El espionaje en la guerra empresarial

En los ’80, las únicas organizaciones que parecían tener motivo para preocuparse por el espionaje industrial eran los organismos de gobierno y los contratistas de defensa.

6 octubre, 2000

El espionaje empresarial es hoy una actividad que crece en Estados Unidos. Las pequeñas empresas y las firmas de alta tecnología, especialmente las empresas de biotecnología y tecnología digital aparentan correr los mayores riesgos.

El Departamento de Justicia de Estados Unidos estima que las firmas estadounidenses pierden hasta US$ 24.000 millones por año durante esta década, pero expertos en contrainteligencia calculan que la cifra es 10 veces superior.

Las empresas estadounidenses no sólo son el principal objetivo, también son el más fácil.

El tipo de información que por lo general se roba -estructura de costos y precios, resultados sobre investigación y desarrollo, planes de marketing, listas de clientes- “puede ser interceptado de las comunicaciones de fax y vía satélite”, dice Louis Freeh, director del FBI. “Se puede monitorear desde un teléfono celular o conexión de microondas. También se puede obtener información en forma ilegal cuando los sistemas de computación no tienen la protección adecuada”.

John Fialka, autor de War by Other Means: Economic Espionage in America, señala que los líderes de empresas son lentos para instalar sistemas de seguridad porque creen que eso hace a las computadoras más complicadas y lentas.

Y una vez que se han robado los secretos del negocio, las empresas no quieren darlo a conocer por miedo a que sus accionistas teman que sus secretos se van a ventilar en los juzgados y en documentos públicos.

Mientras que en Estados Unidos menos de 5% de las empresas tienen instalados sistemas de inteligencia empresarial, todas las empresas japonesas, por ejemplo, los tienen.

Los espías mismos adoptan todo tipo de formas: empleados o ex empleados, trabajadores temporarios, jubilados, vendedores, contratistas, competidores nacionales y extranjeros, expertos en computación que desde el extranjero logran entrar ilegalmente en los sistemas, servicios de inteligencia extranjeros y socios comerciales.

A veces hasta se materializan a través de organizaciones internacionales, sociedades de amigos y empresas de importación exportación.

Para contrarrestar esta tendencia, los expertos en contrainteligencia creen que las empresas deben encarar esta amenaza como si estuvieran en guerra y forjar nuevos sistemas de seguridad sobre datos y operaciones.

El espionaje empresarial es hoy una actividad que crece en Estados Unidos. Las pequeñas empresas y las firmas de alta tecnología, especialmente las empresas de biotecnología y tecnología digital aparentan correr los mayores riesgos.

El Departamento de Justicia de Estados Unidos estima que las firmas estadounidenses pierden hasta US$ 24.000 millones por año durante esta década, pero expertos en contrainteligencia calculan que la cifra es 10 veces superior.

Las empresas estadounidenses no sólo son el principal objetivo, también son el más fácil.

El tipo de información que por lo general se roba -estructura de costos y precios, resultados sobre investigación y desarrollo, planes de marketing, listas de clientes- “puede ser interceptado de las comunicaciones de fax y vía satélite”, dice Louis Freeh, director del FBI. “Se puede monitorear desde un teléfono celular o conexión de microondas. También se puede obtener información en forma ilegal cuando los sistemas de computación no tienen la protección adecuada”.

John Fialka, autor de War by Other Means: Economic Espionage in America, señala que los líderes de empresas son lentos para instalar sistemas de seguridad porque creen que eso hace a las computadoras más complicadas y lentas.

Y una vez que se han robado los secretos del negocio, las empresas no quieren darlo a conocer por miedo a que sus accionistas teman que sus secretos se van a ventilar en los juzgados y en documentos públicos.

Mientras que en Estados Unidos menos de 5% de las empresas tienen instalados sistemas de inteligencia empresarial, todas las empresas japonesas, por ejemplo, los tienen.

Los espías mismos adoptan todo tipo de formas: empleados o ex empleados, trabajadores temporarios, jubilados, vendedores, contratistas, competidores nacionales y extranjeros, expertos en computación que desde el extranjero logran entrar ilegalmente en los sistemas, servicios de inteligencia extranjeros y socios comerciales.

A veces hasta se materializan a través de organizaciones internacionales, sociedades de amigos y empresas de importación exportación.

Para contrarrestar esta tendencia, los expertos en contrainteligencia creen que las empresas deben encarar esta amenaza como si estuvieran en guerra y forjar nuevos sistemas de seguridad sobre datos y operaciones.

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