Para mantener un rico ecosistema de mocroorganismos y un pozo de almacenamiento para el carbono. Se propone aumentar la productividad del suelo pero también su resiliencia ante shocks climáticos, como las altas temperaturas, sequías e inundaciones, que cada vez son más recurrentes, más severas y más frecuentes. Para lograrlo, el movimiento promueva prácticas como reducir la degradación del suelo causada por la roturación, mejorar el ciclo del agua y rotar los cultivos.
La agricultura regenerativa surge como una propuesta para armonizar la producción agropecuaria con las dinámicas de la naturaleza. Porque, según sostienen los especialistas, se puede producir, al tiempo que se fomenta la biodiversidad y los procesos naturales. Propone una alianza clave para la sostenibilidad de los sistemas productivos.
Sin embargo, alejarse de la agricultura industrializada no es algo simple. Con los años, la aceptación global de los métodos de agricultura intensiva, que busca eficiencia y rendimiento usando máquinas poderosas en grandes extensiones de tierra con ayuda de muchos fertilizantes y pesticidas sintéticos, permitió a países como Brasil, Estados Unidos y Rusia convertirse en poderosos exportadores de alimentos. Durante mucho tiempo este tipo de agricultura fue visto como la columna vertebral de las cadenas de suministro de alimentos globalizadas y como necesaria para reducir el hambre mundial y mantener a la creciente población.
Los argumentos a favor de un cambio se vuelven difíciles de ignorar. Según la Food and Agriculture Organization (FAO) de Naciones Unidas, la tercera parte del suelo mundial ya está degradada.
Aunque el crecimiento en la adopción global de los métodos regenerativos ha sido rápido, menos de 15% de las tierras cultivables en el mundo se trabajan según estos principios. El debate se complica por diferencias sutiles pero importantes entre los mismos que abogan por la agricultura regenerativa.