Incierto futuro para los baby boomers

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La mayoría de los nacidos entre el fin de la Segunda Guerra Mundial y la de Corea tendrá problemas para jubilarse. Ni la economía estadounidense ni la mundial se los permitirán. Sólo tienen una salida más o menos aceptable: seguir trabajando algo más allá de los 60/65 años.

<span style="font-weight: bold;">Implicaciones para el crecimiento</span><br />
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El envejecimiento no sólo frena el aumento de ingresos, también el de personas activas. Como resultado, bajan las tasas de participación laboral, factor clave al determinar tendencias del PBI, pues la producción general es en buena medida función de la mano de obra y el capital disponibles en una economía. Asimismo, lo es el rendimiento de ambos componentes. <br />
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Cuando la generación posterior a 1946 empezó a integrar –veinte años después- la fuerza laboral, su participación fue subiendo de 59% en 1965 hasta tocar un techo de 67% en el quinquenio 1996/2000. Este avance contribuyó notablemente al promedio anual de 3,2% logrado por el PBI norteamericano, con altibajos, entre 1965 y 2006. <br />
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Aun si la productividad del trabajo y el capital mantuviese las actuales tendencias, la declinante participación laboral contraerá el crecimiento del PBI real de 2,6% anual en 2007-16 a 2,4% en 2017/26 y a 2,2% en 2027/35. Semejante desaceleración significará un cambio estructural en la economía y la acercará al ritmo típico de la Unión Europea. Varios analistas conservadores y Alan Greenspan –por ejemplo- se apoyan esa perspectiva para recomendar una paulatina rebaja de pensiones y servicios sociales. <br />
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El hecho de que los “<em>baby boomers</em>” hayan gastado más y ahorrado menos durante sus vidas activas (rasgo generalizado en EE.UU. desde los años 60) agrava los problemas demográficos de la economía general. Esto se debe a que, normalmente, las familias acumulan ingresos o activos sólo durante la fase ascendente de su trayectoria laboral. Pasado el pico- quizás a los 40 años-, comienzan a gastar a cuenta de sus futuras pensiones.<br />
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Pero, en el caso de los BB, su tasa de ahorro colectiva no culminó en sus años de ingresos o expectativas ascendentes. En rigor, este pico inexistente explica gran parte del colapso del ahorro personal entre un máximo algo superior a 10% (mediados de los años 80) y el magro 2% actual. Resulta ilustrativo observar los nexos entre la “revolución conservadora” bajo Ronald Reagan y esa renuencia a ahorrar más por parte de la clase media.<br />
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Este notable cambio en hábitos personales obedecía a varias causas. Auges bursátiles y burbujas inmobiliarias, frecuentes en 2001/7, indujeron en la gente una sensación de riqueza. Por tanto, los futuros jubilados carecían de incentivos para ahorrar con vistas al retiro. La creciente oferta de crédito y los exiguos intereses imperantes facilitaban extraordinariamente el endeudamiento de las familias.<br />
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Sin duda, el comportamiento de los BB hacia el ahorro era por completo inverso al de la generación 1926/45, que sufrieron el crac de 1929/32, las privaciones de la depresión 1933/7 y la Segunda Guerra Mundial. Aun antes de esta crisis sistémica, la razón entre deuda y activos netos de los nacidos en 1946/53 era 50% superior a la mostrada por la generación previa a la misma edad. Obviamente, el desinfle inmobiliario sigue multiplicando las deudas de los BB. <br />
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<span style="font-weight: bold;">Tomados de improviso</span><br />
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La exigua tasa de ahorro y las crecientes obligaciones de la generación en retirada ha tomado de improviso, a unos dos tercios de los afectados. Llegan, a su propia crisis, mal preparados y a menudo sin darse cuenta, concluye el estudio MGI, tras evaluar los niveles de ingresos y activos posteriores a la jubilación, Eso suponiendo que mantengan 80% de los gastos efectuados durante el mejor momento de su vida activa.<br />
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Este cuadro se basa en activos financieros netos, o sea plazos fijos, acciones y bonos, menos deudas vía tarjetas, crédito automotor y otros pasivo no hipotecarios. El saldo revela que ahora 69% de los eventuales retirados no estarán en condiciones de sus niveles de vida previos al retiro. <br />
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Incluir activos inmobiliarios, cuyo valor viene bajando desde 2006 y está bajo los guarismos proyectados al hacer esta investigación de campo, reduce apenas 62% la masa de los no preparados para jubilarse. Este déficit social afecta a las clases media y media baja, para no hablar de los pobres (43 millones en EE.UU.). Menos de la mitad de BB con ingresos de US$ 60.000 a 90.000 anuales llegan al retiro en condiciones de preservar su estilo de vida.<br />
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Muchos ignoran qué los espera tras cruzar el Rubicón. Según encuestas de MGI, un 50% de futuros jubilados confía en su futuro económico y financiero. Pero las estimaciones de los investigadores indican que, en ese mismo grupo, menos de la mitad está preparada.

Investigaciones de McKinsey Global Institute (MGI) se&ntilde;alan que esa opci&oacute;n es la menos traum&aacute;tica y le evitar&aacute; a esa generaci&oacute;n retrocesos en niveles de vida y servicios sociales. Por supuesto, institucionalizar la jubilaci&oacute;n diferida exigir&aacute; cambios relevantes en pol&iacute;ticas p&uacute;blicas, pr&aacute;cticas del sector privado y actitudes de las personas, aun en escala familiar.<br />
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Esos ajustes se tornan m&aacute;s urgentes debido a las turbulencias financieras (en Estados Unidos y otras econom&iacute;as centrales). Ello abarca la ca&iacute;da de los precios de viviendas y otros activos en poder de los &ldquo;<span>baby boomers</span>&rdquo; (BB), o sea el estamento nacido en la inmediata posguerra, que iban o van contray&eacute;ndose en millones de d&oacute;lares a medida como se acercaba la fecha de retiro para las mujeres (vale decir, 2006) o se acerca la de hombre (2011). Como el lapso considerado en la definici&oacute;n llega a 1953, los a&ntilde;os extremos ser&aacute;n 2013 y 2018.<br />
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Pero existe un problema subyacente desde los a&ntilde;os 60. Durante decenios, la generaci&oacute;n 1946/53 fomentaba la producci&oacute;n ganando, gastando y consumiendo m&aacute;s que cualquier estamento demogr&aacute;fico en la historia estadounidense. Desde 2006, empero, se avecina a la jubilaci&oacute;n y declina su aporte laboral al producto bruto interno.<br />
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Este fen&oacute;meno redujo niveles de crecimiento real desde un promedio anual de 3,2% (1966/2005) a una proyecci&oacute;n de 2,4% para los treinta a&ntilde;os iniciados en ese punto. Adem&aacute;s, esa tasa de expansi&oacute;n es 25% inferior a la supuesta para el lapso 2006/35. <br />
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Las investigaciones de Eric Beinbocker Ezrah Greenberg (MGI) subrayan otro problema: dos tercios de los BB m&aacute;s viejos se hallan financieramente mal preparados para el retiro y, en general, ni siquiera lo saben. La falta de recursos suficientes implica un retiro menos regalado o c&oacute;modo para millones de familias. Aparte, significa menos gastos y otros efectos recesivos en la econom&iacute;a.<br />
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Pero tantos trastornos tal vez no sean necesarios. Ambos expertos estiman que un aumento de s&oacute;lo dos a&ntilde;os en la edad media de jubilaci&oacute;n, entre 2010 a 2018, a&ntilde;adir&iacute;an casi US$ 13 billones al PBI real en los pr&oacute;ximos 25 a&ntilde;os. Aparte, recortar&aacute; a la mitad la cantidad de gente financieramente mal preparada.<br />
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En realidad, muchos en la categor&iacute;a BB desean seguir trabajando. Pero diversas barreras les impiden prologar su vida &uacute;til. Superarlas o eliminarlas requiere resignar el seguro m&eacute;dico, fomentar acuerdos entre empresas y futuros jubilados o sus sindicatos &ndash;flexibilizando arreglos laborales-, reformar los planes privados de pensi&oacute;n y suprimir otras trabas a la permanencia en el segmento activo. <br />
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Esas concusiones derivan de combinar dos m&eacute;todos complementarios. Primero, MGI encuest&oacute; 5.100 hogares con miembros entre 50 y 70 a&ntilde;os, para comparar actitudes de nuevos o inminentes jubilados con sup&eacute;rstites de la generaci&oacute;n precedente (1926/45) hacia el retiro, los ahorros, el consumo y el trabajo o la profesi&oacute;n. Segundo, Beinbocker y Greenberg construyeron un modelo que proyecta las finanzas familiares hasta 2035, para estudiar c&oacute;mo su evoluci&oacute;n afectar&aacute; el resto de la econom&iacute;a nacional.<br />
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<strong><span>Componentes discontinuos</span></strong><br />
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Los factores b&aacute;sicos son bien conocidos. Este estrato etario (79 millones) es el m&aacute;s rico en la historia del pa&iacute;s, supera en 50% al anterior y representaba, al nacer, una parte de poblaci&oacute;n superior a las de su sucesores. <br />
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Pero los motivos de su prosperidad son menos comprendidos. Los BB en conjunto ganaban m&aacute;s del doble que la generaci&oacute;n anterior a la misma edad (60-65 a&ntilde;os). Es decir, US$ 3,7 billones contra 1,6 bill&oacute;n. Las investigaciones indican que 80% de la diferencia se origina en tres componentes discontinuos.<br />
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En primer lugar, el tama&ntilde;o mismo del estrato, que elevaba tasas de producci&oacute;n y crecimiento. En segundo t&eacute;rmino, el ingreso masivo de mujeres, que presupon&iacute;a casamiento y primer hijo a mayor edad, con divorcios o solter&iacute;as m&aacute;s frecuentes. Finalmente, el estamento gozaba de mejor educaci&oacute;n, pues la demanda laboral se desplazaba de la industria a los servicios y, luego, a la tecnolog&iacute;a (o sea el conocimiento). <br />
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No obstante, estos factores son excepcionales y no suelen repetirse en materia de ingresos. Generaciones subsiguientes, pese a su volumen relevante, representan porciones inferiores en la poblaci&oacute;n total. Esto se debe a que el perfil de las familias se ha estabilizado. Lo mismo, creen los expertos, ocurre con el nivel educativo o t&eacute;cnico y la proporci&oacute;n femenina en la fuerza laboral.<span></span>

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