Nuestro ecosistema ha sido capaz de formar y desarrollar cientos de miles de profesionales de alta calidad que son reconocidos en todo el mundo, y que hoy son el cimiento de las industrias que representan el tercer rubro exportador del país. Sin embargo, aunque sea una paradoja, esta cualidad se ha vuelto una amenaza para el sostenimiento del propio ecosistema.
Es ampliamente conocido que el costo laboral y la carga impositiva en Argentina son de los más altos del mundo, tanto para las empresas como para los empleados. Esta característica endémica se agravó por el efecto de la brecha cambiaria y las normas sobre ingreso de divisas que rigen para todas las industrias. La suma de estas circunstancias hace que las empresas -y consecuentemente sus empleados-, cobren un valor neto muy disminuido respecto del total en dólares que facturan al exterior.
Esta anomalía ha inducido a que muchos profesionales opten por eludir el peso de estas cargas saliendo del mercado laboral regulado y vendan directamente sus servicios a clientes en el exterior para efectivizar “el valor pleno” de sus servicios en dólares. En este caso la fuga de cerebros no requiere la emigración física de los profesionales sino, simplemente, su pase a un formato paralelo que les permite ser contratados desde el exterior eludiendo las normas previsionales, tributarias y cambiarias vigentes en nuestro país.
Esta situación se potenció con la irrupción de las “plataformas freelance” que sistematizan el mecanismo de contratación de servicios desde el exterior haciendo disponible todos los instrumentos necesarios: los clientes, los medios de pago, los contratos, las ofertas, la intermediación en el pago de los servicios, etc. Es decir, se ha creado un verdadero mercado laboral paralelo que multiplica exponencialmente el flujo de trabajadores que renuncian a la relación de dependencia para exportar servicios en modo individual.
La actividad freelance es habitual en el ecosistema del conocimiento, pero siempre dentro de los marcos legales. El problema ahora es que estas locaciones de servicios se hacen mayoritariamente “en negro” creando una fuerte asimetría respecto del trabajo regulado.
En algunas industrias, como la informática, el problema ya tiene una escala muy significativa. Es conocida la dificultad para contratar nuevos programadores y especialistas informáticos, ya que la generación de nuevo talento de nuestro sistema educativo es inferior a la demanda anual. Para las empresas de este sector la retención del talento es cada vez más problemática porque ahora no sólo deben competir entre sí, dentro del mercado formal, sino con la fuga de empleo al mercado paralelo.
Sin ahondar en las contravenciones y penalidades a las que se exponen quienes participan de este mercado, tarea que no es técnicamente sencilla dada la combinación de aspectos tributarios, previsionales y cambiarios que se conjugan, desde Argencom se propone valorar las consecuencias sistémicas que este flujo está produciendo sobre el ecosistema del conocimiento, que son graves e inmediatas. A saber:
Cadena formativa quebrada. Las empresas del conocimiento no son solo entes comerciales que producen bienes y servicios, también son los ámbitos donde se educan las nuevas camadas bajo la supervisión de sus líderes técnicos en el marco de los proyectos que llevan a cabo, en un contexto de capacitación permanente. De tal forma, las empresas son la plataforma para el desarrollo del talento individual y grupal de sus miembros.
No tiene la misma capacidad creativa una colección de cien trabajadores independientes contratados circunstancialmente para un proyecto, que la misma cantidad de recursos que trabajan regularmente organizados en una empresa. Al debilitarse el entorno formativo de las empresas se afecta directamente la capacidad de educar las nuevas camadas de profesionales.
Pérdida de competitividad e inversión educativa. Los recursos que se fugan del ecosistema local son captados por mercados que están en directa competencia con el argentino. De esta manera, nuestro ecosistema va mermando su competitividad en favor de países que se valen de los recursos formados por nuestro sistema educativo y productivo. Cosechan la fruta madura sin haber hecho ningún esfuerzo en cultivarla, impidiendo que nuestra sociedad recupere la inversión que implicó desarrollar ese talento a lo largo de años.
Pérdida de masa crítica. La vitalidad de un ecosistema está en directa relación a su capacidad para atraer proyectos y generar innovación en sus industrias. La capacidad empresaria argentina ha sido muy eficaz en captar negocios sofisticados en industrias tan dispares como ingeniería atómica y satelital, biotecnología o servicios profesionales e informáticos, pero esta condición debe nutrirse de la solidez del mercado laboral presente y proyectado. La pérdida constante de talento valioso afecta la aptitud de nuestras empresas para ganar proyectos internacionales y renovar así el ciclo de crecimiento y desarrollo técnico del ecosistema.
El desarrollo del ecosistema productivo depende de la articulación de empresas sólidas que estructuren la innovación y agreguen el conocimiento en ofertas integrales y continuas, orgánicas y evolutivas. En cambio, los contratos de prestación de servicios individuales, atomizados y temporarios interrumpen la cadena de reproducción del conocimiento, que surge del trabajo en equipo y de la captación de proyectos de punta. Un sistema que pierde su mecanismo de retroalimentación promete resultados en el corto plazo, pero no construye una industria sustentable.
En tanto la macroeconomía no modere las fuertes desventajas competitivas que enfrentan nuestras empresas, es imperioso que desde el Estado se arbitren las medidas que protejan el valor creado en las industrias del conocimiento, mitigando la pérdida masiva de recursos valiosos que se fugan de nuestro ecosistema productivo nacional.