La crítica al crecimiento económico, que durante mucho tiempo fue marginal, está ganando adeptos debido a la crisis que provoca el clima. Del lado de la izquierda, la alarma ante el cambio climático y otros peligros ambientales ha dado origen al movimiento por el “decrecimiento”, que pide a los países avanzados adoptar como meta el crecimiento cero o incluso el crecimiento negativo.
El movimiento sostiene que si la humanidad no desea destruir los sistemas que sostienen al planeta, la economía global debería desacelerarse. La crítica ecológica ha ganado mucho terreno, afirma John Cassidy en New Yorker en una nota donde presenta argumentos a favor y en contra de desacelerar el crecimiento económico en el mundo.
En la última cumbre del clima en Naciones Unidas la adolescente sueca Greta Thunberg declaró: “Estamos comenzando una extinción masiva y ustedes solo hablan de dinero y de cuentos de hadas sobre crecimiento económico eterno”. Otros imaginan un “capitalismo post-crecimiento” en el que continuaría la producción que busca obtener ganancias, pero la economía se organizaría de manera diferente.
“La gente puede prosperar sin acumular siempre más cosas”, dice Tim Jackson, profesor de desarrollo sustentable en el Universidad de Surrey, Inglaterra.
Argumentos del cuestionamiento
También la economía convencional comienza a cuestionar la ortodoxia del crecimiento, y no solamente porque atenta contra el medio ambiente. En el libro titulado “Good Economics for Hard Times” Abhijit Banerjee y Esther Duflo dicen que un mayor PBI no necesariamente significa un aumento en el bienestar humano, especialmente si no es distribuido con equidad, y que su búsqueda eterna puede ser contraproducente.
También sostienen que en países avanzados como Estados Unidos la búsqueda de crecimiento económico que se implantó desde la revolución Reagan–Thatcher contribuyó al aumento de la desigualdad, la mortalidad y la polarización política.
“Cuando los beneficios del crecimiento son captados por una élite, se puede terminar en un desastre social”. Pero Banerjee y Duflo no se oponen al crecimiento económico. Dicen, también, que desde 1990 el número de personas que viven con menos de US$ 1,90 al día –la definición de extrema pobreza que hace el Banco Mundial– cayó de casi 2.000 millones a cerca de 700 millones. El aumento del PBI, además de aumentar los ingresos de la gente, permitió a los gobiernos gastar más en escuelas, hospitales, medicinas y transferencias de dinero a los pobres, dicen.
No obstante, creen, al menos para los países avanzados, que las políticas que desaceleran el crecimiento del PBP podrían resultar beneficiosas, especialmente si el resultado es que los frutos del crecimiento son compartidos más ampliamente. En este sentido Banerjee and Duflo podrían catalogarse como partidarios del crecimiento lento.
Otro economista que se suma a esta postura es Dietrich Vollrath, autor de “Fully Grown: Why a Stagnant Economy Is a Sign of Success.” Él cree que no hay por qué preocuparse con menores tasas de crecimiento económico en los países avanzados. A diferencia de otros escépticos del crecimiento, no basa su postura en preocupaciones ambientales ni de aumento de la desigualdad.
Explica el fenómeno como resultado de elecciones personales. A medida que los países avanzados se vuelven más ricos, sus habitantes deciden pasar menos tiempo en el trabajo y tener familias más reducidas. Se desacelera el crecimiento del PBI cuando el crecimiento de la fuerza laboral declina.