La crisis de las subprimes desnuda perversión del sistema empresarial

Blas Lara acaba de publicar este artículo en Tendencias 21, donde afirma que la economía se ha convertido en un juego de Monopolio. Aquí, una condensación.

23 octubre, 2008

<strong>La crisis de las subprimes pone de manifiesto la perversi&oacute;n que ha sufrido la finalidad de las empresas. La econom&iacute;a actual se ha convertido en un gigantesco juego de Monopoly, en una econom&iacute;a de casin, donde lo que importa no es crear industrias para producir cosas y servicios sino invertir en oportunidades. En consecuencia, el sistema de valores en que operan las empresas est&aacute; gravemente contaminado. </strong>
<p><br />
Marcel Ospel, ex presidente de UBS, un gran banco internacional ha tenido que ceder su puesto dejando tras &eacute;l &ndash; y su equipo- un agujero de m&aacute;s de US$ 43.000 millones. &iquest;La causa? el &ldquo;juego&rdquo; de las subprimes. Sin embargo, Ospel se retira con un &ldquo;paraca&iacute;das dorado&rdquo; de m&aacute;s de US$ 30 millones. </p>
<p> Si bien no es ilegal &ldquo;jugar&rdquo; arriesgando ligeramente el dinero ajeno pues no est&aacute; contemplado como delito en ninguna ley, es, ciertamente, una falta moral. </p>
<p>Los negocios siempre tienen algo de juego, pues el juego es una forma de entender la existencia. Y sin el escalofr&iacute;o del riesgo, algunos deportes &ndash; como las carreras de autos &ndash; perder&iacute;an sentido. </p>
<p> Jugador es tambi&eacute;n el creador de empresa, sin duda un h&eacute;roe contempor&aacute;neo. Asume un riesgo personal y consigue la aparici&oacute;n de estructuras productivas que hacen vivir a muchas personas. Empresas que no hubieran llegado a existir sin su creatividad y su valent&iacute;a para asumir el riesgo. </p>
<p>Otra cosa muy distinta es el personaje que juega con el dinero de otro, sin riesgo personal. La banalidad, la ligereza metaf&iacute;sica de la vida entendida como juego y como deporte, pierde toda justificaci&oacute;n desde el momento en que lo que est&aacute; &ldquo;en-juego&rdquo; sobre la mesa no es su propio pan sino – como estamos viendo a diario- el ahorro de muchos a&ntilde;os de trabajo de miles de personas. </p>
<p>Este juego a gran escala, protagonizado por los inversores financieros, constituye un acontecimiento mayor en la historia de estos &uacute;ltimos cincuenta a&ntilde;os. Una megacrisis, un desastre de proporciones gigantescas. </p>
<p>&iquest;La desviaci&oacute;n filos&oacute;fica causante de todo esto, su raz&oacute;n &uacute;ltima? Una desviaci&oacute;n radical de las finalidades de las empresas. </p>
<p>En los dos &uacute;ltimos decenios se ha desplazado el centro de gravedad de la empresa desde el aparato productivo a la funci&oacute;n financiera. En otros tiempos se invert&iacute;a dinero para producir bienes y servicios. La funci&oacute;n de la banca era canalizar el ahorro de la sociedad y mediante una prudente gesti&oacute;n del riesgo, poner los recursos financieros al servicio de las empresas. </p>
<p>El esfuerzo f&iacute;sico de la mano de obra y el trabajo intelectual en los despachos, todo contribu&iacute;a a la producci&oacute;n de objetos o servicios vendibles. Los bienes se pon&iacute;an a disposici&oacute;n del mercado y el resultado de las ventas generaba entradas de dinero en beneficio de todas las personas de la empresa. El sistema era inmediato, claro y simple, transparente. Eso era Adam Smith y eso era a&uacute;n Keynes. Pero las cosas han cambiado. </p>
<p>La econom&iacute;a se ha convertido en un gigantesco juego de Monopoly. El sentido profundo del liberalismo, que era la estimulaci&oacute;n del esp&iacute;ritu de emprender, ha sido pervertido y con ello se ha transformado totalmente el juego econ&oacute;mico. Un juego que hoy se desarrolla en plena virtualidad. En &eacute;l, ni interesan ni se tocan las cosas reales, sino s&oacute;lo el dinero y los productos financieros, que son meros s&iacute;mbolos inmateriales. En ese mundo virtual viven los nuevos managers. </p>
<p>Para el inversor financiero absorbido por este juego autista, toda referencia a lo social es irrelevante. El nuevo inversor va a pasar pocas noches sin sue&ntilde;o pensando en aquellas personas que pasar&aacute;n muy malas noches, privados de empleo, v&iacute;ctimas lejanas y an&oacute;nimas de su juego de poder. </p>
<p>El mal es vago, aparentemente inocuo. No se dice ya que la empresa tiene como finalidad &uacute;ltima ofrecer a la sociedad bienes y servicios. Se dice m&aacute;s ambiguamente &ldquo;la empresa est&aacute; para crear valor&rdquo;. Y bajo la p&uacute;dica denominaci&oacute;n de los &ldquo;productos financieros, productos estructurados&rdquo; se esconde lo que ha resultado ser un gigantesco timo. Puros matices sem&aacute;nticos. La lengua sirve para ocultar la verdadera naturaleza de las cosas. </p>
<p>&iquest;Es aceptable que la empresa haga abstracci&oacute;n de cualquier otra funcionalidad que la de hacer beneficios? &iquest;Es aceptable que los dirigentes no tengan que rendir cuenta de los efectos negativos de sus decisiones sobre el cuerpo social? A ning&uacute;n otro subsistema de ese mismo cuerpo social se le tolerar&iacute;a una tal autarqu&iacute;a de fines y funcionamiento. &iquest;Ser&iacute;a concebible que otros subsistemas sociales, por ejemplo el cuerpo de los militares o el de la docencia, funcionasen para y por ellos mismos, ignorando al resto de la sociedad? </p>
<p>En el fondo se esconde la pregunta filos&oacute;fica que apenas nos atrevemos a formular: &iquest;Hay algo malo en ser ego&iacute;sta y mirar s&oacute;lo por sus intereses personales? Algo parecen ignorar algunos cuando se atreven a asumir cargos en cualquier subsistema de la sociedad, en la econom&iacute;a o en la pol&iacute;tica. Quiz&aacute;s debieran saber que &ndash; como dec&iacute;a Cicer&oacute;n- la &ldquo;res-publica&rdquo; no es viable sin la virtud, sin la moralidad. Ni la empresa. </p>
<p><strong>Necesidad de un &ldquo;humus &eacute;tico&rdquo; </strong></p>
<p>Sin embargo ser&iacute;a demasiado simplista pensar que la responsabilidad de este juego se reduce a un limitado grupo de personas. No es as&iacute;, puesto que la sociedad, a trav&eacute;s de la TV, la prensa y los semanarios, deifica a estos personajes, los aplaude y justifica que ganen fortunas insultantes. Es la misma sociedad que tolera las remuneraciones escandalosas de los futbolistas. Una sociedad que se ha echado a la espalda los valores fundamentales. </p>
<p>Se impone hoy una revisi&oacute;n del trabajo del hombre y del sentido de este trabajo. Para que el individuo progrese en el escalaf&oacute;n de la empresa, o simplemente para no tener problemas en ella, debe asumir valores que la empresa exige de sus empleados y que no son siempre compatibles con los sistemas de valores personales. </p>
<p>La verdad es que la empresa fragmenta al hombre en sus finalidades y en sus valores, de la misma manera que fragmenta sus d&iacute;as: lo esencial del tiempo para el trabajo, y algo de tiempo para la familia y para s&iacute; mismo. Otro tanto sucede con los valores: entre las ocho de la ma&ntilde;ana y las seis de la tarde ser&aacute; el apag&oacute;n total: los valores personales hay que dejarlos a la entrada de la empresa en el guardarropa. Y queda un rinconcito, por la noche y en vacaciones, para vivir en conformidad con los valores &iacute;ntimos personales y los de familia. </p>
<p>La empresa necesita un humus impregnado de los valores de una &eacute;tica humanista. Empleamos esa met&aacute;fora porque el humus de la tierra, el mantillo vegetal, favorece los procesos de fermentaci&oacute;n y la aparici&oacute;n de nuevas formas de vida, los microorganismos tan necesarios en la agricultura. En el mantillo vegetal, prospera y pulula la ebullici&oacute;n de la vida </p>

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