¿Qué tiene ella?

Margaret Heffernan, en su libro “How she does it: How women entrepreneurs are changing the rules of business success” aporta una observación interesante al eterno debate sobre las diferencias entre mujeres y hombres que actúan en negocios.

13 febrero, 2007

“El cerebro de la mujer es como una barredora de calles. Todos los días ellas salen a barrer el medio que las rodea: oficina, escuela, centro comercial, iglesia o supermercado. Mientras compran, trabajan o hablan están absorbiendo cantidades impresionantes de información. Eso las hace “profunda y caóticamente informadas y también les permite comprender el mercado a un nivel visceral, pues toman nota de productos nuevos, tendencias, gustos y fracasos. Y, a las más astutas, también las habilita para advertir oportunidades de negocios.

Fue el caso, por ejemplo, de Carol Latham, una química-física que hace muchos años notó que lo que impedía que las computadoras se achicaran más era el problema de acumulación de calor. Sus jefes se burlaron de su teoría y ella se fue para formar su propia empresa – Thermagon – para fabricar semiconductorse de polímeros. Pronto despertó el interés de Intel, que pidió comprar algunos de sus productos para combatir el problema del recalentamiento en el Pentium.

A esto no se le puede llamar ni intuición ni tampoco investigación de mercado, dice Heffernan. Implica captar las tendencias importantes que se insinúan en el presente y que se van a afianzar en el futuro. Es una capacidad para captar “el panorama completo” a partir de las toneladas de información que se encuentra en el ambiente y pensar en el futuro lejano. Implica, también, tener la posibilidad de ver dónde va a estar el mundo en ese momento.

Ninguna empresaria va a aceptar que la intuición le gana a la disciplina, el foco y el trabajo constante, pero si se combinan todas esas cosas con una pizca de la vieja intuición, se obtiene un poderoso motor para la innovación.

“El cerebro de la mujer es como una barredora de calles. Todos los días ellas salen a barrer el medio que las rodea: oficina, escuela, centro comercial, iglesia o supermercado. Mientras compran, trabajan o hablan están absorbiendo cantidades impresionantes de información. Eso las hace “profunda y caóticamente informadas y también les permite comprender el mercado a un nivel visceral, pues toman nota de productos nuevos, tendencias, gustos y fracasos. Y, a las más astutas, también las habilita para advertir oportunidades de negocios.

Fue el caso, por ejemplo, de Carol Latham, una química-física que hace muchos años notó que lo que impedía que las computadoras se achicaran más era el problema de acumulación de calor. Sus jefes se burlaron de su teoría y ella se fue para formar su propia empresa – Thermagon – para fabricar semiconductorse de polímeros. Pronto despertó el interés de Intel, que pidió comprar algunos de sus productos para combatir el problema del recalentamiento en el Pentium.

A esto no se le puede llamar ni intuición ni tampoco investigación de mercado, dice Heffernan. Implica captar las tendencias importantes que se insinúan en el presente y que se van a afianzar en el futuro. Es una capacidad para captar “el panorama completo” a partir de las toneladas de información que se encuentra en el ambiente y pensar en el futuro lejano. Implica, también, tener la posibilidad de ver dónde va a estar el mundo en ese momento.

Ninguna empresaria va a aceptar que la intuición le gana a la disciplina, el foco y el trabajo constante, pero si se combinan todas esas cosas con una pizca de la vieja intuición, se obtiene un poderoso motor para la innovación.

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