cambiario. Así se pierde efectividad y las instituciones se vuelven muy débiles. En ese contexto, hay espacio para que el régimen democrático se vea como una herramienta poco eficiente y eso es lo que hace aflorar ciertos líderes que, con buen criterio o no, a veces tratan de solucionar rápidamente los problemas económicos y terminan metiéndose en camisa de once varas.
Carlos Gruneisen. Lo que es evidente en los argentinos es una falta de respeto constante a las instituciones. Eso se ve desde un Presidente, cualquiera sea –porque los últimos años todos han coqueteado con reformar a gusto y piacere la Constitución–, hasta un presidente de un club social que no deja su sitial y permite que otro lo reemplace.
Lo que quiero decir es que en la Argentina hay un gran segmento de la sociedad que está súper personalizada desde la Pyme –con el tipo que hace todo y que recién cuando está para morirse deja que el hijo entre en el directorio o empiece a tomar algún tipo de decisiones–, hasta los clubes sociales.
De los clubes de fútbol ni hablar. Como el caso de la AFA: no concibo cómo una persona puede perdurar treinta y pico de años en un mismo cargo y que me digan encima que cada tres años hay elecciones.
Creo que la gente –al menos la de nuestra camada–, tiene menos paciencia, ya no le gusta lo que se vivió en los últimos 30, 40, 50 años. No voy a decir que estamos curados de espanto pero sí que sabemos lo que no queremos, algo que quizás nuestros viejos no lo sabían.
Porque les tocaba otro tipo de presidentes, porque cuando tenían 15 ó 20 años vieron que sus padres tenían otra forma de ganarse el pan, de hacer negocios, generar inversiones o perder trabajo, desde lo bueno hasta lo malo.
Esa evolución histórica que tuvo la Argentina, sumada al cambio de tiempo a escala global, a una economía absolutamente interrelacionada –no solamente con tu país limítrofe sino a un chino que te compra equis contenedores de soja con o sin valor agregado o con que los tweets en Finlandia hoy te repercuten en tu comunicación interna en la empresa– nos hace tener que preguntarnos una cosa antes de todo lo que estamos diciendo.
¡Hay que definir hacia dónde vamos a ir! Pero la Argentina coquetea con todos los paradigmas, el año uno quiere ser agroexportador y en el año siete, después de un cambio, quiere ser industrialista, y después quiere ser término medio y después vuelve, con un agravante: que se termina destruyendo todas las instituciones.
Algún punto de consenso tiene que haber en lo que se viene haciendo en los últimos 50 años y creo que los argentinos nos hemos encargado de que no exista respeto en nada de lo que hizo el anterior, y eso nos termina destruyendo porque nos lleva siempre a foja cero.
Tecnología y educación
Ezequiel Passeron. Me importa rescatar esto último sobre el tema de la tecnología y cómo conectarlo con la educación. A mí me toca ver –por mi función de llegar a escuelas donde damos talleres de capacitación– y trabajar con un programa de concientización sobre la protección de datos personales. Es decir, nosotros tenemos como ciudadanos, derecho a proteger nuestra información. Y hoy con todo esto de las nuevas tecnologías uno está aportando todo el tiempo su información y atrás hay un modelo de negocios gigante.
Entonces muchas veces y sobre todo los nativos digitales –que llamamos, nuestros hijos–, están todo el día ahí operando y no tienen una barrera entre lo que es online y offline y justamente es importante que el Estado esté ahí para que la gente conozca sus derechos y que pueda ejercerlos.
Me ha tocado, y esto es una de las cosas que más me chocaron, de hablar con docentes que me decían: “estos chicos anoche estuvieron conquistando un imperio con un jueguito y al mismo tiempo chateando con un amigo en Bélgica pero además comprando una camiseta por Internet mientras subían una foto, y de repente yo tengo que sentarme en frente de ellos y hablarles de geografía”.
Muchas veces los docentes nos piden auxilio, nos dicen “¿cómo hacemos?”. Por otro lado llegan las computadoras y si no llegan con una capacitación atrás pueden ser minas que exploten. Por eso es importante no solo la federalización de una política pública de fierros, de tecnología, sino de concientización de acercar la información, habiendo tanta información hoy.
Yo soy comunicador social; hoy es un momento increíble para un comunicador. Antes era muy complicado ambicionar ser periodista y llegar a un medio. Hoy tenés la posibilidad de tener un blog, tu propio medio, tu propio Twitter, ¿cuánta gente es famosa por Twitter? Y esto viene a generar un cambio gigante, y lo más importante es que los chicos sean conscientes de todo lo que están haciendo, sobre todo por la cantidad de información que volcamos al mundo online, que después vaya uno a saber lo que va a pasar con eso.
Carlos Gruneisen. A mí me tocó como abogado intervenir en dos cuestiones. Una fue el desarrollo de empezar a meter computadoras en el mercado con Conectar Igualdad, y es lo que decís vos, si estás repartiendo fierros por todo el país –porque es una bomba de tiempo– puede salir muy bien, o puede salir muy mal. Lo que es importante es que haya un regulador en ese ámbito.
El segundo punto es de cómo somos todos comunicadores: hoy el 2.0 quedó obsoleto, hoy estamos todos comunicándonos, estamos todos tirando mensajes. Cuando se ponen de acuerdo pueden voltear un Gobierno. Como ocurrió en Egipto, en Túnez, en Libia, y ahora parece ser que en Siria. Todo eso sin la tecnología no existe.
David Seltzser. También, con el tema de la tecnología, es tan importante el hardware como el software y el conocimiento que de alguna forma está detrás. Pero también hoy en día son tan rápidos los cambios y las revoluciones que hay que estar pensando también cuántas generaciones de analfabetos en términos tecnológicos, puede tener un país. Porque hoy en día el analfabeto para un trabajo, no es como hace 40 años atrás, no solo es no saber leer ni escribir, sino que hoy un analfabeto es el tipo que no sabe manejar una computadora, que no sabe mandar un mail.
Entonces hay mucha gente que también puede estar quedándose fuera del tren por no poder acceder a ese tipo de conocimientos. También, como un condimento más al tema de las instituciones y la falta de respeto, creo que tiene que ver un flagelo –que algún momento hay que plantear la discusión– que es la corrupción y cómo se combate ese cáncer que de alguna forma carcome a las instituciones y termina debilitándolas. ¿Cómo un país combate esa problemática para darse la posibilidad de tener instituciones más sólidas?
Yo recordaba la famosa polémica entre Sartre y Camus. Sartre creía que había que elegir, algunos estaban en una pileta llena de oro y sangre y tenía que elegir entre la derecha y la izquierda, y Camus decía no me hagas elegir entre una violencia de signo positivo y de signo negativo. Nos piden elegir entre una corrupción que hace y una corrupción que redistribuye o una corrupción equis. ¿Por qué no podemos estar hablando de hacer, redistribuir, sin que detrás haya corrupción? Creo que esta es una de las cuestiones que nos debemos como sociedad.
Identidad y marca país
Nicolás Herichsen. Justamente anoche cuando pensaba lo de la reinvención de la Argentina, todo el tiempo lo que me venía a la cabeza es el tema de la corrupción; me parece como que barre todo.
En la Argentina la corrupción barre y frena todo. Lo veo en el trabajo cotidiano, en muchas cosas que hago, uno sabe que te asignan presupuesto para cierto proyecto y que hay una parte que vos no sabés bien dónde queda y uno a veces es tan ingenuo que no entiende bien cómo terminan de funcionar esas asignaciones que quedan en el camino. Entonces uno dice: “¿como pude ser que uno quiere hacer un montón de cosas pero no tiene los mecanismos para acceder a ciertos proyectos?”.
Yo que estudié diseño gráfico y luego me especialicé en comunicación, pensaba también en la identidad de la Argentina. Muchas veces, ves cómo anuncian con bombos y platillos una marca país para el exterior, pero acá adentro a nadie le interesa una marca país, ni nosotros sabemos cómo es. Si no creamos un propio emblema, una propia identidad de saber quiénes somos, cómo funcionamos, cómo generar un mensaje dirigido a este pueblo, no podemos explicar cómo funcionan mejor las cosas, desde lo cotidiano.
Si analizo las campañas políticas, a mí me causa gracia por un lado ciertos mensajes que hace el macrismo, pero por otro lado reconozco que trata muy suavemente de explicarle a la gente que los días que llueve no hay que sacar la basura y hace mucho hincapié en este tipo de cosas. Es decir, si en las pequeñas cosas vos no empezás a cambiar la mentalidad de los argentinos, es más difícil empezar a armar tu propia identidad, creer en lo que somos, en lo que tenemos.
La corrupción afecta a todo lo que hacemos, frena todo. Si no hay organismos que controlen, que fiscalicen a instituciones públicas, privadas, se ve todos los días.
Es muy difícil comenzar a construir si primero nosotros no replanteamos nuestra propia identidad, nuestro propio mensaje, el tipo de comunicación que manejamos.
Carlos Gruneisen. De acuerdo. Pero creo que la corrupción en la Argentina trasciende el concepto de corruptela monetaria. Se han corrompido los conceptos y pongo siempre el mismo ejemplo que creo que es claro. Yo no conozco muchas mejores ideas que el sindicalismo, como concepto, no sé si hay muchas mejores ideas, en los últimos 200 años, a escala social, proyección, cuidado de la familia.
Pero ves el sindicalismo argentino y decís “¿cómo se corrompió eso que era esencialmente bueno y cómo se llegó a ese punto?”. Y… desde la corruptela monetaria, desde la falta de institucionalización, desde el tipo que siempre quería estar. A mí me da mucha gracia cuando le hacen las notas a los jefes de las viejas generaciones transversales, que son tipos que tienen todos más de 70 años, que todos te hablan de una oficina en Puerto Madero y decís esto es contra intuitivo, que este tipo sea sindicalista es contra intuitivo.
En cuanto al segundo punto, pienso que lo que le falta al argentino en general es identificarse con alguien. ¿Por qué? Porque creo que lamentablemente en la esencia del argentino se ha desarrollado la crítica permanente al prójimo.
Ahora lo estamos viendo con el Papa. A mí me gustaría ver qué va a pasar con la opinión del argentino medio sobre el Papa, o sobre Bergoglio Papa, de acá a un año, una vez que pase el veranito de la novedad. Porque nos va a servir como parámetro. Pero el argentino tiene ese problema, en comparación con lo que decís sobre el brasileño, que el argentino cuando está afuera es el más argentino de todos y cuando está adentro es el menos argentino de todos. Y es muy difícil, dentro de ese concepto, ver lo positivo de la argentinidad y al no tener argentinidad a la cual admirar, no hay un proyecto conjunto con el que tienes al lado.
Federico Wilensky. El tema es muy relevante. No hay nadie que tenga confianza en los hechos. No hay un instrumento sustituto para el ahorro. YPF sacó un bono que rinde 19% anual y salvo que venga el banco y te lo ofrezca y casi te obligue…, no entrás.
Es mi caso: tengo como principal fuente de ingresos un honorario en pesos devengado en la Argentina y a mí no se me ocurre adquirir ese bono y creo que soy relativamente instruido. Ahora, ¿por qué no se me ocurre? Y… porque me comí ver cómo la gente se quedó sin plata por los bancos, por el corralito, porque no confiás en el peso, porque no confiás en el gobernante, porque no confiás en el Estado en última instancia.
Ahí si vuelvo al concepto de que tenemos totalmente mezclado Estado con Gobierno, lamentablemente sí.
Hoy tuve que hacer una presentación en la Administración Pública y me sorprendí: el director de servicios públicos tenía 25 años de carrera, casi le saco una foto.
En suma, no confiamos en el bono de YPF, no confiamos en que el banco te va a guardar a plata, no confiamos en si te dicen “quedate tranquilo que el dólar va a seguir costando 5,60”, no confiamos. No confiamos en el tipo que aparece en la campaña, es muy difícil vivir desconfiando siempre de todos y de todo.
El Estado paternalista
Eliana Dam. Los argentinos tenemos, en general en América latina, una visión un poco paternalista del Estado. El Estado nos tiene que salvar y nosotros somos los ciudadanos de ese Estado y elegimos democráticamente y nos podemos postular. Digo, a veces hay que salir un poco de esa lógica de que alguien nos venga a salvar, porque la corrupción está en todos los niveles, es cierto que buenos modelos actúan mucho, pero me parece que es algo que hay que pensarlo. Desde copiarse en el colegio desde que somos chicos, hasta pagar una coima al policía que te para, para no pagar la multa. Me parece que todos deberíamos mirar un poco si pensamos en construir una Argentina sin corrupción.
Y por otro lado, hace falta un Estado más fuerte, no un Estado más grande como a veces se ve, sobre todo en periodos de expansión, en donde entra mucha gente a la administración pública, sino un Estado más fuerte que tenga recursos y que los pueda hacer cumplir. Que se pueda controlar la corrupción en diferentes niveles. Y también con sueldos mejores, la realidad es que un policía no tendría por qué aceptar una coima. Sé que hay componentes sociales, pero la manera de pensar y atacarlo tiene que ver me parece más con una estrategia de darle mayor prestigio a la gente que pueda aportar ideas y de pagarles lo que se debe.
Luciano Ceva. En el año 2010, decidimos organizarnos y tratar de hacer algo. Nosotros creemos básicamente que sin inclusión social, sin ampliación de derechos, no hay mercado. Entonces decidimos trabajar con sectores populares. La educación es uno de los pilares, pero creo que el trabajo es fundamental, y nosotros nos decidimos trabajar con el colectivo trans, que tiene un promedio de 35 años de vida y están segregados, por distintos motivos, casi condenados al ejercicio de la prostitución.
Decidimos que la herramienta para salir de esa situación era un bachillerato popular para personas trans, que no es excluyente obviamente, tanto es así que hoy hay muchos adultos mayores en nuestra institución terminando el secundario. Es una experiencia concreta, y fue en el corto plazo que se dieron todos los resultados que nosotros planteamos para largo plazo. Lo de los plazos está bien, pero hay emergencias que son de hoy y que creo que es pertinente atenderlas hoy.
No tenemos aportes ni públicos, ni privados, lo que recibimos son aportes por proyectos puntuales. Hasta ahora de ministerios nacionales. El bachillerato inició el año pasado; tuvimos una repercusión mundial bastante importante; vinieron los medios, antropólogos, cientistas sociales de todo el mundo. Empezaron 25 personas estudiando, este año ya van a ser 45, el año que viene va a surgir la primera camada de egresados.
Paralelo a esto, ¿por qué digo lo del corto plazo? Porque una de las visiones más inmediatas era la salida laboral de estas personas, incluidas en la legalidad el año pasado con la ley de la identidad de género, trascendental a escala mundial, porque es la más avanzada. Iniciamos unos cursos de formación laboral para el Ministerio de Trabajo, con lo cual los estudiantes a través de nuestra organización hacen cursos de oficio con salida laboral. Se los acompaña en sus microemprendimientos. Y a fines de este año, vamos a tener seis microemprendimientos.
Trabajamos en la economía social justamente porque creemos que la economía social es el eje que nos tiene que preocupar hoy. Me parece que sin inclusión social no hay mercado.
Lo trascendental de este periodo político lo caracterizaría como la década de la ampliación de derechos, pero no lo caracterizaría como proceso histórico, porque los procesos históricos llevan 20, 30 años. Entonces creo que queda mucho por hacer para evitar los procesos de crisis económicas, crisis políticas, pero organicémonos para ver qué podemos hacer en el proceso de ampliación de derechos que continúa en un proceso de crecimiento económico que incorpore a todo el conjunto de los argentinos.
También estoy en el campo de los medios. Para contribuir en el proceso de construcción identitaria nacional, deberíamos empezar a generar productos audiovisuales propios, en lenguaje propio, que acompañe esta cuestión de ser argentinos. Nosotros no bajamos de los barcos, nuestros abuelos bajaron de los barcos; nosotros nos criamos y nos construimos en la Argentina. Tenemos que ver qué puntos en común hay y empezar a tomar esas representaciones y plantearlas en discursos audiovisuales. Incorporando a los excluidos.
Capacidad de emprender
David Seltzer. En la mesa ha aparecido una visión muy negativa sobre la situación del país, sobre ese stop and go que ha caracterizado históricamente a la Argentina y como eso ha influido en la economía, en la instituciones políticas, etc. Algo que me parece positivo es esa capacidad de emprendimiento que tenemos los argentinos. Por cursos que damos y por la capacidad que tenemos de poder transmitir algunas cosas desde nuestro ámbito, me ha tocado ver y conocer muchísimos start-ups, proyectos que mucha gente está tratando de generar.
Sobre todo varias generaciones nuevas, activas en todas estas ideas de generar nuevas oportunidades, nuevos emprendimientos, de generarse uno el trabajo para no estar dependiendo del otro. Pero sobre todo, uno ve en las generaciones jóvenes ya no ese emprendimiento para comprar barato y vender caro sino incluso buscando cuál es la próxima tecnología que se pueda generar para tratar de captar un nuevo mercado, para crear un valor agregado, un producto nuevo. Esta capacidad de emprender es muy destacada en la Argentina.
Es un valor positivo que deberíamos fomentar. En el plano de la educación, a uno le enseñaron en la primaria a tragar conocimiento y después vomitarlo en una hoja, en vez de enseñarnos a equivocarnos y a tratar de generar cosas nuevas. Y relacionado con el tema de la confianza, y cómo construir esa confianza de acá a algunos años, hay una palabra en inglés que me parece muy simbólica, que es accountability. La traducción es complicada en español, pero básicamente tiene que ver con responsabilizarte, hacerte cargo de las cosas que uno hace y no echarle la culpa al otro.
En todos los debates políticos que uno escucha actualmente, siempre uno tiene la razón y la culpa es del otro o el otro está equivocado, o directamente en algunos casos no hay posibilidad de discusión. No existe capacidad de construir desde el disenso.
Franco Borrello. Los llevo a mi campo que es el de la energía y se ha hablado mucho de las comunidades y de autoabastecerse. Existe en el tema energético una forma de reinventarse y de auto educarse con el acceso al autoabastecimiento energético. Tiene que ver con todos los temas que estuvimos viendo hoy, con el tema de educación, de tecnología, un tema a largo plazo también.
Uno de los conceptos que más me interesa es el tema de poder generar tu propia energía, es como la wiki de la energía. Es decir, si vos podés colaborar al sistema con tu propia energía, es algo mucho más tangible de lo cual aprendés y podés enseñar. Hoy hay muchos sistemas y hay muchos países que están muy desarrollados en el tema de la energía distribuida y yo creo que es un concepto muy moderno y que en los próximos 15 ó 20 años vamos a estar muy metidos en eso, porque es dejar de pedirle al Estado que nos abastezca y ejercer nuestro derecho de autoabastecernos y nosotros ser proactivos y generar nuestros propios recursos.
En la Argentina estamos importando hidrocarburos cuando tenemos toda fuente de energía. La naturaleza nos da una y otra oportunidad de volver a nacer, nos da los recursos autóctonos para volver a reinventarnos. Fue en su momento, los minerales, después fue la agricultura, después el petróleo y ahora tenemos el petróleo no convencional, el viento, el sol, la geotermia, los mares, los ríos. Así como fuimos el granero del mundo, podemos ser la usina del mundo.
La inclusión social, prioridad
Guido Agostinelli. Más que nada me parece importante volver a retomar la premisa que habíamos establecido al comienzo y establecer prioridades. Respecto a la inclusión social, me parece que esa tendría que ser la prioridad número uno. Desde el punto de vista que en Argentina tenemos 20% de pobreza –algunos dicen que un poquito más–, una desocupación de 7% u 8%, una indigencia de 4%. Así que me parece que eso tiene que ser lo principal, después fijarnos en el tema del dólar o del ahorro –bendita la gente que puede ahorrar– pero si todavía hay gente que no puede llegar a fin de mes, o no tiene para comer o todavía no tiene su techo, me parece que eso es lo principal para reinventar un país.
A propósito de eso, lo esencial es la función del Estado, acerca de la pregunta de si el Estado tiene que intervenir o no, me parece que es esencial que el Estado intervenga en pos de mejorar, justamente, lo que el mercado asigna en forma no prudente o no conveniente. Todo lo que es energías es un buen ejemplo: si hay un impulso del Estado a través de usar las nuevas energías, me parece fundamental. Está a la vista lo que ocurre cuando dejamos librado el mercado, como lo que pasó con Repsol. Me parece esencial la intervención del Estado y un Estado que apoye la producción nacional.
La idea del modelo agroexportador de la Argentina, que todavía sigue vigente y que todavía estamos en el debate de si debemos tener un modelo agroexportador, tiene el problema de que nos sobran treinta y pico millones de habitantes, que tienen que vivir a costa de otras actividades. La industria es fundamental. Los países del Primer Mundo hoy en día son todos países industrializados. Y a propósito, también quería hacer una acotación de este traspaso de poder de Estados Unidos a China. En realidad, a mí el tema me parece un poco más complejo, es un tema de las mismas empresas capitalistas. Es decir hay muchas empresas puestas en China, con capitales de todo el mundo. Ya la noción de país perdió un poco el sentido. De hecho acá se impulsó muchísimo la industria, sin embargo, la industria, la producción y las ventas están cada vez más extranjerizadas por empresas de capitales extranjeros, cada vez más concentradas.
Me parece que el Estado tiene que luchar, si bien se avanzó en montón de cuestiones sociales, tiene que avanzar en tratar de diversificar la economía. 85% de la inflación está dada justamente en los sectores concentrados de la economía, en los productores de alimentos que están altamente concentrados, igual en los de energía, varias ramas fundamentales de la economía argentina están monopolizadas. Y eso hace que los precios se disparen.
A propósito de la corrupción, es un tema importante, pero también hay que tener en cuenta –pusiste justo el ejemplo de Brasil– que en Brasil hay escándalos de corrupción. Es un país con escalas de corrupción muy altas. Lo sufrió Lula, ahora también con Dilma. Y en España, está lo del primer ministro Mariano Rajoy.
La corrupción es un problema súper complejo, súper importante y hay que tratar de ponerse un poco menos pesimista y pensar que en todos los países está este problema. Hay que tratar de erradicarlo, pero no creo que sea una característica sobresaliente de la Argentina.
David Seltzer. En este punto tengo un disenso con Guido, si bien coincido con que la inflación es un problema y afecta siempre a aquellos estratos que tienen menos capacidad de defenderse contra ese impuesto. También se me hace difícil hablar de números porque creo que todavía no tenemos un buen termómetro, hablar de indigencia, de pobreza, etc.
Cuando la inflación de bolsillo que yo siento por ahí es muy diferente a la que veo en las estadísticas oficiales, creo que eso sí es una tarea concreta que nos debemos como sociedad, hacer una discusión seria respecto del tema de medición de estadísticas. Ninguna sociedad que no tiene estadísticas sanas puede armar un programa de políticas públicas a mediano y largo plazo, porque si para vos la inflación es de 9,5% ó 10%, pero para mí y el resto de la sociedad es de 25 ó 20%, estamos partiendo de diagnósticos diferentes.
En cuanto al tema de la causa de la inflación, también es discutible. Creo que ha habido diferentes etapas de cómo se ha llegado a esta inflación de dos dígitos, que muchas consultoras o hasta gente que ha trabajado en el Indec menciona. Y la verdad es que creo que el echar la culpa a empresarios oligopólicos en la determinación de precios es quizás una forma simplista de identificar a un sector para echar la culpa a alguien.
Guido Agostinelli. Le echo la culpa al Estado por permitir que esos sectores oligopólicos estén presentes. Los sectores oligopólicos solamente aprovechan la condición que tienen. Lo que digo es el Estado debería intervenir para diversificar el mercado. Que no haya solo dos marcas de leche y dejemos que la leche cueste lo que cuesta. Que permita esa posibilidad a las Pyme y entonces haya mayor competencia y baje el precio.
David Seltzer. Es cierto, pero no creo que eso pueda explicar una inflación como la que tenemos hoy. Existe una diversidad de causas: quizás la inflación impulsada por el incremento de los commodities y cómo eso afectó a nuestros productos; una canasta de consumo altamente concentrada en productos que nosotros importamos; un componente relacionado con una política monetaria muy expansiva y también un tema de expectativa, del empresario Pyme que tiene una idea en la cabeza sobre la inflación y la convierte en una cuestión inercial.
Y de vuelta: el tema del Indec y de las estadísticas como institución pública a la hora de solucionar el tema inflacionario. Porque no estoy diciendo “hay que hacer una política monetaria contractiva y hay que volver a la ortodoxia”. Empecemos por ver cómo solucionar esas expectativas, dándonos un termómetro adecuado para que todos miremos. No hablemos de políticas monetarias. Sepamos cuál es el diagnóstico, porque a partir de ese diagnóstico la persona puede o no puede ahorrar y vamos a saber cuántos pobres e indigentes hay. Si una persona puede o no comer con $6,50 por día o no.
Guido Agostinelli. 20% de pobreza está dicho por el Banco Mundial y por otras entidades. Igual sabemos que estaba en 50% antes del Gobierno kirchnerista.
La visión sobre la salud
María Inés Wulf. La salud es muy importante pero creo que el problema en la Argentina es la visión individual que se tiene siempre, de que uno está bien y el resto no le importa. Creo que a partir de allí surgen un montón de problemas y que todos hablan de países de afuera y cosas que por ahí hay que imitar o no. Creo que deberíamos ver hacia adentro como resolver un poco nuestro escenario.
La salud es el último eslabón de todos los Gobiernos. No se preocupa nadie por la salud, porque anda sola. El tema básico que se relaciona mucho con la salud es la educación, porque la falta de educación hace que haya también una falta de respeto en cuanto a lo que es el médico o el rol del médico en la sociedad y de todo el equipo de salud. Y eso lleva a que los hospitales sean lo que son hoy y que uno piense que los hospitales son para la gente pobre y no es así.
Que el negocio de las prepaga haga que uno tenga que tener una prepaga para atenderse bien, creo que no es aceptable. Creo que nunca nadie va a apuntar a mejorar la salud desde lo básico. Para que una persona tenga desde su nacimiento, una buena cobertura de salud. Pero también es comprobable la falta de interés que genera esta situación. Desde pensar que el médico no es nadie, que el docente no es nadie tampoco, va todo de la mano. Y la falta de interés que yo veo todos los días en los pacientes. En gente que no son todos de clase media ni para arriba, ni mucho menos, es palpable la frustración de pensar que no van a poder acceder a lo que todos los demás tienen.
Federico Wilensky. Lo que hablabas de la salud, lo relacioné con lo de la educación y con la falta de incentivos a proyectos a largo plazo que puedan generar energías sustentables que hagan de la Argentina un país gestionable. Es la visión cortoplacista que tenemos y eso me lleva a pensar en la tecnología. Ella nos lleva hoy a que el corto plazo sea ya mismo y que el largo plazo sea dentro de un minuto. Entonces tenemos que replantear los plazos en los que queremos tomar nuestras decisiones y en los que queremos darnos para nuestras políticas, pero creo que todos estamos de acuerdo con la inclusión social.
Estamos de acuerdo en que queremos que la gente pueda vivir, pueda comer, pueda educarse, pero lo que no tenemos es un acuerdo de paciencia de esperar a largo plazo políticas que hagan que la educación mejore. Se necesitan muchos años; igual con la salud, hacen falta muchos años para dar resultados.
A mí me toca trabajar con clientes chinos que ven a las economías emergentes como la solución a 50 años, no vienen a comprar tierra hoy porque la soja está cara. Los proyectos se ven de acá a 50 años. En la Argentina yo no conozco ningún proyecto que se esté debatiendo actualmente, que exceda al momento. Hacemos uno ahora, hoy, para resolver un problema del hoy. Creo que antes de ponernos a pensar en muchas cosas que estamos discutiendo, me parece que uno de los problemas básicos en el que ponerse de acuerdo es el tener paciencia y el poder pensar más a largo plazo, consensos a largo plazo, excediendo la vida útil de cada uno en lo que le cuesta, le compete a cada momento.
Volviendo al tema del corto y largo plazo, el argentino tiene un problema desgarrador que es pensar siempre en el corto plazo y jamás en algo que lo trasciende. Creo que esa sería una propuesta, si pudiésemos como sociedad pensar en el largo plazo, y no creernos infalibles y no creer que somos los únicos que tenemos la verdad y encerrarnos en nosotros mismos, sino ser un poco más humildes y aprender de otros que les ha ido bien. Creo que estaríamos mejor.
Participantes
1) David Seltzer, economista.
2) Franco Borrello, ingeniero.
3) Eliana Dam, licenciada en Relaciones Internacionales.
4) Federico Wilensky, abogado.
5) Carlos Gruneisen, abogado.
6) Guido Agostinelli, economista.
7) Nicolás Herichsen, diseñador y comunicador.
8) María Inés Wulf, médica.
9) Luciano Ceva, comunicador y docente.
10) Ezequiel Passeron, comunicador.
Producción de granos y carnes, los dos pilares
El potencial agropecuario argentino
Durante las próximas décadas se mantendrá firme la tendencia a una fuerte demanda internacional por alimentos que lideran China y numerosas economías emergentes, en particular africanas. Si la Argentina modifica las políticas vigentes durante este último quinquenio, la producción agrícola podría recobrar el impulso que tuvo en el período 1990-2007 y abastecerla.
Por Lucio G. Reca (*)
El potencial agrícola de la Argentina se manifestó con gran fuerza durante dos periodos de nuestra historia: el primero abarcó las tres primeras décadas del siglo 20, cuando el área cultivada y la producción de granos se expandieron de 4,8 millones de ha y 4,6 millones de toneladas anuales en el bienio 1900-1901, a 13,8 millones de ha y 15,3 millones de toneladas en los años 1929-1930. El segundo gran período de crecimiento tuvo lugar entre 1990 y 2007, cuando el área cultivada aumentó de 15 a 28 millones de ha y la producción se triplicó, de 31 a 90 millones de toneladas.
Entre ambos períodos, durante los 70 años transcurridos entre 1930 y 1990, la tasa de crecimiento del área cultivada fue nula y el incremento de los rendimientos no alcanzó a 1% anual, es decir, una tasa solo ligeramente superior a la de las tres décadas precedentes.
La prolongada declinación de la agricultura en este lapso culminó en 1952, cuando el efecto combinado de una prolongada sequía sobre un sector descapitalizado resultó en la menor producción de granos del siglo 20 (6,8 millones de toneladas, la mitad de la campaña precedente). Así la Argentina tuvo que importar trigo para abastecer su mercado interno, por única vez en el siglo pasado.
Segundo gran ciclo
A partir de la catastrófica cosecha de 1952 comenzó una modesta y paulatina recuperación de la agricultura pampeana hasta 1990 cuando se inició el segundo gran ciclo de expansión de la producción de granos en la Argentina, que culminaría en 2007. En ambos períodos (1901-1931 y 1990-2007) la superficie cultivada con granos se expandió a 3,7% anual y la producción creció a 4,5% y 6,4% anual, respectivamente. Estas últimas tasas son excepcionalmente altas (ver cuadro).
La gran diferencia entre los dos periodos reside en que en el primero, la expansión del área cultivada fue el factor determinante del crecimiento, en tanto que en el segundo, el aumento de los rendimientos asumió un rol decisivo (ver cuadro).
El gran crecimiento de la producción, a partir de la última década del siglo 20, fue posible por la concurrencia de una serie de factores que contribuyeron a relanzar esta nueva etapa de expansión de la agricultura argentina.
Entre ellos se destacaron: la existencia de un marco económico estable, la apertura del comercio exterior que facilitó el ingreso de bienes de capital (maquinarias y equipos), la adopción masiva de fertilizantes químicos (con un rezago de casi medio siglo con respecto a EE.UU. y Europa), y una política científica que tempranamente reconoció la importancia para el proceso productivo de los organismos genéticamente modificados.
También la creación de nuevas formas asociativas en la organización de la producción (pools de siembra) y la existencia de un capital humano (empresarios y profesionales de las ciencias agropecuarias) preparado y dispuesto a asumir los riesgos propios de los grandes desafíos.
De lo anterior se desprende que la agricultura contemporánea es una actividad empresarial de alta complejidad, que se suma a la “sociedad del conocimiento”, pero que a diferencia de otras actividades productivas, también complejas, está además sujeta a los azares de los riesgos climáticos.
El cambio gradual de la política agrícola en el último quinquenio, caracterizado por una creciente y desordenada intervención del Estado en la comercialización de la producción y la falta de diálogo entre el Gobierno y las entidades que representan a los productores, ha tenido efectos desfavorables sobre la evolución de la producción.
El cuadro muestra que entre 2008 y 2013 el crecimiento del área cultivada, de la producción y de los rendimientos, fue sensiblemente inferior al de los valores alcanzados entre 1990 y 2007. Todo esto ocurre en un clima de fuerte demanda externa por alimentos que la Argentina no está aprovechando plenamente.
De modo que puede inferirse que, de modificarse las políticas vigentes durante este último quinquenio, la producción agrícola podría recobrar el impulso que tuvo en el período 1990-2007, ya que, como se ha mencionado, persiste una fuerte demanda internacional por alimentos, liderada por China y seguida por numerosas economías emergentes, en particular africanas. Diversos estudios concluyen que esta tendencia se mantendrá con firmeza durante las próximas décadas.
Por otra parte, para que nuestra sociedad toda pueda beneficiase con un aumento de magnitud de la producción agrícola, esta debiera ser acompañada por un sustantivo mejoramiento de la infraestructura vial y ferroviaria, que permitiría movilizar, económicamente, volúmenes de granos mayores a los actualmente producidos.
Existe la tentación de incluir, en un análisis como este, referencias a niveles futuros de producción que a menudo resultan alejadas de la realidad. Por dicha razón el autor se exime de concluir estas líneas con una proyección numérica. Prefiere invitar a reflexionar sobre los costos y beneficios que tendría para la sociedad argentina una agricultura que funcionara en un marco institucional más favorable para su desarrollo.
Carnes sustitutas
En las últimas tres décadas, el desarrollo de la avicultura en la Argentina ha aportado al mercado un importante sustituto de la carne vacuna. Mientras que la preferencia nacional por la carne bovina se mantiene inalterable, la existencia de carne aviar ha contribuido a atenuar sensiblemente el “ciclo ganadero”, caracterizado por fuertes subas del precio de la carne en épocas de retención de vientres, seguido de caídas de precios, también significativas, en tiempos de liquidación de vientres.
La mayor rentabilidad de la agricultura impulsó un enorme proceso de reasignación del uso de la tierra en la región pampeana, que se acentuó en la última década del siglo 20.
El crecimiento del área agrícola en esta región ocurrió, en parte, en tierras hasta entonces dedicadas a la ganadería, que debió, en consecuencia, trasladarse al nordeste y noroeste del país, enfrentando condiciones ecológicas menos favorables para su desarrollo.
Como en el caso de los granos, existe un mercado internacional ávido de proteínas animales (carnes) constituido por los destinos históricos (Rusia, Japón) a los que se han sumado economías emergentes (sudeste asiático, países árabes).
El mercado internacional de carne bovina ha crecido 20% en el último quinquenio. Sorprendentemente, en el mismo periodo, India se ha transformado en el líder de los países exportadores de carne bovina del mundo (18% del total) seguido por Australia y Brasil (cada uno de ellos con 16% del total).
La Argentina, con 190.000 toneladas exportadas en 2012, ha retrocedido al décimo lugar, con un módico 2% del mercado mundial.
Nuestro país es el menor exportador de carne bovina del Mercosur. Ha sido superado, no sólo por Brasil, sino también por Uruguay y Paraguay que participan con 4,5% y el 3% respectivamente del mercado mundial,
La demanda de los nuevos mercados se concentra en carnes de bajos precios. El aumento de los ingresos en los países emergentes haría posible que la demanda de carne se desplazara hacia productos de mayor calidad, en cuyo caso la Argentina tendría a su alcance mercados adicionales.
Al igual que en la agricultura, el progreso tecnológico en la ganadería bovina ha sido significativo y seguramente ha contribuido a morigerar la caída de la producción resultante de la reubicación geográfica de la producción ganadera, fuera de la región pampeana.
Entre 2007 y 2011, las existencias de ganado bovino disminuyeron 17%, o sea a una tasa de 2,8% anual aproximadamente, la mayor reducción de stocks registrada en la Argentina.
Al margen de la exactitud de las estimaciones de stocks, que siempre son una labor ardua, lo indiscutible es el hecho de una importante reducción del stock ganadero.
Este complejo escenario se completa con la aplicación, en los últimos años, de políticas económicas centradas en el corto plazo, que no han tomado en cuenta la naturaleza de la actividad ganadera que es plurianual. Esta incongruencia ha tenido efectos negativos sobre la ganadería, a los que se ha sumado el costo de su emigración a zonas de condiciones ecológicas no tan favorables para su desarrollo como las pampeanas.
En tanto no se efectivice un conjunto de políticas ganaderas centradas en el largo plazo, es difícil imaginar una modificación de la situación existente y continuará desaprovechándose una importante fuente de desarrollo económico.
(*) Lucio Reca es ingeniero agrónomo, medalla de oro. Máster en economía en 1962 y doctorado en la Universidad de Chicago en 1967. Es profesor ad honorem en la Facultad de Agronomía de la UBA.