<p>Beijing continuará aplicando sus US$ 2,12 billones (millones de millones) disponibles en divisas para profundizar su presencia exterior vía colocaciones, participaciones y adquisiciones. El primer ministro Wen Jiabao ha planteado una estrategia apoyada en firmas chinas. Las inversiones directas del país han ido ascendiendo de US$ 145 millones en 2002 a US$ 41.000 millones este año y, quizá, 65.000 millones en 2010.<br />
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El subcontinente y ex patio trasero de Estados Unidos se vuelca especialmente hacia China. También hacia India, Irán, Rusia, etc. “Se aleja de Europa occidental. Un ejemplo (apunta <em>The Economist</em>) basta: hacia 2012, Perú empezará a exportar cobre vía Shanghai de una mina desarrollada por Chinalco a un costo de US$ 2.200 millones”.<br />
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En los primeros seis meses del año, China se convirtió en el mayor mercado para las exportaciones brasileñas. En mayo, el presidente Luiz Inácio de Silva (Lula) y su colega Hu Jintao firmaban un acuerdo por el cual el banco de desarrollo chino (BDCh) y Sinopec, una petrolera, prestarán a la estatal Petróleos Brasileiros (Petrobras) US$ 10.000 millones. El monto será a cambio de hasta 200.000 barriles diarios de crudo durante 10 años, a precio actual, provenientes de las enormes reservas frente al litoral sudoriental, recién descubiertas.<br />
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Semanas antes, Beijing había convenido con Buenos Aires un trueque monetario que involucra el uso bilateral de reales y yüan, no ya de dólares, también por US$ 10.000 millones. Entretanto, compañías chinas –naturalmente, estatales– compraban áreas petroleras en Ecuador y Venezuela. Hace dos meses, National Petroleum Corp. (NPC) y Chinese National Offshore Oil Co. (CNOOC) formularon una oferta conjunta por no menos de US$ 17.000 millones por 84% de la española Repsol YPF. <br />
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En diversas maneras, India, Rusia e Irán también se interesan en Latinoamérica. Al respecto, algunos proclaman el fin de la doctrina acuñada en 1823 por James Monroe y definida con una frase ambigua, “América para los americanos”. No importa que la hegemonía yanqui nunca haya sido del todo aceptada en la región ni tampoco en Europa. No importa que Occidente sea todavía el mayor socio comercial o que EE.UU. sea todavía el primer inversionista en la zona. Nada de eso oculta que se pasean por la región nuevos o potenciales actores geopolíticos y económicos.<br />
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Su llegada es en parte consecuencia de la declinación de EE.UU. como potencia global, tras un instante de predominio absoluto luego del derrumbe soviético y hasta mediados de esta década. Al desaparecer una cara de la moneda (era la Guerra Fría), se licuó la otra. Los centros de poder se desplazaban hacia el Pacífico desde los años 90. Mientras, bajo el poco afortunado George W. Bush –un ultraconservador que deshizo la obra de otro, Ronald Reagan–, Washington se desentendía de Latinoamérica en aras de una frustránea “guerra internacional contra el terrorismo”. <br />
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Lo cierto es que Brasil, bajo Lula –años atrás ferozmente denostado por el <em>Wall Street Journal</em>–, es hoy una potencia regional que limita al propio EE.UU. en el escenario sudamericano.<br />
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¿Acaso la diversificación económica consolidará esos realineamientos geopolíticos? En Washington, tanto los republicanos como Hillary Rodham Clinton suelen sostener que China, Rusia e Irán “avanzan en forma inquietante sobre Latinoamérica. Hasta ahora, Barack Obama parece disentir con su secretaria de Estado. En suma, el área, encabezada por Brasil, Venezuela y la Argentina –pero sin México, Chile ni Perú–, ven aquellos avances (chinos, especialmente) como oportunidades. Ese grupo más Sudáfrica, Australia e India plantean una vasta alianza sur-sur, aunque algunos miembros estén en el norte. En general, presionan por cambios en un orden económico mundial que estiman tan injusto como anacrónico.</p>
<p><strong>Los contactos de los siglos pasados</strong><br />
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Los contactos comerciales y económicos a través del Pacífico no son novedad. Dejando de lado el envío a las costas americanas –parte de la cual llegó hasta las islas Malvinas–, en el siglo 14 de una gigantesca flota china (la mayor del mundo por entonces), entre 1560 y 1815, flotas de galeones españoles viajaban cada año entre Acapulco, Panamá o El Callao y Manila, luego Shanghai. Cargaban metales preciosos y diversas mercancías para volver con sedas, especias y porcelanas, muy buscadas por las clases coloniales acomodadas de México o Perú.<br />
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Los primeros y presentes efectos son indirectos. La demanda china e india de materias primas o alimentos –Sudamérica es exportadora neta– ha elevado sus cotizaciones internacionales a niveles nominales sin precedentes. Ello aceleró el crecimiento del producto bruto regional (PBR) a un ritmo anual de 5,5% entre mediados de 2003 y de 2008, según estadísticas de la Unctad. En segundo lugar, el intercambio chino con Latinoamérica ha aumentado 40% en ese mismo lapso y es vital para Brasil, Chile o Perú.<br />
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Los problemas concretos surgen en determinados países e industrias. Si bien exportadores primarios como Chile, Perú o Brasil se han beneficiado, a México y Centroamérica no les fue muy bien. Para el primero, uno de los más industrializados del área, China es competidora en el mercado estadounidense, desde textiles hasta electrónicos de uso final. <br />
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Entre 2001 y 2007, la porción china en las importaciones estadounidenses de textiles e indumentaria pasó de 13 a 29%. En tanto, la mexicana cedía de 14 a 7%. Algunos fabricantes reaccionaron explotando la vecindad con el gigante o mejorando calidad. No obstante, casi todos los productores brasileños de calzado y juguetes fueron barridos o se mudaron a oriente. <br />
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Por otro lado, los lazos sudamericanos con Beijing han contribuido a capear los daños colaterales de la recesión occidental. La demanda sostenida de materias primas parece haber ayudado perceptiblemente a acelerar la expansión económica, respaldar monedas, reducir inflación y contener tasas de interés. Sobre todo en Brasil.<br />
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Pese al auge del intercambio, las inversiones chinas en la región parecen estancadas. Con India sucede al revés: el comercio con la zona no progresa, pero el sector privado invierte en forma apreciable. Especialmente en <em>software</em>, farmoquímica y recursos naturales.</p>
<p><strong>Con el petróleo como objetivo</strong><br />
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Al presente y como en el África subsahariana, la inversión china se ha concentrado en hidrocarburos y minería; vale decir, recursos no renovables pero estratégicos. Existe, sí, un caso tan temprano como raro: el emprendimiento conjunto de 1984 con Brasil (Embraer) para fabricar satélites de comunicaciones. Beijing aporta 70% del financiamiento anual y la tecnología. Amén de eso, hay tres grandes proyectos cupríferos en Perú y compañías chinas participan masivamente en la industria petrolera ecuatoriana.</p>
<p>Pero lo que realmente preocupa en Washington y Londres es la apuesta de Beijing por Caracas, Hugo Chávez, los crudos y las arenas bituminosas del Orinoco. El banco chino de desarrollo (ChDB) ha aportado dos tercios del capital en un fondo conjunto por US$ 12.000 millones, destinado a proyectos esencialmente petroleros. <br />
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En realidad, Estados Unidos es desde hace mucho tiempo el máximo importador de esos hidrocarburos, que cubren 10% de sus necesidades. Más aún, Petróleos de Venezuela (PdV) controla Citgo, distribuidora estadounidense que posee varias refinerías especializadas en procesar crudos pesados y sulfurosos.<br />
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Esta clase de negocios no figura en las interminables disputas verbales entre Caracas y su mejor cliente. La mutua dependencia ha sido tan incómoda para Chávez como para Bush y, tal vez, para Obama. El comandante quisiera desviar esos crudos hacia China, pero los fletes son prohibitivos y además, Venezuela siempre ha respetado contratos (igual que Irán). <br />
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En el continente negro las inversiones petroleras y mineras chinas, mucho más altas y amplias, ha generado en Occidente acusaciones sobre presunto tendido de cabezas de puente neocoloniales. Pero en Latinoamérica, una región más desarrollada y menos violenta, pese a todo, Beijing es apenas un inversor entre otros. Aparte, tras algunos errores iniciales sus empresas han aprendido a entender y manejar matices locales, ayudadas por una característica positiva: bastan dos idiomas, castellano y portugués, bastante inteligibles entre sí. En África, algunos países hablan una docena de lenguas muy disímiles.<br />
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Sin embargo, varios expertos temen que China cause en Latinoamérica una “re-especialización” en productos primarios, similar a la imperante hasta mediados del siglo 20, en detrimento de la industria, fuente real de valor agregado. Sus importaciones, en efecto, se concentran en materias primas apenas procesadas. <br />
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Así, porotos de soja y mineral de hierro representan 67% de las ventas brasileñas a China y los crudos aportan otro 10%. A la inversa, las exportaciones a EE.UU. se componen mayoritariamente de manufacturas. Por supuesto, la re-especialización no es negativa por sí misma. Pero, a medida como las industrias orientales desplacen a sus rivales latinoamericanas, estos deberán mejorar calidad, precio y otros factores de competencia.</p>
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<p><font color="#dd5d3f"><strong>Una presencia dominante en África </strong></font></p>
<p>En una amplia estrategia sinoafricana, la nueva pieza del tablero es Nigeria, donde Beijing presenta ofertas por 23 concesiones, de las cuales 16 vencen. Esto implica chocar con Royal Dutch/Shell, Chevron-Texaco, Exon Mobil, Total y ENI.<br />
En realidad, esta movida y otras reflejan una necesidad objetiva: colocar los excedentes financieros de una economía cuyo producto bruto interno superará 7,8% este año y 9% en 2001. Pero ello también implica buscar recursos naturales no renovables. En el caso de Nigeria, el conjunto de inversiones propuestas oscila entre US$ 40.000 y 50.000 millones (esta segunda cifra proviene de <em>Financial Times</em>).<br />
El alfil es China National Offshore Oil Corporation, la ya célebre CNOOC y ariete de las “hermanas estatales”. Los chinos “ofrecen bastante más que los contratistas actuales y esta clase de competencia nos encanta”, señala Tanimu Yakubu, asesor del presidente Umaru Yar’Adua. Si el asunto marcha, Beijing se asegurará 6.000 millones de barriles, casi un sexto de las reservas nigerianas.<br />
La perla más reciente de las joyas que exhibe la expansión china en el continente africano es el acuerdo entre el Fondo Internacional de China y el Gobierno militar de Guinea, que cubre petróleo y minerales y que –al menos en los papeles– podría suponer una inversión del orden de US$ 7.000 millones.<br />
La lista de cabezas de puente es larga. En el bloque islámico, incluye además Sudán (cubre 5% de importaciones petroleras chinas), Níger (uranio) y Chad (oleoducto entre Nigeria y Sudán). En la faja central del continente, aparecen Gabón –20% de sus crudos va a Beijing, además de madera y hierro–, Congo –hidrocarburos y obras públicas–, Congo-Kinshasa (paga obras públicas entregando cobre y cobalto), Uganda –pesca, café–, Kenya (telecomunicaciones), Rwanda –obras viales– y Burundi (níquel).<br />
En la zona meridional, los negocios chinos cubren Angola (acaba de firmar contrato por US$ 1.300 millones en crudos), Sudáfrica –donde explota oro y carbón– y Zimbabwe (grandes inversiones en la infraestructura del país más impresentable del continente). Este honor lo comparte con Sudán, Gabón, las tres divisiones de Somalía, Guinea y Malawi.<br />
En suma, hay inversiones, proyectos y comercio con China en 40 de 49 países africanos. El intercambio mutuo subió 32% en 2008 y llegó a US$ 107.000 millones. Al respecto, durante una reciente conferencia sinoafricana en Shanghai, He Liehui –su presidente– fue claro: “No todos estos Estados son pobres. Algunos de ellos tienen PB por habitante superior al nuestro”.</p>
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