Argentina afronta la crisis con buenos índices, pero con inflación

Por demás cautos, los analistas locales están divididas en cuanto a que EE.UU. pueda evitar la recesión. Juan Llach señala que Argentina está en un récord de exportaciones gracias a los productos primarios. Pero advierte que el peor enemigo es la infla

21 marzo, 2008

Un optimista informe económico mensual elaboró el IAE. Llach lo firma y pronostica que, a fines de año, podrán mostrarse aumentos de 8,3 del PIB; 7,5% del consumo; 12% de la inversión; 6% de la construcción y 7% de la industria, si bien habría que descontarles un punto por la distorsión que ocasiona en las mediciones el índice de precios al consumidor cuestionado que provee el Indec.

El análisis pondera también las perspectivas de ocupación así como el récord de exportaciones e importaciones, aunque alerta sobre la posibilidad cierta de una desaceleración del crecimiento como consecuencia de los efectos que tendrá sobre la economía nacional, tanto la crisis exterior cuanto el proceso inflacionario interno.

El analista exhorta a las autoridades a entender y aceptar que “urge un programa de estabilización coherente, centrado en un aumento significativo del superávit fiscal que, además, serviría para al menos moderar la peligrosa suba del riesgo país en momentos álgidos de la economía mundial”.

Como si lo hubiera leído, el ministro de economía, Martín Lousteau, aplicó la semana anterior un aumento de las retenciones para la soja, el maíz y los aceites, que llevó los primeros al 45 %.

Proyectados en el palacio de Hacienda los US$ 2.000 millones adicionales que calculan se embolsará por esta vía, el superávit fiscal sería este año de 4 puntos del PIB, el mismo que obtuviera Néstor Kirchner en la primera etapa de su administración.

Inflación

Donde la prédica de Llach y otros no se nota desde la vereda oficial es en el tema inflación. Previene: “Se está cerca de superar el límite pasado el cual deja de ser dinamizadora del consumo o la construcción y se convierte en un freno a la demanda, por erosión del poder adquisitivo o, simplemente, por temor”.

Es paradójico. “Los pocos números que confiable e indirectamente permiten medirla no muestran una aceleración”, sostiene. Y ejemplifica: “La recaudación del IVA hace muchos meses que crece entre 31% y 32% anual y, dado que la demanda interna crece al 10%, resulta una inflación de entre el 18%/21% anual”.

Aunque al mismo tiempo alerta: “Hay claros indicios de desabastecimiento en alimentos y energía, lo que implica que la economía tiene también una inflación reprimida”.

Llach pone de manifiesto que las exportaciones llegarán al récord de US$ 68.500 millones contra importaciones de 57.000 millones.
Sin embargo, ve señales preocupantes en la economía mundial, entre las depresiones e inflaciones que la acechan.

Su conclusión es que “75% de la economía mundial crecerá menos este año y todos sufriremos por ello”.

En ese sentido, los especuladores ya confeccionan listas de nuevos países en desarrollo “sospechosos”, como Hungría o Turquía. “Quizás el mejor síntoma es la reaparición de dos fantasmas del pasado: uno es el temor de que la recesión de EE.UU. se transforme en una depresión como la que sufrió Japón cuando explotaron sus burbujas a principios de los ´90 y de la que todavía no ha salido. Otro es el de 1973, cuando los commodities llegaron a valores reales que duplican los actuales, se interrumpió el ciclo más brillante de crecimiento de la economía mundial y comenzó una prolongada estanflación (bajo crecimiento con inflación)”.

Un optimista informe económico mensual elaboró el IAE. Llach lo firma y pronostica que, a fines de año, podrán mostrarse aumentos de 8,3 del PIB; 7,5% del consumo; 12% de la inversión; 6% de la construcción y 7% de la industria, si bien habría que descontarles un punto por la distorsión que ocasiona en las mediciones el índice de precios al consumidor cuestionado que provee el Indec.

El análisis pondera también las perspectivas de ocupación así como el récord de exportaciones e importaciones, aunque alerta sobre la posibilidad cierta de una desaceleración del crecimiento como consecuencia de los efectos que tendrá sobre la economía nacional, tanto la crisis exterior cuanto el proceso inflacionario interno.

El analista exhorta a las autoridades a entender y aceptar que “urge un programa de estabilización coherente, centrado en un aumento significativo del superávit fiscal que, además, serviría para al menos moderar la peligrosa suba del riesgo país en momentos álgidos de la economía mundial”.

Como si lo hubiera leído, el ministro de economía, Martín Lousteau, aplicó la semana anterior un aumento de las retenciones para la soja, el maíz y los aceites, que llevó los primeros al 45 %.

Proyectados en el palacio de Hacienda los US$ 2.000 millones adicionales que calculan se embolsará por esta vía, el superávit fiscal sería este año de 4 puntos del PIB, el mismo que obtuviera Néstor Kirchner en la primera etapa de su administración.

Inflación

Donde la prédica de Llach y otros no se nota desde la vereda oficial es en el tema inflación. Previene: “Se está cerca de superar el límite pasado el cual deja de ser dinamizadora del consumo o la construcción y se convierte en un freno a la demanda, por erosión del poder adquisitivo o, simplemente, por temor”.

Es paradójico. “Los pocos números que confiable e indirectamente permiten medirla no muestran una aceleración”, sostiene. Y ejemplifica: “La recaudación del IVA hace muchos meses que crece entre 31% y 32% anual y, dado que la demanda interna crece al 10%, resulta una inflación de entre el 18%/21% anual”.

Aunque al mismo tiempo alerta: “Hay claros indicios de desabastecimiento en alimentos y energía, lo que implica que la economía tiene también una inflación reprimida”.

Llach pone de manifiesto que las exportaciones llegarán al récord de US$ 68.500 millones contra importaciones de 57.000 millones.
Sin embargo, ve señales preocupantes en la economía mundial, entre las depresiones e inflaciones que la acechan.

Su conclusión es que “75% de la economía mundial crecerá menos este año y todos sufriremos por ello”.

En ese sentido, los especuladores ya confeccionan listas de nuevos países en desarrollo “sospechosos”, como Hungría o Turquía. “Quizás el mejor síntoma es la reaparición de dos fantasmas del pasado: uno es el temor de que la recesión de EE.UU. se transforme en una depresión como la que sufrió Japón cuando explotaron sus burbujas a principios de los ´90 y de la que todavía no ha salido. Otro es el de 1973, cuando los commodities llegaron a valores reales que duplican los actuales, se interrumpió el ciclo más brillante de crecimiento de la economía mundial y comenzó una prolongada estanflación (bajo crecimiento con inflación)”.

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