Dólar: ¿hasta cuándo divisa de reserva o canon tarifario?

Sin precedentes desde 1873 –o sea, antes de surgir la globalización que hoy tambalea-, este amplio deterioro plantea serias dudas. Pero los analistas creen que el mundo todavía no está listo para un sistema cambiario multipolar.

5 marzo, 2008

Por cierto, a fines de 2007 los bancos centrales del globo atesoraban el equivalente de seis billones de dólares. Según la Reserva Federal, unos 3,2 billones siguen en dólares, dos billones en euros y el resto (800.000 millones) en ambas y otras monedas.

Esta semana, el euro marco nuevo máximo (1,522) contra el dólar, que bajaba a € 0,657. En un proceso que dura algo más de seis años, la divisa referencial pierde 40% ante el euro y más de 20% ante una canasta de veintiséis monedas. Por otra parte, los últimos deslices del dólar son sistémicos y revelan el estancamiento de la segunda economía mundial (tras la Unión Europea).

Naturalmente, la extrema debilidad del verde beneficia las exportaciones estadounidenses, reduce el déficit comercial y puede recrear empleo. Pero hay una peligrosa contracara: inversores extranjeros públicos y privados empiezan a alejarse de títulos norteamericanos de deuda, al igual que los influyentes fondos locales de pensión.

“El dólar es una divisa por demás imperfecta y tiene los días contados”, sostienen allegados al megafinancista George Sörös. Argumentan que “hay un exceso de deuda en poder de extranjeros. Quizás unos US$ 2,5 billones”. Pero, si bien el dólar puede no servir ya como moneda única de reserva, resulta indispensable para tarifar casi todo.

No obstante, un sector relevante del comercio internacional comienza a patalear porque sus ingresos en dólares compran cada vez menos. Se trata de los exportadores de hidrocarburos del golfo Pérsico (Kuweit, Qatar, Omán, Unión de Emiratos Árabes), la Comunidad de Estados Independientes (con Rusia a la cabeza) y Venezuela.

Por cierto, a fines de 2007 los bancos centrales del globo atesoraban el equivalente de seis billones de dólares. Según la Reserva Federal, unos 3,2 billones siguen en dólares, dos billones en euros y el resto (800.000 millones) en ambas y otras monedas.

Esta semana, el euro marco nuevo máximo (1,522) contra el dólar, que bajaba a € 0,657. En un proceso que dura algo más de seis años, la divisa referencial pierde 40% ante el euro y más de 20% ante una canasta de veintiséis monedas. Por otra parte, los últimos deslices del dólar son sistémicos y revelan el estancamiento de la segunda economía mundial (tras la Unión Europea).

Naturalmente, la extrema debilidad del verde beneficia las exportaciones estadounidenses, reduce el déficit comercial y puede recrear empleo. Pero hay una peligrosa contracara: inversores extranjeros públicos y privados empiezan a alejarse de títulos norteamericanos de deuda, al igual que los influyentes fondos locales de pensión.

“El dólar es una divisa por demás imperfecta y tiene los días contados”, sostienen allegados al megafinancista George Sörös. Argumentan que “hay un exceso de deuda en poder de extranjeros. Quizás unos US$ 2,5 billones”. Pero, si bien el dólar puede no servir ya como moneda única de reserva, resulta indispensable para tarifar casi todo.

No obstante, un sector relevante del comercio internacional comienza a patalear porque sus ingresos en dólares compran cada vez menos. Se trata de los exportadores de hidrocarburos del golfo Pérsico (Kuweit, Qatar, Omán, Unión de Emiratos Árabes), la Comunidad de Estados Independientes (con Rusia a la cabeza) y Venezuela.

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