Se aprovechan fondos de cobertura para pagar impuestos bajos

Los norteamericanos ponen su ahorro jubilatorio en inversiones libres de impuestos. Claro, el contribuyente tiene límites estrictos a la desgravación: US$ 20.000 anuales. Pero eso no vale para los fondos de cobertura ni sus opulentos gestores.

18 abril, 2007

¿Qué sucede en ese canal? Simple: un nutrido grupo de quienes administran fondos de cobertura (derivados, claro) gana remuneraciones siderales y puede posponer pagos tributarios hasta diez años o más, privilegio que el contribuyente común no tiene. La clave en este segmento de capitales extrabursátiles poco o mal regulados es simple: los managers colocan fuera de Estados Unidos la mayor parte de sus remuneraciones, vìa fondos “off shore” propios.

Esos estipendios crecen sin abonar impuestos. Ni siquiera necesitan salir del país: el pequeño estado de Delaware funciona como refugio extraterritorial para magnates, bancos y empresas.

Pocos dominan esos instrumentos como quines gestionan fondos de cobertura o de capitales extrabursátiles (expertos en compras apalancadas). Basta un ejemplo elaborado por la consultoría Financial Engines: un administrador de cartera gana US$ 10 millones anuales y difiere impuestos cinco años. Al final, paga y se va con 10.500.000 en la faltriquera, pues su colocación le ha rendido en forma acumulativa. Sin ese truco, habría obtenido “apenas” US$ 8.900.000 netos.

Esa misma fuente señala que el ejemplo debe tranferirse al nivel de US$ 100 millones. ¿Para qué? Para averiguar cuánto embolsará, en promedio, quien figure entre los veinticinco managers de fondos mejor pagados en EE.UU. De hecho, en 2006 el cabeza de lista cobró 136 millones.

Estas tretas son completamente licitas. Merced a las “peculiaridades” de los fondos especulativos (cobertura, capital privado) y su explosivo auge, los diferimientos tributarios obtenidos suelen superar las remuneraciones de los máximos capitanes de industria. No obstante, la especulación financiera no crea valor agregado para la economía física ni prosperidad social.

Pero hoy esas ventajas caen bajo el escrutinio parlamentario, por una simple razón: el congreso está controlado por demócratas y los negocios financieros votan por los republicanos. No es casual, aunque poco explicable, que Michael Bloomberg sea intendente de Nueva York. Para peor, el Capitolio debe encontrar formas de reducir el déficit fiscal, financiar la guerra en Irak-Afganistán y cubrir crecientes costos de retiro/atención médica para mayores de 60 (esos viejos que Alan Greenspan, Benjamin Bernanke o Henry Paulson quisieran quitarse de encima lo antes possible).

Ahora bien, la mayoría de los fondos de cobertura son sociedades entre personas. Los managers generalmente perciben 2% de cuanto administran más 20% de utilidades totales. Al instalar un fondo extraterritorial, empero, los gestores evitan “impuestos innecesarios”. Al mismo tiempo, atraen al casino clientes exentos de tributos, tales como fondos jubilatorios, fundaciones benéficas e inversores de exterior. Entre ellos, funcionarios corruptos y millonarios latinoamericanos cuyos jardineros pagan más impuestos que ellos.

Sin duda, estos recursos no carecen de inconvenientes. Verbigracia, los ingresos no pueden gastarse de inmediato. Eso molesta a quienes quisieran añadir ejemplares a su colección de autos antiguos, aumentar un harem o comprar caballos de carrera. Además, los dineros colocados en esos fondos siempre implican riesgos.

Pero mas relevantes son ciertos quebrantos derivados de esos malabarismos. A diferencia de los planes jubilatorios normales, los pagos diferidos no pertenecen a individuos sino a sociedades. Si un fondo capota, esos pagos quedan sujetos a reclamos de acreedores. Aparte, cuando alguien difiere pagos fiscales, los montos no son imponibles al no ser en realidad activos, sino deudas en favor de terceros. Ese detalle acabó con Barings Securities y, casi, con Long-Term Capital Management en los años 90.

Demasiados incentivos fáciles promueven fondos de cobertura y de capital extrabursátil. Los fondos jubilatorios son atraídos por la promesa de mayores retornos –para sus administradores, no para los aportantes- y menores riesgos (esto no es cierto). Tasas de interés históricamente bajas han alimentado un auge de compras apalancadas donde los fondos de cobertura cumplen un papel perverso: demandan deuda nueva, precisamente para que esas adquisiciones cristalicen.

¿Qué sucede en ese canal? Simple: un nutrido grupo de quienes administran fondos de cobertura (derivados, claro) gana remuneraciones siderales y puede posponer pagos tributarios hasta diez años o más, privilegio que el contribuyente común no tiene. La clave en este segmento de capitales extrabursátiles poco o mal regulados es simple: los managers colocan fuera de Estados Unidos la mayor parte de sus remuneraciones, vìa fondos “off shore” propios.

Esos estipendios crecen sin abonar impuestos. Ni siquiera necesitan salir del país: el pequeño estado de Delaware funciona como refugio extraterritorial para magnates, bancos y empresas.

Pocos dominan esos instrumentos como quines gestionan fondos de cobertura o de capitales extrabursátiles (expertos en compras apalancadas). Basta un ejemplo elaborado por la consultoría Financial Engines: un administrador de cartera gana US$ 10 millones anuales y difiere impuestos cinco años. Al final, paga y se va con 10.500.000 en la faltriquera, pues su colocación le ha rendido en forma acumulativa. Sin ese truco, habría obtenido “apenas” US$ 8.900.000 netos.

Esa misma fuente señala que el ejemplo debe tranferirse al nivel de US$ 100 millones. ¿Para qué? Para averiguar cuánto embolsará, en promedio, quien figure entre los veinticinco managers de fondos mejor pagados en EE.UU. De hecho, en 2006 el cabeza de lista cobró 136 millones.

Estas tretas son completamente licitas. Merced a las “peculiaridades” de los fondos especulativos (cobertura, capital privado) y su explosivo auge, los diferimientos tributarios obtenidos suelen superar las remuneraciones de los máximos capitanes de industria. No obstante, la especulación financiera no crea valor agregado para la economía física ni prosperidad social.

Pero hoy esas ventajas caen bajo el escrutinio parlamentario, por una simple razón: el congreso está controlado por demócratas y los negocios financieros votan por los republicanos. No es casual, aunque poco explicable, que Michael Bloomberg sea intendente de Nueva York. Para peor, el Capitolio debe encontrar formas de reducir el déficit fiscal, financiar la guerra en Irak-Afganistán y cubrir crecientes costos de retiro/atención médica para mayores de 60 (esos viejos que Alan Greenspan, Benjamin Bernanke o Henry Paulson quisieran quitarse de encima lo antes possible).

Ahora bien, la mayoría de los fondos de cobertura son sociedades entre personas. Los managers generalmente perciben 2% de cuanto administran más 20% de utilidades totales. Al instalar un fondo extraterritorial, empero, los gestores evitan “impuestos innecesarios”. Al mismo tiempo, atraen al casino clientes exentos de tributos, tales como fondos jubilatorios, fundaciones benéficas e inversores de exterior. Entre ellos, funcionarios corruptos y millonarios latinoamericanos cuyos jardineros pagan más impuestos que ellos.

Sin duda, estos recursos no carecen de inconvenientes. Verbigracia, los ingresos no pueden gastarse de inmediato. Eso molesta a quienes quisieran añadir ejemplares a su colección de autos antiguos, aumentar un harem o comprar caballos de carrera. Además, los dineros colocados en esos fondos siempre implican riesgos.

Pero mas relevantes son ciertos quebrantos derivados de esos malabarismos. A diferencia de los planes jubilatorios normales, los pagos diferidos no pertenecen a individuos sino a sociedades. Si un fondo capota, esos pagos quedan sujetos a reclamos de acreedores. Aparte, cuando alguien difiere pagos fiscales, los montos no son imponibles al no ser en realidad activos, sino deudas en favor de terceros. Ese detalle acabó con Barings Securities y, casi, con Long-Term Capital Management en los años 90.

Demasiados incentivos fáciles promueven fondos de cobertura y de capital extrabursátil. Los fondos jubilatorios son atraídos por la promesa de mayores retornos –para sus administradores, no para los aportantes- y menores riesgos (esto no es cierto). Tasas de interés históricamente bajas han alimentado un auge de compras apalancadas donde los fondos de cobertura cumplen un papel perverso: demandan deuda nueva, precisamente para que esas adquisiciones cristalicen.

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