<p>Me interesa, en particular, cuál será el destino de nuestra actividad industrial en la próxima década. El punto de partida inevitable es realizar una prospectiva de las condiciones exógenas que juzgamos como las más previsibles y dentro de las cuales se moverá la Argentina. En ese sentido, creo que existen algunos elementos alentadores que fortalecen la posibilidad de que el ciclo de la economía mundial finalmente ingrese en una fase expansiva a largo plazo. Esta es una tendencia que resultó postergada a causa de las crisis asiáticas.</p>
<p>La recuperación de estas economías y la consolidación del ensayo europeo tienen razonables posibilidades de éxito, mientras que no se ha develado la incógnita acerca de la frágil situación de Japón. Estos son factores importantes pero el decisivo está constituido por el crecimiento sostenido, sin inflación y con pleno empleo, que muestra la economía de Estados Unidos. Existen serias posibilidades de que se logre un aterrizaje suave en el corto plazo para retomar el impulso alcista luego de las futuras elecciones presidenciales. Decimos esto sin ignorar el riesgo latente de la crisis bursátil que, sin embargo, parece controlado. Ocurre que el crecimiento de la productividad y la mejora en su difusión durante el segundo quinquenio de los '90 fortalecen el carácter de locomotora que esa economía puede tener para justificar la esperanza de una fase alcista en el contexto internacional.</p>
<p>Este proceso se vincula estrechamente con la expansión de la nueva economía, lo que seguramente impregnará a la evolución del mundo en la próxima década y, no sólo en la prestación de servicios sino fundamentalmente en la estructuración de la fase productiva.</p>
<p>Por lo tanto, el destino industrial de nuestro país dependerá, en alto grado, de cómo nos vinculemos con la evolución de la nueva economía. No se trata solamente de incorporarla generalizadamente en las distintas etapas de la producción del comercio y las finanzas, condición ineludible para no quedar fuera del juego. No es menos relevante lograr maximizar la participación posible en el desarrollo de bienes y servicios que integren la oferta de la nueva economía, territorio en el cual Brasil ya viene incursionando, como se puso de manifiesto en la discusión acerca del arancel externo común para la importación de bienes de capital de telecomunicaciones e informática, cuya producción interna nuestros vecinos quieren estimular mientras el gobierno argentino prefiere importar en pleno.</p>
<p><b><i>Polos de la vanguardia</i></b></p>
<p>Lo cierto es que la experiencia que se está recogiendo en el mundo en materia de consolidación de cientos de polos geográficos que tienden a especializarse en estos renglones ­desde Barcelona hasta Helsinki, y desde Belfast o Grenoble hasta el Silicon Valley­, permite advertir que los mismos se vieron beneficiados por ciertas condiciones locales que en cada caso le otorgaron ventajas competitivas. Se advierte la importancia de los desarrollos tecnológicos aportados por las respectivas universidades, la existencia de mercados en expansión (por ejemplo, los de capitales), la política activa de compras por el sector público a la empresa nacional, la existencia de núcleos poblacionales con elevado poder adquisitivo o la cercanía con empresas del sector que demanden a su vez insumos y mano de obra capacitada</p>
<p>Como es sabido, en el ámbito del Mercosur existen varios centros urbanos que satisfacen la mayoría de estas características. Algunos se encuentran en la Argentina. Ahora bien, para que la industria sea uno de los escenarios, junto con las ventajas competitivas que hemos reseñado, la experiencia enseña que el desarrollo de la nueva economía requiere que rijan condiciones favorables a la inversión en la industria que la provee. Es preciso que la tasa de beneficio esperada por su implantación sea igual o mayor que la de otras alternativas y supere el costo de la inversión requerida. Ello se encuentra condicionado, entonces, por el contexto macroeconómico prevaleciente.</p>
<p><b><i>El techo del modelo</i></b></p>
<p>Debe convenirse que en el marco del modelo de convertibilidad tal como se ha conocido en el presente ­tipo de cambio fijo y sobrevaluado, elevada concentración bancaria y altas tasas de interés, tarifas y peajes indexándose en términos reales, entre otros rasgos importantes­ en los hechos esclerotiza un esquema de precios relativos que discrimina en contra de los sectores reales y más particularmente en contra de los productores de bienes de capital.</p>
<p>Esta característica, que alcanza su clímax con la resolución que autoriza la importación de plantas fabriles usadas y con poco resto de vida útil, no sólo le pone un techo muy bajo al desarrollo tecnológico interno, sino que condiciona la incorporación de tecnología importada a la capacidad de generar dólares ­sea por las exportaciones tradicionales, sea por el endeudamiento o la radicación de capitales­ que tenga la economía. Y ésta, a su vez, resulta muy condicionada por la atención de los compromisos financieros que el país tiene con el resto del mundo. Esta limitación tiene poco de nuevo, ya que describe nuestra tradicional restricción de pagos externos.</p>
<p>En síntesis, pienso que este atractivo fenómeno de la nueva economía, que constituirá un tema central de la década que se inicia, puede ser aprovechado para retomar el curso de la industrialización y achicar la brecha que nos separa de Brasil, cortando camino hacia la especialización en algunas actividades de punta, una suerte de nueva versión virtuosa de la sustitución de importaciones en un contexto de elevada competitividad. Pero resultará difícil que ello vaya más allá de una expresión de deseos si no se modifica el régimen de política económica que rigió en la última década.</p>
<p><i>Héctor Valle es Presidente de Fide (Fundación de Investigaciones para el Desarrollo).</i></p>
La industria en la nueva economía
Me interesa, en particular, cuál será el destino de nuestra actividad industrial en la próxima década. Creo que existen algunos elementos alentadores que fortalecen la posibilidad de que el ciclo de la economía mundial finalmente ingrese en una fase expansiva a largo plazo.
Por Héctor Valle.