¿Una estrella, dos estrellas o cinco estrellas? Una organización nos manda un proveedor de servicioss y luego debemos calificarlo.
Vamos a cenar a un restaurante y luego nos piden que califiquemos el lugar, la comida y el servicio a la mesa.
Estuvimos en la ventanilla del banco y al día siguiente el banco nos pide que levaluemos la atención del empleado que nos atendió.
Pero ahora también nosotros, como clientes, recibimos estrellas. ¿Recuerdan aquellos tiempo en que se decía que el cliente siempre tiene razón? Ya no. Si pedimos un Uber y luego lo cancelamos, eso nos baja el puntaje. Lo aclaran en la descripción de su servicio. ¿Qué pasa entonces si cancelamos dos o tres viajes? ¿Nos convertimos en persona no grata para la empresa?
Lo preocupante es qué pasa con ese empleado de banco a quien el cliente displicentemente le pone tres estrellas. O qué ocurre con el camarero a quien un comensal indignado con la comida le enchufa también dos estrellas al servicio? ¿O qué ocurre con un cliente de Uber con malas calificaciones? ¿Se negarán a llevarlo?
Es algo inquietante pensar en responder estas preguntas.