Reinvención de la auditoría interna

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La lectura de recientes encuestas hechas entre directivos de empresas, en general, y ejecutivos de auditoría interna en particular, sorprende con el dato de que no supera el 45 % quienes consideran que este mecanismo agrega valor significativo a la compañía.

Por Mariano Fernández (*)

 

Llamaba también la atención lo que se esperaba de la auditoría interna: ayudar a navegar a la organización en los ámbitos disruptivos, entendiendo a estos como eventos no planeados, no anticipados, de rápido desarrollo que crean riesgos y potenciales oportunidades, nuevos mercados, olas de innovación y cambios regulatorios sorpresivos tratando de enmarcar sucesos imprevistos.

¿Cómo anticiparse a un evento nunca antes visto y de rápido crecimiento? La disrupción es característica de la llamada Cuarta Revolución Industrial, la revolución del conocimiento y la innovación.

El bajo porcentaje contrastaba con el deseo del management y otros stakeholders, ya que si bien consideran que no aportaba el suficiente valor, apostaban, por lo general, a que sí lo haría en los años por venir. No buscaban reemplazar al equipo de Auditoría Interna, sino desafiarlo a reinventarse rápidamente adaptándose a las nuevas necesidades organizacionales.

Una muestra de confianza que debe ser tomada como una oportunidad de mejora. El reclamo pasa por adaptación, flexibilidad y receptividad a los cambios y desafíos que presentan los ámbitos donde se desarrolla la organización.

La auditoría interna ganó fama de no ser ágil. Y tiene motivos para no serlo: el hecho de buscar hacer cumplir las políticas internas y regulaciones externas son el sentido de la existencia de esta área de la organización, muchas veces morigerando la versatilidad. Pareciera haber una dicotomía entre el propósito esperado y la razón de ser de esta práctica profesional.

Esta situación cautivó no solo nuestra atención, sino también de autoridades y referentes en la materia, como Richard Chambers, CEO y presidente del Instituto de Auditores Internos, que citaron estos mismos números para opinar sobre el estado actual de la profesión.

Chambers a través de su blog responde al embate desde dos flancos: en primer lugar, mencionando el uso apresurado de esta cifra en desprestigio de la práctica y obligando a una lectura más profunda; en segundo lugar desafiando a los profesionales del área a transparentar las dificultades a las que se ven expuestos por los nuevos contextos donde requieren sus servicios.

Con respecto al primer punto, presenta numerosas encuestas que muestran la creciente influencia de la auditoría interna en los directorios y como asesores de las posiciones ejecutivas “C” (CEO, COO, CFO, CIO, etc.) y conduce a enfocar la mirada en las expectativas de ellos y no en la aparente irrelevancia del rol.

Al notar de que cada vez demandan más de nuestro rol, considerándonos un socio vital en el entendimiento de la gestión de riesgos y la navegación en mercados cambiantes y volátiles. El equipo de auditoría interna se encuentra en el más alto rango de confianza de los ejecutivos y de ahí que sea a ellos a los que se les pida asesoramiento e involucramiento.

Con respecto al segundo punto, nos induce a evolucionar no sólo de forma constante, sino también al ritmo que impone la nueva revolución industrial; el alcance de nuestro trabajo se complejiza exponiendo nuestra vulnerabilidad a los nuevos retos, testeando nuestra capacidad de respuesta. Nos presenta 5 propósitos que nos ayudarán a prepararnos para abrazar este desafío en vistas a vigorizarnos para la nueva carrera:

–       Responder a las demandas de los stakeholders como asesores confiables.

–       Gestionar el talento requerido por la organización, ya sea entrenando o contratando a profesionales que cumplan con estos talentos.

–       Reinventar nuestros procesos. Aprender a trabajar más rápida y más inteligentemente incorporando tecnología y análisis de información sin dejar de lado los preceptos de nuestra profesión.

–       Defender el valor y la capacidad de la práctica de Auditoría Interna. Recordar a los ejecutivos la importancia de nuestra labor. Confrontar a los que minimizan el alcance de nuestra tarea recordándoles el amplio espectro de servicios de valor agregado que podemos aportar.

–       Defender el buen gobierno corporativo y el rol clave que cumple la auditoría en velar por cumplimiento en forma independiente, efectiva y eficaz.

Como contador con experiencia en auditoría “recojo el guante” del desafío en frente mío. Me resulta incuestionable que en una era de cambios dramáticos y radicales, deba ser flexible, fiable y adaptable. Desde mi punto de vista, aplica a cualquier profesional que quiera mantenerse vigente.

¿Qué puedo hacer para estar a la altura de lo que mis clientes esperan y necesitan de mí? Escucharlos, ayudarlos a rediseñar sus procesos y acompañarlos a transitar la incertidumbre, a mitigar riesgos nunca antes vistos, presentándoles opciones y escenarios posibles. Hoy más que nunca, anticiparse es la respuesta al valor agregado que reclaman de nosotros.  

(*) Gerente del Departamento de Business Risk Management de SMS – San Martin Suarez y Asociados

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