El mercado del arte se mueve, en realidad, en un mundo mucho más oscuro. Las obras de arte se venden mediante una serie de transacciones realizadas a través de compañías offshore para luego desaparecer en almacenes de máxima seguridad construidos en zonas libres de impuestos conocidos como puertos libres.
Este submundo se empezó a conocer a finales de febrero de este año con la detención en Mónaco de Yves Bouvier en momentos en que llegaba a la case de uno de sus mejores clientes: Dimitri Rybolovlev, un ruso muchas veces millonario y dueño de un club de fútbol en Mónaco. Él y dos cómplices son acusados de usar varios puertos libres para evadir los impuestos que correspondería pagar por la venta de obras y objetos que valen fortunas inmensas y luego realizar numerosas operaciones de lavado.
La noticia de su arresto conmocionó al mundo del arte porque el caso arroja luz sobre la forma en que se venden las obras de arte, que no es precisamente como el público general se imagina. Descubre la oscuridad que rodea muchas transacciones y la ausencia de transparencia, sobre quién las posee, quién las compra y quién las vende. En este mercado hay mucha manipulación.
El otro elemento preocupante que surge con la detención de Bouvier es que todas esas transacciones se han llevada a cabo durante mucho tiempo con muy poca supervisión y, según un denunciante, sin contratos escritos.
Las otras de arte , hoy, se usan como garantía para préstamos o como una forma de diversificar carteras de activos. Ahora también el mundo se entera de que además de evadir impuestos se usan para lavar dinero.
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