Inédita reacción del consumidor ante el alza de precios: gasta menos y ahorra más

Se nota a esta altura del año que la sensación de pérdida del poder adquisitivo del dinero redunda en un “enfriamiento” natural. Salvo los supermercados, el ritmo de crecimiento del resto de la economía empezó a ceder.

2 mayo, 2008

Aunque la moneda se haya expandido al 32 % anual durante el último período, hubo en la economía cuatro claras reacciones antiinflacionarias de la propia población: selectividad en el consumo de alimentos debida al paro agropecuario, desaceleración en la tendencia de demanda de servicios públicos, duplicación de las familias que se volcaron al ahorro preventivo y postergación de decisiones de inversión en obras ante la inestabilidad de los presupuestos.

El resultado en los indicadores ha sido, en consecuencia, el contrario al fomentado desde la Casa Rosada: hubo una retracción en la actividad no anunciada desde el atril presidencial.

No hace falta ser futurólogo para predecir que el próximo parte de la construcción saldrá con una nueva desaceleración de las tasas de crecimiento que traía desde el inicio de la gestión de Néstor Kirchner. También confirman las últimas estadísticas un descenso en los altísimos niveles de venta que caracterizaban a la industria automotriz, los electrodomésticos, celulares y otros rubros relacionados con el poder adquisitivo holgado de las remuneraciones.

Donde tardará en registrar su paso esta corriente más fría del consumo será en los supermercados, cuyo último récord fue 28 % de expansión. Pero ahí se produce un fenómeno de concentración que, en una primera instancia, en todo caso, redistribuye internamente las mutaciones en las costumbres del público cuando éste adopta una posición defensiva ante el asedio de los precios. La facturación subió el mes pasado 28 %.

La reacción conservadora del argentino ante el alza de los precios, aunque constituya una novedad en la idiosincrasia inflacionaria, es natural en economías más avanzadas. En Estados Unidos, por ejemplo, el primer paquete antirrecesivo que lanzó el gobierno de Bush, que consistía en una serie de rebajas y reintegros de impuestos, no surtió el efecto reactivador esperado porque había inflación, y el ciudadano americano se pone a la defensiva frente a esa asechanza. Y eso que la tasa anual no llegaba ni siquiera a los dos dígitos, que la nacional ya pasó hace rato mal que le pese al intervenido INdEC.

Por estos lares, la conducta mamada durante más de medio siglo, de trasladar automáticamente los aumentos en las cadenas de valor sin oponer resistencia sigue vigente, aunque con atisbos de querer aggionarse con el resto del mundo. El boicot que a fines del año pasado la población urbana le hizo al consumo de tomate para enfrentar el abusivo aumento que lo había llevado a $ 18 el kilo constituyó un reflejo de cambio, que con el tiempo se consolidará si es que el país no sufre una recaída inflacionaria.

Dieta basada en la carne

La pauta cultural de alimentación en base a la carne vacuna impidió que la misma receta de abstinencia se aplicara en las carnicerías, cuando los cortes empezaron a subir y aplicar su efecto arrastre a la canasta familiar. Se está dando la paradoja de que el productor liquidaba los stocks porque le convenía producir granos en sus campos y el consumidor batía todos los récords de ingesta de carne (casi 70 kilos anuales por habitante), en un contexto de encarecimiento permanente en los mostradores, más allá de lo que declaraba el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, y reconocía el INdEC en su índice.

En medio del paro agropecuario, el defensor del Pueblo, Guillermo Mondino, intentó sin suerte impulsar un boicot al consumo de carne. Falló, un poco porque las verduras, harinas, pescado y aves no se quedaron atrás en las remarcaciones para quienes aceptaran sustituirla, y otro tanto porque hay una idea muy arraigada en la mayor parte de la población de que la mesa no está completa si le falta el plato de proteína vacuna.

El otro cuello de botella donde se atranca la incipiente mentalidad antiinflacionario, que se esboza tímidamente en la sociedad, es en la cúpula de la CGT, donde el secretario general a punto de ser reelecto, Hugo Moyano, pendula entre el discurso de adhesión al gobierno por la acción que desarrolla para administrar los precios en un contexto de alto crecimiento económico y la concesión a las segundas y terceras líneas sindicales de que volverán a la carga para las actualizaciones salariales de los convenios en el segundo semestre del año.

Moyano prometió estrenar su nuevo mandato con un aumento del salario mínimo y de la línea de exención al impuesto a las ganancias, lo cual implica subir otro escalón en el piso de la economía, en el segundo caso, con una clara connotación de beneficio sectorial, porque alcanza de lleno al gremio de los camioneros.

Los transportistas viales han logrado convenios de $ 7.000 mensuales en adelante, muchos de ellos celebrados con los municipios para recolectar basura, por ejemplo. Su poder se manifiesta también en los márgenes de intermediación que recogen los consignatarios (o sea, los transportistas) por trasladar las mercaderías, lo cual se refleja en la inflación real que Moreno combate y esconde.

El creciente poder que acumula el gremio liderado por Moyano se expresa mediante un estilo prepotente, que privilegia el uso de la fuerza y el amedrentamiento en las relaciones con el resto de la sociedad, cuyas consecuencias se materializan en las temerarias conductas que los choferes trasuntan en las rutas, tornándolas cada vez más riesgosas por la proliferación de accidentes en los que aparecen involucrados los camiones.

Sin embargo, Moyano se pronunció a favor de no enfriar la economía y esa posición debería implicar una militancia, aunque fuere dialéctica, contra la formación de una espiral precios-salarios como la que matrimonio presidencial procura evitar.

Los afiliados con remuneraciones inferiores a las de los camioneros son los que están más expuestos a esa espiral, por cuanto la mayor parte de su presupuesto está comprometido a gastos básicos de subsistencia, como alimentación, vestimenta, alojamiento y viáticos, cuyos aumentos afectan directamente el poder adquisitivo de su salario.

Las franjas sociales de mayores ingresos poseen otros refugios frente a la acción corrosiva de los precios, como atesorar divisas con los excedentes. El saldo neto desfavorable que registró el movimiento de capitales, según el BCRA, fue por la masiva compra de dólares por parte de los particulares.

Fantasmas inflacionarios

El titular de la Fundación Mercado, Oscar Liberman, afirmó sobre el particular que “el porcentaje de familias que ahorran paso del 10% al 22% en seis meses”. Además de registrar un crecimiento importante, es una señal a tener en cuenta, ya que en todos los casos relevados el motivo es la precaución “ante el alza que presenta el costo de vida”, expresó Liberman.

Para el especialista, “el tema de la inflación, básicamente por precio o cantidad, es el fantasma que la gente ha visto como el mayor temor”.

Por ello, “esta discusión de enfriar o no la economía, en términos reales de la gente, pasa a segundo plano, debido a que la gente ya está enfriando la economía”, sostuvo.

El economista consignó que “hasta ahora la forma de escapar del peso era fundamentalmente a través del consumo, de la compra de autos, casas o electrodomésticos, pero cuando hay una luz amarilla, la gente se olvida que el euro es más rentable que el dólar, y va a comprar dólares”.

Por ello, expresó además que “el miedo que tiene ahora la población es con el aumento que exhiben los precios corrientes, y si se compromete con una cuota nueva, el temor es que en dos o tres meses no pueda cumplir con su pago”. Así, “busca guardar ese dinero y ver qué pasa con la economía en los próximos meses”, manifestó.

Otros indicadores

En el índice global de servicios públicos que difunde el INdEC, hay que mirar “debajo del agua” para advertir tenues señales de desaceleración, que no necesariamente equivalen a descenso.

La tendencia de consumo de servicios públicos que arroja el primer trimestre da un alza de 0,4 % respecto del año pasado, cuando en ese momento, la misma proyección era del 1,1 % con relación al anterior. Hay que internarse en el dato para ver que en los extremos se ve a la telefonía como servicio más activo, mientras que las cargas aparecen en declinación.

En cuanto a la actividad económica, un suave sosegate comenzó a experimentar tras los primeros conflictos con el agro de principios de año. Se notó en la cierta desaceleración que durante marzo tuvieron tanto la construcción como la importación de maquinaria y equipo. En este último caso, se observó una corrección luego de dos meses de un crecimiento muy elevado.

De acuerdo con datos preliminares del Estimador Mensual Industrial (EMI), la actividad de marzo bajó 1,7% con respecto a febrero, aunque subió 3,1% comparado con marzo de 2007, en la serie desestacionalizada: la menor alza en 8 meses.

Según la información del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INdEC), en la medición con estacionalidad, la producción manufacturera de marzo repuntó 9,2% en relación a febrero, pero avanzó sólo 3% comparada con 12 meses atrás.

De esta manera, en el primer trimestre, el EMI acumuló un avance de 6,7% en ambas mediciones, cuando entre enero y marzo la mejora llegaba al 9%.

En la serie desestacionalizada, y frente al último tercio de 2007, la actividad manufacturera mostró una baja de 1,7%.

El indicador de ciclo tendencia, en marzo, retrocedió 0,3% frente a febrero.

Como se ve en las cifras de la construcción, no es que no hayan subido, sino que lo hacen más despacio que antes. Ese es el “enfriamiento” del que previenen los economistas, entre ellos el renunciado Martín Lousteau, quienes merecieron dos encendidas arengas del ex presidente Kirchner para denostarlos. A que la economía termine creciendo al 6 % en lugar del 8 % actual es adonde apuntan los pronósticos más agoreros.

Aunque la moneda se haya expandido al 32 % anual durante el último período, hubo en la economía cuatro claras reacciones antiinflacionarias de la propia población: selectividad en el consumo de alimentos debida al paro agropecuario, desaceleración en la tendencia de demanda de servicios públicos, duplicación de las familias que se volcaron al ahorro preventivo y postergación de decisiones de inversión en obras ante la inestabilidad de los presupuestos.

El resultado en los indicadores ha sido, en consecuencia, el contrario al fomentado desde la Casa Rosada: hubo una retracción en la actividad no anunciada desde el atril presidencial.

No hace falta ser futurólogo para predecir que el próximo parte de la construcción saldrá con una nueva desaceleración de las tasas de crecimiento que traía desde el inicio de la gestión de Néstor Kirchner. También confirman las últimas estadísticas un descenso en los altísimos niveles de venta que caracterizaban a la industria automotriz, los electrodomésticos, celulares y otros rubros relacionados con el poder adquisitivo holgado de las remuneraciones.

Donde tardará en registrar su paso esta corriente más fría del consumo será en los supermercados, cuyo último récord fue 28 % de expansión. Pero ahí se produce un fenómeno de concentración que, en una primera instancia, en todo caso, redistribuye internamente las mutaciones en las costumbres del público cuando éste adopta una posición defensiva ante el asedio de los precios. La facturación subió el mes pasado 28 %.

La reacción conservadora del argentino ante el alza de los precios, aunque constituya una novedad en la idiosincrasia inflacionaria, es natural en economías más avanzadas. En Estados Unidos, por ejemplo, el primer paquete antirrecesivo que lanzó el gobierno de Bush, que consistía en una serie de rebajas y reintegros de impuestos, no surtió el efecto reactivador esperado porque había inflación, y el ciudadano americano se pone a la defensiva frente a esa asechanza. Y eso que la tasa anual no llegaba ni siquiera a los dos dígitos, que la nacional ya pasó hace rato mal que le pese al intervenido INdEC.

Por estos lares, la conducta mamada durante más de medio siglo, de trasladar automáticamente los aumentos en las cadenas de valor sin oponer resistencia sigue vigente, aunque con atisbos de querer aggionarse con el resto del mundo. El boicot que a fines del año pasado la población urbana le hizo al consumo de tomate para enfrentar el abusivo aumento que lo había llevado a $ 18 el kilo constituyó un reflejo de cambio, que con el tiempo se consolidará si es que el país no sufre una recaída inflacionaria.

Dieta basada en la carne

La pauta cultural de alimentación en base a la carne vacuna impidió que la misma receta de abstinencia se aplicara en las carnicerías, cuando los cortes empezaron a subir y aplicar su efecto arrastre a la canasta familiar. Se está dando la paradoja de que el productor liquidaba los stocks porque le convenía producir granos en sus campos y el consumidor batía todos los récords de ingesta de carne (casi 70 kilos anuales por habitante), en un contexto de encarecimiento permanente en los mostradores, más allá de lo que declaraba el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, y reconocía el INdEC en su índice.

En medio del paro agropecuario, el defensor del Pueblo, Guillermo Mondino, intentó sin suerte impulsar un boicot al consumo de carne. Falló, un poco porque las verduras, harinas, pescado y aves no se quedaron atrás en las remarcaciones para quienes aceptaran sustituirla, y otro tanto porque hay una idea muy arraigada en la mayor parte de la población de que la mesa no está completa si le falta el plato de proteína vacuna.

El otro cuello de botella donde se atranca la incipiente mentalidad antiinflacionario, que se esboza tímidamente en la sociedad, es en la cúpula de la CGT, donde el secretario general a punto de ser reelecto, Hugo Moyano, pendula entre el discurso de adhesión al gobierno por la acción que desarrolla para administrar los precios en un contexto de alto crecimiento económico y la concesión a las segundas y terceras líneas sindicales de que volverán a la carga para las actualizaciones salariales de los convenios en el segundo semestre del año.

Moyano prometió estrenar su nuevo mandato con un aumento del salario mínimo y de la línea de exención al impuesto a las ganancias, lo cual implica subir otro escalón en el piso de la economía, en el segundo caso, con una clara connotación de beneficio sectorial, porque alcanza de lleno al gremio de los camioneros.

Los transportistas viales han logrado convenios de $ 7.000 mensuales en adelante, muchos de ellos celebrados con los municipios para recolectar basura, por ejemplo. Su poder se manifiesta también en los márgenes de intermediación que recogen los consignatarios (o sea, los transportistas) por trasladar las mercaderías, lo cual se refleja en la inflación real que Moreno combate y esconde.

El creciente poder que acumula el gremio liderado por Moyano se expresa mediante un estilo prepotente, que privilegia el uso de la fuerza y el amedrentamiento en las relaciones con el resto de la sociedad, cuyas consecuencias se materializan en las temerarias conductas que los choferes trasuntan en las rutas, tornándolas cada vez más riesgosas por la proliferación de accidentes en los que aparecen involucrados los camiones.

Sin embargo, Moyano se pronunció a favor de no enfriar la economía y esa posición debería implicar una militancia, aunque fuere dialéctica, contra la formación de una espiral precios-salarios como la que matrimonio presidencial procura evitar.

Los afiliados con remuneraciones inferiores a las de los camioneros son los que están más expuestos a esa espiral, por cuanto la mayor parte de su presupuesto está comprometido a gastos básicos de subsistencia, como alimentación, vestimenta, alojamiento y viáticos, cuyos aumentos afectan directamente el poder adquisitivo de su salario.

Las franjas sociales de mayores ingresos poseen otros refugios frente a la acción corrosiva de los precios, como atesorar divisas con los excedentes. El saldo neto desfavorable que registró el movimiento de capitales, según el BCRA, fue por la masiva compra de dólares por parte de los particulares.

Fantasmas inflacionarios

El titular de la Fundación Mercado, Oscar Liberman, afirmó sobre el particular que “el porcentaje de familias que ahorran paso del 10% al 22% en seis meses”. Además de registrar un crecimiento importante, es una señal a tener en cuenta, ya que en todos los casos relevados el motivo es la precaución “ante el alza que presenta el costo de vida”, expresó Liberman.

Para el especialista, “el tema de la inflación, básicamente por precio o cantidad, es el fantasma que la gente ha visto como el mayor temor”.

Por ello, “esta discusión de enfriar o no la economía, en términos reales de la gente, pasa a segundo plano, debido a que la gente ya está enfriando la economía”, sostuvo.

El economista consignó que “hasta ahora la forma de escapar del peso era fundamentalmente a través del consumo, de la compra de autos, casas o electrodomésticos, pero cuando hay una luz amarilla, la gente se olvida que el euro es más rentable que el dólar, y va a comprar dólares”.

Por ello, expresó además que “el miedo que tiene ahora la población es con el aumento que exhiben los precios corrientes, y si se compromete con una cuota nueva, el temor es que en dos o tres meses no pueda cumplir con su pago”. Así, “busca guardar ese dinero y ver qué pasa con la economía en los próximos meses”, manifestó.

Otros indicadores

En el índice global de servicios públicos que difunde el INdEC, hay que mirar “debajo del agua” para advertir tenues señales de desaceleración, que no necesariamente equivalen a descenso.

La tendencia de consumo de servicios públicos que arroja el primer trimestre da un alza de 0,4 % respecto del año pasado, cuando en ese momento, la misma proyección era del 1,1 % con relación al anterior. Hay que internarse en el dato para ver que en los extremos se ve a la telefonía como servicio más activo, mientras que las cargas aparecen en declinación.

En cuanto a la actividad económica, un suave sosegate comenzó a experimentar tras los primeros conflictos con el agro de principios de año. Se notó en la cierta desaceleración que durante marzo tuvieron tanto la construcción como la importación de maquinaria y equipo. En este último caso, se observó una corrección luego de dos meses de un crecimiento muy elevado.

De acuerdo con datos preliminares del Estimador Mensual Industrial (EMI), la actividad de marzo bajó 1,7% con respecto a febrero, aunque subió 3,1% comparado con marzo de 2007, en la serie desestacionalizada: la menor alza en 8 meses.

Según la información del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INdEC), en la medición con estacionalidad, la producción manufacturera de marzo repuntó 9,2% en relación a febrero, pero avanzó sólo 3% comparada con 12 meses atrás.

De esta manera, en el primer trimestre, el EMI acumuló un avance de 6,7% en ambas mediciones, cuando entre enero y marzo la mejora llegaba al 9%.

En la serie desestacionalizada, y frente al último tercio de 2007, la actividad manufacturera mostró una baja de 1,7%.

El indicador de ciclo tendencia, en marzo, retrocedió 0,3% frente a febrero.

Como se ve en las cifras de la construcción, no es que no hayan subido, sino que lo hacen más despacio que antes. Ese es el “enfriamiento” del que previenen los economistas, entre ellos el renunciado Martín Lousteau, quienes merecieron dos encendidas arengas del ex presidente Kirchner para denostarlos. A que la economía termine creciendo al 6 % en lugar del 8 % actual es adonde apuntan los pronósticos más agoreros.

Compartir:
Notas Relacionadas

Suscripción Digital

Suscríbase a Mercado y reciba todos los meses la mas completa información sobre Economía, Negocios, Tecnología, Managment y más.

Suscribirse Archivo Ver todos los planes

Newsletter


Reciba todas las novedades de la Revista Mercado en su email.

Reciba todas las novedades