Japón ordena cerrar la banca privada local de Citigroup

En una de las penas más severas jamás impuestas al negocio banquero japonés, la Agencia de Servicios Financieros le ordenó a Citigroup cerrar su división de banca privada. Arguye graves transgresiones a las leyes del país.

18 septiembre, 2004

Eso ocurrió el sábado, según el huso horario del este norteamericano. El mayor conglomerado de su tipo en el mundo deberá cesar las operaciones de banca mayorista en las cuatro agencias que las practicaban. Esto resulta de un sumario donde constan violaciones y actividades impropias durante tras años seguidos.

Las transgresiones incluyen no aplicar medidas obligatorias para prevenir lavado de dinero, cometer agio contra clientes que contrataban derivados financieros, no informar con claridad y dar crédito a prestatarios que los empleaban en operaciones turbias, con conocimiento del banco.

“Una cantidad de actos perjudiciales al interés público, transacciones impropias y serias violaciones a leyes o normas le fue probada al llamado Private Bank Group”, señala la ASF en los fundamente de la orden judicial. A su vez, el juez interviniente tornó taxativo el cierre. Citibank Japan pidió disculpas públicas –vía un directivo nipón, claro- y se comprometió a mejorar gestión y controles internos.

Naturalmente, lo hará porque se lo exige la orden judicial, que le da hasta el 22 de octubre para presentar a la ASF un plan completo y detallado. En cuanto al cierre, tiene exactamente un año para llevarlo a cabo pero, desde el 29, no podrá hacer operaciones nuevas. En efecto, el 30 de septiembre queda revocada su licencia para trabajar en banca privada y le tomará años obtener otra. Citibank tiene veinticinco sucursales minoristas, no afectadas por las medidas.

La división sancionada hace a la historia de los instrumentos derivativos, sus contratos derivados y Citibank en Japón. Al suspender Richard Nixon la convertibilidad oro-dólar (1971), surgió una ola de operatorias oportunistas o volátiles que, en 1973, generó el mercado electrónico global, capaz de operar día y noche por encima de los propios bancos centrales.

Las claves eran los primeros derivativos, creados por tres matemáticos financieros poco escrupulosos, en 1968, que más tarde serían premios Nobel. El Fondo Monetario, instancia supervisora que debiera haber tomado cartas, no lo hizo porque –ya entonces- su alta burocracia técnica estaba controlada por grandes bancos comerciales anglosajones y holandeses. Estos últimos eran expertos en mecanismos pro lavado de dinero vía las Antillas meridionales.

Pero fue Citibank quien se lanzó al campo derivativo, desde una plaza aún poco regulada: Tokio. Con el tiempo, las autoridades japonesas advirtieron lo que se gestaba y vedaron especulaciones con futuros y opciones, puntales de los derivados. De inmediato, la operatoria se mudó a Singapur, un “off shore” casi pirata. No obstante, Citibank mantuvo el Private Bank Group.

Como es común, la banca privada atiende clientes con no menos de un millón de dólares para invertir. Aporta servicio personalizado y una vasta experiencia en especulaciones de riesgo e instrumentos derivativos. Pero, en esta oportunidad, también operada en bienes raíces y arte, dos segmento prohibidos a los bancos por la ley japonesa. Tampoco era legal que los ejecutivos de cuentas tuviesen en sus archivos las claves secretas de los clientes “más olvidadizos”.

Eso ocurrió el sábado, según el huso horario del este norteamericano. El mayor conglomerado de su tipo en el mundo deberá cesar las operaciones de banca mayorista en las cuatro agencias que las practicaban. Esto resulta de un sumario donde constan violaciones y actividades impropias durante tras años seguidos.

Las transgresiones incluyen no aplicar medidas obligatorias para prevenir lavado de dinero, cometer agio contra clientes que contrataban derivados financieros, no informar con claridad y dar crédito a prestatarios que los empleaban en operaciones turbias, con conocimiento del banco.

“Una cantidad de actos perjudiciales al interés público, transacciones impropias y serias violaciones a leyes o normas le fue probada al llamado Private Bank Group”, señala la ASF en los fundamente de la orden judicial. A su vez, el juez interviniente tornó taxativo el cierre. Citibank Japan pidió disculpas públicas –vía un directivo nipón, claro- y se comprometió a mejorar gestión y controles internos.

Naturalmente, lo hará porque se lo exige la orden judicial, que le da hasta el 22 de octubre para presentar a la ASF un plan completo y detallado. En cuanto al cierre, tiene exactamente un año para llevarlo a cabo pero, desde el 29, no podrá hacer operaciones nuevas. En efecto, el 30 de septiembre queda revocada su licencia para trabajar en banca privada y le tomará años obtener otra. Citibank tiene veinticinco sucursales minoristas, no afectadas por las medidas.

La división sancionada hace a la historia de los instrumentos derivativos, sus contratos derivados y Citibank en Japón. Al suspender Richard Nixon la convertibilidad oro-dólar (1971), surgió una ola de operatorias oportunistas o volátiles que, en 1973, generó el mercado electrónico global, capaz de operar día y noche por encima de los propios bancos centrales.

Las claves eran los primeros derivativos, creados por tres matemáticos financieros poco escrupulosos, en 1968, que más tarde serían premios Nobel. El Fondo Monetario, instancia supervisora que debiera haber tomado cartas, no lo hizo porque –ya entonces- su alta burocracia técnica estaba controlada por grandes bancos comerciales anglosajones y holandeses. Estos últimos eran expertos en mecanismos pro lavado de dinero vía las Antillas meridionales.

Pero fue Citibank quien se lanzó al campo derivativo, desde una plaza aún poco regulada: Tokio. Con el tiempo, las autoridades japonesas advirtieron lo que se gestaba y vedaron especulaciones con futuros y opciones, puntales de los derivados. De inmediato, la operatoria se mudó a Singapur, un “off shore” casi pirata. No obstante, Citibank mantuvo el Private Bank Group.

Como es común, la banca privada atiende clientes con no menos de un millón de dólares para invertir. Aporta servicio personalizado y una vasta experiencia en especulaciones de riesgo e instrumentos derivativos. Pero, en esta oportunidad, también operada en bienes raíces y arte, dos segmento prohibidos a los bancos por la ley japonesa. Tampoco era legal que los ejecutivos de cuentas tuviesen en sus archivos las claves secretas de los clientes “más olvidadizos”.

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