Deuda: siguen las presiones en favor de presuntos bonistas

Argentina no figura en la agenda para la reunión del G 8, en Georgia. Igual, apareció un “funcionario del Fondo” –no identificado, claro- exigiendo “cooperación con los acreedores privados”. Pero Lavagna sigue criticando a Nicola Stock.

8 junio, 2004

Quien formuló esas recomendaciones “no quiso entrar en detalles sobre la propuesta argentina”. Pero, repitiendo dichos de Thomas Dawson (allegado a Anne Krueger, que hoy prefiere la cautela), admite: “por primera vez, se reconocen intereses no abonados desde el cese de pagos, a fines de 2001”. Poco sutil, esta fuente anónima salió en defensa de los “comités de acreedores”, en realidad manejados por fondos y otros intermediarios financieros.

El llamado “comité global de tenedores de bonos” -aun no declara qué volumen de títulos- viene intentando boicotear las actuales tratativas en Buenos Aires. Stock llegó a afirmar que el país “no cumplió el compromiso de mantener negociaciones técnicas antes de presentar su propuesta”. Las nuevas presiones del gestor suizo y sus aliados locales hicieron que Roberto Lavagna volviera a censurar sus actitudes y desplantes. “Déjese de golpear puertas”, le recomendó.

El ministro insistió en su criterio: si se llegase a 50% -en tenencias reales de bonos- y eso se añadiera a la deuda que ya se paga, se llegaría el 75% necesario. Entretanto, el caso argentino acelera profundas revisiones en el FMI, aunque no el Grupo de los 8.

En realidad, el gobierno considera superada una etapa en las negociaciones, que no se iniciaron el lunes 7, sino el viernes 4. Pero los cálculos dejados trascender son algo sesgados: si la mitad de los tenedores de bonos –no necesariamente los fondos especulativos que dicen representarlos- acepta el canje y se suma la deuda abonada (50% de los títulos emitidos desde 2002), se llega a tres cuartos del pasivo externo total.

Ahí viene un dato soslayado durante bastante tiempo: ese total asciende a US$ 180.000 millones. Casi por casualidad, estos dían un grupo de letrados y expertos económicos trata de elevar al gobierno una propuesta sobre (a) calidad del endeudamiento completo, inclusive el privados, (b) nexos entre una parte de la deuda pública titulizada y el lavado de dinero vía “off shore”, (c) los US$ 100.000 millones que inversores argentinos mantiene justamente en ese tipo de plazas y (d) el papel de bancas y otros intermediarios en la colocación de bonos entre público mal informado sobre la verdadera situación financiera del país a partir de 1998.

En lo atinente al Fondo Monetario, Raghuram Rajan –nuevo analistas principal- solicitó a los bancos centrales latinoamericanos “generar políticas que permitan resistir la tentación dolarizadora que afrontan varias economías”, El nuevo funcionario técnico presentó un trabajo sobre sistemas financieros, estabilidad macro y mecanismos monetarios, durante un simposio en el Banco Central argentino.

Rajan adhiere, pues, a las revisiones críticas encaradas en el interior del FMI sobre el papel de la entidad y sus recetas –tan rígidas como contraproducentes- para salir de la crisis sistémicas internacional de 1997/8. Eso también abarca la actitud procíclica (para describirla suavemente) del Fondo durante la depresión y el derrumbe argentinos en 1998/2002.

Quien formuló esas recomendaciones “no quiso entrar en detalles sobre la propuesta argentina”. Pero, repitiendo dichos de Thomas Dawson (allegado a Anne Krueger, que hoy prefiere la cautela), admite: “por primera vez, se reconocen intereses no abonados desde el cese de pagos, a fines de 2001”. Poco sutil, esta fuente anónima salió en defensa de los “comités de acreedores”, en realidad manejados por fondos y otros intermediarios financieros.

El llamado “comité global de tenedores de bonos” -aun no declara qué volumen de títulos- viene intentando boicotear las actuales tratativas en Buenos Aires. Stock llegó a afirmar que el país “no cumplió el compromiso de mantener negociaciones técnicas antes de presentar su propuesta”. Las nuevas presiones del gestor suizo y sus aliados locales hicieron que Roberto Lavagna volviera a censurar sus actitudes y desplantes. “Déjese de golpear puertas”, le recomendó.

El ministro insistió en su criterio: si se llegase a 50% -en tenencias reales de bonos- y eso se añadiera a la deuda que ya se paga, se llegaría el 75% necesario. Entretanto, el caso argentino acelera profundas revisiones en el FMI, aunque no el Grupo de los 8.

En realidad, el gobierno considera superada una etapa en las negociaciones, que no se iniciaron el lunes 7, sino el viernes 4. Pero los cálculos dejados trascender son algo sesgados: si la mitad de los tenedores de bonos –no necesariamente los fondos especulativos que dicen representarlos- acepta el canje y se suma la deuda abonada (50% de los títulos emitidos desde 2002), se llega a tres cuartos del pasivo externo total.

Ahí viene un dato soslayado durante bastante tiempo: ese total asciende a US$ 180.000 millones. Casi por casualidad, estos dían un grupo de letrados y expertos económicos trata de elevar al gobierno una propuesta sobre (a) calidad del endeudamiento completo, inclusive el privados, (b) nexos entre una parte de la deuda pública titulizada y el lavado de dinero vía “off shore”, (c) los US$ 100.000 millones que inversores argentinos mantiene justamente en ese tipo de plazas y (d) el papel de bancas y otros intermediarios en la colocación de bonos entre público mal informado sobre la verdadera situación financiera del país a partir de 1998.

En lo atinente al Fondo Monetario, Raghuram Rajan –nuevo analistas principal- solicitó a los bancos centrales latinoamericanos “generar políticas que permitan resistir la tentación dolarizadora que afrontan varias economías”, El nuevo funcionario técnico presentó un trabajo sobre sistemas financieros, estabilidad macro y mecanismos monetarios, durante un simposio en el Banco Central argentino.

Rajan adhiere, pues, a las revisiones críticas encaradas en el interior del FMI sobre el papel de la entidad y sus recetas –tan rígidas como contraproducentes- para salir de la crisis sistémicas internacional de 1997/8. Eso también abarca la actitud procíclica (para describirla suavemente) del Fondo durante la depresión y el derrumbe argentinos en 1998/2002.

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