domingo, 22 de diciembre de 2024

Una nueva agenda para el calentamiento global

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La globalización ha convertido al mundo en un entramado de países interdependientes y acrecentó la necesidad de trabajar en común para resolver problemas, pero de poco servirá solucionar problemas económicos si no se atiende primero el más acuciante de todos: el calentamiento global.

<p>Como dice Joseph Stiglitz en su &uacute;ltimo libro, Making Globalization Work, de poco servir&aacute; solucionar problemas econ&oacute;micos si no se atiende primero el m&aacute;s acuciante de todos: el calentamiento global.</p>
<p>Hace nueve a&ntilde;os, en Kyoto, el mundo dio el puntapi&eacute; inicial para reducir las emanaciones de gas que provocan el efecto invernadero en la tierra. Pero a pesar de los logros de Kyoto, Estados Unidos, el pa&iacute;s m&aacute;s contaminante del mundo, se niega a colaborar y contamina cada vez m&aacute;s; por su parte, los pa&iacute;ses en desarrollo, que en un futuro no muy lejano aportar&aacute;n m&aacute;s de 50% de las emanaciones globales, no contrajeron compromiso alguno para hacer algo al respecto. Es evidente que el protocolo se qued&oacute; corto. <br />
En primer lugar hay que crear un mecanismo con poder para impedir que un pa&iacute;s como Estados Unidos, o cualquier pa&iacute;s que se niegue a aceptar o implementar la reducci&oacute;n de emanaciones, provoque da&ntilde;os al resto del mundo.<br />
Tal vez no deber&iacute;a sorprender que sea Estados Unidos, el pa&iacute;s que m&aacute;s contamina la atm&oacute;sfera mundial, el que se ha negado a reconocer la existencia del problema. Una cosa ser&iacute;a que pudiera hacer lo que se le antoja, si calentara su propia atm&oacute;sfera y pagara las consecuencias de sus actos. Pero su derroche de energ&iacute;a causa da&ntilde;o al mundo entero. <br />
Dentro de 50 a&ntilde;os las Maldivas ser&aacute;n la Atl&aacute;ntida del siglo 21, tragadas por las aguas del oc&eacute;ano; un tercio de Bangladesh quedar&aacute; sumergido y la poblaci&oacute;n del pa&iacute;s, ya peligrosamente pobre, deber&aacute; api&ntilde;arse todav&iacute;a m&aacute;s y ver&aacute; reducirse m&aacute;s sus ingresos de subsistencia.<br />
Al principio, el Presidente Bush neg&oacute; la existencia del calentamiento global; luego prometi&oacute; hacer algo e hizo poco. Algunos de sus pol&iacute;ticos dicen que la reducci&oacute;n de emanaciones comprometer&aacute; el nivel de vida de la gente. Afortunadamente, el mundo cuenta con una estructura de comercio internacional que puede usar para obligar a los Estados que ocasionan da&ntilde;os a otros a comportarse mejor. Excepto en unos pocos casos (como la agricultura), la Organizaci&oacute;n Mundial del Comercio (OMC) no permite subsidios. Porque cuando un pa&iacute;s subsidia a sus firmas, el campo de juego deja de ser parejo. Un subsidio significa que una firma no paga todos sus costos de producci&oacute;n. No pagar el costo del da&ntilde;o al medio ambiente es un subsidio, igual que si no se pagaran todos los costos de los trabajadores. En la mayor&iacute;a de los pa&iacute;ses desarrollados del mundo actual, las firmas est&aacute;n pagando el costo de contaminar el ambiente mundial en forma de grav&aacute;menes al carb&oacute;n, petr&oacute;leo y gas. Pero las firmas estadounidenses est&aacute;n subsidiadas, y mucho.</p>
<p><strong> Restricciones o impuestos</strong></p>
<p>El remedio es sencillo: los dem&aacute;s pa&iacute;ses deber&iacute;an prohibir la importaci&oacute;n de productos estadounidenses creados usando tecnolog&iacute;as de energ&iacute;a intensiva; en su defecto deber&iacute;an al menos imponerles un alto impuesto para compensar el subsidio que esos productos reciben. El mismo Gobierno de Estados Unidos ha reconocido este principio. Prohibi&oacute; la importaci&oacute;n de camar&oacute;n tailand&eacute;s por haber sido pescado con redes, un m&eacute;todo que provoca la muerte innecesaria de las tortugas marinas y de muchas otras especies. <br />
Aunque la OMC critic&oacute; la forma en que fue aplicada esa restricci&oacute;n, comparti&oacute; el principio seg&uacute;n el cual la preocupaci&oacute;n ambiental global est&aacute; por encima de los intereses nacionales. Y as&iacute; debe ser. Pero si se puede justificar que Estados Unidos restrinja la importaci&oacute;n de camarones para proteger tortugas, tambi&eacute;n se podr&aacute; justificar que otros pa&iacute;ses restrinjan la importaci&oacute;n de bienes producidos con tecnolog&iacute;as contaminantes para proteger la atm&oacute;sfera global.<br />
Jap&oacute;n, Europa, y los dem&aacute;s firmantes del Protocolo de Kyoto deber&iacute;an llevar a consideraci&oacute;n de la OMC el caso de los subsidios injustos. Las firmas estadounidenses han tenido durante mucho tiempo una ventaja comercial gracias a su energ&iacute;a barata: mientras ellas cosechan los beneficios, el mundo paga las consecuencias. <br />
Esta situaci&oacute;n es inaceptable. El impuesto a la energ&iacute;a no s&oacute;lo nivelar&iacute;a los tantos sino que aplicar&iacute;a incentivos para que Estados Unidos haga lo que debi&oacute; hacer hace tiempo. <br />
Hay un segundo problema: el protocolo de Kyoto se sustenta en la reducci&oacute;n nacional de emisiones relativa al nivel de contaminaci&oacute;n que cada pa&iacute;s ten&iacute;a en 1990. Pero con ese principio los pa&iacute;ses desarrollados pueden contaminar m&aacute;s que los dem&aacute;s. <br />
Se llega entonces a un punto muerto: Estados Unidos no firma si no lo hacen tambi&eacute;n los pa&iacute;ses en desarrollo; y &eacute;stos no aceptan que EE.UU. o Europa tengan derecho a contaminar m&aacute;s que ellos.<br />
La salida est&aacute; en la implantaci&oacute;n de un impuesto ambiental com&uacute;n a las emanaciones. Ese impuesto com&uacute;n har&iacute;a que todos los pa&iacute;ses paguen el costo social de dichas emanaciones. Esto coincide con los m&aacute;s b&aacute;sicos principios econ&oacute;micos, que dicen que los individuos y las empresas deben pagar todos sus costos. Cada pa&iacute;s podr&iacute;a quedarse con sus propios ingresos y usarlos para reemplazar impuestos al capital o al trabajo: es mejor gravar &ldquo;cosas malas&rdquo; (como emanaciones que provocan efecto invernadero) que gravar &ldquo;cosas buenas&rdquo; como trabajo y ahorro. La gran ventaja del plan impositivo frente al m&eacute;todo de Kyoto es que soslaya el debate distributivo, que es &eacute;ste: Estados Unidos podr&iacute;a argumentar que porque es un pa&iacute;s m&aacute;s grande, &ldquo;necesita&rdquo; m&aacute;s derechos de contaminaci&oacute;n. Noruega podr&iacute;a decir que porque usa energ&iacute;a hidroel&eacute;ctrica, su margen para reducir emanaciones es menor.&nbsp; Francia podr&iacute;a decir que porque ya ha hecho el esfuerzo de pasar a la energ&iacute;a nuclear, no se la deber&iacute;a obligar a reducir m&aacute;s. Seg&uacute;n el m&eacute;todo del impuesto com&uacute;n, ese debate se puede evitar. Todo lo que se pide es que cada uno pague el costo social de sus emanaciones.</p>

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