Revancha del capitalismo asiático: crítica al modelo de casino anglosajón

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En 1997/8 cuando Asia oriental y sudoriental sufrían una crisis sistémica propia, los gurúes del oeste culparon al capitalismo típico de esos países. No era serio generalizar sobre casos tan disímiles como Japón y Malasia, y por esos sus diagnósticos erraron.

<strong>La receta propia</strong><br /><br />Por ejemplo, “<em>no derregular por demás el sector financiero, tomar prestado lo necesario, cuidar la economía real, invertir en productividad, educación y tecnología</em>”. Algo así como lo inverso al consenso de Washington (1989) que, antes de esfumarse, promovió el foro de Davos, predicó la convertibilidad y fomentó la figura de quiebra soberana. Si se hubiese aplicado, hoy sus víctimas incluirían economías centrales. <br /><br />Comparando el desempeño de lo que se llama incorrectamente “Asia” (olvidando sus partes: central, occidental y septentrional) con Occidente, “queda claro –subraya Mahbubani- que, en tanto Estados Unidos levantaba una casa de naipes, nuestra región se dedicaba a las economías reales”. No obstante, subsisten dos plazas “<em>offshore</em>” tan especulativas como Hong Kong y la propia Singapur, una ciudad sin estado alrededor.<br /><br />Por supuesto, muchos analistas anglosajones no se rinden fácilmente. Reconocen, sin duda, que los bancos del este en general no han incurrido en los excesos del oeste. También saben que los sectores público y privado de los países principales siguen aferrado al ahorro. Sus ejecutivos –salvo los de empresas familiares, como en Surcorea- no se han asignado escandalosas remuneraciones. <br /><br />Sin embargo, esos puntos fuertes a veces combinan ventajas con inconvenientes. El enorme ahorro interno japonés debe tanto a los deficientes sistemas de seguridad social cuanto a la sobriedad de la gente, por lo cual es difícil estimular la demanda del público. Ésas y otras trabas de mayor envergadura forman parte, sin duda, de un “<em>modelo capitalista oriental</em>”.<br />Por cierto, la zona entre el Pacífico al noreste y el Índico al oeste depende de una especie de “superdemanda” de bienes y servicios todavía vigente. Esos países suponen que, al concentrarse en la economía física (electrónicos de uso final, máquinas herramientas, barcos, vehículos), soslayarán la crisis sistémica occidental. Pero buena parte de sus compradores se debaten en esas turbulencias. <br /><br />Japón retorna como ejemplo. Este año, su desempeño en términos de producto bruto interno será superior sólo al de Rusia en el G-8, estima el FMI. A criterio de Dresdner Kleinwort (Tokio) el PBI podría ceder 6%; una exageración. Pero, al ampliar la mirada a todo el país, se descubre que sus bancos tienen escasos activos tóxicos ajenos y Tokio exhibe altos superávit de intercambio y cuenta corriente en balanza de pagos.<br /><br />Finalmente, algunas economías del área (India es una) eludirán lo peor porque no se han integrado a la misma globalización que hoy se repliega a lo financiero y lo comercial, pese al proteccionismo en nuevo auge. Delhi mantiene restricciones al capital externo en varios sectores económicos, con resultados algo contradictorios. Especialmente donde se aplican subsidios. <br /><br />Ajena a los mitos capitalistas, China empero no desiste de mejorar la eficiencia del sector financiero, sin sacar de la órbita estatal. De paso, fomenta una curiosa competencia bursátil en la ciudad-estado Hong Kong y las grandes bolsas del país (Shangai, Guangzhou, etc.).<br /><br />Todo este variopinto escenario enciende la imaginación a ambas orillas del Pacífico. Algunos ven la estatización parcial de entidades financieras fallidas en EE.UU., Gran Bretaña o Alemania como síntoma de que Occidente marcha al dirigismo, al menos en materia financiera. Ni hablar de Detroit, que se debate entre quiebras, extranjerización o intervenciones del gobierno.

Ignorando diferencias abismales, que los economistas serios conoc&iacute;an perfectamente, muchos analistas financieros elaboraron interpretaciones demasiados gen&eacute;ricas. Sus defectos quedaron patentes cuando Rusia, Turqu&iacute;a, Ucrania, Brasil y Argentina se sumaron a las turbulencias.<br />
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Como parte de la sapiencia convencional, en varias universidades y escuelas de negocios anglosajonas sindicaban a Asia Pac&iacute;fico como en extremo dependientes de fondos ex&oacute;genos v&iacute;a bancos sujetos a los gobiernos. Ello en vez de apoyarse en mercados libres, creativos y eficaces. En verdad, se abusaba del &ldquo;capitalismo entre compinches o familiares&rdquo;, donde el inter&eacute;s estatal estaba ligado a clanes o grupos cerrados por dem&aacute;s entrelazados. <br />
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Aun en forma tan evolucionadas como la japonesa &ndash;<em>zaibatsu, keiretsu</em>-, los ejecutivos quedaban a cubierto de presiones originadas en los accionistas y, por ende, no eran lo bastante eficientes ni ten&iacute;an en cuenta los intereses del inversor. Entretanto, los gobiernos interfer&iacute;an demasiado en las tomas de decisiones y desde&ntilde;aban las supuestas &ldquo;fuerzas creativas del mercado&rdquo;. <br />
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Dejando a un lado el virtual colapso del modelo anglosaj&oacute;n, tal como lo muestra la presente crisis sist&eacute;mica en las econom&iacute;as &ndash;que los gur&uacute;es no supieron prever-, las cosas se ha dado vuelta. El modelo Asia Pac&iacute;fico (abarcando Asia meridional), sus reguladores, pol&iacute;ticos, funcionarios y empresarios pasan a la ofensiva, junto con Rusia y otras econom&iacute;as emergentes. Hoy, catedr&aacute;ticos y banqueros centrales del este censuran el &ldquo;capitalismo de casino&rdquo; anglosaj&oacute;n y sus sucesivas burbujas de aire caliente, China se da el lujo de dudar sobre la calidad de las letras de tesorer&iacute;a norteamericanas, otrora sagradas.<br />
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Este giro copernicano refleja un justificable alto grado de autoestima. Gobiernos heterodoxos como Beijing, Tokio, Se&uacute;l o Taipei son los mayores tenedores de deuda estadounidense titulizada. A fin de marzo, dos tercios de las reservas internacionales chinas (US$ 1,95 billones) se compon&iacute;an de esos bonos. Mientras, las bolsas de varios pa&iacute;ses emergentes elud&iacute;an los cimbronazos m&aacute;s graves de la crisis, en tanto otra cumbre del Grupo de los 20 no consegu&iacute;a armonizar criterios entre sup&eacute;rstites del capitalismo anglosaj&oacute;n y el renano. <br />
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Meses atr&aacute;s, Wen Jiabao &ndash;primer ministro chino- denunciaba en Davos, tambaleante Meca del capitalismo financiero, &ldquo;un modelo occidental insostenible, cuyo desarrollo se basaba en escaso ahorro y alto consumo, ahora en colapso&rdquo;. Beijing pon&iacute;a en evidencia &ldquo;bancos y otras entidades cuyas acciones est&aacute;n en el piso y su propiedad parcial del estado chino&rdquo;. <br />
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Tocando la misma canci&oacute;n, Prakash Dyavadekar (del Bharatiya dyanata, partido nacionalista indio) define el capitalismo anglosaj&oacute;n como &ldquo;autocomplaciente en extremo&rdquo;. Eso mientras tantos &ldquo;<em>pukka sahib</em>&rdquo; hind&uacute;es o <em>sij </em>sirven incondicionalmente a ese capitalismo. Menos l&iacute;rico, Eisuke Sakakibara &ndash;ex ministro japon&eacute;s de hacienda- es tajante: &ldquo;Despu&eacute;s de esta crisis, las econom&iacute;as centrales no volver&aacute;n a los patrones de gasto previos. Todo ser&aacute; muy distinto. Se acab&oacute; la era norteamericana&rdquo;. En el plano acad&eacute;mico, ironizaba un diario de Estocolmo, &ldquo;muchos Nobel econ&oacute;micos debieran devolver las medallas, si no la plata&rdquo;. <br />
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El singapur&eacute;s Kishur Mahbubani fue un profeta de esa decadencia. Admite que Asia sudoriental copi&oacute; aspectos del capitalismo anglosaj&oacute;n, en particular la fe en los mercados libres. Pero, &ldquo;luego de sufrir durante la crisis de 1997/8 las recetas del Fondo Monetario Internacional &ndash;m&aacute;s tarde ignoradas por los pa&iacute;ses centrales, es momento de aplicar lecciones propias&rdquo;.

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