<p>Ahora la ruta parece seguir el camino inverso. Se trata de petróleo. Para Saudiarabia, segunda en reservas y exportaciones después de la Comunidad de Estados Independientes (CEI, encabezada por Rusia), la nueva era no podía ser más oportuna. Durante los últimos diez, doce años, el reino venía forjando vínculos comerciales más estrechos con China hasta convertirse en su principal fuente de crudos.<br />
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Aquel año, las ventas al Reino del Medio alcanzaron el millón de barriles diarios. Ello equivalía a 20% de las importaciones totales y casi doblaba el volumen de 2008. Por el contrario, las compras norteamericanas de petróleo saudí cedian a menos de un millón de barriles diarios en 2009. No había sucedido en más de veinte años. <br />
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De acuerdo con Timothy Niblock, experto británico en estudios sobre el golfo Pérsico, “el crecimiento del comercio petrolero sinosaudí refleja una reacción interdependiente en franco avance desde comienzos del siglo. Beijing necesita a Riyadh como firme, estable proveedor de hidrocarburos. Máxime en días tan turbulentos como los actuales, que quizá duren y eleven a US$ 116/124 el barril en Nueva York y Londres.<br />
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Constantemente, los saudíes salen a calmar los mercados asegurando que incrementarán la extracción en caso de problemas en la producción de terceros. Por otro lado, Riyadh precisa que la demanda china compense el achatamiento del consumo –o su substitución, tema tabú para la AIEC- en mercados centrales. Si bien el gigante asiático ha reducido de 7,5 a 7% anual el aumento estimado del producto bruto interno, el uso de hidrocarburos no cederá.<br />
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Pero ¿podrían esos nexos ser puestos a prueba desde afuera? A medida como cunde el malestar social en Levante, el Magreb, inclusive la península arábiga misma, asoman cambios que afectarán la geopolítica petrolera. “La situación general –apunta Niblock- ya es muy distinta a la prevaleciente hasta principios de 2011 y continuará alterándose. Pero es muy difícil, en este punto, percibir la naturaleza de las transformaciones. Sólo estamos en el arranque de varios procesos y tampoco podemos vislumbrar el sesgo de la relación entre árabes, chinos e hidrocarburos”.<br />
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<strong>El futuro de una relación</strong><br />
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Aunque sus relaciones diplomáticas se establecieron en 1990 (fueron bastante tardías), recién en 2006 el rey Abdullá ibn Sa’úd incluyó a China como primera etapa de sus visitas oficiales. En 2005, había sucedido en el trono a su medio hermano. Por consiguiente, “los nexos sinosaudíes comenzaron a expandirse”, observa Paul Gamble, de Jadwa Investments, Riyadh. También proclives a tomar 2009 como año referencial, cita datos según los cuales “China originaba 11,3% de las importaciones saudíes, entre ellas textiles y maquinaria pesada, contra 6,6% en 2004. En tanto, las exportaciones árabes pasaban en igual lapso de 4,8 a 11,2%, merced al petróleo”. <br />
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En 2010, el intercambio bilateral marcaba un récord de US$ 43.000 millones, un aumento anual de 33%. Este ritmo acerca a ambos países a un objetivo común: US$ 60.000 millones hacia 2015. En cuanto a crudos y en enero-octubre del año pasado, Saudiarabia vendió a China alrededor de 19% de las compras de ésta. <br />
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Los negocios comunes no se limitan al comercio. Al respecto, conviene –apunta Gamble- “tener en cuenta los importantes contratos que Riyadh entraña para Beijing. Por esa vía, compañías chinas participan en los US$ 385.000 millones que el gobierno saudí invierte en infraestructura civil. Se trata de un plan quinquenal lanzado en 2009”. <br />
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A la inversa, empresas árabes se colocan en China. Por ejemplo, Saudi Aramco –segunda petrolera mundial, luego de la rusa Gazprom- opera dos refinerías en el imperio Celeste. Una en Qingdao, controlada en total; otra en Fujian, en sociedad con Sinopec y ExxonMobil. <br />
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La vieja ruta de la seda es ahora de petróleo saudita hacia China
En 2009, señala la Agencia Internacional de Energía y Combustibles (AIEC, París), China ya consumía más hidrocarburos que cualquier otro país del mundo, aun Estados Unidos. Esto marca el inicio de otra etapa histórica. Durante siglos existió un camino que atravesaba Asia para desembocar en Estambul y desde allí prolongarse hasta el corazón de Europa.