La economía argentina pensada a largo plazo

    Eduardo Fracchia

    Por Eduardo Fracchia (*)

    Estamos por cumplir 30 años de democracia y el balance económico social no es alentador a pesar de los avances objetivos que se han conseguido. La democracia no ha sido hasta ahora un pasaporte a la prosperidad material. En particular desde el pico de la expansión económica de la convertibilidad (1998) se ha avanzado relativamente poco en los años del kirchnerismo en cuanto a nivel de actividad y hemos retrocedido en un área clave: la inflación está instalada en 25%.
    Para salir de la discusión de corto plazo y mirar a largo plazo se presenta un conjunto de factores para impulsar el desarrollo. No pretenden ni mucho menos completar la agenda pendiente. Es incómodo plantear, una vez más, ideas que están muy trilladas. Son problemas sobrediagnosticados para revertir el esquema populista vigente.
    El primer punto es organizar una macroeconomía sólida en sus fundamentals que debería revertir la situación de retraso cambiario, distorsión de precios relativos, inflación, subsidios, déficit fiscal y déficit de cuenta corriente. En esta dimensión macro es clave un Banco Central independiente y con firme vocación estabilizadora. 
    El país está cerrado, falta mayor inserción internacional. La Argentina exporta solo 0,4% del total del mundo y debería aspirar en 2025 a 1% del market share global. Esto supone crecer en otros complejos que complementan los de mayor participación (oleaginosas, automotor y turismo). 
    La Argentina tiene en Vaca Muerta una oportunidad única de convertirse en un exportador neto de energía. El proyecto de shale oil y shale gas es ambicioso y requiere mucho capital privado para su desarrollo.
    En cuanto a la estructura productiva pareciera que los grupos económicos deberían tener un mayor protagonismo. En esta década ha habido poco crecimiento de los más tradicionales, con contadas excepciones, y no han surgido grupos nuevos relevantes y los que aparecieron no tienen inserción externa. Es clave, como señala Asuman, que los conglomerados funcionen.

    Nueva vida al Mercosur
    Hay que revitalizar el Mercosur que está transitando desde hace años un período de debilidad institucional con reconocidas asimetrías macroeconómicas. Es un espacio estratégico para avanzar en la integración de otros países de la región. El dinamismo de Brasil, líder de Latinoamérica indiscutido, anima a concretar avances que profundicen la unión aduanera.
    Para que la economía se consolide en mayores niveles de competitividad es crucial una reforma tributaria integral. Existen impuestos distorsivos dentro de un régimen regresivo. La principal asignatura pendiente en el área fiscal es plantear una nueva ley de coparticipación con genuino espíritu federal que impulse las economías regionales.
    Quizás donde la evaluación de tres décadas de democracia sea más crítica es que tenemos 25% de los hogares en situación de pobreza. La distribución del ingreso se ha latinoamericanizado y podría mejorar si la educación asegurase mayor empleabilidad. Es sabido que la prueba PISA (test universal muy reconocido en educación) arroja resultados pobres para nuestro país en las últimas mediciones. Este punto es clave en la sociedad del conocimiento. Nuestro país, líder en educación hasta los años 60, ha visto deteriorarse su calidad de modo significativo.
    El problema principal del país es político. La economía se subordina a la política. Es clave que el sistema de partidos se normalice y que mejoren las instituciones como plantea, de modo crítico hacia nuestro país, el informe de competitividad del WEF. Podemos dejar de ser un país emergente en 2020 si mejoramos la competitividad, que es la meta que se ha puesto Chile.
    Las reformas de los 90 fueron inconclusas y a veces erróneas. En esta década el modelo apostó al mercado interno y rentístico más afín a lo instrumentado en el primer peronismo. Debe volver la vocación por reformas de fondo.
    Es clave recuperar un ambiente que genere reglas de juego claras con un mayor protagonismo del mercado en un ambiente de búsqueda sistemática del consenso de los diversos actores del sistema productivo.

    (*) Eduardo Fracchia es director del área Economía de IAE Business School.

    Viceministra de CyT, Ruth Ladenheim

    “La ciencia abre las ventanas de la producción al mundo”

    La ciencia, tecnología e innovación productiva no solo han bautizado a un ministerio en 2007, sino que atisba e inserta al país en este complejo mundo que está mutando su eje de poder desde un polo que congrega naves con institutos nacionales e internacionales, laboratorios y oficinas administrativas, desde donde la científica avenida a funcionaria describe dónde está parado el país y hacia dónde apunta.


    Ruth Ladenheim

    Es casi un apotegma que flota en la atmósfera de las ex bodegas Giol, donde funciona el complejo estatal de la Ciencia y Tecnología, que la Argentina enfrenta el desafío de construir un modelo de desarrollo, a partir del cual se consolide el perfil productivo hacia el aprovechamiento ambientalmente responsable de la riqueza de los recursos naturales, el uso intensivo del conocimiento, la creación de puestos de trabajo calificados y la inclusión social. 
    Desde la cartera elevada al máximo rango dentro del gabinete nacional se regula una vasta actividad local, que forma parte de un padrón mundial de 7 millones de investigadores, conectados a través de institutos internacionales y de 25.000 revistas científicas. 
    Desde 2002, la brecha entre los países desarrollados y los de América latina y el Caribe empezó a cerrarse, aunque aún levemente, como consecuencia del mayor ritmo que la región aplicó a las inversiones en I+D en relación con el promedio de los más de US$ 1.000 billones que se invierten por año en todo el mundo. 
    Ruth Ladenheim llegó a la Secretaría de Planeamiento y Políticas del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación como doctora en Química UBA y master en Economía y Finanzas en el Institut D´Etudes Politiques de París. Confiesa que trae la vocación desde pequeña, cuando las preguntas de porqué que suelen hacer los niños se orientaban a muchas cosas de la naturaleza y posteriormente la impulsaron a abrazar la carrera científica. Ya como viceministra dibuja el derrotero.

    –¿Qué futuro tiene la ciencia argentina en un mundo globalizado como este, cuya evolución cambia el curso histórico hacia el Asia Pacífico?
    –Está extremadamente internacionalizada nuestra ciencia, lo que para el sector productivo representa como tener una ventana abierta al mundo. Colabora en gran medida para ello que los científicos argentinos salgan mucho al exterior y estén en permanente intercambio con colegas de todo el mundo. Que publiquen y hasta patenten juntos, integración que se conjuga con una política de Estado que fomenta la cooperación científica con los distintos países.

    –¿Cómo se canaliza institucionalmente esa imbricación internacional?
    –La sociedad alemana Max Planck ha elegido al país para establecer un instituto y hay otras iniciativas binacionales de gran envergadura en marcha, como un proyecto con China para alimentos, u otro de nanotecnología. Con Brasil hay una vasta cooperación en bio y nanotecnología, además de un permanente intercambio de científicos. A la vez estamos muy conectados en cuestiones espaciales y nucleares.

    –¿Cuáles serían los temas científicos y tecnológicos en común con el resto del mundo?
    –Concretamente, junto a los científicos e industriales, hemos identificado 35 oportunidades interesantes y estratégicas de desarrollo, de acuerdo con las tendencias de la ciencia y la tecnología en las que la Argentina puede ocupar un segmento a escala nacional e internacional. Lo más importante es que están situadas en todo el territorio nacional, lo cual federaliza el esfuerzo de la ciencia en la articulación con la producción, conocimiento y sociedad, ya que crea una agenda de desarrollo para cada provincia vinculada con el conocimiento del plan Argentina Innovadora 2020, que abarca a todas las áreas del Gobierno nacional.

    –¿Cómo se detectaron esas oportunidades? 
    –En una primera etapa, junto con unos 300 profesionales de distintas disciplinas, representantes del sector público, científico-tecnológico, gubernamental y privado, identificamos estas 35 temáticas en seis sectores estratégicos: agroindustria, energía, salud, desarrollo social, industria y ambiente/cambio climático. En cada uno juntamos a los expertos. En una segunda etapa, profundizamos el trabajo de estos núcleos. Por ejemplo, en 2012 se reunieron 10 de los núcleos, cada uno implica expertos.

    –Ejemplos de esos sectores estratégicos…
    –En el agroindustrial, el agregado de valor a las cadenas de alimentos, en bioeconomía, el aprovechamiento de todo tipo de residuo de actividad productiva vinculada con recursos naturales para generar energía, cuyos casos más corrientes serían el biodiésel o bioetanol. También se orientan a energías alternativas, como la solar, eólica, la biomasa y también tecnologías vinculadas con el aprovechamiento de recursos convencionales o no convencionales no renovables, como petróleo y gas.

    –¿Y los de salud?
    –Han sido también prioritarios. En su vertiente social, porque se abordan enfermedades con incidencia en zonas más marginales. En la industria farmacéutica, que es muy importante en la Argentina. Y en la industria de los kits de diagnóstico. Todo esto requiere de vinculaciones con el sector científico-tecnológico. Y estoy hablando de industrias nacionales y multinacionales, porque buscamos que las empresas de cualquier origen vean a la Argentina como un centro mundial de conocimiento.

    Integración del sector público con el privado
    –¿Fue en salud donde más se avanzó con los consorcios público-privados?

    –Efectivamente, en el área de la salud fue donde se generaron los primeros consorcios públicos y privados. Arrancaron con proyectos biotecnológicos en 2009/2010. Como su horizonte era de cuatro a cinco años, pensamos que el año que viene o en el otro ya habrá resultados concretos.

    –¿De qué otras formas el Estado apoya a la ciencia y la tecnología aplicadas?
    –El Gobierno tienen programas específicos en los que se ayuda a empresas y cámaras empresarias a las búsquedas de información estratégica en bases de datos de publicaciones de patentes; hacemos vigilancia tecnológica, estudios de prospectiva tecnológica, de manera que estamos muy atentos, y diría que es una de nuestras máximas prioridades, en particular del ministro Barañao, que es un científico, y está siempre muy interesado en estar al tanto e involucrado en la frontera del conocimiento, como en el posicionamiento estratégico del ministerio. Y que este conocimiento sea aplicado al desarrollo productivo y social.

    –¿Cómo saben si en el contexto de un cambiante escenario internacional esta actividad de tan largo plazo se está desarrollando por el buen camino?
    –En que hoy el país ha aumentado muchísimo su posición en los rankings internacionales más importantes, como el de Scientific American, de la revista Nature, donde se hace un informe sobre el estado de la ciencia en el mundo, que sitúa a la Argentina en el puesto 31, que es muy alto en materia de capacidades científicas. Más recientemente la OMPI (Organización Mundial de la Propiedad Intelectual), en su último ranking, muestra que avanzamos al puesto 56 en el mundo, ya no hablando de ciencia sino de capacidades de innovar, de transferir conocimiento a las empresas, al sector productivo, generar nuevas empresas de base tecnológica.

    –¿Tuvo que ver la repatriación de los científicos?
    –Haber convertido al país en un lugar atractivo para que regresaran 980 de los científicos que habían emigrado en los 90 es más bien el fruto de la política de Estado que empezó a aplicarse en 2003, con condiciones de financiamiento, infraestructura, equipamiento, de laboratorio y también de recursos humanos. Actualmente se sumaron muchos jóvenes como investigadores y becarios, lo que nos ha hecho el país líder en América latina en la relación entre estos y la población económicamente activa. Además, la rejerarquización y revalorización que se ha hecho con los científicos pasa también por su índice salarial, que ha crecido casi 1.000%, más que cualquier otra actividad en la Argentina.

    –¿La sociedad adquirió conciencia de lo que significa tener ciencia nacional o la relega por las urgencias que suele marcar la agenda mediática?
    –Hace poco hicimos una encuesta de percepción pública de la ciencia que da mejoras respecto de las anteriores mediciones. Aparecieron hitos muy fuertes que permitieron mejorar la confianza en la importancia que tiene la ciencia para el desarrollo, como ser la feria Tecnópolis, que tiene como un doble efecto: no solo crea una conciencia social de la importancia de la ciencia y de la tecnología, sino que despierta vocaciones en los estudiantes para que cada vez más se puedan poblar más las facultades vinculadas a la ciencia, la tecnología, la ingeniería, la informática, y las distintas carreras que hoy son oportunidades para el desarrollo profesional de muchos jóvenes. 
    Algunas, como la ciencia de la atmósfera, las geológicas, informáticas, matemáticas, muy demandadas y con cero desempleo, destaca Ladenheim, son el imán para reclutar a una nueva generación de profesionales a una comunidad científica que mira más allá de las cuatro paredes de los laboratorios.

    El cambio de paradigma alimenta el motor de la innovación

    Las oportunidades de la economía mundial

    El panorama en el campo industrial y científico para el país es altamente prometedor, con un grado de desafío importante. Representa para nuestra juventud una oportunidad para capacitarse y canalizar el espíritu creativo, innovador y emprendedor. Es una oportunidad nueva que permite dar un salto cualitativo para tener una mejor sociedad, más equitativa e inmersa en un planeta sostenible.


    Luis Dambra

    Por Luis Dambra (*)

    Tratando de desprenderme de la discusión coyuntural que constantemente nos atrapa a los argentinos, el desarrollo de las oportunidades a escala de la economía mundial me impulsa a reflexionar sobre qué tipo de país necesitamos para insertarnos en forma relevante en una economía que constantemente crea oportunidades.
    Desde mi punto de vista, se abren varias oportunidades interesantes, que permiten ser optimistas, para reposicionar a la Argentina como un actor principal en la economía mundial: el mundo que nos toca vivir en los próximos años es un maravilloso abanico de desafíos para la creatividad humana, a saber: demanda de proteínas creciente, demanda de medicamentos para mejorar la calidad de vida de los seres humanos, demanda de energías menos contaminantes, demanda de productos hechos más a medida, demanda de productos más inteligentes conectados a redes, demanda creciente de transporte, demanda de una economía más equitativa y responsable con la sustentabilidad del planeta.
    Por otra parte, emergen nuevas tecnologías como la manufactura aditiva o también llamada impresión 3D, que desafía el viejo paradigma de la producción masiva, que a su vez permite producir a baja escala productos más hechos a medida y para un gran sector industrial, como el aeroespacio y turbomáquinas, y abordar productos complejos que hasta ahora debían fabricarse mediante la subdivisión de componentes y luego ensamblarlos aumentando los costos y los problemas de calidad. Esta nueva tecnología permite generar muchos emprendimientos de baja inversión y rompe el paradigma de la escala y de la producción a stock.
    No podemos olvidar aquello que condiciona toda esta demanda: los problemas que evidencia el planeta como el calentamiento, contaminación, escasez de agua y pobreza plantean desafíos adicionales a la expansión de las economías, que han dado nacimiento a un nuevo concepto de empresas Bcorp, aquellas que no compiten por ser las mejores del mundo, sino por ser de las mejores para el mundo, cambiando el paradigma de la maximización de los beneficios para el accionista por el de tener fines de lucro, como así también el fomento social y responsabilidad ambiental.

    Oportunidades y amenazas
    Esta combinación de oportunidades y amenazas no hace más que alimentar el motor de la innovación y esta es la gran oportunidad que debemos aprovechar.
    La Argentina está de pie ante este escenario desafiante, contando con las cuantiosas riquezas de nuestro suelo y una maravillosa capacidad creativa de sus recursos humanos formados.
    Para abordar este desafío, la agenda futura debería contemplar un fuerte desarrollo en la industria de los alimentos sanos para abastecer a un mundo ávido de los mismos. En este sector jugará un rol importante la biotecnología, el país cuenta con fortalezas al respecto, más de 120 empresas que ya trabajan en el sector apalancándose en el sector de investigación y desarrollo con científicos del Conicet. 
    El gran desafío es ampliar la base de empresas y científicos para incrementar la participación del sector en la generación de PBI llevándolo de 5% actual a triplicarlo en los próximos 15 años. Este sector tiene un alto impacto en la calidad de los recursos humanos que utiliza, dada la necesidad de formación y genera además productos y procesos que pueden ser protegidos por patentes, otorgándole al país diferencias competitivas difíciles de copiar.
    Adicionalmente el sector biotecnológico deberá ser el motor en la generación de fármacos que permitan crear valor para la humanidad.
    Es necesario que los políticos de distinto signo entiendan la necesidad de proteger al sector con políticas de Estado que permitan su desarrollo a largo plazo, dado que la formación de científicos y el desarrollo de los proyectos lleva tiempo. El error que debemos evitar es el querer ser muy amplios en el espectro de productos a producir a partir de la biotecnología. Debemos encontrar un número estratégico de proyectos, adecuado a nuestras posibilidades, sin olvidar que esta tecnología requiere esfuerzo constante de I+D, siendo este esfuerzo proporcional a lo producido por las exportaciones de estos productos, encontrando un justo balance entre el esfuerzo de exploración de nuevas moléculas y la explotación de las moléculas exitosas.
    La introducción de la tecnología 3D nos permite abordar la producción de productos más a medida y más complejos, lo cual nos permitirá escapar al problema de escala, aporta a no producir de más y generar consumismo, con lo cual el planeta no se llenaría de tanta basura generada e incentivada por el consumismo.

    Tecnología láser
    En esta materia estamos un poco lejos de los países avanzados: necesitamos generar en forma urgente un programa estratégico entre el Ministerio de Industria y el de Ciencia, Tecnología e Innovación para comenzar a desarrollar máquinas que manejen acero, titanio, aluminio y otras aleaciones con tecnologías láser. Esta industria necesita del apoyo de la industria del software, ya que la producción de productos nace del diseño digital, es necesario orientarse a este tipo de tecnologías que en 2012 fue considerada como estratégica en Estados Unidos. 
    Esto significará cambiar paradigmas de las máquinas tradicionales de producción de alto volumen, significará cambiar la educación; este tipo de máquinas aplicado a materiales menos complicados, como plásticos, puede permitir abordar la creatividad y el diseño en las escuelas, a edad temprana, para generar nuevas generaciones de humanos menos enciclopedistas y más creativos.
    La nanotecnología es otra corriente que no debemos olvidar y desarrollar en forma focalizada en algunos sectores como la medicina; lo bueno es que el país ya está trabajando al respecto al menos a nivel investigación. Deberíamos profundizar la interacción con la industria como se está haciendo en biotecnología, un gran paso adelante ha sido la creación de la empresa Unitecblue orientada a microelectrónica, entre otros proyectos. Esto nos permitirá abordar la nanoelectrónica, madre tecnológica de los lo que hemos llamado productos más inteligentes.
    Al hablar de nanotecnología, no podemos obviar hablar de los nano materiales como el grapheno, que está revolucionando la ciencia de los materiales aplicados a estructuras cada vez más resistentes y livianas.
    Sumada a la potencialidad de nuestros recursos naturales, tenemos una actividad minera dormida que, si bien ha despegado en los últimos 15 años, aún tiene una potencialidad enorme, y requiere un desafío tecnológico importante por cuanto hay que hacer minería sustentable. Aquí el problema está en que políticamente la sociedad no ha tomado conciencia del desafío y lo ve solo como un problema de contaminación. 
    En lugar de enterrar los recursos debemos desarrollar políticas y tecnologías sustentables para explotar los recursos que tenemos; el sector minero tiene la potencialidad de poder generar un PBI equivalente al producido por el agro.
    Un buen paso adelante es la explotación de litio, importante para la producción de baterías para automóviles. Con impacto en la reducción de contaminación por gases efecto invernadero provocados por los motores de combustión interna, mientras que un mal paso fue el fallido proyecto de potasio en Mendoza.

    Industria aérea
    Antes mencioné demanda de transporte. La demanda mundial de aviones es colosal, y en esa industria tenemos una enorme oportunidad de integrarnos como proveedores de conjuntos y partes a partir de la integración de las tecnologías 3D printing, nanomateriales, y software. Tenemos un posible socio en la empresa brasileña Embraer, quien es ya un jugador internacional en la industria y necesita contar con proveedores regionales para seguir compitiendo en una industria que no para de crecer con grandes desafíos de innovación. 
    Este tipo de combinación de tecnologías podría aplicarse también a la industria automotriz, en la cual ya estamos cumpliendo un papel internacional importante.
    Las energías también representan un gran campo desafiante para la industria y la ciencia, tanto en el campo de la energía solar como la eólica, en donde se podrían consolidar proyectos atractivos que generen valor agregado.
    Resumiendo, nuestros líderes deben articular el mundo científico con la industria, incentivando la inversión en I+D e innovación focalizándose en campos prometedores como:
    • Biotecnología aplicada a la alimentación
    • Biotecnología aplicada a medicamentos
    • Nanotecnología aplicada a los fármacos
    • Nanotecnología aplicada a la electrónica
    • Nanotecnología aplicada a los materiales (grapheno)
    • Manufactura aditiva 3D en plásticos y metales, aplicada a industrias de transporte (automotriz, aeroespacio) y a otras industrias que no requieran escala.
    • Minería sustentable
    • Energía eólica, solar
    • Desarrollo de empresas Bcorp, para un mundo más equitativo y más sustentable.
    Como dije, la Argentina tiene los recursos naturales y humanos y está de pie, el desafío es apasionante, necesitamos focalizarnos e integrarnos para ponernos en movimiento trabajando en equipo: ciencia, industria, Estado y políticos para trabajar en forma sinérgica. 
    De nuestra capacidad de integración dependerá el éxito de la misión y nuestro aporte a la humanidad en pos de una comunidad más justa y equitativa, que viva responsablemente en un planeta sustentable. 

    (*) Luis Dambra es profesor del Área Académica Dirección de Operaciones y Tecnología, del Programa Internacional “Liderando la Innovación y la Creatividad” y de la Dirección de Investigación y Desarrollo (DID) en la Universidad Austral de Negocios.