E-mail basura: vivito, coleando y creciendo

Desde que en EE.UU. entró en vigor la ley anti spam (enero 2004), los mensajes basura conforman casi 80% de todos los mensajes enviados, según la mayoría de las mediciones. Antes de la ley, sólo representaban entre 50% y 60% del total de mensajes.

2 febrero, 2005

Para muchos de los que siguen el tema de cerca, el aumento no sorprende. Ya decían
que la ley empeoraría el problema al autorizar enviarlos a los mayoristas
de mail siempre y cuando siguieran ciertas reglas. Según ellos, la ley
“Can Spam” legalizó el spam y así atrajo a mucha más
gente que antes.

Microsoft invoca esa ley para demandar a Levon Gillespie (21 años),
a quien acusa de violar ésa y otras leyes estaduales inundando la red
interna de Microsoft y las de sus clientes con spam ilegal.
Gillespi opera un servicio que ofrece, a quienes desean enviar mails a granel
eludiendo la cruzada anti-spam, un refugio extraterritorial (offshore). Como
no se presentó ante el juez el día de la citación, se le
aplicó una multa de US$ 1,4 millones. Localizado telefónicamente
por la prensa, el joven dijo que no se había enterado de la citación,
que nunca había hecho nada ilegal y que ningún juicio lo detendría
ni a él “ni a todos los que participan en este negocio tan lucrativo”.
Y finalizó, “hay demasiado dinero involucrado,y cuando hay dinero,
la gente sale a buscarlo”.

Lo cierto es que aunque la Federal Trade Commission, organismo encargado de
vigilar la aplicación de la ley, lleva clausuradas muchas campañas
publicitarias que ha clasificado con la letra X (basura), en este partido el
spam va ganando por lejos.

Cada vez son más los servicios de hosteo “a prueba de balas”
— como el de Gillespie — que ofrecen a los comerciantes acceso a sus servidores
offshore, muchos ubicados en China, donde pueden instalar sus sitios web con
la promesa de que nadie se los cerrará invocando ninguna ley antispam.
Además, quienes envían campañas masivas de mensajes electrónicos
se asocian con creadores de virus para robar listas activas de direcciones y
tranquilamente tomar por asalto las computadoras de millones de inadvertidos
usuarios de internet; así crean “redes zombie” que, según
especialistas, sirven de sistema circulatorio de facto para el spam.

Una encuesta realizada en diciembre por la Universidad de Stanford mostró
que un usuario promedio pasa 10 horas al año abriendo o borrando mensajes
basura. Extrapolando los resultados, se calcula que el costo global de spam
para las empresas en 2005, en términos de productividad perdida y mantenimiento
de redes, será de alrededor de US$ 50.000 millones (US$ 17.000 millones
en Estados Unidos solamente). Y el informe
Postini
concluye que la mayoría de las medidas legislativas en Estados
Unidos, Europa y Australia, surtieron muy poco efecto.

Por ejemplo, la ley norteamericana prohíbe el uso de remitentes falsos,
que siguen circulando libremente por la Web. Pero el verdadero punto débil
de la ley es que deposita la carga de la acción en los receptores, que
son quienes pueden “opt out”, o sea, optar por ser eliminados
de una determinada lista de correos.

Además, mientras un emisor mayorista de mensajes respetuoso de la ley
retira de su lista a la persona que así lo solicita, el tránsfuga
usa ese mismo mensaje que pide ser removido como una verificación de
que la cuenta de email está activa y detrás de la cual hay una
persona.

Para muchos de los que siguen el tema de cerca, el aumento no sorprende. Ya decían
que la ley empeoraría el problema al autorizar enviarlos a los mayoristas
de mail siempre y cuando siguieran ciertas reglas. Según ellos, la ley
“Can Spam” legalizó el spam y así atrajo a mucha más
gente que antes.

Microsoft invoca esa ley para demandar a Levon Gillespie (21 años),
a quien acusa de violar ésa y otras leyes estaduales inundando la red
interna de Microsoft y las de sus clientes con spam ilegal.
Gillespi opera un servicio que ofrece, a quienes desean enviar mails a granel
eludiendo la cruzada anti-spam, un refugio extraterritorial (offshore). Como
no se presentó ante el juez el día de la citación, se le
aplicó una multa de US$ 1,4 millones. Localizado telefónicamente
por la prensa, el joven dijo que no se había enterado de la citación,
que nunca había hecho nada ilegal y que ningún juicio lo detendría
ni a él “ni a todos los que participan en este negocio tan lucrativo”.
Y finalizó, “hay demasiado dinero involucrado,y cuando hay dinero,
la gente sale a buscarlo”.

Lo cierto es que aunque la Federal Trade Commission, organismo encargado de
vigilar la aplicación de la ley, lleva clausuradas muchas campañas
publicitarias que ha clasificado con la letra X (basura), en este partido el
spam va ganando por lejos.

Cada vez son más los servicios de hosteo “a prueba de balas”
— como el de Gillespie — que ofrecen a los comerciantes acceso a sus servidores
offshore, muchos ubicados en China, donde pueden instalar sus sitios web con
la promesa de que nadie se los cerrará invocando ninguna ley antispam.
Además, quienes envían campañas masivas de mensajes electrónicos
se asocian con creadores de virus para robar listas activas de direcciones y
tranquilamente tomar por asalto las computadoras de millones de inadvertidos
usuarios de internet; así crean “redes zombie” que, según
especialistas, sirven de sistema circulatorio de facto para el spam.

Una encuesta realizada en diciembre por la Universidad de Stanford mostró
que un usuario promedio pasa 10 horas al año abriendo o borrando mensajes
basura. Extrapolando los resultados, se calcula que el costo global de spam
para las empresas en 2005, en términos de productividad perdida y mantenimiento
de redes, será de alrededor de US$ 50.000 millones (US$ 17.000 millones
en Estados Unidos solamente). Y el informe
Postini
concluye que la mayoría de las medidas legislativas en Estados
Unidos, Europa y Australia, surtieron muy poco efecto.

Por ejemplo, la ley norteamericana prohíbe el uso de remitentes falsos,
que siguen circulando libremente por la Web. Pero el verdadero punto débil
de la ley es que deposita la carga de la acción en los receptores, que
son quienes pueden “opt out”, o sea, optar por ser eliminados
de una determinada lista de correos.

Además, mientras un emisor mayorista de mensajes respetuoso de la ley
retira de su lista a la persona que así lo solicita, el tránsfuga
usa ese mismo mensaje que pide ser removido como una verificación de
que la cuenta de email está activa y detrás de la cual hay una
persona.

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