Guerra del gas: todavía sin acuerdo entre Moscú y Minsk

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Al menos “pour la gallérie”, Rusia y Bielorrusia siguen sin resolver la disputa por el precio del gas para todo 2007. El segundo ultimátum de Gazprom vence a la medianoche del día 1. Pero hasta en eso hay dudas.

El 30, mientras Minsk hablaba de un “arreglo parcial”, Moscú sostenía que todo continuaba trabado. “No hemos aceptado mantener el precio en US$ 100 por metro cúbico. Ni siquiera estamos cerca de un entendimiento”, señalaba un comunicado de Gazprom –que exige más de US$ 200- , confirmado por su vocero oficial, Syerghiéi Kupriyánov.

En privado, tanto unos como otros admiten que Rusia quiere un acuerdo de cuatro años, pero no a cien. Por su parte, analistas suecos, noruegos y británicos sospechan que ya hay un convenio de palabra y se demora para “hacer temer a Europa occidental por el abastecimiento justo al empezar el invierno”.

También el 30, Gazprom definía como “crítica” la situación entre la empresa y el gobierno de Alexandr Lukashenko, autócrata bielorruso. A criterio de la compañía, “no es posible seguir bombeando gas natural, después del 31, sin un nuevo acuerdo firmado”. Sea como fuere, se sabe que funcionarios políticos, a instancias de Vladyímir Putin –que suele controlar sin problemas a Lukashenko-, buscan prolongar las tratativas esta semana. A instancias Moscú, por otra parte, Ucrania ha ofrecido aumentar el bombeo en los gasoductos que cruzan su territorio.

Estos trajines han puesto en evidencia, de paso, una curiosa dicotomía. Por un lado, gobiernos y grandes empresas adhieren al calendario comercial generalizado en el mundo (o sea, el gregoriano). Por el otro, la gente común en Rusia, Ucrania y Bielorrusia mantiene el calendario juliano. La iglesia católica ortodoxa, pues, celebrará Navidad el 7 de enero y 2007 comenzará recién el 14. “Si aceptamos el calendario oriental, todavía hay tiempo para negociar”, ironizaba Gerhard Schröder, gestor del gasoducto báltico por cuenta de Gazprom.

El 30, mientras Minsk hablaba de un “arreglo parcial”, Moscú sostenía que todo continuaba trabado. “No hemos aceptado mantener el precio en US$ 100 por metro cúbico. Ni siquiera estamos cerca de un entendimiento”, señalaba un comunicado de Gazprom –que exige más de US$ 200- , confirmado por su vocero oficial, Syerghiéi Kupriyánov.

En privado, tanto unos como otros admiten que Rusia quiere un acuerdo de cuatro años, pero no a cien. Por su parte, analistas suecos, noruegos y británicos sospechan que ya hay un convenio de palabra y se demora para “hacer temer a Europa occidental por el abastecimiento justo al empezar el invierno”.

También el 30, Gazprom definía como “crítica” la situación entre la empresa y el gobierno de Alexandr Lukashenko, autócrata bielorruso. A criterio de la compañía, “no es posible seguir bombeando gas natural, después del 31, sin un nuevo acuerdo firmado”. Sea como fuere, se sabe que funcionarios políticos, a instancias de Vladyímir Putin –que suele controlar sin problemas a Lukashenko-, buscan prolongar las tratativas esta semana. A instancias Moscú, por otra parte, Ucrania ha ofrecido aumentar el bombeo en los gasoductos que cruzan su territorio.

Estos trajines han puesto en evidencia, de paso, una curiosa dicotomía. Por un lado, gobiernos y grandes empresas adhieren al calendario comercial generalizado en el mundo (o sea, el gregoriano). Por el otro, la gente común en Rusia, Ucrania y Bielorrusia mantiene el calendario juliano. La iglesia católica ortodoxa, pues, celebrará Navidad el 7 de enero y 2007 comenzará recién el 14. “Si aceptamos el calendario oriental, todavía hay tiempo para negociar”, ironizaba Gerhard Schröder, gestor del gasoducto báltico por cuenta de Gazprom.

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