Eso también refuerza al país en su ambición de convertirse en uno de los líderes mundiales en política climática.
¿Cómo lo hizo? Varios expertos explican a MIT Technology Review que el Gobierno lleva mucho tiempo influyendo: estimulando tanto la oferta como la demanda de vehículos eléctricos. Gracias a generosas subvenciones públicas, exenciones fiscales, contratos de compra y otros incentivos políticos, han surgido muchas marcas de vehículos eléctricos nacionales que optimizan las nuevas tecnologías para satisfacer las necesidades reales de los consumidores chinos. Esto, a su vez, propició la aparición de un gran grupo de jóvenes compradores de coches.
La historia de cómo el sector llegó hasta aquí incluye, además del estado chino, a los investigadores en baterías de China y a los consumidores de todo el continente asiático.
A principios de los años 2000, antes de aventurarse en el campo de los vehículos eléctricos, la industria automovilística china era una potencia fabricando coches tradicionales, pero no había marcas nacionales capaces de rivalizar con las extranjeras que dominaban el mercado. Y en vehículos híbridos – cuyas baterías al principio tenían un rol muy secundario — ya dominaba Japón, con quien China no podía competir.
Eso hizo que el gobierno chino decidiera apartarse completamente de la tecnología usada en el momento e invirtiera en algo completamente nuevo: los autos impulsados exclusivamente por baterías. Por aquellos días los vehículos eléctricos (VE) eran solo un experimento de nicho que hacían marcas como General Motors o Toyota. Esa era entonces una gran oportunidad para China, porque los países que lideraban en fabricación de híbridos tenían menos incentivos para incursionar en los puramente eléctricos.
A partir de 2009 el gobierno comenzó a otorgar subsidios a las compañías de VE para la fabricación de ómnibus, taxis y autos particulares. Ese año el país vendió 500 unidades en China. Entre 2009 y 2022 el gobierno puso el equivalente de más de US$ 29.000 millones en subsidios y exenciones impositivas. También ayudó a las empresas a mantenerse a flote en sus primeros años otorgándoles contratos públicos.
Otras políticas de estado incentivaron a la gente a comprar vehículos eléctricos. En ciudades con mucha población, como Beijing, el otorgamiento de patentes está racionado desde hace más de diez años. Puede llevar años y miles de dólares obtener una patente para un auto a nafta o gas. Pero de este proceso se eximió a las personas dispuestas a comprar un auto eléctrico.
Finalmente, los gobiernos locales muchas veces trabajaron junto a las empresas de vehículos eléctricos para adaptar las políticas que mejor las ayuden a crecer. Por ejemplo, BYD, la empresa china que actualmente compite cabeza a cabeza con Tesla, creció manteniendo una relación muy estrecha con la ciudad de Shenzhen y la convirtió en la primera ciudad del mundo en tener un servicio de transporte público completamente electrificado.