Las tropas aliadas se acercan a Bagdad pero, entretanto, la inteligencia anglosajona
avanza sobre Berna. Tanto Londres como Washington quisieran confiscar -de algún
modo- los ahorros del dictador. A diferencia de la guerra, los estados árabes
que cooperan con los aliados se alinean con Saddam en cuanto a defender cuentas
en Helvecia. "Si se lograse quebrar el secreto bancario suizo, inmensas fortunas
de origen poco claro quedarían expuestas. Desde jerarcas de la ex URSS
y capitostes africanos hasta soberanos, dictadores o otros dirigentes latinoamericanos
y asiáticos", advertía el "Neue Zürcher Zeitung".
No obstante, lo que más temen Berna y la banca privada, que hoy pasa
malos momentos, es una fuga de cuentas anónimas hacia Liechtenstein (virtual
vasallo de la Confederación), Austria, Luxemburgo y plazas extraterritoriales
-"offshore"- más lejanas. Por su parte, en reciente
nota oficial, Londres aludía a "activos depositados y gestionados
vía fideicomisos y otros instrumentos de banca privada". Poco le
faltó para usar un viejo mote de la City, exhumado -eso sí- por
dos o tres medios ingleses: "gnomes of Zürich" (enanos zuriqueses).
Una red ficticia pero eficaz
"No nos consta la existencia de bienes o activos del presidente Saddam
en nuestro sistema financiero", se apresuró a replicar Berna. Pero
hay una historia que la contradice. En 1991, durante la guerra anterior, se
descubrió una red de sociedades ficticias y bancos asesores -similar
a la armada por Enron en 1997/8-, con ramificaciones en Ginebra, Lugano y Panamá.
Desde principios de los 80 y adaptando un modelo islámico (el Banco de
Crédito y Comercio Internacional, criatura del jefe ismaelita Hasán
Abedí), se habían negociado "por izquierda" crudos,
otros productos primarios, metales preciosos, gemas, tecnología, armas,
etc. También se lavaban cientos de millones de dólares por año.
Investigadores estadounidenses y británicos, consultores financieros
italianos, suizos y alemanes coinciden en que, a partir de 1991, ese sistema
fue pasando a control de un testaferro clave: Barzán al-Tikrit. Nadie
menos que el "banquero del Ra´ís" y hermanastro suyo. A fines
de octubre pasado, Berna se negó a renovarle la visa, aunque su pasaporte
lo identificase aún como "embajador ante la ONU, Ginebra".
Años antes, dirigía el servicio secreto iraquí. Ahora,
Berna temía el personaje usara su valija diplomática "en
perjuicio de los altos intereses nacionales".
Pero Barzán había ocupado el puesto diplomático desde1990
a 1998. Por entonces, al parecer, los "intereses nacionales" suizos
no eran problema para que el embajador dirigiese MidCo (Ginebra), un holding
offhore fundado en 1991. A partir de ahí, los intereses ostensibles y
secretos del Ra´ís (algo así como "gran capitán")
se centralizaron en el discreto despacho del embajador.
La nueva actitud no era casual ni gratuita: Berna quería neutralizar
a Barzán para dejar expuesto a Jalaf ad-Dulaimí y otros. Ocurre
que aquél pensaba en jubilarse y puso a Jalaf como CEO de MidCo. Pero
los negocios lícitos del grupo eran un serio obstáculo pues, entre
otras participaciones, incluían 8,4% en la editorial Hachette, a través
de Montana Holdings, clon panameño de MidCo. Formalmente, esas tenencias
quedaron congeladas por el embargo de 1991, pero MidCo continuó como
"mesa de dinero" hasta mediados de 1998.
Se va unos, vienen otros
En este punto surge otra travesura suiza: el proceso originado en aquel embargo
y la consiguiente liquidación de MidCo aun no se ha cerrado. Quizá
porque, como intuye la inteligencia británica, las relaciones de Barzán-Jalaf
abarcan nombres como Groupe Crédit Suisse y el francés Crédit
Lyonnais. La agenda de ambos es un "Quién es quién"
del mundillo financiero y sus contactos políticos explican que Montana
siga prosperando en Panamá.
Barzán ya no vive en Ginebra ni la visita cada mes, pero su "pied-à-terre"
céntrico lo ocupa el armenio Ohannes Awanes Artín. Vice de MidCo
y representante de Montana, su fortuna proviene del comercio en joyas y piedras
preciosas. Mientras tanto, los naipes que juega Saddam no se limitan a Ginebra.
En Lugano todavía recuerdan a Sa´id al-Majdí, financista que,
hasta mediados de los 80, manejaba los intereses del régimen vía
la firma Medp. Como empezó a quedarse con vueltos, Saddam apeló
a la Shari´á -ley islámica- y lo mandó ahorcar en 1986.
Pero nada ni nadie muere del todo en la mágica realidad levantina: Medp
sigue viva en sus subsidiarias Radistal y Dumynta.
¿De dónde salen tantos datos e historias? No de algún
informe secreto de la inteligencia anglosajona, sino de una carpeta que tiene
apenas cien carillas: el proyecto pro reconstrucción de Irak tras la
guerra. Exactamente, lo que George W. Bush y Tony Blair discutían esta
semana en Camp David. El primer paquete posbélico se calcula en US$ 3.000
millones pero, antes, es preciso negociar con el Fondo Monetario Internacionales,
otros entes multilaterales, bancos, multinacionales y demás acreedores
la deuda que el futuro régimen "heredará" de Saddam.
El "dossier" calcula un global de US$ 100 a 130.000 millones, acumulando
los doce años desde la guerra anterior. Otras fuentes llegan hasta 200.000
millones. Sea cual fuere la cifra definitiva, aquellos US$ 10.000 millones en
Suiza pesarán bastante.
Las tropas aliadas se acercan a Bagdad pero, entretanto, la inteligencia anglosajona
avanza sobre Berna. Tanto Londres como Washington quisieran confiscar -de algún
modo- los ahorros del dictador. A diferencia de la guerra, los estados árabes
que cooperan con los aliados se alinean con Saddam en cuanto a defender cuentas
en Helvecia. "Si se lograse quebrar el secreto bancario suizo, inmensas fortunas
de origen poco claro quedarían expuestas. Desde jerarcas de la ex URSS
y capitostes africanos hasta soberanos, dictadores o otros dirigentes latinoamericanos
y asiáticos", advertía el "Neue Zürcher Zeitung".
No obstante, lo que más temen Berna y la banca privada, que hoy pasa
malos momentos, es una fuga de cuentas anónimas hacia Liechtenstein (virtual
vasallo de la Confederación), Austria, Luxemburgo y plazas extraterritoriales
-"offshore"- más lejanas. Por su parte, en reciente
nota oficial, Londres aludía a "activos depositados y gestionados
vía fideicomisos y otros instrumentos de banca privada". Poco le
faltó para usar un viejo mote de la City, exhumado -eso sí- por
dos o tres medios ingleses: "gnomes of Zürich" (enanos zuriqueses).
Una red ficticia pero eficaz
"No nos consta la existencia de bienes o activos del presidente Saddam
en nuestro sistema financiero", se apresuró a replicar Berna. Pero
hay una historia que la contradice. En 1991, durante la guerra anterior, se
descubrió una red de sociedades ficticias y bancos asesores -similar
a la armada por Enron en 1997/8-, con ramificaciones en Ginebra, Lugano y Panamá.
Desde principios de los 80 y adaptando un modelo islámico (el Banco de
Crédito y Comercio Internacional, criatura del jefe ismaelita Hasán
Abedí), se habían negociado "por izquierda" crudos,
otros productos primarios, metales preciosos, gemas, tecnología, armas,
etc. También se lavaban cientos de millones de dólares por año.
Investigadores estadounidenses y británicos, consultores financieros
italianos, suizos y alemanes coinciden en que, a partir de 1991, ese sistema
fue pasando a control de un testaferro clave: Barzán al-Tikrit. Nadie
menos que el "banquero del Ra´ís" y hermanastro suyo. A fines
de octubre pasado, Berna se negó a renovarle la visa, aunque su pasaporte
lo identificase aún como "embajador ante la ONU, Ginebra".
Años antes, dirigía el servicio secreto iraquí. Ahora,
Berna temía el personaje usara su valija diplomática "en
perjuicio de los altos intereses nacionales".
Pero Barzán había ocupado el puesto diplomático desde1990
a 1998. Por entonces, al parecer, los "intereses nacionales" suizos
no eran problema para que el embajador dirigiese MidCo (Ginebra), un holding
offhore fundado en 1991. A partir de ahí, los intereses ostensibles y
secretos del Ra´ís (algo así como "gran capitán")
se centralizaron en el discreto despacho del embajador.
La nueva actitud no era casual ni gratuita: Berna quería neutralizar
a Barzán para dejar expuesto a Jalaf ad-Dulaimí y otros. Ocurre
que aquél pensaba en jubilarse y puso a Jalaf como CEO de MidCo. Pero
los negocios lícitos del grupo eran un serio obstáculo pues, entre
otras participaciones, incluían 8,4% en la editorial Hachette, a través
de Montana Holdings, clon panameño de MidCo. Formalmente, esas tenencias
quedaron congeladas por el embargo de 1991, pero MidCo continuó como
"mesa de dinero" hasta mediados de 1998.
Se va unos, vienen otros
En este punto surge otra travesura suiza: el proceso originado en aquel embargo
y la consiguiente liquidación de MidCo aun no se ha cerrado. Quizá
porque, como intuye la inteligencia británica, las relaciones de Barzán-Jalaf
abarcan nombres como Groupe Crédit Suisse y el francés Crédit
Lyonnais. La agenda de ambos es un "Quién es quién"
del mundillo financiero y sus contactos políticos explican que Montana
siga prosperando en Panamá.
Barzán ya no vive en Ginebra ni la visita cada mes, pero su "pied-à-terre"
céntrico lo ocupa el armenio Ohannes Awanes Artín. Vice de MidCo
y representante de Montana, su fortuna proviene del comercio en joyas y piedras
preciosas. Mientras tanto, los naipes que juega Saddam no se limitan a Ginebra.
En Lugano todavía recuerdan a Sa´id al-Majdí, financista que,
hasta mediados de los 80, manejaba los intereses del régimen vía
la firma Medp. Como empezó a quedarse con vueltos, Saddam apeló
a la Shari´á -ley islámica- y lo mandó ahorcar en 1986.
Pero nada ni nadie muere del todo en la mágica realidad levantina: Medp
sigue viva en sus subsidiarias Radistal y Dumynta.
¿De dónde salen tantos datos e historias? No de algún
informe secreto de la inteligencia anglosajona, sino de una carpeta que tiene
apenas cien carillas: el proyecto pro reconstrucción de Irak tras la
guerra. Exactamente, lo que George W. Bush y Tony Blair discutían esta
semana en Camp David. El primer paquete posbélico se calcula en US$ 3.000
millones pero, antes, es preciso negociar con el Fondo Monetario Internacionales,
otros entes multilaterales, bancos, multinacionales y demás acreedores
la deuda que el futuro régimen "heredará" de Saddam.
El "dossier" calcula un global de US$ 100 a 130.000 millones, acumulando
los doce años desde la guerra anterior. Otras fuentes llegan hasta 200.000
millones. Sea cual fuere la cifra definitiva, aquellos US$ 10.000 millones en
Suiza pesarán bastante.