Ahora que la economía china no está en su mejor momento el vino francés de pronto se les puso caro. Pero el gusto por el vino lo mantienen y miran a su alrededor a ver dónde compran vino bueno más barato. Y allí está Chile, listo para exportar. Para el vecino país esto es más que una oportunidad de ventas. Es la oportunidad de lograr por fin que su economía deje de depender exclusivamente de materias primas como el cobre y productos agrícolas.
En Shangai y Beijing ya hay cantidades de Wine Bars donde los empresarios se reúnen a tomar una copa. La gente se regala botellas de vino y las familias en sus celebraciones ahora brindan con vino tinto.
O sea, es un mercado tentador.
Algunos años atrás, los chinos hacían cosas extrañísimas con el vino. Lo mezclaban con Sprite para hacerlo más liviano y un ejecutivo llegó a mezclar vino francés con yogur para demostrar la versatilidad de la bebida. Los supermercados empacaban dos botellas con una lata de Coca-Cola para fomentar las ventas.
Pero todo eso quedó atrás. Ahora el vino, muy especialmente el tinto, es una bebida de prestigio y muy solicitada. El canal que más usan para comprarlo es Internet.
En el mundo, vinos de Chile, Sudáfrica, Australia y Estados Unidos han hecho sombra a los franceses, sobre todo por una cuestión de precio. Pero Chile quiere convencer a los 36 millones de chinos que compran por lo menos una botella de vino al mes que el producto no necesariamente tiene que ser caro para ser bueno.
Por ahora las exportaciones hacia ese país se hacen mayormente a granel, o sea sin marca. Luego o en China se embotella y se vende como les parezca. No hay ninguna ley en China que obligue a los importadores a revelar el origen del producto. La idea, entonces, es jerarquizar esa exportación y venderles vino embotellado y de marca.