<p>Sin duda, salvamentos como los de Citigroup, American Internacional, Merrill Lynch, Northern Rock, Bank of America o General Motors “eran males necesarios”. Así afirman Robert Gogel (<em>European executive council</em>, una entidad privada) y Ludo van del Heyden (Insead,<em> institut pour l’administration des entreprises</em>, París). A su criterio, era el precio de proteger bancos, otras instituciones, y al contribuyente en general, de quiebras y sus efectos. <br />
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Pero, ahora ¿qué? A diferencia de los fondos soberanos, cuyos compromisos suelen ser a largo plazo, el estado accionario se limita a inversiones temporarias. No obstante, aunque algunos bancos estén comenzando a restituir sumas, la estatización se mantendrá en otros rescates, pues será difícil repagar esos montos al tesoro de cada país. Para recolocar acciones a precios atractivos, en efecto, las economías occidentales deben recobrarse, algo que empezará a ocurrir recién desde promediar 2010.<br />
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A los neoclásicos, las perspectivas de gobiernos manejando firmas y bancos privados les reavivan viejos temores al socialismo. Así fue como, durante la depresión de 1933/7, al programa keynesiano y a Franklin D.Roosevelt los tachaban alternativamente de comunistas y fascistas. Hoy, muchos ven todo como otra forma de estatización, capaz de acabar en el proteccionismo y la interferencia en los mercados libres o racionales (según los creían Milton Friedman o Robert Lucas). Para Gogel y van der Heyden, es más sensato interpretar esta olas de intervenciones como anticipo –en parte del mundo- de un nuevo papel para estados que pasan a accionistas en el sector privado. Al menos, mientras lo sean.<br />
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Por supuesto, subsisten interrogantes en el aire. ¿El dinero público se gastará sabiamente o no? ¿Los accionistas estatales actuarán en forma distinta a los privados? ¿Cómo se afectará el desempeño financiero? ¿Los bancos estatizados saldrán más fuertes o débiles?<br />
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Lamentablemente, los avatares de muchas entidades manejadas o supervisadas por gobiernos no han sido positivos. Por ejemplo, Sallie Mae, Freddie Mac, la británica Leyland o Alitalia fracasaron ante el ojo del público y tampoco lograron sus objetivos iniciales. Más vale por el contrario.<br />
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Resulta afortunado que existan ejemplos opuestos. Incluyen Électricité de France, AirFrance-KLM, Lufhansa u, hoy, Fiat-Chrysler. Ello demuestra que el control accionario o la intervención estatal funcionan bien si tienen propósitos y responsabilidades claras.<br />
Los grandes fondos soberanos de China o los emiratos del golfo Pérsico aportan otro tipo de ejemplo. Por supuesto, no encarnan regímenes capitalistas democráticos. Tampoco los constriñe el corto horizonte que los paquetes accionarios estatizados afrontan en Occidente, pues no lidian con rescates de última instancia ni con la dualidad interés publico-interés privado.<br />
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Las nuevas experiencias con accionistas estatales no son globales ni podrían serlo y, además, están en fase temprana. Al respecto, cuatro guías sencillas pueden orientar a ese sector, según suponen los autores.</p>
<p><strong>1 Management sistémico</strong>. Una causa de la crisis financiera radica en fallas de gestión. No sólo de las cúpulas, sino también de directorios y reguladores. El ex presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, lo admitió testificando ante un comité senatorial, octubre de 2008. Su mayor falta, señaló, fue “presumir que los intereses propios de los bancos privados los llevarían a proteger a accionistas y activos”.<br />
Por su parte, los reguladores como la RF permitían buscar más ganancias, sin tener en cuenta los riesgos incurridos ni la obsesión por los precios. Al respecto, el esquema tipo Carlo Ponzi, armado por Bernard Madoff “debiera formar parte de todo programa de la SEC para nuevos funcionarios o de posgrados”, sugiere van der Heyde.<br />
Muchos reguladores –y los directorios que supervisan- aparentemente no comprendían los riesgos subyacentes a sus propias prácticas. Tampoco hacían a los gerentes responsables por los resultados: simplemente, forzaban rebajas en comisiones y bonificaciones, o las alineaban con las utilidades resultantes (tal el caso de los productos primarios). Nunca en la historia se había pagado tanto en comisiones de corto plazo, mientras se destruían los valores a mediano y largo plazo.</p>
<p><strong>2 Reponsabilizar, pero ¿a quién?</strong> El contralor financiero es muy diferente del que hace a bienes o servicios. Sin alguien que compra algo no está conforme, va y lo obtiene de otro proveedor. Pero, cuando un banco o una firma de valores entra en insolvencia, tal vez no se recobre. Eso puede dañar a personal, socios, comunidades y hasta países enteros (como sucedió en Irlanda, Islandia, Estonia o Letonia).<br />
La justificación clave, en un rescate vía estatización accionaria, es tomar control hasta que la sociedad pueda reanudar operaciones sin muletas. Cuándo y cómo un gobierno debe intervenir, será siempre un asunto delicado: siempre habrá tensiones entre interferir más, o bien dejar caer la entidad, o que se reestructure sola. <br />
Mejorar la gestión no es suficiente. En 2002, EE.UU. protagonizó la mayor reforma financiera moderna, la ley Sarbanes-Oxley. Sus normas, onerosas y caras, quedaban en manos de una junta pro supervisión contable de sociedades registradas en bolsa (PCAOB en inglés). Este mecanismo poco hizo para evitar la crisis sistémica desatada en 2008.</p>
<p><strong>3 Elegir directores con cuidado</strong>. Los accionistas estatales deberán seleccionar para la junta miembros competentes y experimentados, capaces de manejar las sociedades en cuestión. Por ejemplo, las ocasiones para conflictos de intereses abundarán en un contexto donde haya ambigüedades, la información no circule en forma aceitada o sea difícil de evaluar. Pero disponer o preparar ese tipo de ejecutivos puede ser difícil porque, comparada con la formación gerencial, la de directores de junta está en la infancia, si no en gestación. <br />
Existen, sin embargo, oportunidades para profesionales duchos en banca y capaces de representar a los accionistas estatales. Esta clase de material humano debe tener iniciativa propia y encarar la reestructuración de una entidad con planteos a largo aliento. Máxime si se trata de instituciones todavía grandes. Encontrar, formar estos elementos y ubicarlos al frente de una estructura es un desafío que requiere una dosis saludable de independencia.</p>
<p><strong>4 Remuneraciones.</strong> Sin duda, es un área donde se precisa ser cuidadosos al extremo. A medida como se restaura la salud institucional de un banco o una compañía, el gobierno cosechará los beneficios de su tarea revendiendo parte o toda su tenencia accionaria. Los banqueros con sentido de responsabilidad social –no abundan, pero los hay- estarán ansiosos por redimir al sector ante el público y la dirigencia política de un país.<br />
A esa etapa seguirá la de remuneraciones adecuadas. Pero no ya la de bonificaciones abusivas para los ejecutivos o los directorios: no debe confundirse reconocimiento a servicios públicos con estipendios fuera de lo razonable. Sin un marco claro ni orientación adecuada, no es fácil reclutar gente dispuesta a jugarse. <br />
La crisis sistémica, entonces, ofrece a los ejecutivos financieros sorprendentes oportunidades de propender al bien común. Trabajar para un accionista estatal representa un aporte a rescatar –en varios sentidos- un sector de la economía en severos problemas.<br />
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Paradójicamente, el fracaso de varios gobiernos y sus bancos centrales como reguladores han llevado a esta masiva presencia del estado como accionista. Una vez en este punto, resulta irónico que, contra el pensamiento ortodoxo, los poderes legislativo o ejecutivo sean la mayor esperanza de reforma financiera para el sector privado. Los gobiernos, pues, tienen la ocasión de entrar al sistema en calidad de directores, hacer todos los cambios necesarios y salir. Por otra parte, podrán actuar proactivamente cuando los mercados no estén en condiciones normales y, como ocurriera tantas veces en la historia, el estado deba rescatarlos.</p>
Estatización, proteccionismo: ¿sólo rescates o un nuevo orden?
Desde 2008, gobierno tras gobierno en Occidente han inyectado masas de liquidez sin precedentes más de US$ 4 billones (millones de millones) en pocos meses- en la banca y la economía privadas. Casi la mitad, a cargo de Estados Unidos. A cambio, ése y otros países han tomado acciones, deudas y activos tóxicos.