Bahía Blanca enfrenta una catástrofe sin precedentes. En menos de 12 horas, la ciudad recibió más de 300 milímetros de lluvia, lo que equivale aproximadamente a la mitad de lo que llueve en un año entero. Como consecuencia, se perdieron vidas, hay personas desaparecidas y los vecinos tuvieron que ser evacuados. La infraestructura local colapsó, con rutas destruidas y barrios enteros anegados.
Este desastre no es un evento aislado. Greenpeace advierte que el avance del cambio climático y la destrucción de los ecosistemas están intensificando la frecuencia y magnitud de estos fenómenos extremos. “Las inundaciones y sus consecuencias se ven agravadas por décadas de políticas que permitieron la deforestación, la urbanización sin planificación adecuada y la degradación de los ecosistemas”, afirma Matías Arrigazzi, integrante del equipo de campañas y especialista en biodiversidad y cambio climático de Greenpeace Argentina.
Desde la organización explican que los ecosistemas funcionan como barreras naturales contra las inundaciones. Los humedales actúan como esponjas que absorben el exceso de agua, mientras que los bosques y suelos saludables regulan el flujo hídrico. Sin embargo, en Argentina se han destruido más de 8 millones de hectáreas de bosques en las últimas dos décadas y los humedales continúan siendo rellenados para desarrollos inmobiliarios y productivos sin control. Cuando se desmonta un bosque o se rellenan humedales, el suelo pierde su capacidad de absorción y el agua que antes era retenida por la naturaleza ahora arrasa con todo a su paso. Es urgente proteger estos ecosistemas y restaurar los que fueron destruidos si queremos evitar que estas tragedias se repitan.
La protección efectiva de los ecosistemas clave debe ser una prioridad, con una estricta aplicación de la Ley de Bosques, y de la de los glaciares. También es fundamental una planificación urbana responsable que evite la construcción sobre áreas de absorción natural del agua. La adaptación climática requiere inversiones en infraestructura sostenible y sistemas de drenaje eficientes para reducir el impacto de lluvias extremas. Además, es imprescindible reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para atacar las causas estructurales del cambio climático.
“La crisis climática ya está acá y sus consecuencias son devastadoras. Cada minuto que pasa sin acción agrava el problema. No podemos seguir esperando”, concluye Arrigazzi.
Según Greenpeace, las inundaciones en Bahía Blanca son una prueba más de que la crisis climática es una emergencia real y actual, y la única forma de evitar tragedias como esta es protegiendo la naturaleza y adoptando políticas ambientales firmes e inmediatas.