Retorno de los controles estatales en Occidente

Ante los nuevos nexos entre sector público y privado, es tiempo de distinguir entre, el presente entorno regulatorio y la ingerencia permanente del gobierno sobre los bancos. “Lo segundo no parece plausible”, afirma el inglés Andrew Turnbull.

<p>En síntesis, la credibilidad de los gobiernos no ha salido indemne de estos procesos. En algunas economías principales, la comunidad de negocios lo pensaría dos veces antes de aprobar que un estado desempeñe papeles activos en el manejo de empresas privadas, por más que el público esté irritado con banqueros y otros agentes financieros.</p>
<p>Otros factores pueden constreñir a los gobiernos. Entre ellos, aprietos fiscales y endeudamiento por encima de cotas soportables. Presionados por solventar siquiera su giro, no querrán o no podrán asumir responsabilidad ni cubrir requerimientos de capital para empresas estatizadas. En la versión thatcheriana de Turnbull, “las agencias gubernamentales carecen de elencos con capacidad para gestionar finanzas, afrontar embargos o llevar a cabo políticas remuneratorias”.</p>
<p>En otro plano, los gobiernos sufren de limitaciones constitucionales. En la Unión Europea, por ejemplo, la doctrina sobre control de asistencia estatal –prohíbe que una intervención distorsione la competencia o el comercio intrazonal- está muy imbricada en los documentos fundacionales. “Los gobiernos podrían verse por demás envueltos en la banca privada y hasta competir con ella en el mercado abierto”.</p>
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<p><strong> Regulación poscrisis </strong></p>
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<p>Si la permanente expansión del control estatal en bancos resulta improbable, ¿qué pasará en caso de un renacimiento regulatorio? “En finanzas -admite el analista-, sin duda se endurecerán las pautas y perderá vigencia la idea de que los riesgos son mejor gerenciados alentando a cada entidad a tomar sus propias decisiones”.</p>
<p>En esta materia, el polémico presidente del Banco de Inglaterra, Mervyn King, ha dicho que “la banca es global en vida, pero local cuando muere”. Este pensamiento fomenta interés en la regulación supranacional. Sea en forma de un cuerpo de ese tipo en la UE, sea mediante cooperación entre instancias nacionales.</p>
<p>Sin la menor duda, la estrategia bancaria occidental irá cambiando. En EE.UU. quizá no se vuelva a la ley Glass-Steagall (1936), derogada –con notable imprudencia, señalaron varios economistas sistémicos- en 1999. Esa norma vedaba a un <em>holding</em> bancario controlar otros tipos de sociedades financieras. A juicio de Turnbull, ahora negocios más volátiles requerirán mas capital y ello trabará el crecimiento de entidades, sin necesidad de aquella ley.</p>
<p>El ritmo de integración financiera internacional puede frenarse o hasta darse vuelta. Por el momento, efectivamente, los banqueros deberán concentrarse en los problemas de sus propios mercados. Simultáneamente, la dirigencia política continuará cuestionando el propósito o la función social de diferenciales en remuneraciones que se han agrandado por demás en cinco o seis años. Una ética que permite pagar a algunos quinientas a mil veces lo que cobra un bancario común ha sido puesta en el banquillo por la opinión pública.</p>
<p>Mucha gente, por otra parte, cree que las finanzas se han desconectado de los actividades cotidianas. Esto influirá tanto normas como prácticas, vía presiones por mayor transparencia: quienes presten, deberán hacerlo con mejor conocimiento de los activos subyacentes. La nueva clave, simplicidad es mala noticia para el dominio de las finanzas privadas, que pone demasiada ingeniería entre esos activos y sus resultados.</p>

<p>De acuerdo con el principal asesor financiero de Booz &amp; Co. en Gran Breta&ntilde;a, &ldquo;retornan la intervenci&oacute;n de bancos privados o las masivas colocaciones estatatales en empresas. Sin embargo, esas realidades no significas necesariamente lo que cierta ret&oacute;rica presume. No al menos para quienes recuerdan otras &eacute;pocas&rdquo;.</p>
<p>Turnbull apunta a las experiencias de su pa&iacute;s. Durante los 35 a&ntilde;os posteriores a la Segunda guerra mundial, &aacute;reas econ&oacute;micamente tan claves como hidrocarburos, hierro, acero, combustibles, energ&iacute;a, comunicaciones y transportes estaban en manos del estado. Despu&eacute;s, desde los a&ntilde;os 80, se puso en marcha un dr&aacute;stico programa de privatizaciones y, de una docena de conglomerados p&uacute;blicos quedaron apenas los correos.</p>
<p>Margaret Thatcher, Ronald Reagan y sus revoluciones conservadoras cambiaron la filosof&iacute;a prevaleciente en las econom&iacute;as occidentales. En especial las adherentes al capitalismo anglosaj&oacute;n (Estados Unidos, Gran Breta&ntilde;a, Holanda, Canad&aacute;). La regulaci&oacute;n pas&oacute; a ser un mal necesario, limitable a correcciones de falencias espec&iacute;ficas en los mercados. Pese a turbulencias como las de 1987, 1997/8 o 2000/01, los ortodoxos consideraba la propia regulaci&oacute;n como una falencia del mercado.</p>
<p>Cada pa&iacute;s hab&iacute;a escogido su lugar en una escala que iba de mercado libre a control estatal. Pero las econom&iacute;as principales &ndash;salvo China y Rusia- marchaban rumbo al primer extremo. Entonces sobrevino 2007/8.</p>
<p>&ldquo;Los hechos del &uacute;ltimo a&ntilde;o y medio &ndash;se&ntilde;ala Turnbull- han comprometido la fe en los mercados libres (ya no eran virtuosos), sobre todo los financieros y especulativos. Ha habido amplia intervenci&oacute;n estatal en pa&iacute;ses como EE.UU., Gran Breta&ntilde;a, Alemania y otros. Sus gobiernos adquirieron participaciones controlantes en bancos, automotrices y otras actividades, a cambio de rescates o apoyo financiero&rdquo;. Las escandalosas remuneraciones de ejecutivos u operadores irritaron al p&uacute;blico y crearon clima para pesadas regulaciones sobre pr&aacute;cticas financieras.</p>
<p>Resulta entonces natural preguntarse si &ldquo;esta etapa de mayores controles estatales implica que el capitalismo anglosaj&oacute;n se agota o resurgir&aacute; en forma diferente. O el nuevo orden &ndash;plantea Turnbull- convertir&aacute; a los gobiernos en accionistas dominantes de bancos, industrias, etc.&rdquo;.</p>
<p>Algunos observadores apuestan a esa posibilidad, otros la rechazan de plano y un tercer grupo cree que se difundir&aacute; el modelo socioecon&oacute;mico escandinavo. Vale decir, una forma de estado de bienestar que los neocl&aacute;sicos detestan m&aacute;s que al capitalismo renano. El experto es esc&eacute;ptico en un sentido: &ldquo;habr&aacute; nuevos reg&iacute;menes regulatorios, pero casi no existen probabilidades de gobiernos occidentales convertidos en due&ntilde;os permanentes de bancos o empresas&rdquo;.</p>
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<p><strong>L&iacute;mites </strong></p>
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Para entender eso, es preciso examinar el sistema financiero tal como emerge en la actualidad. Todos quienes han armado rescates los definen como &ldquo;temporarios&rdquo;. La reciente ley bancaria brit&aacute;nica emplea el t&eacute;rmino. El programa norteamericano pro alivio de activos t&oacute;xicos (TARP) insiste en que su meta es revender los paquetes adquiridos. En un caso, American International Group, el proceso se ha iniciado.</p>
<p>Mientras tanto, conf&iacute;a el asesor de Booz &amp; Co, &ldquo;un modelo desarrollado consiste en gesti&oacute;n distanciada. As&iacute;, Londres puso en pr&aacute;ctica un mecanismo de doble distanciamiento, donde un intermediario &ndash;<em>United Kingdom financial investment</em>, UKFI- toma los <em>holdings</em> a Tesorer&iacute;a. Sus directores son aprobados, no elegidos, por el gobierno. Cada junta tiene el mandato expl&iacute;cito de servir a la sociedad, no a accionistas ni inversores. Fuera del sector bancario, s&oacute;lo se autorizan auxilios estatales y avales temporarios&rdquo;.</p>
<p>Por supuesto, siempre cabe la posibilidad de que los responsables de pol&iacute;ticas se enga&ntilde;en y reajusten sus horizontes a menor ritmo de los cambios en el contexto. &ldquo;Pero no parece factible &ndash;cree Turnbull- que quieran o los dejen prolongar el control estatal de una sociedad privada intervenida. Si bien ha habido grandes fracasos en el sector financiero y mucho de la crisis sea atribuible a bancos comerciales y bancas de inversi&oacute;n, tampoco los gobiernos est&aacute;n libres de pecado. Empezando por haber permitido enormes desequilibrios fiscales&rdquo;.</p>
<p>Por ejemplo, adoptar metas inflacionarias basadas solo en precios minoristas condujo a la inflaci&oacute;n de activos. En relaci&oacute;n con ello, EE.UU. y otros pa&iacute;ses alentaron notoriamente las hipotecas de mala calidad porque les interesaba promoverlas como v&iacute;a de mejorar la recaudaci&oacute;n tributaria. Para ello crearon un sistema regulatorio con fallas y permitieron a los bancos enga&ntilde;ar al p&uacute;blico v&iacute;a veh&iacute;culos financieros ajenos a los balances, por ejemplo los derivativos. M&aacute;s tardes, las autoridades fueron lentas en advertir se&ntilde;ales de problemas y torpes en reaccionar. Se aferraban a temores sobre riesgo moral o inflacionario, mucho despu&eacute;s de ser amenazas relevantes.</p>
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