<p><br /> Hexter y Woetzel son consultores de McKinsey & Company, y su libro tiene todo el encanto que se espera de un estudio de consultoría. Su mensaje es no obstante importante: China comienza a parecerse a un país desarrollado. Los consumidores chinos comparten cada vez más las preferencias y expectativas de los consumidores de otras latitudes, aun cuando no siempre puedan comprar los productos que desean. Las empresas del país rápidamente están adquiriendo sofisticación tecnológica y más capacidad para satisfacer las necesidades de los consumidores locales. Los organismos de gobierno aumentan transparencia y parecen menos inclinados a torcer o ignorar leyes laborales y derechos de propiedad. China no es lo que era hace 10 años. <br /> <br /> Las implicancias para los negocios son sustanciales. Hexter y Woetzel afirman que se están acabando los días en que se usaba a China como un taller de bajos salarios o para fabricar baratijas. Una empresa que quiera tener éxito global debe triunfar en China, nada más que por el simple tamaño de su mercado, pero ese éxito requerirá que las firmas adopten los mismos estándares de desempeño para China que usan en los mercados más avanzados del mundo. Al mismo tiempo, sin embargo, China no es como otros mercados: sus condiciones económicas y sociales pueden requerir productos y servicios diferentes de los que las multinacionales venden en sus países de origen. La clave, dicen Hexter y Woetzel, estará en averiguar la forma de vender productos de alta calidad que satisfagan nececidades chinas y se acomoden a la billetera de los chinos mientras simultáneamente siguen siendo rentables. <br /> <br /> <strong>El lado malo de la tercerización</strong><br /> <br /> Hexter y Woetzel no parecen haber visitado las mismas empresas que Alexandra Harney. Su China está llena de firmas de alta reputación, que se esfuerzan por alcanzar niveles de clase mundial. La de Harney, en cambio, está poblada de fábricas cuyo principal negocio es el subterfugio, burlando leyes y obligaciones contractuales para hacer ganancia proveyendo bienes baratos a los más grandes minoristas del mundo.<br /> <br /> The China Price es un informe extremadamente bueno. Harney nos introduce en fábricas limpias, ultramodernas y correctas que las empresas operan para beneficio de compradores e inspectores de empresas clientes extranjeras –y en los edificios menos salubres y sin carteles donde en realidad se fabrican los productos una vez que se retiran los inspectores. Nos encontramos con auditores que intentan monitorear el cumplimiento de los estándares laborales de minoristas europeos y estadounidenses, y con trabajadores que evitan esas bien manejadas fábricas porque su adhesión a reglas y regulaciones significa que ofrecen menos horas extras. Nos encontramos también con memorables participantes en la carrera por conseguir riqueza, desde el dueño de una mina no autorizada hasta obreros que han perdido algún miembro en fábricas poco seguras. De todo aparece en las páginas de Alexandra Harney. <br /> <br /> Harney destruye cuidadosamente las fantasías de muchos extranjeros respecto de hacer negocios en China. Las empresas extranjeras que utilizan contratistas chinos tal vez ni siquiera sepan dónde se hacen sus productos, mucho menos si las condiciones de trabajo son realmente las que se describen en sus lujosos informes de responsabilidad social. Resumiendo, Harney cree que China va camino hacia algo bastante similar a lo que describen Hexter y Woetzel, que a su vez coincide bastante con lo que Mahbubani piensa de toda Asia. Los tres libros describen una parte del mundo en rápida modernización que va camino a dominar la economía mundial.</p> <p> </p> <table width="500" cellspacing="0" cellpadding="0" border="0" bgcolor="#eeecda"> <tbody> <tr> <td><p><font color="#dd5d3f"><strong>Tres títulos</strong></font></p> <p>Kishore Mahbubani<br /> <em>The New Asian Hemisphere: The Irresistible Shift of Global Power to the East </em>(PublicAffairs, 2008)</p> <p>Jimmy Hexter and Jonathan Woetzel<br /> <em>Operation China: From Strategy to Execution</em> (Harvard Business School Press, 2007)</p> <p>Alexandra Harney<br /> <em>The China Price: The True Cost of Chinese Competitive Advantage </em>(Penguin Press, 2008)</p></td> </tr> </tbody> </table>
<p>Todos los años, escritores, consultores y críticos convocados por la consultora mundial McKinsey elige los mejores libros en cada especialidad o campo de investigación. Sobre <em>management</em>, sobre marketing, sobre temas económicos, biografías, etc.<br />
Esta vez, con referencia a 2008, se plantearon detectar lo mejor que se ha escrito en los últimos meses sobre globalización, un tema que la crisis sistémica ha puesto en primer plano. <br />
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De los cuatro títulos seleccionados, tres se explayan sobre Asia y su papel gravitante. Esta es una síntesis del contenido de esos libros, condensado de la versión más extensa editada por la publicación de la consultora.<br />
Comencemos con un breve ejercicio. Para que sea simple, lo haremos<em> “multiple choice”. </em><br />
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Pregunta 1: El principal exportador mundial en 2007 fue: (A) China. (B) India. (C) Japón. (D) Estados Unidos. <br />
Pregunta 2: El principal socio comercial de Estados Unidos en 2007 fue: (A) China. (B) India. (C) Japón. (D) México. <br />
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La respuesta a ambas preguntas es ninguno de los anteriores. El principal exportador mundial en 2007 fue Alemania, por un margen bastante grande. El principal socio comercial de Estados Unidos fue Canadá, como lo ha sido durante muchos, muchos años. China, India y Japón no figuran primeros en ninguna de las dos listas. <br />
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Vale la pena mencionar estos hechos porque usted no los va a encontrar en la actual cosecha de libros sobre globalización. Los masivos flujos comerciales, de inversión y de empleo a través de las fronteras cada vez más porosas se han vuelto un tema muy sensible en muchos rincones del mundo, pero el notable resurgimiento de la máquina exportadora alemana y la espectacular transformación de la economía canadiense no han atraído a los cronistas literarios. Cuando la gente dice “globalización,” casi siempre está pensando en Asia. Las enormes poblaciones asiáticas, la velocidad de su ascenso y la supuesta propensión de sus países a jugar con reglas diferentes a las de los demás países convierten el ascenso económico del continente en una fuente de admiración y preocupación . <br />
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Ningún libro reciente capta esta mezcla de sentimientos mejor que <em>The New Asian Hemisphere: The Irresistible Shift of Global Power to the East,</em> de Kishore Mahbubani, en opinión del economista Mark Levinson. No es el libro mejor escrito sobre globalización y ciertamente el que mejor la plantea. Pero es importante para la gente de negocios porque explica cómo la nueva riqueza asiática se está traduciendo en nuevas actitudes. Podría decirse que en definitiva lo que dice es: “Occidente, hacerse a un lado”. Y eso es algo que todo ejecutivo de empresa debería contemplar. <br />
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El interés de Mahbubani está en la geopolítica, no en los negocios. El libro plantea que la globalización implica mucho más que la exportación de frutas de la barata mano de obra asiática. Las sociedades asiáticas, orgullosas de sus logros y con el entusiasmo de su nueva riqueza, están recuperando sus roles históricos de grandes civilizaciones. De paso, rechazan mucho de la influencia occidental. <br />
Mahbubani dice: “Occidente debe entender que esta es la gran tendencia histórica de nuestro tiempo, la que define nuestra era… Se está gestando una sostenida deslegitimización de poder e influencia occidentales”.</p>
<p><strong>Condescendencia occidental </strong><br /><br /> Mahbubani revela un largo catálogo de agravios contra “Occidente”, agravios que son individualmente insignificantes pero colectivamente reveladores. Ellos incluyen las ofensas de un periodista de<em> Financial Times</em> que reconoce a China su impresionante capacidad de ejecución pero cero pensamiento original; occidentales que consideran a China “no libre” sin apreciar que su gente disfruta de una libertad mucho mayor de la que jamás tuvieron en el pasado; la dominación occidental en organizaciones internacionales, como Naciones Unidas y el Banco Mundial; y los estadounidenses que exigen que India negocie con Pakistán mientras ellos se niegan a resolver diferencias con Irán. <br /><br /> Esos ejemplos y muchos otros se presentan como prueba de las limitaciones del pensamiento occidental. Asia, con una comprensión más profunda y mayor flexibilidad que Occidente, ya no necesita seguir tolerando tal condescendencia. Los occidentales “deben dejar de creer que pueden rehacer el mundo a su imagen y semejanza”, nos dice Mahbubani. “El mundo ya no puede occidentalizarse”. <br /><br /> Como analista político Mahbubani tiene una mirada algo turbia. Su India no tiene violencia entre comunidades ni discriminación por castas, sino más bien “un espíritu de inclusión y tolerancia que invade el espíritu indio”. En su pacífica y progresista China, “el concepto de ascenso pacífico refleja un consenso cuidadosamente pensado”, como si al hombre de la calle le preguntaran su opinión. “Las sociedades musulmanas contemporáneas siguen comprometidas con la modernización”, escribe el autor, a pesar de la amplia evidencia en contrario en Bangladesh y Pakistán. <br /><br /> Pero dejando de lado esas superficialidades, <em>The New Asian Hemisphere</em> tiene valor para el lector empresario porque desafía la geografía de la mente. Asia tiene las economías de gran crecimiento, sí, pero admitámoslo: el gran atractivo para empresas estadounidenses, europeas, japonesas es la posibilidad de servir a clientes en mercados ricos con costos laborales típicos de mercados pobres. Para Mahbubani, por otro lado, la globalización representa un vehículo por medio del cual Asia pasará de la periferia al centro del universo. Los asiáticos, a su entender, van camino de convertirse en socios iguales, incluso dominantes, en un mundo donde el Oeste –una geografía que incluye a Japón– ya no tiene control.<br /><br /> Si esto es correcto o no, importa poco. Lo que importa es si otros asiáticos comparten esta visión. Es posible que sí, porque él surge como vocero de un profundo resentimiento del estatus de segunda clase asociado con la pertenencia a una nación pobre y dependiente.</p> <p><strong>Subiendo en la cadena de valor</strong><br /><br /> Así como los éxitos económicos y políticos están permitiendo a los Gobiernos de Asia afirmarse en los asuntos internacionales, también los emprendedores asiáticos buscan mucho más que la dependencia de corporaciones multinacionales de Occidente. Ensamblar anónimamente los productos de otras compañías o atender sus llamados telefónicos no es justamente un pasaje a la prosperidad en el mundo moderno, y los empresarios asiáticos cuyas firmas actualmente conducen esos trabajos están perfectamente conscientes de eso. Las empresas extranjeras afincadas en territorio asiático no deberían sorprenderse cuando sus socios en ese continente pierdan interés en realizar tareas de escaso valor y escasa ganancia. Esos socios se ven a sí mismos cada vez más competentes y sofisticados y experan justamente capturar una mayor porción de las ganancias y los empleos de altos sueldos que se derivan de proveer bienes y servicios de alto valor. <br /><br /> Dos libros muy diferentes sobre China coinciden en que este cambio ya se está dando. A primera vista, <em>Operation China: From Strategy to Execution,</em> de Jimmy Hexter y Jonathan Woetzel, y <em>The China Price: The True Cost of Chinese Competitive Advantage,</em> de Alexandra Harney, no parecen estar hablando del mismo país. Sin embargo, una lectura más cuidadosa, sugiere que sus visiones sobre China son bastante similares, y bastante coincidentes con la imagen de un continente asiático cada vez más seguro de sí mismo que pinta Mahbubani.</p>