Entre la ilusión y el desencanto

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Hacia el primer centenario, la Argentina parecía destinada a un porvenir venturoso. Fue entonces cuando uno de nuestros primeros especialistas en estadística, Alberto B. Martínez, escribió junto a un economista francés, Maurice Lewandowski, un libro, L´Argentine au XXème siècle, que constituía en verdad el primer informe destinado a los inversores extranjeros sobre las condiciones económicas del país.
Por Mario Rapoport.

<p>Hacia el primer centenario de la Revoluci&oacute;n de Mayo, la Argentina parec&iacute;a destinada a un porvenir venturoso. Fue entonces cuando uno de nuestros primeros especialistas en estad&iacute;stica, Alberto B. Mart&iacute;nez, escribi&oacute; junto a un economista franc&eacute;s, Maurice Lewandowski, un libro, <i>L'Argentine au XX&egrave;me si&egrave;cle</i>, que constitu&iacute;a en verdad el primer informe destinado a los inversores extranjeros sobre las condiciones econ&oacute;micas del pa&iacute;s. En ese libro, fundamentado en los &eacute;xitos que parec&iacute;an marcar en la &eacute;poca el desarrollo econ&oacute;mico nacional, y cuya manifestaci&oacute;n m&aacute;s importante eran los millones de inmigrantes que llegaron a estas tierras, se trazaba un panorama sumamente optimista del presente y se pronosticaba que la remota rep&uacute;blica del sur estar&iacute;a entre las primeras naciones del mundo por sus riquezas y el nivel de vida de sus habitantes en el transcurso del siglo. Si en aquel momento hubieran funcionado las consultoras internacionales que miden el riesgo pa&iacute;s, habr&iacute;an otorgado seguramente las m&aacute;s altas calificaciones a la nueva potencia que asomaba en el horizonte.</p>
<p>Es cierto que exist&iacute;an tambi&eacute;n aquellos que ve&iacute;an las cosas con un mayor realismo. Alejandro Bunge, uno de los principales economistas de la &eacute;poca, se&ntilde;alaba, por ejemplo, que despu&eacute;s de 1908 la Argentina era un &quot;pa&iacute;s est&aacute;tico&quot; desde el punto de vista econ&oacute;mico y que se ve&iacute;a amenazada por una larga crisis si confiaba solamente en sus recursos agropecuarios y no tomaba el camino de la industrializaci&oacute;n.</p>
<p>De todos modos, si se escribiera hoy un libro semejante al de Mart&iacute;nez y Lewandowski, los puntos de partida ser&iacute;an muy diferentes. El considerable endeudamiento externo sin inmediatas posibilidades de ser compensado por un comportamiento favorable del intercambio comercial, la alta tasa de desocupaci&oacute;n, la aguda recesi&oacute;n, los alarmantes &iacute;ndices de pobreza y el hecho de que una parte sustancial de las riquezas de los argentinos, a trav&eacute;s de la fuga de capitales, se encuentre en el exterior, son rasgos distintivos en este principio del siglo XXI.</p>
<p><b><i>Fallas en el modelo</i></b></p>
<p>Existen, sin embargo &shy;salvando considerables distancias econ&oacute;micas y tecnol&oacute;gicas&shy; algunas similitudes entre una y otra &eacute;poca. En el per&iacute;odo que va de 1899 a 1913, y luego de 1927 a 1929, el pa&iacute;s tuvo la Caja de Conversi&oacute;n, un mecanismo parecido a la actual convertibilidad. Al mismo tiempo, pr&aacute;cticamente todos los servicios p&uacute;blicos y sectores productivos claves eran de propiedad privada y pertenec&iacute;an a capitales extranjeros (no se hablaba de privatizaciones porque esas empresas no hab&iacute;an sido nunca estatales) y la Argentina, aunque con una estructura productiva mucho m&aacute;s primitiva, depend&iacute;a como ahora para sus exportaciones de productos primarios o con escaso valor agregado.</p>
<p>Las cr&iacute;ticas de Bunge se revelaron, no obstante, ciertas, pues el modelo agroexportador comenz&oacute; a tener dificultades aun antes de la crisis mundial, con el abandono de la convertibilidad y presiones de la misma Sociedad Rural para que el Estado interviniera frente a la acci&oacute;n oligop&oacute;lica del <i>pool</i> de los frigor&iacute;ficos norteamericanos e ingleses (algo parecido a lo que ocurre con nuestras empresas privatizadas).</p>
<p>Pero la situaci&oacute;n actual es a&uacute;n m&aacute;s complicada: nos presenta un pa&iacute;s con un modelo econ&oacute;mico que hace recordar en algunos aspectos al de aquella &eacute;poca, aunque sin la capacidad que tuvo entonces para transformar las estructuras productivas, y haciendo frente a un contexto econ&oacute;mico internacional extremadamente dif&iacute;cil, marcado por crisis peri&oacute;dicas originadas en la inestabilidad de los movimientos de capitales y de los mercados mundiales.</p>
<p>Con todo, en algunas cuestiones hemos avanzado con respecto al pasado. Desde el punto de vista pol&iacute;tico, la democracia se ha instalado con firmeza y aunque se cuestione el comportamiento de ciertos sectores de la clase dirigente, no existe el peligro de repetir las rupturas del orden constitucional de los cincuenta a&ntilde;os que siguieron a la ca&iacute;da de Yrigoyen. El marco regional se presenta tambi&eacute;n distinto por la creaci&oacute;n del Mercosur que, pese a sus dificultades, nos permite contar con un mercado m&aacute;s amplio y atractivo y con mayores posibilidades de negociaci&oacute;n frente al mundo globalizado. Adem&aacute;s, la Argentina, despu&eacute;s de atravesar el v&iacute;a crucis de una dictadura militar con pocos precedentes en el mundo, tuvo la experiencia alternativa de una traum&aacute;tica espiral hiperinflacionaria y de una pol&iacute;tica econ&oacute;mica de liberalizaci&oacute;n y apertura indiscriminadas, que pretendi&oacute; superar aqu&eacute;lla y nos dej&oacute; como herencia el temido fantasma de la recesi&oacute;n, con deflaci&oacute;n, desocupaci&oacute;n y una creciente desigualdad de ingresos. Al menos, esto puso a la ciudadan&iacute;a frente a situaciones l&iacute;mites, se&ntilde;alando el agotamiento de pol&iacute;ticas que deben rectificarse con urgencia para avizorar un porvenir distinto.</p>
<p><b><i>El verdadero riesgo pa&iacute;s</i></b></p>
<p>Es que el verdadero riesgo pa&iacute;s a tener en cuenta es, en realidad. el que pone en peligro las condiciones y la calidad de vida de la mayor&iacute;a de los argentinos y los hace vivir en la inseguridad econ&oacute;mica y jur&iacute;dica. Para superarlo, es preciso cambiar de rumbo y no seguir considerando al Estado como una variable de ajuste, fortaleciendo, por el contrario, sus funciones b&aacute;sicas en educaci&oacute;n, salud y justicia y como promotor del desarrollo econ&oacute;mico, <i>roles </i>que se cumplen eficazmente en los pa&iacute;ses m&aacute;s avanzados. Tambi&eacute;n, renegociar la pesada carga de la deuda externa en funci&oacute;n de las necesidades productivas y sociales, reactivar el mercado interno (ampliado a la dimensi&oacute;n del Mercosur), favorecer a las peque&ntilde;as y medianas empresas e invertir en ciencia y tecnolog&iacute;a a fin de encontrar nichos de producci&oacute;n que eliminen el desempleo y aumenten nuestra competitividad en los mercados mundiales. A lo que deber&iacute;a agregarse, desde el punto de vista pol&iacute;tico, mayores canales de participaci&oacute;n ciudadana para evitar el descreimiento que termina socavando el sistema y, desde el punto de vista de la inserci&oacute;n en el mundo, una interpretaci&oacute;n realista del entorno internacional, anclada en la historia y basada en opciones estrat&eacute;gicas y de largo plazo.</p>
<p>El horizonte del pr&oacute;ximo centenario no estar&aacute; as&iacute; al arbitrio de la <i>mano invisible</i> de la globalizaci&oacute;n, con ideas que pertenecen m&aacute;s al siglo XVIII que al XXI, y aunque el pa&iacute;s no alcance en el futuro cercano la brillantez que esperaban nuestros abuelos, las generaciones que nos siguen no tendr&aacute;n tampoco la necesidad de volver a empezar todo de nuevo o de emprender, en un sentido inverso, el doloroso camino de la emigraci&oacute;n.</p>
<p><i>Mario Rapoport es Licenciado en Econom&iacute;a de la UBA y doctor en Historia de la Universidad de Par&iacute;s I-Sorbona. Es actualmente director del Instituto de Investigaciones de Historia Econ&oacute;mica y Social de la Universidad de Buenos Aires, investigador principal del Conicet y profesor titular de la UBA. Su &uacute;ltimo libro se titula</i></p>
<p>Historia econ&oacute;mica, pol&iacute;tica y social de la Argentina (1880-2000)</p>
<p><i>, Ed. Macchi, Buenos Aires, 2000. </i></p>

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