Es evidente que el centro de gravedad de los acontecimientos se ha trasladado de los países avanzados a los emergentes, del Atlántico al Pacífico, de EE.UU. a China.
Sea en esta o en la próxima centuria, lo más significativo del escenario geopolítico global será la lucha por exhibir mayor poder e influencia entre China y Estados Unidos, con especial énfasis en el ámbito del Océano Pacífico.
Washington se retira gradualmente de otros puntos de la geografía mundial como el Medio Oriente (ahora el estrecho de Ormuz tendrán que custodiarlo los chinos que son los que necesitan el petróleo de la región).
La única certeza es que todo el poder se desplaza y se concentra en torno al Océano Pacífico.
Hay riesgos y peligros relevantes en el futuro cercano de China. Pero cualquier grado de incertidumbre o inestabilidad que se registre es difícil que aparte al país del sendero del crecimiento.
Como telón de fondo, hay otro debate: el futuro o las nuevas formas del capitalismo. Lo nuevo del debate no es su existencia. Al ponerse en tela de juicio el modelo de capitalismo vigente durante la segunda mitad del siglo 20, se está cuestionando a fondo a la democracia liberal que se suponía lo acompañaba.
No hay duda de que la crisis financiera global de 2007 a 2009 (“La gran recesión”, como se le dio en llamar) tuvo mucho que ver. Pero la perspectiva de reingresar a una nueva crisis de mucha mayor intensidad (el endeudamiento europeo, y el estancamiento estadounidense y japonés) ha reavivado la discusión.
¿Es el final del capitalismo como se lo solía conocer en Occidente? ¿Hay un nuevo modelo capitalista, con cánones propios y que viene del sudeste asiático? En todo caso, nadie puede ignorar la presencia creciente de lo que se llama el capitalismo de Estado. Hay certezas sobre sus avances, pero también las hay sobre su futuro. En todo caso, su lógica interna es distinta a la versión del capitalismo que conocíamos.
A todo lo largo y lo ancho de Asia, Rusia y Medio Oriente, los Gobiernos están usando su creciente poder económico de formas novedosas.
Este es el entorno que debemos observar con cuidado. Países con perfil relevante en este proceso y temas de la agenda que cambian el foco de interés.
Reformas fundamentales
Riesgos y oportunidades de la China que viene
En los últimos años la potencia asiática creció a un ritmo superior a 10% anual con una inflación inferior a 3%. Pese a estos logros, y como lo admitiera hace un tiempo el ex primer ministro Wen Jiabao, “el mayor problema de la economía china es su crecimiento inestable, desequilibrado, descoordinado e insostenible”.
Li Keqiang
En general, la cuestión es si el ritmo de crecimiento es sostenible o si los desequilibrios económicos podrían frenar el crecimiento. Por eso el nuevo Gobierno de Xi Jinping ha decidido equilibrar la economía apoyando menos el crecimiento en exportación e inversión, y más en el consumo.
Para lograrlo Beijing ha decidido aplicar reformas fundamentales en varios ámbitos. Para las multinacionales de cualquier sector que operan en o con China, este reequilibrio va a significar costos y beneficios. El grado del impacto dependerá principalmente de las políticas que decida implementar Beijing.
Para Michael Pettis, autor de un informe publicado por la consultora McKinsey, los grandes aumentos en inversión que generaron el rápido crecimiento económico de los últimos 30 años ya no son sostenibles y los consumidores no pueden aportar demanda adicional a menos que haya una redistribución de la riqueza hacia las familias chinas. La consecuencia más evidente de este reequilibrio es que va a redundar en un crecimiento mucho más lento a mediano plazo. Pettis menciona estimaciones que hablan de una reducción a 5% ó 7% en la próxima década aunque su propia evaluación sitúa el crecimiento en apenas 3 a 4% anual. La historia moderna, dice, no muestra ningún caso de “milagro económico” que haya evitado un retroceso (como el de Japón después de los 90), y es difícil pensar que China vaya a ser la excepción.
Para crecer con demanda interna, el Gobierno deberá aumentar la participación del ingreso familiar en el PBI. Para lograrlo, deberá cambiar sus políticas: mantener la moneda subvaluada y mantener bajas las tasas de interés, que durante los últimos 30 años subsidiaron la inversión limitando el crecimiento del ingreso familiar.
Todo eso deberá hacerse mientras simultáneamente el país reconcilia intereses encontrados entre los poderosos grupos, sectores y compañías que más se beneficiaron con el modelo de crecimiento por inversión, y muy especialmente con el acceso fácil al crédito.
Cuatro predicciones
En este proceso de reequilibrio, muchas empresas tendrán que hacer cambios difíciles. Pettis hace cuatro predicciones sobre las consecuencias de la reestructuración china para la economía global:
1. El precio de los commodities duros caerá en forma notable. China consume una porción desproporcionada de los commodities de ese tipo, como aluminio, cobre y mineral de hierro. Ajustado por PBI, el país compra entre cuatro y 10 veces más que el resto del mundo y esa necesidad aumentó la demanda global de commodities en el mundo durante los últimos 20 años. Esa demanda es una consecuencia directa de la estrategia de crecer por medio de inversión, que consume muchas más materias primas que la estrategia del consumo.
Si se desacelera el crecimiento por inversión, también se desacelerará la demanda china de commodities duros, tal vez hasta 50% en los próximos años. Eso beneficiará a los países que importan commodities duros, y a compañías en las cuales son un importante componente de los costos. Sin embargo, no todos los precios van a caer: si el reequilibrio tiene éxito, las clases media y media-baja deberían crecer y mantener fuerte la demanda de alimentos.
2. Sufrirán los negocios que dependen de la construcción de infraestructura o de la manufactura. La reestructuración reducirá mucho el crecimiento del gasto en equipos de construcción, manufactura pesada, transporte y otros sectores que históricamente se han beneficiado del explosivo aumento de la inversión en China. El Gobierno decidirá cuáles sectores sufren más.
3. Las compañías que producen bienes de consumo se verán afectadas marginalmente, algunos sectores más que otros. Este reequilibrio de la política china requiere que los ingresos familiares continúen creciendo más que el PBI. Pero la composición de este consumo en crecimiento puede cambiar mucho. Primero, porque la clase media se ampliará, y entonces se verá reducida la importancia relativa de ricos y pobres en el perfil del consumo del país.
Segundo, porque las limitaciones políticas decidirán cómo se distribuye el costo de la reestructuración entre los poderosos grupos de interés y eso afectará la forma en que se distribuyen los beneficios entre las familias. El mayor crecimiento en el ingreso familiar puede darse como aumento de sueldos, o porque cae el precio de las importaciones, o porque suben las tasas de depósitos, y cada uno de estos beneficiaría a diferentes familias y a proveedores de diferentes tipos de bienes de consumo.
4. Se beneficiarán los países que dependen fuertemente de la manufactura para crecer, especialmente los países en vías de desarrollo. En el corazón de la competitividad china está el bajo costo por unidad de trabajo, las tasas de interés contenidas y la moneda subvaluada. Reequilibrar la economía, por definición, elevará todo eso y reducirá sensiblemente la competitividad exportadora de China, al menos en el corto plazo.
Esto ya ha beneficiado a los productores baratos en países como México, cuyo sector manufacturero fue prácticamente aniquilado por las manufacturas baratas chinas. El nuevo Gobierno en Beijing entiende que debe cambiar la orientación de la economía. Sabe también que eso cambiará drásticamente las fuentes de la demanda y que puede significar transferencias directas del Estado al sector familias a través de medidas como privatización, otorgamiento de tierras y eliminación de requisitos de residencia. Todo eso dependerá de cómo las autoridades deciden equilibrar los costos y beneficios entre poderosos intereses creados y las necesidades de la economía. Todavía es pronto para decir exactamente cómo ocurrirá esto, pero no hay duda de que acelerará o retardará el crecimiento en muchos sectores de todo el mundo.
Promesas y peligros del reequilibrio
En los últimos tres años la proporción de inversión bruta de la economía china saltó de 35% a principios de los 2000 a 43%. Lo normal es que un aumento brusco del coeficiente de inversión abra un déficit en la cuenta corriente, como pasó en Asia sudoriental antes de la crisis financiera; o lo contrario, como los ingentes superávits comerciales registrados en Japón y Taiwan a mediados de los años 80 debidos, sobre todo, a la caída de los coeficientes de inversión interna.
Esto es lo que ha sucedido una y otra vez en los mercados emergentes salvo en China, donde el aumento de la inversión estuvo acompañado de una meteórica subida del superávit en cuenta corriente. La suba de ambos coeficientes significa que la tasa de ahorro interno es más rápida todavía, lo que a su vez significa que el consumo interno como porcentaje del PBI tiene que estar disminuyendo rápidamente. Los datos oficiales indican que el gasto general de consumo se redujo de más de 60% del PBI al comenzar el siglo a menos de 50%, con el consumo de los hogares en un mínimo de 38% del PBI, la cifra más baja de toda Asia y tal vez de todos los países emergentes.
El Gobierno sabe que para solucionar los desequilibrios externos e internos debe estimular el gasto de consumo, el único factor capaz de reequilibrar el crecimiento. En uno de sus últimos anuncios el ex mandatario Wen Jiabao dijo que China ha fijado una meta de crecimiento “razonable” de 7,5% para 2013 y para conseguirlo espera estimular el consumo privado y transformar su modelo económico. En efecto, en los últimos meses se han producido varias señales que indicarían que el nuevo Gobierno chino va en serio con su propósito de adoptar un modelo basado en el consumo interno.
El 15 de marzo de este año hubo una noticia sorprendente: la subsidiaria Wuxi de Suntech Power, uno de los más grandes productores del mundo de paneles solares, incumplió el pago de su deuda de más de US$ 500 millones. La compañía, alguna vez elogiada por analistas occidentales, entró en bancarrota técnica.
Las desventuras de Wuxi Suntech y sus pares en otras industrias ponen de manifiesto los desafíos políticos que confrontarán los nuevos líderes del país en la próxima década. El consumo hogareño representa solo 38% del PBI de China. Como porcentaje del PBI es apenas la mitad del de Estados Unidos, donde por lo general representa 70% de la actividad económica y mucho menos que la tasa imperante en otras grandes economías como Brasil, Francia, Alemania e India.
Un caso ilustrativo
La industria de paneles solares es ilustrativa porque es un clásico ejemplo de inversión masiva que sobrepasa la demanda. En apenas 10 años, la industria pasó de cero a una posición dominante: los 10 fabricantes más grandes del país hoy representan más de 60% de la producción global de paneles solares. El problema es que este crecimiento fue impulsado casi totalmente por la producción: en 2010, 96% de los paneles solares hechos en China se exportaban; en 2011, 88%.
A esas compañías privadas les llovían créditos bancarios como parte de un programa de estímulos posterior a 2009, y eso llevó a un exceso de oferta y a menores márgenes. China también acumuló una enorme capacidad en las industrias pesadas estatales, solo para descubrir una y otra vez que esa estrategia de fuertes inversiones es insostenible, tanto económica como ambientalmente.
Las crisis ambientales son cada vez más comunes, la desigualdad de ingresos cada vez más grande y el uso de crédito barato y subsidios del Estado aceleraron los niveles de deuda del país, lo cual ha generado temores de posibles problemas financieros.
Cambios económicos y políticos
Como reconoce el mismo Gobierno, la economía china se debe reequilibrar reduciendo su dependencia de la inversión y aumentando el consumo. Hacerlo y al mismo tiempo mantener crecimiento y estabilidad exige cambios económicos y políticos. Ya hay alguna evidencia de que los económicos han comenzado.
Los cambios políticos son más difíciles de prever, pero los probabilidades son mayores hoy que en el pasado. Las firmas y sus ejecutivos deben considerar la posibilidad de cambios en ambos frentes cuando diseñen sus estrategias en China para los próximos 10 años. Eso significa entender la posible promesa, y el posible peligro, del gran reequilibrio chino.
El ajuste económico tiene un objetivo: pasar de una economía impulsada por la producción a otra centrada alrededor del consumo familiar. En este frente, las autoridades del país han tomado algunas medidas, tentativas pero alentadoras. A comienzos de año, por ejemplo, Beijing dio a conocer un plan para elevar los pagos de dividendos de las empresas estatales y usar una porción de la distribución para fortalecer los fondos de previsión social. El plan todavía debe ser aprobado, pero su anuncio sugiere que hay una posibilidad realista de que sea implementado y ayude a frenar el apetito inversor de las empresas estatales mientras se vuelca la riqueza hacia los hogares del país.
Otras dos medidas merecen ser mencionadas porque, si se implementan, indicarían que el liderazgo chino ya no favorece el modelo de crecimiento inversionista. Primero, el Ministerio de Finanzas propuso un impuesto al carbono que entraría en vigor en los próximos dos años; si bien es modesto, significa que el Gobierno ha tomado en serio las preocupaciones por atender el problema ambiental. Aplicar impuestos y elevar el precio de los combustibles fósiles no solo contendrán los gastos de capital de las firmas chinas sino también les dará a ellas y a los hogares un incentivo para utilizar fuentes de energía renovable.
En ese frente, State Grid Corporation de China ha comenzado a comprar –en cantidades extremadamente modestas– electricidad a instalaciones de generación distribuida como unidades solares operadas por familias. Este año, National Energy Administration aumentó 67% su objetivo 2015 para la oferta de energía solar. La importancia de estos desarrollos está no tanto en su magnitud como en el cambio de dirección que señalan.
Eliminar subsidios
La segunda medida tiene que ver con eliminar o reducir los subsidios implícitos escondidos en los bajos precios de la energía. Los subsidios a la producción furtivamente transfieren riqueza de las casas particulares a las empresas, reforzando las tendencias a la producción y la capacidad instalada y apoyando a empresas menos competitivas (esto incluye a muchas empresas estatales), que de otra manera tendrían que esforzarse para invertir y crecer.
Esta medida puede reflejar disposición por parte de las nuevas autoridades del país a repensar el rol de las empresas estatales como parte del esfuerzo para girar hacia un modelo de crecimiento económico basado en el consumo y centrado en la gente. En suma, es otra señal esperanzadora de que el Gobierno no solo entiende la necesidad de reequilibrar sino que está comenzando a tomar algunas medidas concretas para hacerlo.
Por supuesto, no hay garantías de que el reequilibrio tenga éxito. Parte del problema es que el aspecto político del proyecto –inflar el ingreso de los hogares a expensas de las compañías estatales y otras grandes entidades orientadas a la inversión– es más complicado que el económico.
Una cosa es cierta, sin embargo. China está llegando al punto en que disminuyen los retornos económicos y políticos del modelo inversionista, y eso implica cambios para un lado o para otro, con reformas y ajustes, o la necesidad de realizar un reequilibrio forzado precipitado por crecientes tensiones en el sistema financiero. Hasta ahora, hay señales alentadoras de que las nuevas autoridades realmente quieren cambiar el modelo de crecimiento de China, y esa es razón suficiente para que las firmas globales que se han beneficiado con el boom inversionista repiensen sus estrategias para los años venideros.
La brecha de capacitación
Un problema grave con que tropiezan las empresas chinas es el de encontrar los trabajadores suficientemente capacitados que necesitan. Los trabajadores, por su parte, descubren que no tienen la preparación adecuada para los trabajos que se ofrecen.
China está cambiando a gran velocidad. En primer lugar, las tendencias demográficas significan que el número absoluto de trabajadores está comenzando a declinar. En 2012, tres millones menos de personas. Y la migración no va a lograr cerrar esa brecha: tanta gente ha migrado del campo a las ciudades que el flujo actual es insostenible.
Además, ahora que los sueldos chinos están subiendo, lugares como Vietnam y Camboya están comenzando a competir con China en manufacturas baratas. En el delta del río Pearl, por ejemplo, los costos de manufactura y mano de obra subieron 11% en 2011 y casi 8% el año pasado. Esto, en muchos sentidos, es una buena noticia. China quiere ascender en la cadena de valor, que es la forma de lograr que suba el nivel de vida. Pero eso trae consecuencias, algunas bienvenidas (trabajadores más ricos) y otras no tanto (escasez de habilidades).
En el extremo superior del mercado laboral, a pesar del notable aumento en el número de graduados terciarios en la última década, hay probabilidades de que la demanda de trabajo calificado supere la oferta en 24 millones de personas para 2020 (8 millones de graduados universitarios y 16 millones de vocacionales). Según un reciente informe de Adecco, la Universidad de Warwick y la Academia de Ciencias Sociales de Shanghai, el sector fabril chino necesita actualmente 12 millones de empleados calificados y los servicios profesionales (desde abogados a especialistas financieros e intérpretes) unos 3,3 millones.
Para el sector financiero es vital incrementar su fuerza laboral calificada porque si no podría frenarse la expansión de la banca minorista: China tiene tan solo unos 100 actuarios formados y necesitará 5.000 durante los próximos cinco años.
McKinsey estima que si China no cierra esa brecha, los costos de oportunidad podrían ser de más de US$ 250.000 millones (casi 2,3% del PBI).
China sabe que tiene un problema y ha trazado ambiciosos planes para elevar la calificación de la mano de obra. Pero los que instalen negocios allí no pueden esperar a que esa política rinda frutos. Las empresas deberán tomar medidas por su cuenta.
Un mercado inexplorado
El potencial oculto de India
El país asiático sobresale entre los BRIC por su extensión territorial, su gran población y su potencial académico y cultural. Sin embargo, solo 10% de sus habitantes tiene acceso a Internet. Las nuevas inversiones en IT podrían cambiar esto e incentivar a la economía a alcanzar nuevos récords.
China generalmente se lleva toda la prensa: es el BRIC de mayor población, el lugar en donde se establecieron innumerables industrias, la segunda economía del mundo. Tal vez por eso, muchas veces se pasan por alto las potencialidades de su vecino silencioso, India. Allí, entre ropa colorida y estatuas de Vishnu, hay un verdadero mercado, prácticamente inexplorado por las compañías locales y también las occidentales: se trata, nada más ni nada menos, de conectar a 1.200 millones de personas. Un desafío que, de ser exitoso, podría aumentar el PBI de India y empujarlo a nuevos récords.
Para ilustrar el tesoro oculto del negocio de la conectividad bien valen unas cifras. Del más de 1.000 millones de personas que hacen a la población del gigante asiático solo 120 millones, es decir 10%, tienen conexión a Internet. Al ritmo de las inversiones actuales, sin embargo, se estima que esta cifra pueda crecer a 330 millones solo en dos años. Para poner en perspectiva este crecimiento: se convertirían, de la noche a la mañana, en el segundo país con mayores conexiones en el mundo después de China.
Culturalmente, esta expansión comercial no es poca cosa. Implica una transformación radical en el sector de IT, una posibilidad de reinventarse, que podría, además, ser el salto hacia arriba de un PBI que ha sufrido, como todos, los efectos de la crisis económica internacional.
Un esfuerzo conjunto
En los papeles, están dadas las condiciones iniciales para que esto suceda. Pero también se necesita de la colaboración de diferentes actores, según un informe de la consultora McKinsey. El Estado, que deberá darle un marco legal a la actividad; el sector privado, que deberá invertir en infraestructura; y la comunidad de emprendedores, que tendrá en sus manos la creación de productos y servicios para los nuevos 350 millones de consumidores. En definitiva, un esfuerzo titánico y conjunto que debe darse armoniosamente.
Lo que se tiene para ganar es mucho. Hoy por hoy es poca la contribución que hace el sector al PBI nacional. De hecho, los ciudadanos/consumidores gastaron solo 1,6% del PBI en 2011 en tecnología, comparado con 3,4% que se gasta en los países industrializados. Pero esta brecha podría cerrarse en poco tiempo por dos razones, ambas de índole cultural: el comportamiento online de los consumidores, que se asemeja al de aquellos en economías más desarrolladas, y sus profesionales en IT, que se cuentan en los millones.
Con estas ventajas comparativas, no deja de sorprender que el país se encuentre tan pésimamente posicionado. En comparación con otros 57 países encuestados por McKinsey, India apareció entre los 25 últimos en variables como penetración de Internet sobre el total de la población, costo de banda ancha por mes y calidad de la infraestructura para prestar el servicio.
Es mucho lo que se debe hacer, entonces, si se pretende crecer al ritmo deseado para 2015. McKinsey lo marca en su informe “Online and Upcoming: The Internets Impact on India”. Por un lado, se debe extender la infraestructura de banda ancha de las ciudades más importantes hacia las zonas semiurbanas y rurales. Al ser un país de gran extensión territorial, este punto resulta clave porque conecta ciudades y personas de la misma manera que se pretendía que lo haga el servicio de trenes en la revolución industrial. Por el otro, estas inversiones no deben trasladarse a los precios. Si se masifica el servicio es para lograr que bajen los costos. Internet debe ser más accesible.
También es importante educar a aquellos que no hayan tenido vínculo alguno con la tecnología: este último punto resulta fundamental para achicar la brecha digital. Además, si de estimular el sector rápidamente se trata, la adopción de tecnología debe ser horizontal. Sectores públicos como el energético y la salud podrían beneficiarse enormemente de las nuevas tecnologías y, además, darle un impulso inusitado a la innovación.
Pero para que todo esto ocurra, el Estado debe estar más presente que nunca: crear un marco legal para el desarrollo de la actividad resulta pertinente para lograr más seguridad en las inversiones, especialmente de los emprendedores que son la pata más vulnerable de todo el proceso. De lograrse esta articulación las potencialidades de India en IT podrían concretarse y el país podría dejar de ser, finalmente, el eterno segundo de China en el continente.
Entre las nuevas grandes economías
La oportunidad de Indonesia
Una gran población y una cantidad significativa de recursos naturales ponen a Indonesia en una posición privilegiada entre los llamados “tigres asiáticos”. Su rápido crecimiento augura un futuro brillante entre las economías más poderosas del mundo, si logra cumplir su ambiciosa meta de crecer a 7% anual.
Tal vez por la distancia que separa a Indonesia de la Argentina, son pocas las noticias que llegan a estas tierras. De alguna manera, el mar celeste, profundo, que rodea al archipiélago, protege al país como una gran fortaleza. Es necesario escarbar en la arena para encontrar cifras realmente asombrosas de crecimiento que, de continuar la tendencia, podrían colocarla hacia 2030 como la séptima economía del mundo, pasando en el ranking incluso a Alemania y al Reino Unido.
Y no está tan lejos. Su posición actual es la de 16va en la tabla de economías poderosas gracias, en parte, a dos variables: una población grande y una cantidad significativa de recursos naturales. Su crecimiento de 7% anual se explica gracias al aumento en el consumo interno y al aumento en la productividad de sus industrias. Sin embargo, si pretende llegar más lejos y jugar en las grandes ligas con ese puñado de naciones que deciden el destino de la economía mundial, deberá mejorar algunos resultados.
Con los ojos en 2030
En los últimos 20 años las mejoras en la productividad industrial significaron 60% del crecimiento del país, pero afectando a sectores específicos mientras que otros permanecen comparativamente más atrasados. Lo cierto es que este aumento significó mejoras sustanciales para la población, que encontró estabilidad en el empleo.
Todas estas cuestiones calaron hondo y crearon una nueva y robusta clase media urbana que, como en el caso de China, salió desesperada a consumir. A este factor se debe, principalmente, 7% de crecimiento anual y no, como en el caso de otras economías asiáticas, a producir localmente y exportar productos manufacturados. Con un crecimiento poblacional que puede alcanzar 90 millones de habitantes para 2030, la esperanza es que el modelo continúe funcionando.
La base está. Pero crecer a tasas chinas no es nada fácil. Para seguir alcanzando sus ambiciosas metas debe encargarse de resolver los desafíos que impone esta nueva clase media. En principio, gestar políticas públicas para achicar la inequidad e invertir en infraestructura para seguir impulsando el crecimiento pero también enfocarse en reducir la excesiva burocracia estatal y los aparatos de corrupción que son la norma y que tardaron años en sedimentarse en la cultura de Indonesia.
Papel de la educación
Pero tal vez una de las oportunidades más sobresalientes sea la que propone la educación. La industria necesita profesionales entrenados, que son difíciles de conseguir en el país asiático. Crear un mercado de educación privada es un buen paso en este sentido y, además, los empresarios tienen el estímulo financiero para hacerlo: se estima que es un mercado que podría llegar a facturar US$ 40.000 millones para 2030.
Según McKinsey esta cifra podría aumentar todavía más, a US$ 1,8 billones (millones de millones) si existiese la decisión política el tamaño de otros mercados clave. A saber:
1. Consumo masivo
Aunque la clase media ha impulsado el crecimiento del sector de manera inusitada, si pretende continuar con esas cifras el Estado debe estimular al empresariado modificando el complejo sistema de regulación financiera y el pobre estado del transporte que hace más caros los procesos de logística. Así podrá instar a nuevos jugadores a entrar en la arena y hacer más atractivo un mercado que podría facturar US$ 1,1 billones en los próximos 20 años.
2. Agricultura y pesca
Para abastecer la demanda interna la productividad por campesino debería aumentar 60% por lo que es lógico asumir que el campo, en Indonesia, sigue muy atrasado. Si el país logra reducir el desperdicio post-cosecha y cambiar el mix de productos a otros de más consumo en el mercado, podría llegar a exportar 130 millones de toneladas al mercado internacional, lo que significaría ingresos potenciales por US$ 450.000 millones.
3. Energía
Este último punto es el más obvio. La demanda de energía se volverá clave en los próximos años, como también la de otros recursos estratégicos como el agua. Si decidiese invertir en explotar fuentes de energías alternativas –como los biocombustibles o energía geotérmica– el país podría suplir 20% de sus necesidades energéticas de esa manera.
Tendencias y desafíos
Algo le falta a Surcorea
Desde principios de los 60 Corea del Sur viene batiendo récords de desarrollo económico con una fórmula de crecimiento que combina industria pesada y exportación de manufacturas. Pero muestra un marcado desacople entre crecimiento de PBI y el ingreso medio de la población.
El PBI se triplicó en los últimos 20 años mientras Surcorea se convertía en la primera nación en pasar de ser receptora de ayuda de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) a ser miembro de la comisión de países donantes. El país es proveedor mundial líder de pantallas LCD, chips de memoria y teléfonos móviles y es el quinto fabricante de autos en el mundo.
Sin embargo, hay un desacople cada vez mayor entre el crecimiento del PBI y el ingreso medio de sus ciudadanos. El número de hogares con ingresos medios (o sea, los que ganan entre 50% y 150% del ingreso medio) cayó de 75,4% de la población a 67,5% desde 1990 y más de la mitad de ese porcentaje tienen problemas para llegar a fin de mes. El malestar que esto genera contribuye a generar tendencias que podrían afectar el crecimiento futuro. El informe que publica el McKinsey Global Institute, titulado Beyond Korean style: Shaping a new growth formula, analiza las causas de estos desafíos económicos y hace recomendaciones específicas para combatirlas.
Algunas realidades
Las grandes corporaciones industriales siguen creciendo rápidamente, pero en nuevos mercados globales; el empleo interno viene cayendo a razón de 2% anual desde hace 15 años. Eso deja la creación de empleo a las pequeñas y medianas empresas y al sector servicios muy poco desarrollado y con salarios a la mitad de lo que paga la manufactura.
Los gastos en vivienda y educación son muy altos. El precio medio de una vivienda equivale a 7,7 veces el ingreso anual medio. Es muy difícil financiar la compra de una vivienda porque los bajos porcentajes de financiación hipotecaria que se obtienen para la compra obliga a la gente a buscar préstamos suplementarios con altos intereses.
El gasto en educación privada también es muy alto (casi 9% del PBI) porque los surcoreanos creen que el acceso a una universidad de excelencia es el único camino para el éxito de sus hijos.
Una vez planteados los problemas, el documento del MGI propone medidas para fortalecer el ingreso, aumentar la demanda interna y crear una economía más equilibrada:
Facilitar la compra de vivienda. Cambiando el régimen de hipotecas, MGI calcula que los ciudadanos podrían ahorrar US$ 8.000 millones al año. También recomienda alentar la inversión en alquiler de viviendas y considerar programas de propiedad compartida.
Terminar con la escalada educacional. Mientras los surcoreanos siguen sacrificándose para preparar a sus hijos para la universidad, las tasas de desempleo son más altas entre los graduados universitarios que entre los graduados de escuelas secundarias vocacionales. Y cuando se computan los costos, el valor actual neto de lo que gana en toda su vida un graduado de universidad privada es muy inferior al de un graduado de escuela secundaria vocacional. Para ayudar a los padres a considerar alternativas a la educación universitaria, MGI sugiere más inversión en educación vocacional y la expansión de un programa llamado Meister, en el que los empleadores colaboran con los colegios para crear programas de estudio relevantes a las tareas buscadas. Una especie de sistema de dos carriles permitiría a los alumnos seguir estudiando en la universidad mientras avanzan en su carrera laboral.
Reforzar los servicios públicos y las Pyme. En Surcorea los servicios están en manos de empresas de poco valor agregado, especialmente los servicios locales (por ejemplo, restaurantes, ventas de inmuebles, transporte). Se deberían expandir sectores como salud, turismo y servicios financieros aplicando los métodos que llevaron al éxito a sectores que ya son globalmente competitivos.
Crear un sector Pyme emprendedor. La mayoría de las PyME son muy pequeñas y muy pocas de las medianas se convierten en empresas grandes. Surcorea carece de tradición emprendedora y ofrece poco apoyo a los innovadores. Podría, por tanto, trabajar para expandir el acceso al capital, aumentar las protecciones a la propiedad intelectual, enseñar emprendedorismo y actualizar las regulaciones a las quiebras. Todas estas medidas podrían resultar en una nueva fórmula de crecimiento que complemente el actual modelo y construya un futuro sostenible para todos los surcoreanos.
Cambios y nuevas respuestas
Destino industrial en la era global
El sector manufacturero global ha tenido una década difícil: grandes economías en desarrollo saltaron a la primera capa de naciones manufactureras, una fuerte recesión ahogó la demanda y el empleo cayó a ritmo acelerado en las naciones avanzadas. Con todo, la manufactura sigue siendo importante tanto para el mundo en vías de desarrollo como para el avanzado.
En el primero sigue ofreciendo un puente entre la agricultura de subsistencia y mejores ingresos y niveles de vida. En el segundo, sigue siendo una fuente vital de innovación y competitividad, hace enormes aportes a la I+D, a las exportaciones y al crecimiento de la productividad. Pero el sector ha cambiado y ni empresarios ni políticos pueden confiar en las viejas respuestas para el momento.
El McKinsey Global Institute encomendó la investigación “Manufacturing for the Future: The next era of global growth and innovation” para tener una idea clara de cuál es el aporte de la manufactura global a la economía de hoy y analizar las tendencias de largo plazo que darán forma a la manufactura en las próximas décadas. La primera pregunta fue:
¿Importa la manufactura?
El futuro que vislumbran los firmantes del estudio es promisorio. En los próximos 15 años otros 1.800 millones de personas entrarán a la clase consumidora global y el consumo mundial se duplicará a US$ 64 billones (millones de millones). Las economías en desarrollo seguirán al frente del crecimiento global en la demanda de manufacturas y serán importantes mercados. Todos los factores mencionados en la investigación señalan una era de verdaderas oportunidades para el sector en el ámbito global. Las conclusiones incluyen los siguientes puntos:
• El rol de la manufactura está cambiando. La forma en que hace su aporte a la economía cambia a medida que las naciones maduran: en las economías avanzadas, fomenta la innovación, productividad y el comercio más que el crecimiento y el empleo. En esos países, ha comenzado también a consumir más servicios y a depender más de ellos para operar.
• La manufactura no es monolítica. Es un sector diverso con cinco grupos de industrias, cada una con claves específicas de éxito.
• Está entrando en una fase dinámica. A medida que emerge una nueva clase consumidora global en las naciones en desarrollo, y las innovaciones disparan demanda adicional, los fabricantes globales tendrán importantes oportunidades nuevas, pero en un ambiente mucho más incierto.
Globalmente la manufactura sigue creciendo. Se adjudica aproximadamente 16% del PBI global y 14% del empleo. Pero el tamaño relativo del sector en una economía varía con su etapa de desarrollo. A medida que las economías se industrializan, el empleo y la producción suben rápidamente pero una vez que su participación en el PBI llega a su pico –entre 20 y 30% del PBI– cae en un patrón de U invertida junto con su participación en el empleo. Esto ocurre porque a medida que suben los sueldos, los consumidores tienen más dinero para gastar en servicios y así se acelera el crecimiento de ese sector, que se convierte en más importante como fuente de crecimiento y de empleo.
Hay aquí una evolución que desactualiza la visión tradicional, según la cual manufactura y servicios son sectores diferentes y separados. Los servicios implican una creciente cantidad de actividad manufacturera. En Estados Unidos, cada dólar de producción manufacturera requiere 19 centavos de servicios. Y en algunas industrias, más de la mitad de los empleados trabajan en roles de servicios, como ingenieros en I+D o personal de soporte.
Cuando las economías avanzadas se recuperen de “la Gran Recesión”, es probable que se acelere la contratación en manufactura. Los fabricantes seguirán contratando trabajadores, tanto en roles de producción como de no producción (como diseño o servicios de posventa), pero en el largo plazo la participación de la manufactura en el empleo seguirá bajo presión como resultado de las permanentes mejoras en productividad, que empujan a las economías avanzadas a especializarse en actividades que requieren mayor habilidad.
El sector no es monolítico. No hay dos industrias manufactureras iguales; algunas son de trabajo intensivo, otras de conocimiento intensivo. Algunas dependen mucho del transporte mientras para otras la proximidad de los clientes es el tema fundamental. La investigación identifica cinco grandes segmentos y analiza los diferentes factores de producción que influyen en las diferentes decisiones estratégicas. El segmento más grande por producción incluye industrias como la automotriz, farmacéutica y química. Ellas dependen fuertemente de la innovación y también necesitan proximidad con los mercados. El segundo segmento por tamaño es el procesamiento regional, que incluye industrias como editoriales, alimentos y bebidas. El segmento más pequeño, con apenas 7% de la manufactura global con valor agregado, produce transables de trabajo intensivo.
Nueva fase dinámica
La manufactura está entrando en una nueva fase dinámica. Para 2025 se habrá incorporado al mundo una nueva clase consumidora global y la mayor parte del consumo tendrá lugar en economías en desarrollo. Eso generará grandes oportunidades en mercados nuevos. Mientras tanto, en los mercados establecidos, la demanda se está fragmentando por acción de los clientes que piden más variación y más tipos de servicios de posventa. Una larga lista de innovaciones en materiales y procesos también promete crear nueva demanda y lograr más avances en productividad en todas las industrias y geografías.
Esas oportunidades surgen en un clima extremadamente peligroso. En algunos mercados de mano de obra barata, los sueldos suben rápidamente. Altos precios de los recursos, escasez de talento en ciernes y mayores riesgos regulatorios crean un entorno mucho más incierto que antes de “la Gran Recesión”.
Fabricantes y políticos necesitan nuevos métodos y capacidades. Las empresas deben desarrollar una gran comprensión de los mercados emergentes y de las necesidades de sus actuales clientes. También necesitarán métodos ágiles para el desarrollo de estrategia, usando planificación de escenarios en lugar de pronósticos puntuales, por ejemplo. Y tendrán que hacer grandes apuestas en oportunidades de largo plazo, como entrar a nuevos mercados en economías en desarrollo o cambiar a materiales nuevos, pero deberán hacerlo minimizando riesgos.
Un gran desafío para los fabricantes será encarar el tema de la huella ambiental de una forma mucho más específica. Las industrias de trabajo intensivo casi siempre adoptan el camino de los sueldos bajos, pero otras, con necesidades más complejas, deben sopesar factores tales como acceso a transporte barato, el conocimiento de los consumidores o empleados calificados. El resultado bien podría ser una un nuevo tipo de compañía manufacturera global, una empresa en red que use big data y analytics para responder rápidamente y con decisión a condiciones cambiantes y también perseguir oportunidades e largo plazo.
Para los políticos, apoyar a las industrias manufactureras a competir globalmente significa que la política debe estar basada en una amplia comprensión de los diversos segmentos de la industria en una economía nacional o regional y también las grandes tendencias que los afectan. Por ejemplo, quienes diseñan la política energética deberán considerar qué segmentos se verán afectados por precios altos o bajos de la energía, o cómo va a ser la fuerza del impacto. También deberían reconocer que sus objetivos de largo plazo para crecimiento, innovación y exportaciones se benefician apoyando medidas que abren puertas a los fabricantes (como inversión en infraestructura moderna) y ayudándolos a hacer conexiones que necesitarán para acceder a los mercados emergentes.
Dos prioridades fundamentales tanto para los Gobiernos como para las empresas son educación y desarrollo de capacidades. Las empresas tienen que crear sus capacidades para investigación y desarrollo y también en data analytics y diseño de producto. Van a necesitar trabajadores calificados y conocedores de computación y gerentes ágiles para las complejas cadenas de suministro globales. Además de los permanentes esfuerzos por mejorar la educación pública, especialmente la enseñanza de matemáticas y habilidades analíticas, los políticos deben trabajar con instituciones educativas e industriales para asegurar que las habilidades aprendidas en la escuela se adecuan a las necesidades de los empleadores.
Crece la “clase consumidora”
Grandes desafíos para el nuevo mundo urbano
Es el motor económico del mundo desde hace mucho tiempo porque atrae trabajadores calificados, negocios productivos y se beneficia con economías de escala. A medida que los países se desarrollan casi siempre crecen en forma paralela la población urbana y el PBI per cápita. Pero lo que sorprende de la actual ola de urbanización masiva es su velocidad y escala.
La incorporación a la vida urbana de gente que antes vivía en el campo está elevando el ingreso de millones de personas en todo el mundo. Según el cálculo que hace el McKinsey Global Institute en el estudio titulado “Urban World: cities and the rise of the consuming class”, 1.000 millones de personas entrarán a la “clase consumidora” para el año 2025 y tendrán ingresos suficientes para convertirse en consumidores importantes de bienes y servicios. De esos 1.000 millones, unos 600 vivirán en solo 440 ciudades ubicadas en mercados emergentes que generarán cerca de la mitad del crecimiento del PBI global entre 2010 y 2025.
El análisis destaca en especial a un grupo de 600 ciudades –que llama City 600– que por su contribución al crecimiento del PBI global generará casi 65% del crecimiento económico mundial para 2025. Hoy, esas 600 ciudades cobijan poco más de 20% de la población mundial pero representan casi US$ 34 billones, o sea más de la mitad del PBI global. Entre 2010 y 2025, calculan los investigadores de McKinsey que el PBI combinado de esas 600 ciudades se duplicará a US$ 65 billones.
La suma de consumo e inversión podría inyectar a la economía mundial más de US$ 30 billones de gasto anual, siempre para el año 2025. Pero hay problemas. La rápida urbanización en economías emergentes, con su creciente cantidad de consumidores con buen poder adquisitivo, ya está inflando la demanda de recursos naturales y de capital. Los precios de los recursos están altos y podrían subir más.
Esto significa, según los redactores del informe, que si las ciudades no invierten para mantenerse al día con el aumento de las necesidades de su población cada vez más numerosa, pueden quedar atrapadas en prácticas ineficientes y costosas que más tarde se convertirán en impedimentos para el crecimiento sostenible.
Empresas y Gobiernos
Además, la forma en que tanto empresas como Gobiernos reaccionen ante este cambio profundo dará forma a las perspectivas futuras. Para captar las oportunidades que surgen de la urbanización, las empresas van a necesitar mucha inteligencia de mercado. Muchas de las 440 emergentes no son muy conocidas fuera de sus propias naciones. Las tendencias demográficas y de ingreso varían según el país y la ciudad y el consumo de los diferentes productos y servicios comienza a subir en todos los niveles de ingreso. Equipadas con información detallada sobre los mercados urbanos, las empresas deberán asignar recursos proactiva y agresivamente para aprovechar las oportunidades. Las que entiendan y respondan a los cambios en los mercados van a tener enormes beneficios. Sin embargo, una encuesta de McKinsey revela que son menos de 20% los ejecutivos que están tomando decisiones a escala ciudad.
Los legisladores tienen otros desafíos. En el mundo en desarrollo, la tarea es manejar el crecimiento de forma tal que evite las deseconomías de escala y cree la base para el desempeño económico sostenible. En el mundo desarrollado, la meta es mantener una sólida tasa de crecimiento con alta productividad, nuevas inversiones y mejores lazos con regiones emergentes.
Panorama para 2025
El PBI de 600 ciudades crecerá a más de US$ 30 billones (millones de millones), o casi 65% del crecimiento global.
440 ciudades emergentes aportarán US$ 23 billones, o 47% del crecimiento global.
Las ciudades necesitarán más de US$ 10 billones anuales.
Habrá 1.000 millones de nuevos consumidores en ciudades emergentes.
440 ciudades emergentes alojarán al 60% de los nuevos consumidores urbanos.
El consumo anual en esas 440 ciudades emergentes se estima en US$ 10 billones.
Las ciudades van a necesitar construir una superficie equivalente a 85% de la cantidad actual de edificios. Eso significa una superficie equivalente a toda Austria.
La demanda de agua ascenderá a casi 80.000 millones de metros cúbicos.
La infraestructura portuaria deberá crecer 2,5 veces para hacer frente a la creciente demanda de embarque de contenedores.
Nuevo sistema de certificación
Ahora sí universidad para todos
Con el avance de los cursos online, abiertos para todos, las universidades tradicionales tienen ante sí un peligro y muchas oportunidades. Pueden, por ejemplo, refrendar con su marca, los títulos obtenidos en Internet. El nuevo sistema de entrega educativa es algo más que un mecanismo de distribución.
Con la proliferación de cursos masivos por Internet, generalmente gratuitos y abiertos a cualquier persona conectada a la red (MOOC), comienza a vislumbrarse el poder transformador de la educación superior online. Hay un proyecto de ley en California (EE.UU.) que, de aprobarse, obligará a las universidades a convalidar cursos hechos fuera de sus campos a través de Internet; se tratará de cursos que habrán obtenido previamente del Estado el debido control de calidad. Es un nuevo sistema de certificación que podría competir con los títulos universitarios tradicionales en el futuro y que genera entusiasmo por una universidad más democrática. Pero simultáneamente están quienes temen que se podría estar abriendo las puertas a negocios privados sin vocación de servicio público.
Esta nueva forma de enseñar y aprender responde también a la creciente frustración de los empleadores con las habilidades de los graduados. El nuevo sistema de entrega educativa es algo más que un mecanismo de distribución; si se lo hace bien, promete a los estudiantes una nueva manera, más rápida y consistente, de relacionarse con contenido de alta calidad, además de resultados mensurables. Por lo tanto, esta innovación tiene la potencialidad de crear enormes oportunidades para estudiantes, empleadores y profesores estrella aunque cambie radicalmente las prácticas y la estructura de costos de las universidades tradicionales.
Para aceptar la promesa de este nuevo mundo sin perder lo mejor del viejo se necesitarán nuevas formas de compatibilizar la fenomenal expansión del acceso a instrucción de clase mundial con incentivos para crear propiedad intelectual y comunidades académicas además de líderes universitarios lo suficientemente expertos como para dar forma a esos nuevos modelos de negocios.
Tendencias convergentes
Hay dos grandes tendencias convergentes. Por un lado, crece la frustración con el desempeño de las instituciones tradicionales, ya que muchos empleadores se quejan de que los graduados no tienen las habilidades que ellos necesitan. Por el otro, el gasto en educación crece a pasos agigantados.
Mientras tanto, está explotando la revolución del aprendizaje online. Coursera, un emprendimiento que emplea profesores de 62 universidades (incluidas las de Princeton, Stanford, Michigan y Pennsyslvania) tiene muchos cursos con 50.000 a 100.000 usuarios que pagan nada por acceder a los mejores profesores del mundo; en general, la compañía tiene más de 2,7 millones de estudiantes registrados (casi todos extranjeros) que se inscriben por lo menos para un curso.
Luego está edX, una sociedad sin fines de lucro creada por la Universidad de Harvard y el Massachusetts Institute of Technology (MIT), que revolucionó el año pasado la educación superior estadounidense al abrir sus clases a través de la red. EdX creó un prototipo de asignatura sobre Circuitos y Electrónica y se matricularon 120.000 estudiantes de todo el mundo, apenas unos centenares menos que los que estudian en MIT cada año académico. El proyecto EdX aspira a acercar el contenido de los cursos ofrecidos por Harvard y MIT a millones de estudiantes en todo el mundo. No habrá ediciones especiales de las clases para aquellos que accedan a través de Internet, aunque sus certificados no equivaldrán a los de aquellos que sí pagaron una matrícula y asistieron a clases presenciales.
También está Udacity, la primera universidad online gratuita para todo el mundo. Fundada por el renombrado profesor de Stanford Sebastian Thrun, quien dejó la docencia en el centro para concretar este proyecto revolucionario, una “universidad” online gratuita e interactiva para cualquier persona en el mundo. Desde el 3 de junio de 2013, Udacity tiene 23 cursos activos. La materia “Introducción a la programación computarizada” ya fue cursada por nada menos que 200.000 estudiantes de todo el mundo.
Los dos centros universitarios –edX y Udacity– invertirán un total de US$ 60 millones para distribuir el material de las clases a través de videos, exámenes y pruebas teóricas alojadas en páginas de Internet. Se trata de una expansión de la experiencia educativa online –que ya ofrecen muchas universidades estadounidenses, aunque no de manera gratuita– y en la que el estudiante puede acomodar su ritmo en función de sus necesidades.
Reflexiones sobre educación online
Lo importante a definir es cuándo será que esos MOOC ofrezcan no solo una forma revolucionaria de aprender sino además credenciales sólidas que sean valoradas por los empleadores. En este sentido ya hay algunas señales. Coursera anunció hace poco que cinco de sus cursos fueron aprobados por American Council on Education.
El Campus Global de la Universidad de Colorado comenzó a dar créditos para la carrera de introducción a la programación computarizada que ofrece Udacity siempre que los estudiantes aprueben un examen supervisado por la universidad. Una vez instalada una suficiente infraestructura de exámenes creíbles y evaluaciones para estos MOOC, y que los estudiantes de edX y Udacity comiencen a dar esos exámenes en cientos de centros regionales, se empezará a concretar la revolución educativa.
En ese nuevo mundo, los estudiantes adquirirán credenciales mediante evaluaciones regulares. Las evaluaciones convencerán a los empleadores de que esos títulos son confiables indicadores de éxito en el trabajo, y entonces confiarán en la seriedad del estudio realizado por los candidatos. Una vez que este desafío al actual monopolio de las instituciones acreditadas comience, una gran porción de la educación superior podría sufrir lo mismo que sufrió la industria de la música diez años atrás, cuando la distribución centralizada y controlada de los álbumes musicales dio paso, gracias a la tecnología, a “playlists” o listas de temas ensambladas por individuos particulares.
¿Qué deberían hacer las universidades?
Si una porción importante de la educación superior está destinada a sufrir este desafío, ¿qué deberían hacer las universidades? La respuesta depende de cuáles sean los modelos de negocios online que evolucionen.
Hoy los modelos de negocios se expanden por toda la gama. En un extremo están las escuelas de posgrado que cobran tarifa completa por títulos online. En la universidad de North Carolina, por ejemplo, un MBA online cuesta más de US$ 90.000.
Las escuelas tradicionales de grado están ofreciendo también títulos online por aproximadamente el mismo precio que cobran por la educación presencial. Algunos proveedores de cursos online los cobran igual que los cursos presenciales a pesar de tener costos mucho menores. En el otro extremo del espectro, las plataformas de aprendizaje online como Coursera, edX y Udacity podrían estar creando la expectativa de que la educación debería ser gratuita. Tal vez ese sea el modelo prometedor, pero la idea de gratuidad podría resultar un camino peligroso que debilite la posibilidad económica de crear cursos nuevos. Por eso el presidente del MIT, L. Rafael Reif, sugirió recientemente que los estudiantes online deberían pagar cuotas modestas para ayudar a la universidad física a sostener su misión.
En general, por lo que se ve con estas primeras ofertas, el sistema emergente no será tan mala noticia para las instituciones tradicionales. Tienen nuevas fuentes de ingresos para aprovechar: cobrar por los certificados con la marca de la universidad o cobrar por los exámenes supervisados para convalidar los estudios vía MOOC.
Hay inmensos mercados por atender en el mundo y hay empleadores con quienes trabajar para asegurar que los estudiantes adquieren las habilidades esenciales. Más allá de esto, está la posibilidad de poner el acceso a la educación de alta calidad al alcance de una cantidad inimaginable de personas. Con todo, los líderes universitarios harían bien en desarrollar por lo menos dos principios rectores para dar forma a su respuesta.
• Los ahorros que se consiguen con educación online deberían pasarse a los estudiantes con dificultades económicas.
• Es importante que la educación no sea vista como un bien gratuito. Las plataformas online deben dar algo de ganancia para que el modelo sea viable. Debe haber incentivos para crear contenido de calidad y ofrecer enseñanza de primer nivel a todos los habitantes del planeta.