<p>El ministro de Asuntos Estratégicos de Brasil, Roberto Mangabeira Unger se reunió en Buenos Aires con funcionarios del gobierno nacional para explicar el proyecto de cambio que intenta delinear para su país, como un innovador programa de seguridad. En ambos casos, el controvertido intelectual brasileño cree que la Argentina y Brasil deben transitar juntos este camino.<br />
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En un viaje anterior, el año pasado, insinuó estos temas y demostró estar a la búsqueda de su interlocutor en el gobierno local. En primera instancia, parece ser Julio de Vido, el ministro de Planificación de Cristina Kirchner.<br />
Sin embargo, no parece haber logrado la recepción que esperaba, y aprovechó para intentar entusiasmar al jefe de Gabinete, Sergio Massa. Aunque antes había deslizado el concepto, reiteró su idea que si bien la crisis mundial es preocupante, también es una excelente oportunidad para que países como la Argentina y Brasil la aprovechen en cambiar el paradigma tradicional.<br />
Ya el año pasado, Mangabeira Unger decía que deseaba que la inminente crisis se produjera, porque “sería una oportunidad para Brasil y la Argentina”. <br />
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Fundaba su optimismo en la historia: decía que ambos países crecieron, a fines del siglo 19 y del 20, luego de grandes conmociones en Estados Unidos y el mundo desarrollado.<br />
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Pero, ¿quién es Mangabeira Unger?<br />
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Mangabeira (61) es un jurista y político carioca, que durante años ejerció como profesor de Derecho en Harvard (Estados Unidos), en 2006 fue candidato presidencial del diminuto Partido Humanista de la Solidaridad, se convirtió luego en acerbo crítico del presidente Luis Inazio Lula da Silva y, a mediados de 2007, fue convocado por éste para que se encargara de de organizar el futuro del país.<br />
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Ambicioso, imaginativo y polémico, Mangabeira lanzó el Plan Amazonia Sustentable, cuyos dos propósitos son, en apariencia, incompatibles: desarrollar la región selvática del Amazonas, generando riqueza para sus 25 millones de habitantes… y preservar el medioambiente.<br />
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Mangabeira se ubica entre dos posiciones extremas: <br /><br />• Una pretende desarrollar la Amazonia a como dé lugar, destruyendo bosques lluviosos y abriendo nuevos espacios para la agricultura extensiva; esto afectaría la capacidad de “limpiar” el ambiente, ya que el desmonte implica menos fotosíntesis y, por lo tanto, menos captura de anhídrido carbónico. <br />• La otra posición consiste, según ironiza el propio Mangabeira, en “mantener la región amazónica como un santuario para el deleite de la Humanidad”.<br /><br />Él se propone llevar adelante un desarrollismo sostenible. La Amazonia será “un gran laboratorio nacional, la vanguardia donde repensar Brasil” y crear un sistema de transporte multimodal, así como una agricultura y una ganadería modernas, que sirvan de solución no sólo local, sino para todo el país”.<br /><br />En su discurso, no habla de la integración regional.<br /><br />Los proyectos de Mangabeira, por otra parte, no se limitan a lo económico. Con la cooperación del Ministerio de Defensa y los jefes de las fuerzas armadas ha elaborado un Plan Estratégico Defensivo. “Necesitamos reorganizar las fuerzas armadas en torno de una vanguardia científica, con una industria orientada a desarrollar su propia tecnología”, sostiene el planificador. <br />La doctrina militar que impulsa este súper-ministro se basa en unidades de desplazamiento rápido, que se establecerían en la Amazonia y las regiones fronterizas. Esto último podría convertir a Brasil en un gendarme regional: salvo con Chile y Ecuador, el país tiene fronteras con toda Sudamérica: la Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Perú, Colombia, Venezuela, Guyana, Suriname y Guayana Francesa. <br /><br />Según Mangabeira, esta nueva política de defensa no implicaría una actitud belicista. Brasil, impulsor del flamante Consejo Sudamericano de Defensa, auspicia el establecimiento de “mecanismos de consulta, a fin de prevenir conflictos como los de Colombia y Ecuador, o resolverlos rápidamente si se producen”. La “apuesta final”, dice Mangabeira, es una Sudamérica que “comparta un escudo de defensa” e integre su industria militar. <br /><br />Pese a las aclaraciones, estas iniciativas hacen temer la reaparición de un Brasil aislacionista, dispuesto a multiplicar su mercado interno y construir un fuerte aparato militar: esfuerzos dirigidos a cumplir el viejo sueño de ser una potencia.<br />En tal caso, el Mercosur estaría frente a una seria amenaza, que podría llevar a su disolución; y la Argentina ante el peligro de quedar atada a la suerte de su eterno rival.<br /><br />
Mangabeira sostiene que, lejos de ser aislacionista, su plan tiene por objeto una alianza como nunca existió entre la Argentina y Brasil.<br />Le da (eso sí) más importancia a la relación bilateral (A + B) que al Mercosur.<br /><br />A su juicio, “Brasil y la Argentina deben establecer una comunión” y empezar, ya mismo, a formar “emprendimientos binacionales”, no sólo industriales y agrícolas; también científicos, tecnológicos y militares. <br /><br />Para el ministro brasileño, la aislacionista es la Argentina. Él encuentra que, en Buenos Aires, no hay demasiado entusiasmo por la alianza A + B. Quizás en eso influya el temor a que Brasil, con su abrumadora supremacía demográfica y su dimensión económica, se termine devorando a la Argentina. Muchos políticos y economistas argentinos, que defienden el Mercosur, no lo hacen porque amplíe el mercado interno y aumente la competitividad del conjunto. Lo hacen porque creen que, con la presencia de Uruguay y Paraguay, más las restricciones que impone la normativa comunitaria, Brasil tiene menos posibilidades de sacarle ventajas a la Argentina.<br /><br />Para Mangabeira, estos razonamientos llevan a la “suma cero”. Él cree que Brasil y la Argentina tienen una interdependencia económica que debe ser usada, inteligentemente, para el desarrollo de ambos países.<br /><br />En lo inmediato, el ministro brasileño cree que los dos países deben evitar el mismo riesgo: el de economías de ingreso medio que no pueden quedar atadas a la mano de obra barata (porque eso pondría un techo bajo al crecimiento en el largo plazo), pero tampoco pueden competir en el campo de la alta productividad, porque carecen de la ciencia y la tecnología necesarias. “Nuestro interés común”, dice el ministro, “es ir para lo alto; para la productividad y la valorización del trabajo. No para lo bajo; para los permanentes ajustes salariales”. <br /><br />Mangabeira tiene razón en pensar que tanto Brasil como la Argentina ganarían si entraran en una alianza estratégica, la cual no tendría por qué dejar fuera a los otros socios del Mercosur, pero cuya finalidad sería el desarrollo acelerado y la irrupción en el mercado mundial con productos de alto valor agregado.<br /><br />El ministro brasileño prometió el año pasado “golpear las puertas de los argentinos hasta encontrar quién me atienda”. Eso parece ser lo que está haciendo.<br /><br />
A Mangabeira lo preocupa que, luego de superar la furia neoliberal de los 90, Brasil y la Argentina no entiendan que hoy viven una “aparente prosperidad”, provocada por el <em>boom</em> de los <em>commoditie</em>s.<br />
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Si ambos países ven en esta bonanza transitoria la prueba de que avanzan hacia el desarrollo, están equivocados. Eso es, al menos, lo que dice este teórico que ahora debe someter sus ideas a la práctica.<br />
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“Si seguimos por este camino, tendremos grandes fundos, grandes minas y grandes maquiladoras; pero no desarrollo”, afirma.<br />
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Quiere que algún argentino lo atienda para proponer “una comunión” de ambos países en campos críticos:<br />
1- Una política industrial que, sobre la base de créditos y transferencia de tecnología, contribuiría a la modernización y productividad de las Pyme.<br />
2- Una política agrícola que incluiría, entre otras cosas, seguros para resguardar a los agricultores de los riesgos climáticos y económicos. <br />
3- Una política de defensa, que pondría énfasis en el desarrollo de tecnología e industria bélicas.<br />
Mangabeira no entiende que su propuesta de cooperación militar entre Brasil y la Argentina despierte temores cuando, tradicionalmente, las fuerzas armadas, en uno y otro país, tuvieron una única hipótesis de conflicto: la guerra argentino-brasileña. La nueva doctrina implicaría la cooperación argentino-brasileña en un sistema preventivo que ayudaría a preservar la paz en toda Sudamérica. <br />
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Alguien, en Buenos Aires, debería atenderle el teléfono a Mangabeira. No es sólo un intelectual brillante: habla en nombre de Lula y, más aún, representa un ambicioso proyecto de Brasil, al cual la Argentina es invitada a entrar como socia privilegiada.<br />
No es una propuesta que corresponda desechar sin escuchar sus detalles y discutirla a fondo.
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