<p>Desde los años 70, la receta propuesta por el “día de la Tierra” resultó eficaz para solucionar un problema creciente: los desechos de la economía moderna. En Estados Unidos, según la agencia de protección ambiental (EPA en la sigla inglesa), el consumidor o usuario promedio generaba 1,09 kilogramos diarios de basura en 1960, casi todo destinado al relleno sanitario.<br />
<br />
Durante los siguientes 20 años, el derroche por habitante aumentó 37%, a 1,5 kg, pero, merced al reciclaje sistemático y nuevas técnicas energéticas, el descarte en rellenos sanitarios se elevó apenas 29%, a 1,29 kg. Luego, en 1981/ 2000, ese tipo de descargas cedió 19%, o sea a 1,9 kg por persona y día. <br />
<br />
En la primera década del siglo, la reducción y el reuso –dos elementos de aquella receta– se ampliaron: la generación de desechos per cápita se ha contraído hoy a 1,82 kg diarios y el volumen derivado a rellenos sanitarios se aproxima al de hace 50 años. La Unión Europea ha llegado inclusive más allá. <br />
<br />
Ciertas formas de reciclaje se han convertido en modelos predominantes entre el público. Por ejemplo, 88% del papel de diario y 77% de las cajas de cartón se procesan en escala doméstica. Si bien 38% de las bolsas se reciclan, consumidores y usuarios dan una vuelta de tuerca lanzándose sobre bolsas de compras reusadas. <br />
<br />
Pero los bienes de uso final (electrodomésticos, celulares, computadoras, vehículos) plantean problemas más difíciles de tratar. Este grupo requiere pensar dos veces, tanto a la gente cuanto, con mayor razón, a quienes producen esos rubros. En general, ahora se recicla un tercio de basura municipal, pero la proporción de durables es de solo 17%. Pero esos durables a menudo contienen materiales riesgosos no hallados en productos de consumo ni sus envases. <br />
<br />
A diferencia de estos rubros, los durables causan problemas “terminales” que exigen opciones más allá de la fórmula de los años 70. Para este sector, vale otra receta que incluye otra R, la de <em>repensar</em>, aplicada a los inconvenientes ambientales presentados por la basura durable. No obstante, este campo ofrece oportunidades. Una de relaciona con el descarte de celulares.</p>
<p><strong>Defectos de las tres R</strong><br />
<br />
1-Reducir. Limitar la generación de desechos tiene sentido y ha sido muy efectiva para bienes de consumo o uso final. Por ejemplo, productos concentrados tales como detergentes ofrecen la ventaja de achicar envases y facilitar el transporte.<br />
<br />
Determinados durables de uso final deparan también la posibilidad de reducir el tamaño. La legendaria Commodore PET –primera com­putadora personal– pesaba 22 kilos, en tanto el actual iPad de Apple no pasa de 60 gramos. Por supuesto, achicar tamaño o peso no funciona en muchas clases de durables. Para ilustrarlo, basta el Ford Mustang original (1964), que tenía 4,5 metros de largo y pesaba 1.330 kg. La última versión es apenas 15 centímetros más larga, pero pesa 227 kg más, pese a emplear mucho plástico y aluminio.<br />
<br />
Por otra parte, reducir dimensiones de un producto puede acarrear consecuencias no buscadas. Véase la suerte de la mayor instalación recicladora de alfombras jamás construida en Premnitz, Alemania, con equipos de poliamida 2000. En 1999, costóUS$ 200 millones, solo para cerrar en 2003. Ocurre que la estrategia reductora de los propios fabricantes ya había disminuido niveles de nylon y tornaban antieconómico el reciclaje.</p>
<p>2. Reusar. Desplazar una cultura de lo desechable a lo reusable también ha funcionado bien en general. El ciclo del agua embotellada es un caso típico. Al principio del siglo 21, su consumo aumentaba a más de 10% y llegaba al punto de ser la segunda categoría de bebidas sin alcohol, superada solo por las carbonatadas. Tras tocar un pico en 2007, no obstante, la industria se contrajo 1% en 2008 y 2,5% en 2009.<br />
<br />
El público ambientalmente sensible (y el que cuida los centavos) se volvía al agua de la canilla y a envases reusables. Botellas plásticas y metálicas son hoy comunes en residencias universitarias, clubes, etc. Estos formatos ofrecen opciones superiores a tratar de aumentar la tasa de reciclaje (27%) de botellas plásticas. <br />
<br />
En el caso de durables, el reuso se complica. En rigor, expertos en la materia apelan a términos como restaurar para dejar en claro el grado de esfuerzo necesario para reutilizar o refabricar determinados rubros. Así, la electrónica de uso final a menudo se restaura testeando y mejorando el <em>software</em>. Pero el reuso de partes automotrices o cartuchos de tinta requiere extensiva remanufactura. Inclusive, desmonte, limpieza y recambio de componentes.<br />
Reutilizar durables puede mejorar los entornos económico y ecológico. En la actualidad, los cartuchos remanufacturados representan 6% de las ventas totales y pueden producirse a 20% del costo de nuevos. Lexmark y Hewlett-Packard consideran este segmento como oportunidad estratégica en economías centrales y emergentes. Por ende, llegan a incorporar microprocesadores en los cartuchos para impedir la piratería.<br />
<br />
El reuso no carece de inconvenientes. En lo tocante a ambiente, es mejor reciclar que reusar coches traganafta. Recientes programas “billetes por catraminas” en EE.UU. y la Unión Europea tendían a estimular la economía y, al mismo tiempo, mejorar la ecología retirando autos que consumen en exceso. Otros rubros, por ejemplo electrodomésticos o computadoras personales, suelen ofrecer similares ventajas si se los retira antes de concluir su vida útil.</p>
<p>3. Reciclar. Viene último entre las tres R en cuanto a gestión de desechos o reducción de rellenos sanitarios. Pero, hasta el momento, es lo que tiene mejores efectos ecológicos. Las pilas convencionales ofrecen un buen caso de estudio y su tasa de reciclaje alcanza 99%. En el otro extremo, la electrónica de uso final es el área de mayor oportunidad. <br />
<br />
Según estimaciones, los estadounidenses poseen unos 3.000 millones de aparatos electrónicos de uso final, o sea unos 10 por usuario. Dado que sus ciclos de vida tienden a acortarse, el sector representa un creciente factor en la corriente de desechos, pero llega a solo 15% del reciclaje. Pero cabe una salvedad: una parte substancial de basura electrónica se exporta a países subdesarrollados para reusar y termina en el descarte, sin miramientos ambientales.</p>
<p><strong>Repensar durables</strong><br />
<br />
Encarar este segmento exige pensar más allá de la formula “reducir, reusar, reciclar”. Al contrario de los rubros de uso final –donde la responsabilidad recae en los consumidores, en durables esa tarea corresponde a ejecutivos empresarios y reguladores ambientales.<br />
Redefinir el problema debiera empezar examinando los efectos ecológicos y económicos en el ciclo vital íntegro del producto, desde la fabricación hasta el uso, el reuso, el reciclaje y el descarte. Los incentivos económicos para los diversos agentes industriales también han de ser considerados, lo cual abarca el origen del producto (OP), su etapa minorista, los proveedores de servicios, la remanufactura, los recicladores y las compañías que procesan los desechos. <br />
<br />
Cada actividad tiene su peculiar conjunto de agentes. Para cada cual costos y beneficios varían apreciablemente y, a menudo, chocan entre sí. Estas percepciones brindan un punto de partida para pensar estratégicamente cómo reestructurar la industria, de modo que se aumenten ganancias y reducir efectos ambientales negativos. Este replanteo puede ser empleado por los <em>managers</em> para ubicar nuevas fuentes de utilidades o, asimismo, por reguladores para alterar esos ingresos y rendir más beneficios a la sociedad. <br />
<br />
Contémplese nuevamente el ejem­plo de los celulares. En 1983, Motorola presentó el primero. Era carísimo (US$ 4.000) pesaba medio kilo, su largo era de 33 centímetros y creó un segmento para gente rica y móvil. Hoy los precios han caído, el telefonito medio pesa 80 gramos y es indispensable para cada día más gente.<br />
<br />
Sus ventas anuales en el mundo pasaron de 1.700 millones de unidades en 2010. En EE.UU., los diseños básicos más baratos cuestan menos de US$ 40. Estrellas inteligentes como iPhone o Android no llegan a US$ 700 o 200, combinados con un contrato bienal de servicio. Allí la penetración del teléfono móvil es de 90%. <br />
<br />
Como se sabe, los celulares se hacen obsoletos muy rápido y generan pilas de usados, con sus implicancias en cuanto a basura electrónica y riesgos ambientales. Por ejemplo, en EE.UU., la alta tasa de penetración en el mercado lleva a batallas entre proveedores del servicio para seducir clientes o neutralizar competidores. Con precios en continúa contracción, los fabricantes mejoran constantemente diseños y funciones. <br />
Un caso es Apple: su iPhone copó 40% del mercado estadounidense en tres años. En la actualidad, el ciclo de vida de los telefonitos ha bajado a entre año y medio y dos años. En otras palabras, casi la mitad de los celulares en uso se retiran por año y 15% se tiran simplemente a la basura y van a depósitos municipales. Un porcentaje mucho mayor (65 a 70%) se acumulan en viviendas, oficinas, fábricas, etc.</p>
¿Reducir, reusar, reciclar… o repensar todo de nuevo?
Hay más reducción de desechos industriales y también mayor reuso. Hay modalidades de reciclaje que se han convertido en modelos predominantes entre el público. Pero los bienes de uso final plantean todavía problemas más difíciles de tratar. Repensar todo es un campo que ofrece oportunidades.