Crudos ya cerca de US$ 115, opciones en debate y alimentos caros

El desborde de precios para hidrocarburos –con el tejano medio rozando US$ 115 y 114 el Brent, nuevamente récords absolutos- impulsa la especulación con maíz, el arroz, la soya y otros oleaginosos. A veces, tan ruinosa como en Argentina.

17 abril, 2008

En efecto, la quema extensiva de pastizales en el delta del Parará y su secuela de “humo mortal” (causa accidentes camineros fatales) se deben a la obsesión de muchos cultivadores por sembrar soya y hacer plata rápìdo. Por su parte, el gobierno sólo atina a cerrar rutas, en vez de apagar incendios que -en cierto modo- parecen secuelas de los bloques de rutas.

Pero los debates internacionales son más complejos. Convertir chacras en fábrica de combustibles alternativos pareció, al principio, una buena solución para eludir los altos precios de hidrocarburos y sus refinados. La estrategia alcanzó un punto máximo cuando, en 2007, el congreso de Estados Unidos sancionó un programa de incentiuvos para quintuplicar el uso de biocombustibles de ahora a 2020.

Ahora, una reacción –fomentada por el poderoso cabildeo petrolero, Opepe inclusive- surge contra esas políticas y las de la Unión Europea. En esencia, las que involucran el etanol de maíz, cuyo mayor productor global es Brasil. Irónicamente, a punto de pasar del puesto XV al séptimo en reservas de hidrocarburos. Argentina, a propósito, también exporta etanol.

En verdad, cada día más dirigentes de países pobres –en África y Latinoamérica- o en desarrollo (India, Vietnam, Indonesia) sostienen que los biocombustibles inflan los precios de alimentos básicos y promueven hambrunas, saqueos y otros disturbios sociales.

La convergencia de grandes economías en desarrollo y el “lobby” petrolero –compañíes, países exportadores- puede generar presiones sobre Occidente. Particulamente ahora, con el aumentos de hidrocarburos y sus efectos directos (alimentos) e indirectos (alza del etanol porque sube su insumo, el maíz).

Durante la reciente reunión del Grupo de los 7 –EE.UU., Alemania, Japón, Gran Bretaña, Francia, Canadá, Holanda-, ministro de hacienda y jefes de bancos centrales urgieron “acciones inmediatas” para encarar las alzas de precios en materias primas. Pero, como sucede con el Banco Mundial o el Fondo Monetario, en vísperas de la asamblea semestral, no tienen propuestas concretas. Sin embargo, EE.UU., Gran Bretaña y Holanda –vinculados a las grandes petroleras- pidieron reconsiderar el fomento de biocombustibles.

Los “grupos de expertos” que critican el etanol y otros sucedáneos –sin tener presenmtes que son menos contaminantes- sólo argumentan sus efectos en los precios de alimentos. Curiosamante, olvidan la soya, una oleaginosa que inició la serie de aumentos y fue la priemra en marcar récords especulativos. Tampoco tienen presentes factores como sequías que han afectado la producción y la propia demanda adicional determinada por el crecimiento de economías en desarrollo.

Mientras tanto, si bien está claro que la expansión de biocombustibles ayuda a elevar precios de alimentos, su grado de influencia es discutible. Por un lado, un instituto privado de Washington afirma que la producción de biocombustibles representa 25 a 33% de las recientes alzas. Por el otro, la organización de Naciones Unidas para alimentos y agro (FAO) señalaba, en diciembre, que ese efecto va de 10 a 15% de los incrementos.

El senador Charles Grassley (republicano, Iowa) calificó de “una mala broma” las críticas al etanol por parte de dirigentes extranjeros. “Me pregunto por qué –apuntaba- no culpan a la sequía australiana que perjudicó al trigo o la creciente demanda de carne en China e India”.En verdad, un quinto de la producción norteamericana de maíz es insumo de etanol. A medida como cultivaban màs de ese cereal, reducían la superficiee sembrada con otros rubros, soya en especial, y esto afectaba la ofereta mundial de aceites comestibles En Argentina sucede al revés: la soya desplaza a los cereales.

August Schumacher, ex secretario de agricultura, sostiene que muchas críticas a los biocombustibles son malintencionadas. Las verdadreas culpas residen “en el Banco Mundial, la FAO y varios gobiernos que han hecho poco, en los últimos dos decenios, por el desarrollo agrícola. Por lo común, los mayores transtornos de precios afectaron al arroz, el maíz o la soya. Ninguno de ellos es insumo de biocombustibles”.

En efecto, la quema extensiva de pastizales en el delta del Parará y su secuela de “humo mortal” (causa accidentes camineros fatales) se deben a la obsesión de muchos cultivadores por sembrar soya y hacer plata rápìdo. Por su parte, el gobierno sólo atina a cerrar rutas, en vez de apagar incendios que -en cierto modo- parecen secuelas de los bloques de rutas.

Pero los debates internacionales son más complejos. Convertir chacras en fábrica de combustibles alternativos pareció, al principio, una buena solución para eludir los altos precios de hidrocarburos y sus refinados. La estrategia alcanzó un punto máximo cuando, en 2007, el congreso de Estados Unidos sancionó un programa de incentiuvos para quintuplicar el uso de biocombustibles de ahora a 2020.

Ahora, una reacción –fomentada por el poderoso cabildeo petrolero, Opepe inclusive- surge contra esas políticas y las de la Unión Europea. En esencia, las que involucran el etanol de maíz, cuyo mayor productor global es Brasil. Irónicamente, a punto de pasar del puesto XV al séptimo en reservas de hidrocarburos. Argentina, a propósito, también exporta etanol.

En verdad, cada día más dirigentes de países pobres –en África y Latinoamérica- o en desarrollo (India, Vietnam, Indonesia) sostienen que los biocombustibles inflan los precios de alimentos básicos y promueven hambrunas, saqueos y otros disturbios sociales.

La convergencia de grandes economías en desarrollo y el “lobby” petrolero –compañíes, países exportadores- puede generar presiones sobre Occidente. Particulamente ahora, con el aumentos de hidrocarburos y sus efectos directos (alimentos) e indirectos (alza del etanol porque sube su insumo, el maíz).

Durante la reciente reunión del Grupo de los 7 –EE.UU., Alemania, Japón, Gran Bretaña, Francia, Canadá, Holanda-, ministro de hacienda y jefes de bancos centrales urgieron “acciones inmediatas” para encarar las alzas de precios en materias primas. Pero, como sucede con el Banco Mundial o el Fondo Monetario, en vísperas de la asamblea semestral, no tienen propuestas concretas. Sin embargo, EE.UU., Gran Bretaña y Holanda –vinculados a las grandes petroleras- pidieron reconsiderar el fomento de biocombustibles.

Los “grupos de expertos” que critican el etanol y otros sucedáneos –sin tener presenmtes que son menos contaminantes- sólo argumentan sus efectos en los precios de alimentos. Curiosamante, olvidan la soya, una oleaginosa que inició la serie de aumentos y fue la priemra en marcar récords especulativos. Tampoco tienen presentes factores como sequías que han afectado la producción y la propia demanda adicional determinada por el crecimiento de economías en desarrollo.

Mientras tanto, si bien está claro que la expansión de biocombustibles ayuda a elevar precios de alimentos, su grado de influencia es discutible. Por un lado, un instituto privado de Washington afirma que la producción de biocombustibles representa 25 a 33% de las recientes alzas. Por el otro, la organización de Naciones Unidas para alimentos y agro (FAO) señalaba, en diciembre, que ese efecto va de 10 a 15% de los incrementos.

El senador Charles Grassley (republicano, Iowa) calificó de “una mala broma” las críticas al etanol por parte de dirigentes extranjeros. “Me pregunto por qué –apuntaba- no culpan a la sequía australiana que perjudicó al trigo o la creciente demanda de carne en China e India”.En verdad, un quinto de la producción norteamericana de maíz es insumo de etanol. A medida como cultivaban màs de ese cereal, reducían la superficiee sembrada con otros rubros, soya en especial, y esto afectaba la ofereta mundial de aceites comestibles En Argentina sucede al revés: la soya desplaza a los cereales.

August Schumacher, ex secretario de agricultura, sostiene que muchas críticas a los biocombustibles son malintencionadas. Las verdadreas culpas residen “en el Banco Mundial, la FAO y varios gobiernos que han hecho poco, en los últimos dos decenios, por el desarrollo agrícola. Por lo común, los mayores transtornos de precios afectaron al arroz, el maíz o la soya. Ninguno de ellos es insumo de biocombustibles”.

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