Tráfico de drogas: el negocio se protege con matones

El consultor Ian Kirk usa el ejemplo del negocio de las drogas ilícitas para graficar la necesidad de que en todo el mundo haya leyes de propiedad intelectual que protejan a las marcas, las globales especialmente.

7 octubre, 2003

El tráfico ilegal de drogas tiene una compleja distribución que,
según el lugar y lo que se esté dispuesto a pagar, permite comprar
directo del distribuidor, en bares, clubes, en una esquina cualquiera recibir
a domicilio. Practica el marketing.
Ian Kirk explica en The New York Times que los traficantes aplican ciertamente
los métodos de distribución y niveles de servicio de los comerciantes
legales. Hacen promoción de precios y también promoción en
punto de venta. Como quieren que sus víctimas se enganchen con drogas cada
vez más caras, les ofrecen – en el momento en que compran lo que desean
– la oportunidad de probar otra (compre una, se lleva otra gratis).

También tienen programas de lealtad: los usuarios frecuentes casi siempre
logran un descuento u obtienen drogas de mayor calidad.

Si bien es obvio que a esta actividad le está totalmente prohibida la
publicidad convencional, es común y corriente en el tráfico ilícito
de drogas la utilización de tácticas de marketing "sutil"
y de "guerrilla". Los anunciantes legítimos tienen que asegurarse
de que lo que dicen sea legal, decente, honesto y veraz. Pero como una droga
como el éxtasis ya es ilegal de movida, se puede deducir con facilidad
que aquellas cualidades rara vez están presentes en este "negocio".

El negocio del éxtasis se divierte usando nombres de marcas conocidas,
algo impensable para los negocios legales. Se apropia libremente de marcas famosas
y así hay tabletas de éxtasis que se conocen como Playboy, McDonalds,
Bacardí, Rólex, etc.

En el ámbito legal la propiedad intelectual protege a las marcas legítimas
estableciendo una diferencia entre productos originales y falsos. Pero en el
negocio de las drogas ilícitas no hay protección para el nombre
o el reclamo.

Si una droga es falsificada por otros, lo único que pueden hacer los
distribuidores para "proteger su propiedad intelectual" es enviar
algunos peso-pesados con la misión sacrosanta de proteger la distribución.

Esto último, asegura Kirk, es una lección importante para la
gente que trabaja en marcas globales y para los gobiernos que quieren que sus
multinacionales contribuyan con el fortalecimiento de sus economías.
La razón es que explicita la necesidad de una ley de propiedad intelectual,
y así fortalece la creación de marca (branding) de los productos
legítimos.

La diferencia entre marketing y branding: la ley actúa para controlar
los posibles excesos de marketing, pero sirve para proteger la creación
y el fortalecimiento de una marca (branding).

El tráfico ilegal de drogas tiene una compleja distribución que,
según el lugar y lo que se esté dispuesto a pagar, permite comprar
directo del distribuidor, en bares, clubes, en una esquina cualquiera recibir
a domicilio. Practica el marketing.
Ian Kirk explica en The New York Times que los traficantes aplican ciertamente
los métodos de distribución y niveles de servicio de los comerciantes
legales. Hacen promoción de precios y también promoción en
punto de venta. Como quieren que sus víctimas se enganchen con drogas cada
vez más caras, les ofrecen – en el momento en que compran lo que desean
– la oportunidad de probar otra (compre una, se lleva otra gratis).

También tienen programas de lealtad: los usuarios frecuentes casi siempre
logran un descuento u obtienen drogas de mayor calidad.

Si bien es obvio que a esta actividad le está totalmente prohibida la
publicidad convencional, es común y corriente en el tráfico ilícito
de drogas la utilización de tácticas de marketing "sutil"
y de "guerrilla". Los anunciantes legítimos tienen que asegurarse
de que lo que dicen sea legal, decente, honesto y veraz. Pero como una droga
como el éxtasis ya es ilegal de movida, se puede deducir con facilidad
que aquellas cualidades rara vez están presentes en este "negocio".

El negocio del éxtasis se divierte usando nombres de marcas conocidas,
algo impensable para los negocios legales. Se apropia libremente de marcas famosas
y así hay tabletas de éxtasis que se conocen como Playboy, McDonalds,
Bacardí, Rólex, etc.

En el ámbito legal la propiedad intelectual protege a las marcas legítimas
estableciendo una diferencia entre productos originales y falsos. Pero en el
negocio de las drogas ilícitas no hay protección para el nombre
o el reclamo.

Si una droga es falsificada por otros, lo único que pueden hacer los
distribuidores para "proteger su propiedad intelectual" es enviar
algunos peso-pesados con la misión sacrosanta de proteger la distribución.

Esto último, asegura Kirk, es una lección importante para la
gente que trabaja en marcas globales y para los gobiernos que quieren que sus
multinacionales contribuyan con el fortalecimiento de sus economías.
La razón es que explicita la necesidad de una ley de propiedad intelectual,
y así fortalece la creación de marca (branding) de los productos
legítimos.

La diferencia entre marketing y branding: la ley actúa para controlar
los posibles excesos de marketing, pero sirve para proteger la creación
y el fortalecimiento de una marca (branding).

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