En el ámbito de la prestigiosa Universidad de Cambridge, más precisamente dentro de la University of Cambridge Judge Business School, funcionaba el Cambridge Psychometric Centre. Dicho centro se define como una “red de investigaciones estratégicas”. Esto quiere decir que hace investigaciones y luego las vende a empresas comerciales.
Esta colaboración entre el ámbito académico y el comercial sólo salió a la luz por el escándalo con Facebook, pero es preocupante que exista. En realidad siempre ha existido una relación entre estos dos terrenos, y con buenas justificaciones además. No puede negarse que la gente que logra títulos universitarios debe estar capacitada para las necesidades de progresar que tienen las empresas. También a la inversa: cómo hacer para que los descubrimientos realizados en el ámbito académico encuentren canalización y aprovechamiento en el comercial.
Pero antes la relación no era tan complicada. Las unidades necesitan financiamiento para hacer grandes investigaciones. Así es como reciben financiamiento, como salen bien en los rankings y como atraen más alumnos.
Los investigadores necesitan de las empresas, que son las que van a aportar el mercado para sus descubrimientos. O sea que hay necesidades por ambas partes.
El escándalo de Cambridge Analytica sirvió para advertir que “la investigación” está plagada de incentivos que no van tras el puro objetivo del conocimiento. Falta, entonces, un debate franco y un escrutinio serio sobre los incentivos que mueven esas investigaciones. En estas relaciones está claro que el beneficio es mutuo. Las empresas se benefician con el rigor intachable de las universidades y las universidades se benefician