Durante los nueve primeros meses de 2017, las inversiones de capital totalizaron US$ 7.600 millones. El año anterior, en 12 meses, habían sumado US$ 5.400 millones.
En los últimos doce meses todas las operaciones vinculadas con fusiones y adquisiciones en ese terreno, ascendieron a US$ 21.300 millones, 26 veces más que durante 2015. IA se menciona, entre inversores, con más frecuencia que big data.
A la cabeza de esta fiebre aparecen nombres conocidos: Alphabet (Google), Amazon, Apple, Facebook y Microsoft. Algo parecido, aunque no se tiene toda la información sobre en qué andan, ocurre en China con Alibaba y Baidu. IA se ha situado en el centro de la estrategia de estos gigantes tecnológicos. En gran medida, consideran a IA como una extensión natural de los servicios existentes, que van desde la nube, hasta la logística, y nuevos territorios como vehículos autónomos y realidad aumentada.
Como conclusión, el temor es que IA consolide y aumente el poder de este puñado de gigantes. Y por tanto, erosione la competencia.
La posibilidad de concretar esa posibilidad dependerá de varios factores. Uno de ellos es saber si IA dependerá de la disponibilidad de inmensas fuentes de datos. En eso, los nombres de las Big Tech, aparecen especialmente fuertes, y están avanzando sobre otras áreas, como finanzas y atención de la salud, para conseguir todavía más datos. Vinculado a este punto, es cuánto más de la existencia mundial de datos terminarán controlando estos mismos actores.
Y la cuestión de fondo es cuánto de este conocimiento será compartido. Los gigantes reclutan a la mejor gente de las universidades. En muy buena medida, dependerá del poder regulatorio de los Estados si deciden ingresar en este terreno.
La clave del futuro reside en la relevancia, la accesibilidad y la apertura de los datos.