Nueva oportunidad para el negocio inmobiliario

Quienes venden y desarrollan proyectos inmobiliarios harían bien en tomar en cuenta una nueva tendencia en la sociedad: las comunidades de vivienda conjunta”. El concepto es originario de Dinamarca.

18 diciembre, 2001

En vista de que cada vez son más las personas que rechazan el aislamiento que genera la organización de la vivienda tradicional, surge el movimiento de la “vivienda conjunta” .

No se trata precisamente de comunidades, pese a que muchos complejos ofrecen la posibilidad de llevar una vida comunal. Son mucho más que vecindarios. Sobre un concepto importado de Dinamarca, las “comunidades de vivienda conjunta” se extienden por Estados Unidos a pasos agigantados.

“Si existiera una escala de ‘unidad’ comunal, se organizaría de la siguiente manera: vecindario, subdivisión, condominio, vivienda conjunta, aldea ecológica, comunidad”, explica un defensor del nuevo movimiento.

Es posible lograr una “unidad”, mientras se conserva la independencia y la privacidad que atraen a la mayoría de los residentes de las viviendas conjuntas. Gracias a una combinación de cualidades, el movimiento de vivienda conjunta será el modelo dominante de comunidad.

Los orígenes de la tendencia

La vivienda conjunta debutó en Dinamarca hace casi 30 años en respuesta al aislamiento impuesto por el desarrollo de comunidades involuntarias: residencias construidas en lotes pegados unos con otros, que albergaban familias con poca o ninguna relación entre sí.

Los diseñadores del programa de viviendas conjuntas, habitantes de un país con ideas revolucionarias, comenzaron a plantearse cuestiones como “¿por qué cada familia tiene que tener una cortadora de césped? o ¿por qué las parejas que trabajan tienen que cocinarse todas las noches? o ¿por qué los vecinos no pueden compartir el cuidado de los hijos y el mantenimiento de la casa o cualquiera de las tareas rutinarias de la vida cotidiana?”.

Muchos llegaron a la conclusión de que compartir era una buena idea, y así surgió el concepto de boaellesskabers o “comunidades de vida”. Diseñaron nuevos vecindarios, con patios y jardines compartidos, salones de juego y cocinas comunitarias. Actualmente, Dinamarca cuenta con más de 200 boaellesskabers.

Compartir la responsabilidad, pero conservar la privacidad

Pese a que, en Estados Unidos, se vienen desarrollando varias comunidades de viviendas conjuntas hace alrededor de una década, la mayoría de las casi 50 comunidades de este estilo ya construidas en el país surgieron en los últimos años. La cantidad de comunidades terminadas se duplicó entre 1999 y 2001, según indicó Co-Housing Network. El año próximo, esta cantidad volverá a duplicarse y lo mismo sucederá al año siguiente.

La vivienda conjunta funciona porque ofrece los beneficios de una vida en comunidad y porque, al mismo tiempo, permite que los residentes conserven la privacidad, la independencia y la propiedad.

Allí reside el secreto del éxito de este nuevo programa en Estados Unidos.

Las comunidades comparten tierra, edificios, vehículos, herramientas, alimentos, a veces, prendas e ingresos y, rara vez, cónyuges e hijos. Los planes de viviendas conjuntas se asemejan a condominios en los que cada residente posee una casa, ubicada en un territorio compartido. Los habitantes de las viviendas conjuntas también participan en todas las fases del diseño comunal y estructural.

Muchos complejos de viviendas conjuntas ofrecen una “casa común”, en la que los habitantes comparten comidas, mantienen reuniones comunitarias y participan de actividades conjuntas.

A la idea de vivienda conjunta se llegó porque la libertad de vivir en cualquier parte generó sentimientos de desarraigo. Los barrios fuera de las urbes fomentaron el aislamiento y la tecnología los intensificó.

El concepto tradicional de comunidad no funcionó porque en muchos casos exigía a las personas que resignaran su vida por el bien común. En cambio, el de vivienda conjunta estimula la fuerza de la comunidad sin sacrificar la individualidad. Se trata de una organización ideal para la gente mayor con buena salud, que representa en forma creciente una mayoría dentro de la población estadounidense, a medida que los baby boomers van llendo a los 50.

En vista de que cada vez son más las personas que rechazan el aislamiento que genera la organización de la vivienda tradicional, surge el movimiento de la “vivienda conjunta” .

No se trata precisamente de comunidades, pese a que muchos complejos ofrecen la posibilidad de llevar una vida comunal. Son mucho más que vecindarios. Sobre un concepto importado de Dinamarca, las “comunidades de vivienda conjunta” se extienden por Estados Unidos a pasos agigantados.

“Si existiera una escala de ‘unidad’ comunal, se organizaría de la siguiente manera: vecindario, subdivisión, condominio, vivienda conjunta, aldea ecológica, comunidad”, explica un defensor del nuevo movimiento.

Es posible lograr una “unidad”, mientras se conserva la independencia y la privacidad que atraen a la mayoría de los residentes de las viviendas conjuntas. Gracias a una combinación de cualidades, el movimiento de vivienda conjunta será el modelo dominante de comunidad.

Los orígenes de la tendencia

La vivienda conjunta debutó en Dinamarca hace casi 30 años en respuesta al aislamiento impuesto por el desarrollo de comunidades involuntarias: residencias construidas en lotes pegados unos con otros, que albergaban familias con poca o ninguna relación entre sí.

Los diseñadores del programa de viviendas conjuntas, habitantes de un país con ideas revolucionarias, comenzaron a plantearse cuestiones como “¿por qué cada familia tiene que tener una cortadora de césped? o ¿por qué las parejas que trabajan tienen que cocinarse todas las noches? o ¿por qué los vecinos no pueden compartir el cuidado de los hijos y el mantenimiento de la casa o cualquiera de las tareas rutinarias de la vida cotidiana?”.

Muchos llegaron a la conclusión de que compartir era una buena idea, y así surgió el concepto de boaellesskabers o “comunidades de vida”. Diseñaron nuevos vecindarios, con patios y jardines compartidos, salones de juego y cocinas comunitarias. Actualmente, Dinamarca cuenta con más de 200 boaellesskabers.

Compartir la responsabilidad, pero conservar la privacidad

Pese a que, en Estados Unidos, se vienen desarrollando varias comunidades de viviendas conjuntas hace alrededor de una década, la mayoría de las casi 50 comunidades de este estilo ya construidas en el país surgieron en los últimos años. La cantidad de comunidades terminadas se duplicó entre 1999 y 2001, según indicó Co-Housing Network. El año próximo, esta cantidad volverá a duplicarse y lo mismo sucederá al año siguiente.

La vivienda conjunta funciona porque ofrece los beneficios de una vida en comunidad y porque, al mismo tiempo, permite que los residentes conserven la privacidad, la independencia y la propiedad.

Allí reside el secreto del éxito de este nuevo programa en Estados Unidos.

Las comunidades comparten tierra, edificios, vehículos, herramientas, alimentos, a veces, prendas e ingresos y, rara vez, cónyuges e hijos. Los planes de viviendas conjuntas se asemejan a condominios en los que cada residente posee una casa, ubicada en un territorio compartido. Los habitantes de las viviendas conjuntas también participan en todas las fases del diseño comunal y estructural.

Muchos complejos de viviendas conjuntas ofrecen una “casa común”, en la que los habitantes comparten comidas, mantienen reuniones comunitarias y participan de actividades conjuntas.

A la idea de vivienda conjunta se llegó porque la libertad de vivir en cualquier parte generó sentimientos de desarraigo. Los barrios fuera de las urbes fomentaron el aislamiento y la tecnología los intensificó.

El concepto tradicional de comunidad no funcionó porque en muchos casos exigía a las personas que resignaran su vida por el bien común. En cambio, el de vivienda conjunta estimula la fuerza de la comunidad sin sacrificar la individualidad. Se trata de una organización ideal para la gente mayor con buena salud, que representa en forma creciente una mayoría dentro de la población estadounidense, a medida que los baby boomers van llendo a los 50.

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