François Hollande, el vapuleado presidente socialista de Francia, se animó a nombrar como Premier a su ministro del interior: Manuel Valls, nacido en España en 1962.
El nombramiento de Valls, quien reemplaza a Jean-Marc Ayrault, ocurrió al día siguiente de una histórica derrota del gobernante Partido Socialista (PS), en las elecciones municipales de Francia celebradas el 23 y 30 de marzo.
El nuevo primer ministro, políticamente situado a la derecha del Partido Socialista, podría llevar grandes cambios al paisaje económico de Europa. Valls no esconde su admiración por el ex líder británico Tony Blair. Cree que el mercado, y no el Estado, podría generar crecimiento económico, creando empleos y prosperidad. Según Denis MacShane, ex ministro de Europa por Gran Bretaña, su nombramiento podría lograr mucho más que un alejamiento de la tan transitada política verde en Francia.
Si con él Francia se aleja del campo estatista que los franceses han elegido tradicionalmente, calcula MacShane en The Globalist, el premier lograría mucho más que volver a poner a Francia en un pie de igualdad con Alemania en el concierto de Europa. Ese objetivo es una receta para ganar estatus diplomático, pero no sirve para generar crecimiento. Eso solo se logrará si el camino que elige Valls para el país conduce a un reequilibrio de las fuerzas económicas en Europa para fortalecer a quienes proponen la orientación hacia el mercado.
En Italia – el otro país europeo que necesita reformas económicas, el nuevo líder Matteo Renzi, se mueve en la misma dirección. Para lograrlo, tal vez ayudarían las condiciones que tuvo Schroeder en la Alemania de los años 90, reflexiona MacShane.
A Valls no le falta ambición ni voluntad ni energía. Falta saber si cuenta con el apoyo necesario en el parlamento francés y en el partido socialista. Si no logra el apoyo de la izquierda francesa, el destino del presidente Hollande estará sellado: perderá las próximas elecciones presidenciales en 2017.
Sin crecimiento, nada
Manuel Valls entró a la escena política francesa como vocero y asesor de Lionel Jospin, quien asumiera como primer ministro socialista en 1997, un mes después de que Tony Blair se convirtió en primer ministro de Gran Bretaña. Valls admira a Blair, no por su desafortunado apoyo a la guerra en Irak, sino por la orientación que dio a su mandato tal como lo observó de 1997 a 2002 desde su propio cargo de asesor de Lionel Jospin. Después de que los socialistas franceses fueran sacados del poder en 2002, Valls se pasó diez años formulando una pregunta: ¿cómo hace para funcionar una democracia social moderna en tiempos de individualización global?
En el libro que publicó en 2008, “Time to Bury the Old Socialism and finally Become the Left” (Tiempo de enterrar el viejo socialismo y finalmente ser la izquierda”, expresó su compromiso con el pensamiento mercantilista, que chocaba fuertemente con al estatismo socialista francés. Coincide en esto con la alemana Angela Merkel, quien no se cansa de repetir que “si no hay crecimiento económico, no hay nada que los gobiernos puedan redistribuir ni hacer más justas las sociedades.
Tal vez por no ser 100% francés – nació en Barcelona de padre catalán y madre ítalo-suiza – puede ver a Francia en un contexto más amplio. Se nacionalizó francés a los 20 años y además del francés habla catalán, español e italiano. Junto con Anne Hidalgo, alcaldesa socialista de París y nacida en Cádiz, son los dos políticos más poderosos de Francia con historias personales del otro lado de los Pirineos, dice el ex ministro europeo. Valls es un político duro, con mucha experiencia en la maquinaria política conseguida en 35 años de luchas internas en el partido socialista. En muchos sentidos, es la antítesis de Hollande.
También es la antítesis de la izquierda tradicional francesa. Fuerte “atlanticista” y defensor de Israel, participó en las conferencias del Grupo Bilderberg, que son reuniones de políticos económicamente liberales y pro americanos.
Hollande anunció que se abre “una nueva etapa” con un gobierno “de combate” y más reducido que dirigirá Valls con tres objetivos: devolver a Francia su fuerza económica, concentrarse en la justicia social y aumentar el poder adquisitivo de los franceses.