<p>En un artículo publicado a fines de diciembre, el primer ministro Wen Jiabao señalaba que “poner coto a los precios minoristas continúa siendo la máxima prioridad” para Beijing de aquí a un par de años. Por supuesto, así lo es desde fines de 2010, pues “el control macro y la dirección de ajustes son pasibles de cambio”. <br />
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A criterio de casi todos lo analistas en la capital, Shanghai, Hongkong, Tokio o Singapur, Wen puso de relieve las reticencias a desatar otro megapaquete de estímulos, similar al lanzado a fines de 2008. Ahora, el gobierno siente que la economía real es lo bastante sólida para seguir frenando el crecimiento.<br />
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Tras más de un año de restricciones monetarias, la actividad ha respondido casi exactamente como querían los mandarines de Beijing. Esto es, con un enfriamiento gradual hacia ritmos estables, compatibles con el objeto de reducir riesgos de sobrecalentamiento o de inflación descontrolada. <br />
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De hecho, las turbulencias occidentales de meses recientes, o el fantasma de una recesión de perfil en W, potencialmente facilitan apreciablemente el trabajo de Wen en cuanto a sofrenar la economía local. Este detalle ha sido también observado por Surcorea, Taiwán y el sudeste asiático. <br />
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Una estadística que publican HSBC (Hongkong & Shanghai Banking Corporation) y Markit Economics daba 4,9 puntos en septiembre, poco más que los 49,3 de julio. Como es común en este plano, todo valor sobre cincuenta puntos señala expansión y, en caso contrario, contracción. La mayoría de econometristas, mientras tanto, reducía sus expectativas de crecimiento chino, debido al horizonte deteriorado que caracteriza las economías centrales. Sea como fuere, la realidad y las proyecciones de crecimiento siguen siendo la envidia de los países desarrollados. Igual que los números de Brasil, por ejemplo.</p>
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<p>Volviendo a China, Union des Banques Suisses redujo de 9,3 (2010) a 9% (2011) y a 8,3% (2012) sus cálculos sobre el producto bruto interno del gigante. También los suizos vinculan ese moderado descenso a “bajas en economías centrales, que repercuten en la exportación china y la inversión externa directa”.<br />
Según señalaba Wen, la persistente inflación y sus efectos políticos –particularmente en precios de alimentos- vienen desvelando a Beijing desde principios de año. En julio, la inflación minorista alcanzó un pico en tres años: 6,5%.</p>
<p>Nuevamente, el abatimiento occidental (nunca ha sido “global”) puede desembocar en algunas buenas noticias para China y otros emergentes. Vale decir, en materia de demanda mundial. “En términos latos, la declinación en ese plano probablemente reduzca los precios internacionales de materias primas e insumos básicos”, observa Ma Jun, analista jefe y experto de Deutsche Bank en la región.</p>
<p>Varios especialistas occidentales, sin embargo, creen que las desventuras de sus economías no siempre serán buenas noticias para el Reino del Medio. Por caso, una caída drástica en EE.UU. y la Unión Europea, similar a la de 2007/09, podría provocar un colapso en las exportaciones chinas, con efectos en la producción industrial y en las inversiones. Esto llevaría a un aterrizaje forzoso.</p>
<p>Esta clase de tremendismo, popular en ciertos círculos occidentales e indios, asoma cuando –como en noviembre- las órdenes de exportación bajaron apreciablemente. Rápidamente, algunos analistas concluyeron que el gobierno ya había empezado a timonear la economía hacia otras aguas. Esto es, disminuyendo la dependencia excesiva respecto de la exportación y orientándola rumbo a la demanda interna.</p>
<p>En realidad, la economía china es hoy por cierto menos dependiente del sector exportador que durante la crisis occidental de 2007/09. No obstante, altos funcionarios del régimen admiten libremente –como Wen- que el país todavía se apoya demasiado, si no en el comercio, en las inversiones externas.</p>
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